lunes, 13 de agosto de 2018

SIMBOLISMO: El Laberinto del Fauno (2006)


Conflicto cósmico sobre drama humano

El Laberinto del Fauno (a partir de ahora, ELF), es una tenebrosa fábula creada por el realizador Guillermo del Toro en 2006.
A través de ELF se nos muestra un conflicto cósmico (el de la princesa Moana) que se desarrolla sobreimpreso a un drama humano, el de la vida física de una niña llamada Ofelia, y el de la España de 1944. Este recurso cinematográfico se aplica en el film con maestría, y nos es muy práctico para trasladarlo a nuestras respectivas vidas, aparentemente físicas.
Para adaptar nuestra comprensión a los términos alegóricos, hemos de saber que lo que acontece directamente en la vida de Ofelia es el núcleo (origen) del conflicto cósmico que se está expresando en términos humanos; a su vez, lo que se desarrolla en la España de 1944 –plena posguerra- es la periferia (consecuencia) de dicho conflicto cósmico, también con expresión humana. Esto quiere decir que la expresión periférica es consecuencia directa de lo que se ha originado en el núcleo: el drama de Ofelia (mi simbólico 20%), alma de Moana (mi simbólico 80 %, Conciencia).
La introspectiva observación de nuestras particulares circunstancias personales (núcleo), y el análisis de los lazos que establecemos (o hemos heredado) con nuestros semejantes (periferia), nos pueden dar como resultado beneficiosas conclusiones que facilitarán nuestra mejoría en ambos estadios.
Más aún: es posible que, tras una atenta mirada a los conflictos superpuestos que se desarrollan en esta fábula cinematográfica, lleguemos a entender que nuestra experiencia vital no está demasiado alejada de la de Ofelia. Siendo el caso, la película servirá de guía sobre cómo se ejecuta la dinámica de los acontecimientos sincrónicos, más allá del aparente caos o azar que, dicen los humanoides, gobierna el mundo.
El ejercicio que la película y este análisis nos proponen es el siguiente: redimensionar nuestros aparentes dramas humanos, estirándolos por los bordes, hasta ceñirlos a la amplitud del conflicto cósmico que en ellos se podría estar representando. De este modo, miraremos al pasado, a quienes nos rodearon, viendo un nexo que -a veces- otorga continuidad a sus experiencias en las nuestras. En el caso de quienes aún nos rodean (periferia), generalmente observamos su imposibilidad para salir del estancamiento cultural en el que suelen estar; en nuestro caso (núcleo), vemos el privilegio de poder tomar conciencia y actuar en consecuencia. 
La película da comienzo con la siguiente introducción:

En un reino donde no existe la mentira y el dolor, en el que vive una princesa que soñaba con el mundo de los humanos, soñaba con el cielo azul, la brisa suave, y el brillante sol. La princesa escapó y la luz del sol la cegó y borró de su memoria todo recuerdo del pasado. Olvidó quién era, de dónde venía, y su cuerpo sufrió frío, enfermedad y dolor. Y al correr de los años, murió. Sin embargo, su padre, el rey, sabía que el alma de la princesa regresaría, quizá en otro cuerpo, en otro tiempo, y en otro lugar. Él la esperaría hasta su último aliento, hasta que el mundo dejara de girar.

Si tuviéramos que colocar la estructura vital de las almas -en pleno proceso evolutivo- dentro de la narración introductoria, diríamos (mis comentarios están entre paréntesis):

En un reino donde no existe la mentira y el dolor (nos está describiendo nuestro hogar), en el que vive una princesa que soñaba con el mundo de los humanos (hace referencia a la Caída, y la seducción del mundo material), soñaba con el cielo azul, la brisa suave, y el brillante sol (estos elementos plásticos describen esa seducción). La princesa escapó y la luz del sol la cegó (dejó de percibir la realidad tal como es; la separación del alma respecto de sus orígenes. Recordemos el arquetipo de la Esposa negra -quemada por el sol-, de ‘El Cantar de los Cantares') y borró de su memoria todo recuerdo del pasado. Olvidó quién era, de dónde venía, y su cuerpo sufrió frío, enfermedad y dolor (todo ello, consecuencia de su inserción en el Sistema de Control, a partir de ahora SC). Y al correr de los años, murió. Sin embargo, su padre, el rey (Padre-Madre), sabía que el alma de la princesa regresaría (voluntariamente), quizá en otro cuerpo, en otro tiempo, y en otro lugar (véase los tres elementos -en armonía con la frase final- que hacen referencia al cuerpo-templo que tenemos hoy, en el tiempo del regreso, en un lugar que habrá de manifestar todo un escenario de drama humano que nos permita desarrollar la redención del retorno al hogar). Él la esperaría hasta su último aliento, hasta que el mundo dejara de girar.

Comienza la película y vemos a Ofelia, que es el alma (20 %) de la princesa Moana (80 %), en medio de la posguerra española, ese –para ella- caótico Final de los Tiempos que le dará la oportunidad de volver al hogar original.


Ofelia está acompañada de su madre física, Carmen. La mamá reprocha a su hija (demasiado mayor para leer esas zarandajas) la lectura de cuentos de hadas, símbolo de conexión con su principesca realidad cósmica. Recordemos que los cuentos, una lectura determinada, una película como ésta, actúan como detonantes en las capas inconscientes de nuestra psique.

