La principal obra del Dr. David Jacobs, The Threat (La Amenaza, revelando la agenda secreta de los alienígenas, 1998)
no está traducida al español. He hecho la traducción de la mayor parte del
libro, que aquí presento.
LA
AMENAZA
The Threat – Revealing the
Secret Alien Agenda
Por
David Jacobs
Capítulo I
Reconociendo la señal
En el éxito cinematográfico de 1996, Independence
Day, aliens hostiles convierten la Tierra en un infierno de muerte y
destrucción. En ella, unos ingeniosos seres humanos luchaban unidos contra el
enemigo común, salvado el planeta.
Este escenario de Hollywood no es nuevo, sino que ha
dominado la gran pantalla de versiones de contacto con aliens desde 1951, con
el estreno de La Cosa (The Thing), en
la cual un solo alienígena hacía estragos sobre un grupo de humanos.
Una versión más pacífica del contacto con aliens ha
acabado por convertirse en toda una corriente cultural. Desde 1951, con
Ultimátum a la Tierra (The day the Earth Stood Still) hasta llegar a Encuentros
en la Tercera Fase (Close Encounters of the Thirth Kind) en 1977, los aliens
eran benignos visitantes que ayudan a los humanos. En este escenario, los
visitantes ofrecen a líderes, científicos, medios de comunicación, su asistencia
y cooperación. Hay un respeto mutuo: los humanos esperan aprender de los
avances tecnológicos alienígenas, y éstos esperan ayudarlos a vivir en paz,
cooperando para construir un mundo mejor.
Hay, todavía, otra visión de la intervención
alienígena en la vida humana: la idea de que ellos vienen para salvar,
específicamente, a unos individuos concretos, antes de que lleguen los
cataclismos. Cultos grupales que creen en esto han existido desde comienzos de
la década de los cincuenta del siglo veinte. Miembros del culto Heaven’s Gate, en 1997, estaban tan
convencidos de que un ovni vendría y los salvaría del apocalipsis, llevándolos
a un mundo más elevado, que 39 de ellos cometieron suicidio para facilitar su
rescate y transporte.
Un cuidadoso análisis del fenómeno de abducción
alienígena nos indica que el contacto, de hecho, ya ha tomado forma, sin que,
no obstante, guarde relación alguna con los escenarios antes descritos. No ha
habido encuentros públicos, no se ha involucrado a los líderes mundiales, no
hay cobertura periodística alguna. Tampoco hay colaboración, asistencia,
guerra, muerte o apocalipsis; el contacto se ha establecido en los términos de
los alienígenas, y en secreto.
Allá por 1966, cuando comencé a estudiar el fenómeno
ovni, no podía imaginar, si quiera, este escenario de contacto. Tampoco imaginé
que dedicaría tantos años de mi vida adulta a estar en medio de esta
investigación. Nunca pensé que habría de decirles a mis hijos que no la
mencionaran en sus escuelas, a fin de que no fuesen blanco de la más
inmisericorde ridiculización. Tampoco supe que mi esposa habría de aprender a
guardar silencio sobre mi labor, para que en su lugar de trabajo los empleados
no pensasen que se había casado con un loco.
Cuando hablo sobre el fenómeno ovni-abducción con
mis colegas de la comunidad académica, soy consciente de que ellos piensan que
mis capacidades intelectuales están seriamente dañadas. Finalmente, me hallo a
mí mismo en medio de esta poco confortable posición, tratando de adivinar las
consecuencias futuras de mi investigación sobre los alienígenas.
Principalmente, soy profesor de Historia,
especializado en la América del siglo veinte. Pienso, leo, enseño, sobre el
pasado, pero el estudio del fenómeno ovni me ha obligado a especular sobre el
futuro. El estudio de Historia prueba que predecir eventos futuros es una tarea
inútil, pero, irónicamente, aquí estoy, tratando de suponer qué puede
depararnos el futuro.
