sábado, 18 de agosto de 2018

SIMBOLISMO: La Guerra de los Mundos (2005)


La idea de rodar La Guerra de los Mundos (novela de H. G. Wells) partió de Tom Cruise, quien es el miembro más conocido de la Iglesia de la Cienciología, cuya doctrina está basada en la premisa de que el planeta fue invadido en el pasado por alienígenas. En cierto modo, la idea subyacente en la película es que el planeta invadido representa a la psique del ser humano. Durante el rodaje de La Guerra de los Mundos, Tom Cruise logró que se instalaran puestos de información de Cienciología en el estudio.



Para Steven Spielberg el tema extraterrestre no era nuevo. Cuando era pequeño, Spielberg estaba fascinado con el tema de los platillos volantes y los visitantes alienígenas: Por las noches observaba el cielo con mi padre, esperando ver uno. Siempre he estado convencido de que no somos los únicos en el universo.

Introducción con voz (de Morgan Freeman) en off:

Nadie habría creído en los primeros años del siglo 21 que nuestro mundo estaba siendo vigilado por inteligencias superiores a la nuestra, y que mientras los hombres atendían sus diversos asuntos, éstas les observaban y estudiaban del mismo modo que un hombre puede escudriñar con un microscopio las criaturas que pululan y se multiplican en una gota de agua. Infinitamente satisfechos de sí mismos, los hombres iban y venían por el globo, seguros de dominar el mundo. Pero a través del abismo del espacio, inteligencias frías, vastas y hostiles, contemplaban nuestro planeta con ojos envidiosos…y lentas pero seguras, trazaban planes de conquista.

El prólogo ya nos está situando sobre cómo son las condiciones de este tiempo que vivimos. Existe, de hecho, una cercanía con lo escrito sobre los tiempos finales del Sistema de Control (SC):

Mateo 24:37-41 nos dice -de labios de Cristo-: En los días que precedieron al Diluvio, comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca (signo de cuando la Conciencia comienza a defender la Vida); y no se dieron cuenta hasta que vino el Diluvio (SC en extremo) y los arrebató a todos. Así será a la venida del Hijo del hombre. Entonces estarán dos en el campo, uno será tomado (morador del cielo) y otro será dejado (morador de la tierra). Dos molerán en la muela, una será tomada (moradora del cielo) y otra (moradora de la tierra) será dejada.

Vamos a ver la presentación de los personajes. Estamos en Brooklyn (Nueva York), frente a Manhattan, concretamente en los muelles, donde Ray Ferrier (Tom Cruise) trabaja en el manejo de las grúas de transporte. El nombre Ray significa rayo, algo que tiene implicaciones simbólicas con la trama, como luego veremos.

Ray está separado de Mary Ann, y la pareja tiene dos hijos: Rachel (que significa cordero), de diez años; Robbie, un adolescente. Los niños viven con su madre (y la pareja de ésta), pero ella se irá a Boston, a casa de sus padres, cuna de los Estados Unidos. Este detalle es importante, pues en la película se hará notar que los conflictos cósmicos (la invasión alienígena) son un derivado de la pérdida de rumbo en los objetivos originales de la nación: creación de una tierra de libertad y honestidad desde la cual estar unidos a Dios.

Así, la pérdida de ese norte espiritual crea monstruos, como lo es la desestructuración familiar de la que Ray es responsable. Desde el principio se nos hace ver que él es el causante principal. En todo momento vemos que su exmujer es comprensiva, y que los niños tienen paciencia con su irresponsable padre.
Ray es, al fin y al cabo (aunque llevado al extremo), la imagen de toda aquella paternidad ausente de amor. Por extensión, manifiesta perfectamente lo destructiva y dañina que es la ausencia de Conciencia cuando se trata de proteger la inocencia (simbolizada en Rachel, la niña, cuyo nombre encaja perfectamente –significa cordero- en la trama de un pastor –Ray- sin rumbo). El personaje de Tom Cruise deja el muelle para ir a recibir a sus hijos, que pasarán el fin de semana con él.
Ray llega con retraso a su casa, a la puerta de la cual esperan Mary Ann (embarazada), su pareja, y los niños. Robbie, el hijo adolescente de Ray, lo saluda con desprecio.
El embarazo nos habla de un nuevo mundo, que se está gestando, para ser dado a luz cuando el Sistema de Control (SC) llegue a su fin, tras la invasión alienígena. Y se está gestando desde el origen primordial (la luz, Boston). De hecho, el guión de la película se adaptó a la actriz, pues realmente estaba embarazada…
Puesto que ha de ser evidente que Ray carece de Conciencia protectora y, por consiguiente, no podrá darla a sus hijos, se nos muestra con imágenes: Mary Ann abre la nevera y dice: ‘No tienes leche. No tienes nada’.