Configuración del escenario físico

La lectura que va más allá de lo aparente nos dice que el reproche de Carmen a su hija está determinado (consecuencia-periferia) por la elección (origen-núcleo) que tomó la princesa Moana cuando marchó al mundo humano (SC). Dicha decisión por parte de Moana (conflicto cósmico) derivó en la presencia física de su alma (Ofelia), y en la configuración del escenario vital adecuado (ejemplo: la maternidad humana, imperfecta, que toma forma en Carmen, opuesta a la Madre Cósmica) para que sirviese de reactivo (drama humano) para el alma en redención de la princesa.
Llegados hasta aquí, ¿advierte el lector la similitud existente entre esta estructuración, y aquella otra que se forma en torno a la figura del redentor en el relato crístico? ¿Percibe alguna semejanza entre dicha estructuración de la realidad aquí descrita y la suya propia?

‘Aquellos que aspiran a "cambiar el mundo" se afanan en vano. Este es como es por una razón: representa una oportunidad de experimentar y aprender del riesgo de terminar en una porqueriza, de manera que podamos apreciar en forma cabal nuestra posición en relación a la de los otros seres de la creación. De nuevo, hago notar cuidadosamente que en la historia, cuando quiera que el Hijo Pródigo buscó ayuda dentro de los confines del País Lejano, el resultado fue que se le envió a alimentar y cuidar de los cerdos. Esto es muy importante. El camino de regreso a casa debe ser precedido por el despertar a nuestra condición de exiliados, y por el empeño dedicado de ponernos en camino por nuestro propio esfuerzo. Solamente entonces podemos contar con que se nos envíe la ayuda requerida.’
(Laura Knight-Jadczyk, entrevista para la revista Perseo, 2001)

Así que Carmen, la madre de la niña, ha de manifestar un elemento opuesto a la naturaleza original de la que Moana formaba parte. Precisamente, esa desarmonía entre la madre humana y la Madre, será el catalizador que provoque la crisis y el despertar del alma de la princesa.

El escenario de ELF son los campos de la España de posguerra, donde las guerrillas republicanas están escondidas en los montes y bosques, refugiándose del fascismo (hoyo negro de la voluntad, en palabras de Del Toro). Esa España del Nacionalcatolicismo nos ha traído hasta aquí. Catolicismo que es una burda y caricaturesca imitación del reino del Padre-Madre de Ofelia.
Las guerrillas republicanas representan a quienes, desde un ámbito meramente humano (son terrestres, no pertenecientes al reino celestial de Ofelia, pero tienen alma, o sea, empatía), reclaman la vuelta del Reino (república) de Dios y su justicia, sin la iglesia del Demiurgo, sin castas piramidales, sin discriminación hacia la mujer, con la Institución Libre de Enseñanza, etc.
La llegada de Ofelia y su mamá a ese paraje nos sitúa en el escenario adecuado para que comience la redención de la princesa. Precisamente, en el mismo instante en que la madre reprocha a su hija la lectura de los cuentos de hadas, se desencadenan dos hechos.
El primero de ellos: Carmen se siente mal. Está embarazada, y el viaje que emprendió obligada por su marido le ha afectado a su salud. Le dice a Ofelia: Tu hermano no se encuentra muy bien.
Es comprensible que el niño en gestación no se encuentre bien, pues el embarazo es la materialización de su (la de Moana y, consecuentemente, la de Carmen) sumisión a las fuerzas desequilibradas del SC, manifiestas en la masculinidad extrema: varón omnipotente, Jacob conspirador, Saturno devorador, Demiurgo, Franco, etc. Y el bebé, involucrado en el proceso redentor de Ofelia, se hace notar. Pues el alma de Moana ha de aprender –experimentalmente- la diferencia entre la creación por amor y la reproducción hueca de Vida.
La segunda cosa que se desencadena es que la niña encuentra un trozo de piedra. Tiene la forma de un ojo. Concretamente, es el ojo derecho de un monolito (estatua) muy antiguo que representa a Saturno. Ofelia colocará el ojo en su sitio. Pero justo cuando toma en su mano la piedra-ojo (minuto 3:55), escuchamos una tenue brisa de aire. Parece que es un sonido sin mayor importancia. ¿De veras?
Un creativo, alguien como Spielberg, Night Shyamalan, o Del Toro, en este caso, no deja nada al azar. De hecho, el sonido del aire corriendo es un acento para quienes pueden oír; el silbido del aire es la clave para que las fuerzas psíquicas contrarias a la confusión del SC, se preparen para recibir trascendentales coordenadas que provienen de la conciencia. De hecho, el término anima (alma), significa aire, aliento, vida. Ese es un momento de íntimo contacto entre Ofelia –la niña- y la princesa Moana, su verdadera y original identidad. Se trata de una llamada –a través de la imagen sonora- que pretende captar la atención de los oídos reales, subyacentes en los niveles más profundos del subconsciente.
Recordemos la imagen del ojo derecho de piedra, pues el concepto volverá a repetirse para confirmarnos cuál es la personalidad humana de ese dios Saturno.
La figura de piedra que Ofelia ha encontrado tiene la boca enorme, abierta; alude a Saturno, devorador de sus criaturas. Y de esa cavidad sale un insecto. Ha sido justo cuando la niña ha colocado el ojo en su sitio, o sea, cuando comienza a involucrarse en el recorrido redentor.
El insecto es repugnante (físicamente lo parece), pero Ofelia ve (con los ojos reales de Moana) más allá de las apariencias. La niña está cautivada por el insecto volador, al que ella percibe como un hada; y Carmen la llama para proseguir el camino, y el bicho sigue al coche.
Carmen, como colofón a la conversación comenzada con el reproche a la lectura de cuentos, le pide a su hija que cuando lleguen al molino en el que van a vivir, llame ‘padre’ al franquista capitán Vidal, su marido. No es más que una palabra, argumenta Carmen. Véase cómo la madre minimiza el peso del término para que la psique de su niña lo acepte.
No sabes lo bueno que ha sido con nosotras, dice Carmen a la niña acerca de su padrastro. No obstante, la realidad es otra, como luego se verá. El pensamiento deseoso que se expresa a través de Carmen es el propio de quienes sólo ven lo que desean creer. 