Mi investigación comenzó en el Departamento de
Historia de la Universidad de Wisconsin, donde me gradué. Mi disertación
doctoral estaba centrada en la controversia generada por los ovnis en América,
desde una perspectiva intelectual, social, militar de la historia. En mi
investigación dediqué semanas en la Base Militar de Maxwell, así como en la
Biblioteca del Congreso, leyendo documentación gubernamental sobre los
avistamientos ovni. Viajé por el país, entrevistando a algunos de los más
destacados investigadores, tanto civiles como militares. En 1975, el Departamento
de Prensa de la Universidad de Indiana publicó una extensa versión de mi
disertación doctoral bajo el nombre La Controversia ovni en América (The Ufo Controversy in America).
Mi más temprana investigación se centró en los
avistamientos. Mi hipótesis de trabajo, sobre una base de cuidado análisis,
conllevaba que, si los ovnis procedían de fuera de la Tierra, estaríamos ante
el más grande descubrimiento científico de todos los tiempos. En la otra mano,
si se demostraba que los avistamientos eran fruto de una confusión de los
testigos con fenómenos naturales o convencionales, o de su propia imaginación,
el fenómeno ovni acabaría relegado a formar, simplemente, parte de la cultura
popular. Sólo cabían esas dos posibilidades.
De este modo, me uní a los investigadores que
trataban de advertir, a través del testimonio de los testigos, si lo que veían
era anómalo, artificial, naves inteligentemente controladas. Analizamos
fotografías, grabaciones de película, archivos de radar, y cualquier residuo
aparentemente generado por los ovnis. Así amasamos cientos de miles de informes
de avistamientos procedentes de todo el mundo. Trabajamos con una metodología
que determinaba si el testigo era creíble o no. Y me convertí en un
investigador de campo para una desaparecida organización que analizaba el
fenómeno, entrevistando testigos, tocando a la puerta de otros investigadores,
y publicando los resultados de mi trabajo en magazines de ufología.
A comienzos de la década de los setenta la comunidad
de investigadores había recolectado tantos informes sobre ovnis que su base de
datos era enorme. Sabíamos sobre la hora del avistamiento, su duración,
movimientos del objeto, cambios de color, número de testigos, así como de los
efectos del ovni sobre animales, personas, equipos electrónicos, coches y medio
ambiente en general. Cada uno de esos informes fue cuidadosamente investigado y
documentado. En muchos casos, la abundancia de testigos le aportaba más crédito
a las evidencias. Por aquel entonces, la cabeza visible de la comunidad de
investigadores era el Dr. J. Allen Hynek.
Por supuesto, había debates internos sobre casos
específicos, pero ello no desacreditaba la legitimidad del fenómeno en su
conjunto. A finales de los años setenta, la evidencia del asunto ovni, como un
fenómeno real, era tan grande que no se podía ya negar que los testigos veían
algo extraordinario cuya procedencia, probablemente, fuera de más allá de la
Tierra.
Como parte de nuestra investigación, desde luego que
pensábamos sobre las consecuencias del contacto entre especies alienígenas y
humanos. Teorizamos sobre cómo afectaría a la religión, las instituciones
gubernamentales, y sobre cuál sería el lugar del hombre en el universo.
Debatíamos sobre el ya se habría producido un contacto, o sobre si las intenciones
de los alienígenas eran hostiles hacia nosotros. Los ovnis se mostraban como si
quisieran mantener las distancias, evitando un contacto formal. No estaban
llevando a cabo aterrizajes masivos, sino que volaban por unos instantes y
desparecían. Su aparente timidez sugería que eran neutrales o, al menos, que no
eran hostiles hacia los humanos.
Sin embargo, la curiosidad y las preguntas sobre las
motivaciones de los alienígenas continuaban bajo la propia investigación del
fenómeno. Si bien, puesto que era muy poca la información a ese respecto, la
mayoría de los investigadores no dedicó mucho tiempo a esas especulaciones.
Cuanto más aprendíamos sobre los ocupantes de las naves, más difícil se nos hacía
comprender sus motivaciones.