Obviamente, está hablando alegóricamente, mediante las imágenes que mostrará un drama humano que muestra un drama existencial, cósmico. La leche, alimento de procedencia materna, representa a la Vida (emociones), por lo que resulta lógico que Ray, que no tiene protección (Conciencia) ni para él mismo, esté desposeído de la Vida.

Mary Ann traslada las maletas de sus hijos a la habitación que ambos; a pesar de la diferencia de edad, comparten. Para Ray este hecho (obligarles a compartir habitación) es normal. La madre de los niños nos da más información sobre el intervencionismo de los alienígenas: ‘Robbie tiene un trabajo… sobre la ocupación francesa en Argelia’. Se trata de un modo de dejarnos ver que el comportamiento de los invasores aliens (que ya están en la Tierra sin que los humanos lo sepan) es imitado inconscientemente por los invadidos, los terrestres.


La madre de los chavales se marcha con la promesa dada por el descerebrado de Ray de que no tiene que preocuparse de nada, que sus hijos estarán bien.
Vemos en la televisión que en Ucrania hay extrañas tormentas eléctricas…


Ray, que es completamente incapaz de hacer uso de la comunicación verbal para establecer lazos afectivos con su hijo adolescente, le propone jugar al béisbol. Un recurso cultural tan típico como éste es el único medio que un padre emocionalmente mutilado puede usar para eludir enfrentar la realidad. Pero, en efecto, la realidad se impone, y un desmotivado Robbie muestra la rabia que siente hacia su padre, y éste actúa reactivamente (máxime cuando el chaval se coloca su gorra con el bordado ‘Boston’, que alude a la maternidad), expresando su ira irracional con el bate de béisbol, pues su hijo le recuerda sucesivamente lo irresponsable que es.

Robbie marca las distancias con su padre llamándolo constantemente por su nombre de pila. Y viendo la distancia padre-hijo, Rachel le advierte a Ray que con ese proceder no se ganará el cariño de Robbie. A Ray le importa una mierda -con perdón- el consejo de su hija de 10 años, a la cual menosprecia comparándola con un comportamiento maternal. Ray ni siquiera se preocupa del almuerzo de sus hijos, y se echa a dormir.

Vemos que en la televisión aparecen más noticias sobre tormentas magnéticas. Y a Ray despertarse y ver que su hija Rachel ha pedido comida naturista para el almuerzo. La actitud responsable y saludable de la niña revienta a Ray.
Atención, porque Rachel se queja de una astilla que se ha clavado en su mano. Es una alegoría de lo que sucederá con el planeta y, consecuentemente, de lo que acontece en la psique invadida por el SC.


La respuesta reactiva de Ray ante el problema planteado por la niña será pesimista: ‘se te infectará’. Rachel conoce los métodos sutilmente agresivos de su padre, por lo que no le deja que intervenga, ni siente miedo. La respuesta de la niña es clara, y sirve perfectamente para comprender la doctrina de un ser respecto de todo conflicto: no perder el equilibrio, no dejar entrar el temor. Y responde: ‘Cuando sea el momento, mi cuerpo lo expulsará’. Esta respuesta, como digo, es aplicable a la astilla y a los alienígenas.
De hecho, esta filosofía de lo natural, de lo original, de aquello que no está manipulado por lo humano (con connotación de SC), ya la vimos en la elección del menú del almuerzo.
Ray desprecia la comida naturista elegida por su hija, y pregunta por Robbie, y Rachel le dice que ha salido. Ray sale a buscarlo a la calle.
Hasta aquí lo que podríamos definir como descripción de los personajes. Pasamos a la segunda parte, en la que –producto de la idiosincrasia de Ray- se muestra la presencia alienígena. Hasta aquí hemos visto cómo funciona la psique invadida de Ray (rayo), mas ahora veremos cómo eso se traslada al mundo exterior.