 El difícil arranque


Estamos en el molino de agua. Lo primero que vemos es un primer plano de un reloj. El reloj es un icono de Saturno –dios del tiempo-, del SC. Pertenece al capitán Vidal, un psicópata de tomo y lomo. Este hombre es incapaz de expresar sentimientos nobles. Detesta (y así se lo hace ver a Ofelia y su madre) que la niña lea cuentos fantásticos, en tanto que estos son una muestra del anclaje de la pequeña a la corriente que la conecta al mundo real, donde ella es una princesa. El que la niña tenga una vida interior (a través de los cuentos), es razón suficiente para que su padrastro la considere una amenaza. Como amenaza para los humanoides es que las almas lleguen a advertir que ambos no comparten la misma procedencia…
Lo cierto es que la lectura de cuentos por parte de Ofelia (20 %) es un instrumento que le permite mantener vivo el espiritual cordón umbilical con la une a su 80 %, su conciencia, Moana.
Los cuentos lograban que Ofelia estuviese constantemente (emitiendo) en sintonía con su centro gravitatorio interno, razón por la cual su padrastro (SC, Vidal) ordena a Carmen que la boicotee, por ser un punto de resistencia de la niña.
Vidal es la personificación de Saturno, de ahí que suela aparecer con un reloj. Trata a su mujer como a una mera incubadora, convencido de que lo que va a nacerle es un varón. Una niña sería inaceptable. Vidal prefiere un varón al que hacer a su imagen y semejanza, para dar continuidad a su paradigma de ignorancia. Si tiene que salvar a uno de los dos, primero mi hijo, le dirá el militar al doctor Ferreiro.
Cuando Carmen y Ofelia llegan al molino, Vidal insiste en que su mujer se siente en una silla de ruedas, y lo justifica aludiendo a un consejo del doctor. Esta actitud manifiesta, una vez más, que Carmen está absolutamente tutelada por el rol de su marido. 
Se nos presenta a Mercedes. Bien, puesto que la misión cósmica de Ofelia debe traer consecuencias positivas en el mundo humano (como ocurre en todo acto redentor o misión del héroe mitológico), Mercedes representa a todas las almas que recibirán los frutos de la labor de la niña. Si Ofelia se redime, los parabienes llegarán a Mercedes (y a todas las almas).
Así, Ofelia y Mercedes son un tándem, cada una con su raíz en un mundo diferente: Reino sobrehumano, en Ofelia; España, en el caso de Mercedes. Siguiendo esta dinámica: Acción llevada a cabo, o decisión tomada por Ofelia (proyector. Moana), tiene como consecuencia una reacción o decisión por parte de Mercedes (proyección. Almas). Esta estructura, obviamente, es la que se aplica a nuestras propias vidas.
Reaparece el insecto-hada, que será quien capte la curiosidad de la niña hasta conducirla a unas ruinas, el laberinto del Fauno. ¿Cómo se sale del laberinto? La respuesta que nos ofrece este relato: sentido común y cuestionamiento de la insensata autoridad (por sutil que sea) del SC, tanto si se da en uno mismo, esposo, esposa, hijos, padre, madre, hermanos...
La entrada en el laberinto, que linda con el molino, es el comienzo de la redención que dará pie al retorno a casa.
Y vemos al capitán Vidal disponiendo la estrategia contra los republicanos escondidos en los montes. La comida y la medicina, sabe él, son necesarias para esos guerrilleros, así que pretenderá vencerlos por medio de ambas necesidades, haciéndoles bajar de los montes a por ellas.
El paradigma solar

Carmen se mete en la cama y el doctor Ferreiro –de nuevo, por voluntad de Vidal- le da medicamentos que la tengan constantemente sedada. Ofelia se acuesta a su lado. Con el fin de que el bebé que está gestando se calme, Carmen le pide a su hija un cuento. Y ella le cuenta que (entre paréntesis mi comentario)…

Había una vez, en un país lejano y triste, una enorme montaña de piedra negra  y áspera. Al caer la tarde, en la cima de esa montaña, florecía todas las noches (se ve la luna al fondo) una rosa (azul) que otorgaba la inmortalidad. Sin embargo, nadie se atrevía a acercarse a ella, pues sus numerosas espinas estaban envenenadas (…) Y todas las tardes, la rosa se marchitaba sin poder otorgar sus dones a persona alguna (aquí vemos, mientras Ofelia está narrando, la imagen del culpable de ello, Vidal-Saturno). Olvidada y perdida en la sima de aquella montaña de piedra fría, sola hasta el Fin de los Tiempos.

Este cuento está hablándonos del SC: la montaña siempre ha sido el icono del contacto con la realidad superior (Moisés en Sinaí, Transfiguración de Jesús en el Tabor, Noé en el Ararat, etc). En este caso, es normal que se nos diga que la montaña estaba negra y áspera, pues escenifica la sobre-exposición al sol de la energía femenina (Vida) ausente de la protección de la Conciencia. O lo que es lo mismo: La Vida (como la Esposa ennegrecida de El Cantar de los Cantares) trágicamente expuesta a las energías masculinas, eminentemente intelectuales, pero sin haber sido elevadas a la Conciencia.

