INTRODUCCIÓN
El siguiente trabajo busca
violentar las conciencias. La naturaleza del texto es poco amable con las
ortodoxias sociales y religiosas imperantes. Nació con ese noble propósito. Por
tanto, si eres de rígidos principios confesionales y/o te conformas con las
respuestas que nuestra sociedad nos ofrece diariamente, lamento decirte que
este trabajo puede llegar a ofenderte. Una vez hecha esta conveniente
observación, empecemos.
La historia humana se ha
desarrollado con un patrón insuperado, consistente en el escaso valor que se le
otorga a la vida. A excepción, claro está, de la vida de quienes son
económicamente afortunados.
Amén de la despiadada
ambición de unos pocos, otra posible causa de esa pobre cotización de la vida humana,
podría estar en la limitada capacidad del ser humano para reflexionar y
deliberar por sí mismo. Portamos mentes animales gustosas de creer que siempre
hay alguien dispuesto a acaudillarnos y pensar qué es lo mejor para nosotros.
Necesitamos creer en la honestidad de ese fulano, en quien depositamos nuestras
responsabilidades.
El origen de esa necesidad
está en una conciencia que no ejercitamos, y que es la única vía para hacernos
responsables de nuestras decisiones. Y, también, de nuestros cómodos silencios.
Una conciencia -marginada por esa perezosa mente
animal nuestra- que nos recordaría cuán importante es ser activos, críticos,
sagaces; cuando se trata de poner nuestra vida en manos ajenas, en las manos de
un líder.
Por su propia condición de
representante de un conjunto, el líder arrastra una mayor propensión a mostrar
la contradictoria doble lealtad. Una doble lealtad que lo conduce a ser infiel,
dejando en evidencia el papel secundario y marginal de la gente (sus
representados), frente a la maquinaria burocrática de la que forma parte,
ofreciéndole múltiples oportunidades de beneficio propio. Es una cuestión de cercanía
y deshonestidad. Así, pues, los líderes nos necesitan cuanto más ignorantes
mejor.
Porque la realidad es que el
cesto está podrido, y cualquier manzana que se acerque lleva el mismo camino; ese
es el triste pan nuestro de cada día. Y siempre fue así.
Ante este trágico panorama,
mi sugerencia será meterle mano a lo invisible, lo que unos llaman sagrado y otros denominan mito. Los primeros no se sienten dignos
de cuestionar nada que, a su juicio, lleve el sello divino. Los segundos
reniegan de todo lo que suene a religión y cuentos de viejas. En conclusión, el
mito sigue activo, tan vivo como siempre, gracias a la veneración de unos y la
desidia de otros.
¿Qué decir de los dioses?
Este trabajo carecería de sentido si no llegase hasta el tuétano del problema;
si no pusiera en la palestra el ejemplo extremo de la grave necesidad humana de
depender de otros.
La supeditación al mito
religioso es el culmen de las deficiencias psicológicas y emocionales de
nuestra especie. Un mito religioso con trasfondo real: unos entes que se burlan
de nuestro mundo, sobre el que ponen sus groseras manos desde tiempo inmemorial,
a modo de dramático juego.
Entes que apadrinan y
dirigen las fuerzas más oscuras de la psique humana. Charles Fort (1874-1932),
investigador de lo inexplicable, fue más concreto en El libro de los condenados (1919): Creo que somos bienes inmobiliarios, accesorios, ganado.
Un ganado con generalizado
desinterés por participar en la transformación personal y social. Y con extrema
credulidad hacia las doctrinas políticas y religiosas imperantes y sus representantes.
Unos bienes inmoviliarios
que, mayormente, necesitan creer en la trascendencia; individuos ansiosos de
creer en algo superior.
El problema reside en la
ignorancia que el ser humano muestra a la hora de tratar de llenar su estadio
espiritual, alimentándose de mitos envenenados que fagocitan sus más elementales
y trascendentales aspiraciones.
En las siguientes páginas
esbozaré la imagen de un mundo, el nuestro, intervenido por una inteligencia
psicopática: el fenómeno alienígena; que se expresa diversamente, por ejemplo,
a través del fenómeno OVNI (Objeto
Volante No Identificado). En mi humilde opinión, sin conocimiento de este
fenómeno, jamás podremos entender qué hace que el mundo sea como es.
Analizaremos el fenómeno
alienígena desde variados prismas, siempre con la mirada puesta en la evolución
que nos permita –sin miedo- mirar de frente a la realidad.
La evolución que alienta al
inconformista, a la protestona, a quienes se juegan la única vida que tienen
por patrimonio, dejando en evidencia las vergüenzas de los pastores de cuello blanco,
y aquellos otros que se proclaman emisarios de lo supremo.
En esas almas se preserva, a
mi juicio, la esperanza de que los senescales, los amantes de envolver con solemnidad
lo insustancial, quienes mercadean a placer, acaben siendo vulgares reliquias
de tiempos pasados.
Sólo ocurrirá cuando dejemos
de dar la espalda a la realidad: el pastoreo de almas aglutinadas en torno a
una doctrina (comercial, política, religiosa) que arrebata la soberanía
individual (y a la postre, la soberanía colectiva), está reñido con la libertad
y la evolución. El mayor sacrilegio, la más grave irreverencia, consiste en
empeñarnos en depositar en un desconocido, en un libro, en una institución, en
una deidad, la responsabilidad que cada uno debe asumir y desempeñar.
Es ahí donde interviene la
conciencia que nos cultiva como seres necesitados de maduración. Una conciencia
que le perderá el miedo y el respeto al mito que sostiene que habitamos un
mundo civilizado. Una conciencia que prescindirá de dioses de pacotilla y
hombres endiosados.
Nuestra actual decadencia
viene acompañada de grandes oportunidades para la reflexión. Te invito a ello.
Y ahora que te adentras en
la lectura de mis reflexiones, déjate acompañar por el espíritu crítico que
trae consigo el cuestionamiento del actual paradigma.
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