Durante las décadas de los sesenta y setenta, los
informes sobre ovnis y sus ocupantes comenzaron a tener, cada vez más, una
naturaleza estrafalaria, verdaderamente bizarra. Los ovnis perseguían coches,
desparecían en el aire, y dejaban marcas en los testigos. Operaban en secreto
sin una razón aparente. Los testigos afirmaban haber visto a los ocupantes
fuera de sus naves. Ocasionalmente, decían haber observado a los humanoides
alrededor de sus naves, paralizando y examinando a los desafortunados humanos.
En otros informes aparecen los humanoides reparando sus naves o excavando la
tierra. Algunas veces se muestran colectando plantas, como si saciaran su
curiosidad sobre la flora y fauna terrestre. En otras ocasiones, ocupados en
comportamientos más desconcertantes, sin prestar atención a los testigos, o
apareciendo inesperadamente con una cajita en sus manos para luego desaparecer.
Los registros de esas actividades eran un desafío
para los investigadores, quienes trataban de ver algún sentido a ellas. Nuestra
mentalidad no era, en cualquier caso, la de quienes observaban en su
comportamiento alguna intención hostil. De hecho, los alienígenas parecían
estar examinando la topografía u obteniendo conocimiento.
Cuando las abducciones fueron por primera vez
conocidas, como la de 1961, vivida por Barney y Betty Hill, éstas parecían
ceñirse a un propósito de mera curiosidad. Todavía, aunque Barney y Betty Hill
no eran los típicos charlatanes contactados de los años cincuenta que trataban
de hacer dinero con su historia, uno no podía estar seguro de que no estaban
inventando su testimonio.
Como en otros informes de abducciones, los
investigadores sospechaban la posibilidad de fraude. Para mí habría sido fácil
adoptar una posición escéptica. A diferencia de quienes avistan los ovnis, los
abducidos tienen fotografías, ni hay en sus experiencias archivos de radar, ni
filmaciones, y usualmente no hay más testigos. Sus relatos fueron extraídos por
medio de hipnosis, lo cual era un claro impedimento para otorgarles crédito.
A causa de la naturaleza extrema de las afirmaciones
de los abducidos, me mantuve lejos del fenómeno de las abducciones, mientras
nuestro conocimiento sobre el mismo comenzaba a crecer. El caso de Barney y
Betty Hill era lo que se puede entender como estándar, en el que alienígenas
grises se comunican telepáticamente con ellos, los examinan, y parecen
interesados en la reproducción humana. Tras la abducción, los Hill padecieron
una especie de amnesia y su memoria sobre el incidente sólo pudo ser recuperada
mediante el uso de hipnosis. Este caso fue contado por capítulos en un magazín
semanal, fue objeto de un best seller,
y acabó convirtiéndose en una de las abducciones mejor conocidas de la
historia.
Pero hubo conocimiento de otro caso de abducción
anterior, el vivido por Antonio Villas Boas, en Brasil, 1957. Villas Boas dijo
haber sido abducido mientras conducía el tractor de su padre. Afirmó haber
mantenido relaciones sexuales con una alienígena con rasgos femeninos casi
humanos. Este caso era demasiado embarazoso y desconcertante para que los
investigadores lo tomaran en serio, y no fue publicado hasta 1966, el mismo año
en que el público supo del relato de los Hills.
Sólo unos casos más fueron conocidos a mediados de
los años sesenta y comienzos de los setenta. Uno de ellos fue el llamado Caso
Pascagoula, de 1973, en el cual dos hombres decían haber sido abducidos
mientras estaban pescando en los bancos del Río Pascagoula, en Mississippi.
Durante la abducción, los alienígenas los hicieron ir flotando hasta una nave,
donde un objeto con forma de balón de béisbol pasaba sobre sus cuerpos y los
examinaba. Los dos abducidos parecían traumatizados por este suceso, y uno de
ellos no habló de lo ocurrido por muchos años.
Otro caso sucedió en 1975. Travis Walton fue
abducido y desapareció de su entorno durante cinco días. Sólo unos momentos
antes de su abducción, seis testigos vieron cómo Travis era golpeado por una
bola de luz que había surgido de un ovni. Los testigos entraron en pánico,
huyeron, y únicamente regresaron al rato, cuando Travis ya había desaparecido.