La rosa azul que aparece en el relato contado por Ofelia, es esa oportunidad de regresar al origen, a través de la dura labor de descondicionamiento de la imperante cultura solar, opresora de lo femenino. Esto viene confirmado cuando vemos el florecimiento de la rosa a la luz de la luna (Diosa), y cuándo nos dice Ofelia que ese florecimiento se produce: al caer la tarde, o sea, cuando el sol se oculta.
Ahora vemos a Vidal hablando con el doctor, quien le reprocha que Carmen haya sido obligada a viajar en un estado tan delicado. Vidal levanta el mentón y responde: Un hijo debe nacer donde quiera que esté su padre.
El doctor responde con una pregunta: ¿Quién le ha dicho a usted que su hijo es un varón?, a lo que Vidal simplemente añade, con pensamiento deseoso: No me joda.
Ofelia despierta en medio de la noche, al escuchar ruidos en la habitación. Se trata del insecto-hada, quién le pide que lo siga hasta el laberinto. Una vez allí, la niña desciende a una gruta, donde está la puerta de acceso al mundo del cual ella procede. Y allí se encuentra con el fauno, una criatura mensajera del padre de la princesa. (El director, Guillermo del Toro, ha aclarado que este fauno no tiene nada que ver con el dios Pan de los griegos.)


De nuevo, en apariencia, la criatura no es precisamente agradable. Fauno la reconoce nada más verla, y la llama por su nombre real, Moana, si bien Ofelia no recuerda nada. 
Ante estas circunstancias, Fauno le habla: No sois hija de hombre. La luna (la Diosa) os engendró (…) vuestro verdadero padre ordenó abrir portales por todo el mundo que permitieran vuestro regreso (…) pero debemos asegurarnos que vuestra esencia no se ha perdido, que no os habéis vuelto una mortal. Habréis de pasar tres pruebas, antes de la luna llena. El objetivo de cuanto ha de vivir Ofelia: asegurar, garantizar, que su esencia –Vida- es recuperable y no se ha perdido. ¿Cómo saberlo? Mediante pruebas que pongan en evidencia el verdadero nivel de dominio que el SC ejerce sobre la psique de la pequeña.
La criatura le entrega a la niña El Libro de las Encrucijadas, que bien podría llamarse El libro del discernimiento, o del sentido común.


En fin, se trata de tres pruebas que han de probar que no se ha contaminado con la (intervenida) mente humana, siendo conformista, sumisa, irreflexiva, incoherente y contradictoria. Si bien el fauno le dice que las páginas de El Libro de las Encrucijadas le dirán qué hacer ante cada dilema, en realidad el libro está en blanco y no tomará decisiones por ella. El libro de las Encrucijadas nos ha sido entregado a todos…

Tres pruebas para Ofelia

Vidal supervisa el almacenamiento de alimentos en la enorme despensa. Y se cerciora de que la llave de la misma, tras reclamársela a Mercedes, sólo la tenga él. 
Entretanto, Ofelia lee en el libro la historia de un árbol enfermo que está cercano al molino. Ese será el escenario en el que se desarrolle la primera de sus tres pruebas.
El árbol representa a la Madre Tierra (periferia adulterada por el SC), a España (periferia adulterada por el fascismo), y a Carmen (núcleo adulterado por Vidal), la embarazada mamá de Ofelia.
Debajo del árbol, bajo sus raíces, ha anidado un enorme sapo que no lo deja sanar. El sapo es la depredación del SC (periferia), la monarquía Borbón, padrina de Franco (periferia); y es el bebé varón que Carmen lleva en sus ‘raíces’ (y que Vidal espera sea su continuidad. Núcleo). El sapo es, también, Babel, el SC operando en la psique de Ofelia.
Carmen es, para entendernos, la proyección futura de lo que le espera a la niña si no lograra resolver el conflicto cósmico que se le plantea. Carmen, dependiente, en silla de ruedas, voz de su amo, constantemente sedada, siempre metida en su habitación, condenada a ser un simple accesorio del hombre al cual pertenece (que es lo que la mujer será durante cuarenta años, frente a las oportunidades que proponía la República). La primera prueba para Ofelia consiste en que le haga tragar al sapo tres piedras, para así recuperar una llave dorada que tiene en su vientre; sólo de ese modo el árbol volverá a florecer.
La prueba a Ofelia nos enlaza directamente con el arquetipo de Saturno, quien devoraba ferozmente a sus hijos…

La mitología nos cuenta que el dios Saturno se hace con un poder que no le corresponde ejercer a él, sino a su hermano. Eso sí, se compromete a comerse a sus propios hijos, a fin de garantizarle a su hermano que su descendencia reinaría algún día. Ya en el poder, Saturno casa con Gea, y nace Zeus, que va a ser devorado por su padre. Sin embargo, la mamá lo esconde y huye con él hasta una isla. Saturno es engañado, pues en lugar de su hijo Zeus, Gea le ha dado a comer una piedra. El devorador, que está ciego, no sabe lo que se lleva a la boca. Ya crecido, Zeus luchará contra su padre y lo vencerá.
Aquí, Ofelia habrá de ejercer de Zeus, haciendo que (su padrastro) Saturno escupa a sus hijos. La llave dorada (conflicto cósmico) nos conduce directamente a la llave (drama humano) de la despensa (estómago) de Vidal, quien acapara aquello que niega a sus devorados ‘hijos’, los republicanos que se han rebelado contra él, contra el involutivo paradigma nacionalcatólico.
Entretanto, la pequeña ha recibido un regalo de su mamá: un vestido nuevo, a estrenar en la cena que compartirá con su padrastro. Sin embargo, Carmen se lo regala sólo para agradar a Vidal y que, de ese modo, acepte a su hijastra. Conociendo esto, se entiende que la niña, cuando se adentra bajo el árbol, ensucie –de podredumbre y fango- su vestido nuevo.