Ray sale a la calle y, junto a sus vecinos, observa extrañado el inusual estado tormentoso en el que se encuentra el cielo. Llama a Rachel, quien se asusta mucho, algo que –en principio- su padre no tendrá en cuenta. Resta valor a lo que vive su hija y bromea sobre la extraña tormenta.

Ray: ‘Parece el 4 de julio (Fiesta de la Independencia)’.
Rachel: ‘Nada de eso (Dependencia)’. En efecto, la respuesta de la niña matiza que aquello que está sucediendo es, de hecho, una prueba de ausencia de soberanía, como luego veremos.
Una vez entran en casa, rendidos ante la evidencia, asustados se esconden. ¿Y Robbie?
La niña está realmente asustada, y ante la pregunta de ‘¿nos pasará algo’, su padre responde sin ambigüedad: ‘No lo sé’.


Todos los aparatos eléctricos, hasta el móvil, los coches y el reloj, han dejado de funcionar. Ray sale a la calle y encuentra a Robbie, quien regresa a casa. Ausente de autoridad, Ray amenaza a su hijo con llamar a la policía la próxima vez que coja su coche sin permiso…
Ray habla con los vecinos, uno de los cuales apunta a que la causa de todo son las erupciones solares. De nuevo, el patrón del cambio meteorológico asociado al cambio climático, en paralelo con lo expuesto por los casiopeos unas líneas atrás.



Escena frente a la iglesia. Estamos ante un cruce de calles. Los vecinos se arremolinan ante el asfalto donde ha caído una serie de rayos. El suelo comienza a abrirse y a destrozarlo todo ante la mirada perpleja de los seres humanos…
Cae la iglesia. Y vemos la primera de las naves invasoras salir de bajo el asfalto. Son como trípodes… Y cae la cruz de la iglesia.
Cunde el pánico y la gente echa a correr, huyendo del trípode. Los humanos están en shock. Corren por la calles, huyendo de los alienígenas, que disparan rayos fulminadores desde el trípode. Spielberg ha reconocido que estas son imágenes que aluden al holocausto de los nazis, pues los sobrevivientes (también Ray, que logra llegar a casa) quedan cubiertos de cenizas de los muertos, cuyas ropas cae al suelo.
Ray les dice a Robbie y Rachel que preparen todo para marcharse. Su intención, como dije antes, es ir a la casa de Mary Ann, que encontrarán vacía, y donde podrán pasar la noche.
Toman un coche y comienza una frenética partida a toda velocidad, tratando de escapar del alcance del tridente.
Rachel está absolutamente aterrorizada, pero Ray ni puede ni sabe cómo calmarla. Por necesidad (Ray nunca se ha comportado como padre – Conciencia – protector de la Vida), será Robbie quien realice la labor de calmar a su hermana.
Robbie de dice a su padre: ‘Cuéntame todo lo que sepas’. Es la primera vez que vemos al chico mostrar interés por algo y, especialmente, por comunicarse con su padre. Ray le cuenta que, a lo mejor, las máquinas estaban enterradas y a través de los rayos (Ray) los alienígenas entraron en ellas.

Llega a las afueras de la ciudad, a la casa de Mary Ann, y está vacía. Se disponen a dormir. En medio de la noche, como os dije anteriormente –en la comparativa con el Katrina-, cae un avión. Robbie protege a su hermana y agarra también a su padre, llevándolos al sótano, salvándose todos de la explosión. Una vez más, Ray ha visto que, el lugar elegido para descansar era inseguro. No ha podido garantizar la protección de sus hijos. Y es que aún no es Conciencia.
Ray observa el avión estrellado, y allí encuentra a unas personas que le confirman que los alienígenas entran mediante los rayos.
Tímidamente, Ray empieza a ejercer como protector. Con prudencia le dice a Rachel que saldrán de la casa en ruinas y que ella no debe mirar a su alrededor.
A partir de aquí veremos una sucesión de hechos, una dura secuencia de acontecimientos que dejará absolutamente en evidencia el rol de Ray como cuerpo-templo ausente de Conciencia. Esos episodios en los que se verá impotente para salvaguardar la inocencia de sus hijos, es el primer paso para resolver su conflicto. Si hasta entonces tuvo alguna duda o desconocimiento sobre esta condición, a raíz de los sucesos irá aprendiendo, duramente, que estas son las consecuencias de años de irresponsabilidad.
En el coche, camino de Boston (al origen, también al origen del problema de Ray, y su solución), Ray discute con Robbie: ‘Deja ya el Ray de los cojones. Soy señor o papá’.