El que Ofelia se quite el traje es todo un símbolo, pues se desprende de la apariencia que interesadamente su madre desea para ella. La intención lo es todo. El hecho físico (el regalo del vestido) no impedirá que sea la oscura intención que subyace en él, la que determine el resultado final de la estrategia de Carmen. Por ello, como réplica a dicha retorcida intención, Babel es cuestionado por Moana (80 %, Conciencia), sin que Ofelia (20 %, alma) siquiera haya sido consciente de ello.
Emulando a la madre de Zeus, Ofelia le da las tres piedras al sapo, que cree que son bichos, su alimento. Definitivamente, el sapo escupe una masa enorme, pastosa, que representa a los hijos de Saturno, y también al bebé que está por nacer. Dentro de esa masa informe está la llave dorada. Primera prueba conseguida.
Y comienza la lluvia que nos acerca al Final de los Tiempos (para Ofelia), semejante al Diluvio. Sí, arquetípicamente, las aguas crecerán. Vidal, personificación del Demiurgo, no dejará sin respuesta lo que Moana (80 %) ha realizado a través de Ofelia (20 %).
Además, la niña habrá de pagar por hacer fracasar los interesados planes de su madre. Ofelia se quedará sin cenar. Carmen le hace saber que su comportamiento ha decepcionado más a Vidal que a ella misma. El castigo lo decreta Carmen, pero es la voz de Vidal en labios de su mujer. Es el mismo castigo que –durante la cena- el capitán decretará contra los rebeldes republicanos, quitarles el alimento. Definitivamente, las acciones originadas en el conflicto cósmico traen consecuencias al drama humano.
Una hambrienta Ofelia baja al portal subterráneo. Observa que allí hay levantado un pilar de piedra que muestra al fauno, a la niña, y al bebé en brazos. Entonces, aparece el fauno, comiendo y dando de comer a una de las hadas. La segunda prueba se acerca. No es intrascendente que Fauno esté con un trozo de comida en la boca –tentando a la niña-, pues la próxima prueba, en teoría, pondrá a examen su capacidad para obedecer órdenes…
Entretanto, la salud de Carmen empeora drásticamente. Y sigue lloviendo. Vidal sospecha y teme que el delicado estado de su mujer está poniendo en peligro la vida de su hijo, que es lo único que le importa. Paralelamente, desde la perspectiva del conflicto cósmico, esta dramática experiencia que envuelve a Carmen ayudará para que Ofelia conozca en sus carnes el sufrimiento de una madre (la suya, la cósmica, la reina) por un hijo (ella, que abandonó voluntariamente el reino).
Llega una imagen preciosa. Mercedes acoge a Ofelia en sus brazos y la pequeña conecta, a través de una nana, con la naturaleza de su Madre Cósmica. La niña (alma) sufre por Carmen; se está enfrentando –en su mente- a lo inevitable, a lo que quisiera remediar y, sin embargo, es preciso que ocurra, para que experimente hasta el final las consecuencias de la decisión que tomó cuando se dejó seducir por el mundo de los humanos.
El empeoramiento de la salud de la embarazada retrasa la llegada de la segunda prueba para Ofelia. Así que el fauno le entrega una mandrágora (una planta que soñaba con ser humana, como la princesa) para que la use en la sanación de su madre. Fauno sabe que todo esfuerzo será inútil, pero sabe también que la niña aun necesita tiempo para aceptarlo, por lo que le ofrece el recurso de la planta, símbolo de la propia Ofelia. Se entiende que el alma de la princesa Moana está demasiado afectada y, por eso, Fauno ha postergado la realización de la siguiente prueba, enfocándose en la etapa en la que la niña aun está estancada. Le dice a Ofelia que, cada mañana, le dé a la mandrágora dos gotas de su sangre. Dicho en otros términos: si quieres evitar lo que es parte de tu redención, pagarás con tu propia sangre.

Obediencia ciega

La segunda prueba consiste en ir al banquete de una criatura pálida, que no es otra que Saturno. El fauno le advierte a la pequeña que le va la vida en ello, que no coma absolutamente nada del banquete. No obstante, él sabe que la niña tiene mucha hambre. ¿Está, acaso, probando su capacidad para cumplir órdenes? ¿O lo que se está examinando es la capacidad de la niña en el uso del sentido común? ¿Se pretende ver hasta qué punto se deja llevar por el miedo (te va la vida en ello)? En efecto. Ciertamente, lo que se observa es hasta qué punto las cualidades del ser en su templo- cuerpo (sentido común, ausencia de miedo, e insumisión a las órdenes del SC) están activas en Ofelia. Éste es, y no otro, el sentido de las tres pruebas.


Estamos en la sala del Hombre Pálido, donde se ha servido un suculento banquete. Abriendo una puertita con la llave dorada, Ofelia encuentra una daga. Y, ansiosa, la niña come unas uvas. Aparentemente ha sido derrotada, pues no obedeció al fauno. Sin embargo, estaba hambrienta y no sintió miedo.
Vemos al Hombre Pálido, escuchamos llanto de niños, vemos montañas de zapatitos infantiles, hay frescos en las paredes de Saturno devorando niños. Es la confirmación de que el Hombre Pálido es Saturno, Vidal decepcionado por tener que cargar con una niña en su familia. También vemos un reloj de arena, que es otra confirmación, así como la ceguera del monstruo. Si faltaba alguna otra, tenemos la escena del Hombre Pálido arrancando con su boca las cabezas de las hadas. De hecho, Guillermo del Toro se ha inspirado en Goya para su terrorífica criatura. La escena en la que el monstruo muerde la cabeza de las hadas es una referencia directa a uno de los lienzos más conocidos del pintor español, Saturno devorando a sus hijos.


Para que identifiquemos a esta horrible criatura con Vidal se nos muestra al capitán frente al espejo. Tenemos al proyector (monstruo) y a la proyección (Vidal); o lo que es lo mismo: al conflicto cósmico (la paternidad negativa que Moana elige al encarnar en la Tierra y desligarse de su padre real) y al drama humano (personificación en Vidal de todo ese paradigma paterno negativo).
En el Hombre Pálido se encuentra la personificación de la crueldad, la destrucción de la inocencia, el miedo a perder el poder. Todo ello nos habla de confusión, del opresivo SC. El dios se comía a sus hijos e hijas por el miedo a que su descendencia se desligara de él. Se trata del Complejo de Cronos, una condición psicopatológica a través de la cual el padre devora la capacidad del niño para ser él mismo, autónomo, con todos los atributos que lo convierten en un ser integral. El Complejo de Cronos es SC en acción; es la zancadilla que el inmovilismo pone a quienes pretenden romper las ataduras de la involución. Y el patriarcado fascista es su máximo exponente.
Ofelia abandona el salón en el que está el Hombre Pálido. Eso sí, ha comido, desobedeciendo las indicaciones dadas por Fauno. Indicaciones que, por otra parte, ella considera absurdas. ¿Qué tiene de malo comer cuando se tiene hambre?


Dispuesta a ayudar a su madre, la niña pone la mandrágora bajo la cama y le da dos gotas de su sangre. Aquí sí que ha sido disciplinada con lo que Fauno le había dicho (alimentar con sangre a la planta), y el resultado es que lo inevitable –muerte de Carmen- ha sido postergado. La mamá mejora, y el doctor nos enseña el reloj de Cronos-Saturno sobre la enferma. Vidal habla al respecto con el doctor: Si tiene que escoger (entre madre e hijo), sálvelo a él. Ese niño llevará mi nombre, y el de mi padre (Saturno-Franco), Sálvelo a él.
Decidida a impedir la muerte de su madre, Ofelia habla con el bebé. Le pide que cuando nazca no le haga daño a su mamá: Escucha, si me obedeces, te prometo una cosa, te llevaré a mi reino y serás un príncipe, te lo prometo.
Esa petición de obediencia, aunque comprensible, es el síntoma más evidente del anquilosamiento en que su alma está. La pequeña trata de forzar la voluntad de su hermano, que ha venido a ser parte de esa redención; su parte consiste en hacer sufrir a Carmen por haber elegido a un depredador por esposo, enseñar a Ofelia las dolorosas consecuencias del mundo al que decidió ir, y ser el instrumento de la manipulación de Vidal. Y todo ello, amigos, nos recuerda al Libro de las Encrucijadas, cuyas páginas se escriben a razón de las decisiones que tomamos.
Se puede decir que la verdadera llave dorada que abre la puerta de regreso a casa, está en cultivar el sentido común que nos permite elegir adecuadamente ante el Libro de las Encrucijadas. Unas encrucijadas que se materializan para poner a prueba el sentido común, la obediencia al SC, y la ausencia de miedo. De ese modo, volviendo al cuento que narra Ofelia, nos acercaremos a la sima de la montaña sin prestar atención a su negrura aparente, y tomaremos la rosa sin miedo a pincharnos con sus espinas envenenadas. Apariencia, miedo, obediencia contra reflexión, confianza y sentido común.


Finalmente, Ofelia es severamente reprendida por el fauno, por haberse comido las uvas. Sus duras palabras están cargadas de miedo, en un nuevo intento por comprobar cómo afrontará la niña el veneno que Babel disemina en su psique: ¡Habéis roto las reglas! ¡Habéis fallado y no podéis regresar! Vuestro espíritu se quedará para siempre entre los hombres. Envejeceréis con ellos, moriréis como ellos.
El objetivo de Fauno –conocedor de que Ofelia comería las uvas, pues para eso le infundió en el subconsciente la imagen del trozo de carne que él y el hada devoraron- es crear en la niña mayor presión, configurando una prueba realmente dramática que potencie y aumente la desventaja de ella hacia las órdenes de obediencia. Con esta mayor presión, lo que la criatura le propondrá en la tercera y última prueba colocará a Ofelia en el punto exacto de condicionamiento y confusión para que la prueba pueda ser realmente válida.


Dicho en otros términos: puesto que hay que arrancarle de cuajo las dudas sobre la obediencia debida dentro del paradigma del miedo, es preciso recrearle una escena típica del SC, en la que ella, como alma humana (pues es la condición que Moana eligió libremente), sienta en sus carnes el irracional desprecio del colérico Demiurgo católico (interpretado a propósito por Fauno) que sabe –de antemano- que las criaturas fallan y se siente culpables por no cumplir con el estándar de obediencia ciega y absoluta que se les exige. Ese es el paradigma de Vidal y del catolicismo.
Así lo confirman las palabras del doctor antes de morir a manos del militar franquista: Hubiera podido obedecerle, pero no lo hice. Obedecer por obedecer, así,  sin pensarlo, eso sólo lo hace gente como usted, capitán. Y el doctor es asesinado. Y la lluvia no cesa.
Y Guillermo del Toro, director de este grandísimo relato, nos lo confirma: ELF es una fábula sobre la desobediencia.