Luego, Rachel quiere orinar y Ray no logra evitar que la niña vea una procesión de cadáveres yendo río abajo.

Robbie quiere unirse a los militares y hacer frente a los aliens. Rachel, que no se siente protegida por su padre, le dice: ‘¿Quién se encargará de mí si te vas?’. No obstante, la vida hará que el soporte que Ray tiene en su hijo respecto a Rachel, lo pierda, pues finalmente, Robbie se unirá a los militares.
Han de cruzar el río Hudson en un barco, pero cuando cientos de personas observan que llegan en coche, casi los linchan para hacerse con el vehículo. Obligados a salir de él, Ray se siente devastado al comprobar su impotencia para evitar el sufrimiento a la pequeña Rachel.

Robbie, ya una vez están los tres abordo, se comporta como un chico admirable, ayudando a otras personas a subir, lo que provoca el orgullo de Ray, que hasta entonces desconocía por completo a su hijo.
El barco es atacado por los aliens, y la mayoría de los pasajeros muere. El tridente emerge del agua, en un paralelismo con el iceberg de Titanic.



Ray, Rachel y Robbie alcanzan la orilla. Y, de nuevo, las ropas de quienes han sido fulminantemente calcinados (Holocausto) caen flotando en el aire…
En tierra, hay una batalla entre militares y aliens, y Robbie, aun con la oposición de su padre, se queda allí a luchar. Entretanto, Ray y Rachel logran esconderse en una cabaña donde vive un conspiranoico llamado Ogilvy.

En la novela original de H. G. Wells, Ogilvy era un astrónomo, compañero del protagonista de la obra. Aquí es un hombre que representa todo lo opuesto que Ray, pero en grado extremo y desequilibrado. El peso de todo lo que sabe lo ha vuelto loco.

Ray, avocado a proteger a Rachel sin el apoyo de Robbie, saca de donde no tiene fuerzas y –derrotado- hace el papel que le corresponde. No obstante, puesto que está en el momento de las consecuencias, llevará al extremo la prueba de su responsabilidad, y habrá de matar a Ogilvy para proteger a la niña.
Precisamente, Ogilvy representa aquello en lo que Ray no puede, no debe, llegar a convertirse. Es el extremo al que las circunstancias no pueden, no deben conducirle. Pero el conspiranoico le revela, en clave, el secreto de la conciencia...

Ogilvy conducía una ambulancia en la ciudad antes de la invasión. ¿Sabes quiénes sobreviven, Ray?, le pregunta y él mismo responde: los que continúan con los ojos abiertos… pensando. Esos son los que sobreviven. No podemos perder la cabeza. Huir… eso es lo que te mata.



En efecto, los que no están ciegos a la realidad, como lo ha estado Ray, ignorante de su responsabilidad de formarse como padre-responsable de sus criaturas, sus energías. Ray debía ser un buen pastor (Cristo, Conciencia) de corderos (Rachel), un ejemplo para su hijo Robbie, pero huía de ese cometido. Sobreviven los que continúan pensando, usando la conciencia, siendo astutos como serpientes sin olvidar seguir siendo mansos como palomas… Tras un montón de vicisitudes, como el camino de héroe que regresa al hogar, en una senda por la cual recupera los atributos olvidados o perdidos, Ray llega a Boston con su hija. Es exactamente entonces cuando los invasores son derrotados. Y allí, en Boston, también está Robbie, del cual su padre está orgulloso. Lección aprendida.



Rachel estaba en lo cierto (sobre la astilla y los aliens): ‘Cuando sea el momento, mi cuerpo lo expulsará’.

Conclusión con voz en off:

Desde el momento en que los invasores aparecieron, respiraron nuestro aire, comieron y bebieron, estuvieron condenados. Tras fracasar las armas y los recursos del hombre, fueron destruidos, reducidos, por las criaturas más diminutas que Dios, en su sabiduría, puso sobre la Tierra… pues el hombre no vive ni muere en vano.


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