Hágase vuestra voluntad, Alteza

Vidal descubre a Ofelia con la mandrágora. A partir de aquí, como consecuencia de las palabras de Fauno, se desencadena el Final de los Tiempos. Carmen, abocada a representar su rol dentro del drama humano-cósmico de Ofelia, quema la planta (que es su propia hija, la que pretendía entregar a Vidal) y entra en su fase final. En la mente de Vidal se consolida su proyecto de continuidad, pues -aunque Carmen muere- su hijo vive.
En la mente de la niña, la crudeza de la vida humana, mortal, limitada, toma forma en la muerte de su madre. Atención a las palabras que pronuncia el sacerdote en el entierro, pues aquí son un precioso recurso para recordarnos lo que Dios, el rey, pretende de Ofelia (20 %), alma de su hija Moana (80 %):

Porque son inescrutables los caminos del Señor. Porque en su palabra y en su misterio se encierra la esencia de su misericordia. Porque, si bien Dios nos envía el mensaje, está en nosotros el descifrarlo. Porque al abrirnos los brazos, la tierra se lleva sólo un cascarón vacío y sin sentido. Lejana está ya el alma en la gloria eterna. Porque es en el dolor donde encontramos el sentido de la vida, y el estado de gracia que perdemos al nacer. Porque Dios, en su infinita sabiduría, pone en nuestras manos la solución (la imagen que vemos en la pantalla es la de Ofelia tomando en su mano un frasco de láudano, droga medicinal que usará contra Vidal-Saturno) Y porque sólo en su ausencia física (la de Dios, 80 %) se reafirma el lugar que ocupa en nuestras almas (20%).

Tras esta escena, Vidal descubre a Ofelia y Mercedes tratando de escapar. Y vuelve la tormenta. El soberbio capitán va a torturar a Mercedes, que para él no es sino una criatura tutelada de la que no hay que preocuparse. Sin embargo, Mercedes escapa. No antes de cortarle la boca con un cuchillo. Recordemos que es la boca el punto principal del devorador Saturno.
Mercedes huye al monte y se encuentra con su hermano Pedro. Estos dos hermanos son los herederos humanos de la labor redentora de la princesa Moana.
También Ofelia escapa, momento en que aparece el fauno, que le dará otra oportunidad.
Esta aparente segunda oportunidad por parte del fauno no es fruto del azar, sino que se trata de la conclusión de lo que expuse líneas atrás: Puesto que hay que arrancarle de cuajo las dudas sobre la obediencia debida dentro del paradigma del miedo, es preciso recrearle una escena típica del SC, en la que ella (…) sienta en sus carnes el irracional desprecio del colérico Demiurgo católico (interpretado a propósito por Fauno).
Como conclusión que es, ese escenario definitivo nos acercará a la redención misma. El estado de ánimo de la pequeña –producto de la presión que el fauno ejerció anteriormente sobre ella, cuando la riñó- es el esperado por su mitológico instructor. (Véase paralelismo con aquella otra hermosa historia, V de Vendetta, donde el enmascarado que se hace llamar V crea las condiciones propicias para que una jovencita –Evey- venza sus más profundos temores.) La ha colocado en la indefensión absoluta, sin madre física, sin Mercedes, sin escapatoria. Ahora sí que habrá de resolver la tercera y última prueba, en una encrucijada a la altura de las posibilidades de un ser, de una princesa.
Por ello, el proceder del fauno sigue siendo el de alguien que parece actuar por propio interés, tal como actúa el dios de este mundo, manipulando las emociones de la niña para conseguir un fin: Escuchadme bien. Recoged a vuestro hermano y traédmelo al laberinto lo antes posible, le dice a Ofelia. La niña va a poner un pero y el fauno no la deja expresarse: No más preguntas. En efecto, Fauno está interpretando al Demiurgo, al Anticristo, a la autoridad paterna negativa que exige fe ciega (como el ciego Saturno) y sumisión.
Ofelia pone láudano en la bebida de Vidal y escapa con su hermano en brazos. Esa droga es el remedio dado por Moana (80 %) a su alma (20 %) cuando escuchamos la oración del entierro: Porque Dios, en su infinita sabiduría, pone en nuestras manos la solución.
Vidal comienza a percibir que su mundo se derrumba; muchos de sus hombres han muerto. Y Ofelia se marcha con el bebé. Y él se lanza a perseguirla.
Cuando la niña se encuentra dentro del laberinto, frente al fauno, el decorado ya está listo para que la redención se lleve a cabo.
-¡Rápido, alteza, entregádmelo ya! Podemos abrir el portal –grita Fauno. Le está pidiendo a la niña que, sin más preguntas, le entregue el bebé.
Ofelia advierte la daga (hallada por ella en el salón del Hombre Pálido) en manos del fauno. Se comprende que esta criatura lo hace a propósito, dejando ver con absoluta claridad sus aparentes intenciones para con el bebé. Está escenificando la imagen adecuada que ponga a Ofelia en la encrucijada final: ¿vale más tu simple y temporal vida humana que la de un bebé inocente que no se vale por sí mismo?
-El portal sólo se abrirá si derramamos en él sangre inocente –dice el fauno-. Sólo un poco de sangre, un pinchazo, tan solo. Es la última prueba –el fauno la coacciona con sus gestos y el tono de su voz-. ¡Prometisteis obedecerme sin chistar!¡Entregadme al niño!


En la vertiente religiosa tenemos el mito de Abraham obedeciendo al Demiurgo, al entregarle a su hijo Isaac como sacrificio. Este modelo de dios es el que fauno está representando a propósito, para que la niña rompa las reglas y no obedezca irreflexivamente a la insensatez, a la falta de sentido común.
El bebé es la personificación de la propia inocencia de Moana, sacrificada cuando encarnó en Ofelia. Es la imagen misma de la Vida que, sobre-expuesta al SC no tiene defensa de la Conciencia. ¿Actuará Ofelia conforme a una Conciencia (80 %) elevada, protectora de la Vida?
La respuesta de Ofelia a la presión del fauno es escueta:

-¡No! Mi hermano se queda conmigo.
-¡¿Sacrificaréis vuestro derecho sagrado por este mocoso al que apenas conocéis?!
-Sí. Lo sacrifico.
-¿Negaréis vuestra cuna por él? Él, ¿por quien habéis sido humillada e ignorada?
-Sí, la niego.
-Hágase, pues, vuestra voluntad, Alteza.

Cumpliéndose la voluntad de Ofelia, Vidal toma al bebé en sus brazos, y mata a la niña de un disparo. Ofelia muere defendiendo la inocencia que se representa en ese bebé. Y su acción redentora lleva consigo el final de Saturno: Vidal, rodeado de los esclavos del SC, se ve obligado a entregar el niño a Mercedes.
El capitán franquista, consciente de que morirá a manos de los republicanos, abre la boca para exigir que al niño se le diga algo sobre su padre; Mercedes (almas) se lo niega: No. Ni siquiera sabrá tu nombre.
Se ha roto el Complejo de Saturno. El niño varón no crecerá dentro del paradigma de su devorador padre, sino en el de la libertad. Pedro (Piedra) dispara a Vidal, y vemos cómo este disparo afecta al ojo derecho, el mismo que Ofelia recogió de la tierra en forma de piedra quebrada de la estatua-monolito.
El cuerpo de Ofelia muere. Esa era la última prueba, la más importante, afirma el rey, padre de Moana, cuando la princesa regresa a casa. Ofelia cumplió perfectamente con lo que se esperaba de ella: proteger la inocencia a toda costa, incluso de su propia vida física. Y de este modo acaba este hermoso cuento.


En ELF, el conflicto cósmico (proyector) está milimétricamente superpuesto al drama humano (proyección). Trasladando esta estructura a nuestra experiencia, diríamos: nuestra identidad, consistente en ser el remanente energético (alma) de una unidad cuyo simbólico 80 % es inmaterial, condiciona –desde nuestro nacimiento físico- las características del entorno en el que habremos de desarrollar la manifestación terrenal de nuestro conflicto cósmico. Porque si no hay un escenario referencial adecuado, en el que los arquetipos se manifiesten a través de imágenes (ya sean humanas o circunstanciales), el alma en evolución carecería de actores que le dieran la réplica.


En las siguientes palabras –las más apropiadas para complementar el final de ELF- se observa con mayor nitidez en qué consiste el recorrido de las almas encarnadas:

Jesús dijo: No penséis que yo (Conciencia) he venido a poner paz en la tierra (SC); no vine a poner paz, sino espada (emancipación de las almas). Porque he venido a separar al hombre (20 %, alma) de su padre (alegoría del SC que lo ha tutelado directamente), y a la hija (20 %, alma) de su madre (alegoría del SC que la ha tutelado directamente), y a la nuera (20 %) de su suegra (alegoría del SC que tutela de manera indirecta, simbolizado en familia política), y los enemigos del hombre serán los de su casa. El (alma, 20 %) que ama a su padre o madre (ambos como imágenes del condicionamiento del SC que heredamos al llegar) más que a mí (su Conciencia, 80 %), no es digno de mí (Conciencia, 80 %); el que ama al hijo o a la hija (ambos como imágenes alegóricas de los lazos que creamos al establecernos en el SC) más que a mí (Conciencia, 80 %), no es digno de mí (Conciencia, 80 %); y el que no toma su cruz (proceso de ruptura hacia los dictados del SC) y va en pos de mí (Conciencia, 80 %), no es digno de mí (Conciencia, 80 %). El (cuerpo) que encuentra su vida (física, conformidad con el SC), la perderá, y el (cuerpo-templo) que  la perdiere por amor de mí (a su Conciencia, 80 %), la encontrará (la plenitud de la Vida-Conciencia). El (cuerpo) que os recibe a vosotros (20 %, Vida), a mí (80 %, Conciencia) me recibe. (Mt 10:34)

¿Se entiende que la interpretación literal y limitada de este último fragmento, tal como se ha hecho durante dos mil años, atenta contra el sentido común? ¿Cómo alguien en su sano juicio puede pensar que una entidad evolucionada puede poner a miles de millones de personas de todas las épocas entre la espada y la pared, exigiendo para sí (a quien no han tenido el gusto de conocer) un amor que debe ser mayor que aquel que se profesa a quienes te han engendrado y a quienes has creado? ¿No ha sido esta tenebrosa comprensión literal una efectiva estrategia que logra que el ser humano no tenga una afinidad práctica con el Hijo del hombre que los representa, puesto que coloca el listón a la altura de lo imposible? Porque imposible es amar a quien no se conoce. Y afirmo que jamás estuvo en plan coherente alguno que los seres humanos amásemos lo que nos es incognoscible.
Al final, observando con una óptica metafísica, Dios no se nos muestra como un padre cruel y exigente, ni un manipulador; sino como unos Padres que -apuesto mi vida en ello- se rigen por una sensatez y sentido común que abrumaría al ser humano.

2 comentarios:


  1. «Por el amor de Dios, no os bajéis la puta película e id al cine. El laberinto del fauno es una labor de amor muy profunda de mi parte y no sólo una película más en la lista del e-mule. Vedla en la pantalla grande y en algún lugar del mundo, un gordo sonreirá».
    (Guillermo del Toro, El Mundo, 9/10/06)

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  2. Atodefinido en su condición de freak, Guillermo del Toro, desde el comienzo de su carrera, se ha propuesto dar un giro a ese tipo de cine que tanto le ha influido y que desde pequeño devoraba desmedidamente. Para él el concepto de lo fantástico es tan amplio como su voluminosa silueta, pero en el fondo remite a la concepción más simple: es todo aquello que escapa de la realidad y que entra dentro del plano de lo maravilloso, lo sobrenatural o lo mágico. Lo fantástico es aquello que crea la imaginación, una facultad humana que nos hace únicos y que es el material del que se hacen los sueños. Algo que se desborda en las creaciones del cineasta.

    https://cineconene.es/el-laberinto-del-fauno-guillermo-del-toro-critica/

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