Leí sobre estas abducciones y no me impresionaron.
Quienes tratan de desacreditar (debunkers)
el fenómeno han indicado –incorrectamente- que Travis Walton había deseado ser
abducido, convirtiendo todo su relato en un asunto sospechoso. Además, los
aliens del caso Pescagoula no encajan en las descripciones dadas por otros
abducidos.
En 1976, confidencial y erróneamente le dije a J.
Allen Hynek que yo pensaba que el tan publicitado caso de Pascagoula y el caso
de Travis Walton eran, posiblemente, fraudes. Lo hice por el desconocimiento
que teníamos del fenómeno. Pensaba que la posibilidad de que esos casos fueran
fraudes era mayor que la posibilidad de que, en efecto, fuera cierto lo que los
abducidos decían, esto es, que habían sido secuestrados por aliens.
En 1976 tuve la oportunidad de entrevistar a Betty
Hill, quien me dijo algo que había mantenido en secreto desde la abducción
padecida: las entidades habían extraído esperma a su esposo Barney. Encontré
esto fascinante. No sólo reforzó el creciente número de informes en el que
aparecían aliens interesados en la reproducción con humanos, sino que me hizo
pensar lo siguiente: Si la historia de los Hill era producto de una invención
(como afirmaban los debunkers), ¿por qué inventarse algo con la intención
expresa de no contársela a nadie? En mi mente, el misterio de las abducciones
estaba convirtiéndose en un asunto profundo y muy complejo.
Como fuera, todavía seguía concentrado en el
paradigma de los avistamientos, en el cual me convertí en un experto.
Avistamientos, aunque todavía considerados por el público en general como una
invención, eras seguros y confortables de investigar. El creciente número de
testigos de crédito, informes de radar, fotos, Films, y efectos físicos, nos
otorgó una sólida base de evidencias en la que confiar. Mientras tanto, a las
abducciones, pese a mi interés por ellas, aún les faltaban las evidencias
mínimas que se precisan (por mi parte) para poder ser investigadas.
Yo era escéptico sobre el trabajo de 1979 del
veterano investigador ovni Ray Fowler, sobre el caso de Betty Andreasson. El
caso demostraba que los aliens podían mentalmente controlar a las personas
desde la distancia; los aliens apagaron –inutilizaron el subconsciente o
inmovilizaron- a las personas que estaban en el hogar de la Sra. Andreasson,
mientras la abducían a ella y a su hija. Este caso también ilustró una
manipulación física de la materia que, a juzgar por otros informes, los aliens
realizan rutinariamente. Tal es así que ellos, los aliens, llegaron a través de
las paredes de la casa para llevar a cabo las abducciones. Y durante ellas,
Betty Andreasson vio desconcertantes e inexplicables imágenes de extraños
lugares y estrafalarios animales. Pero yo me mantuve en la duda y creí que las
imágenes que ella vio, y quizás la abducción completa, eran generadas por su
propia mente.
Sin embargo, allá por 1980 la mayoría de las
abducciones reportadas mostraban un patrón de similitud: parálisis, exámenes
médicos/físicos, telepatía, amnesia, y pequeñas entidades grises con grandes
ojos negros.
Muchos de esos informes hablaban de un permanente
interés de los aliens en la reproducción humana. Todavía entonces, yo había
leído algo de literatura sobre abducciones, pero no había sido persuadido de
dejar atrás mi trabajo sobre los avistamientos. Los abducidos podían estar
mintiendo, o tal vez tenían graves problemas psicológicos.
Entonces, en 1981, Budd Hopkins publicó su obra Missing Time, un estudio en el cual
examinó a siete abducidos y encontró que una persona podía ser abducida muchas
veces durante el curso de su vida, y podría tener una pantalla de memoria que
enmascarase otros eventos de abducción. Hopkins descubrió reveladoras
cicatrices en los sujetos abducidos, las cuales les eran producidas durante el
rapto. Su trabajo también confirmó el interés de estas entidades por la
reproducción humana. El libro de Hopkins dio a los investigadores del fenómeno
ovni la primera tabla sistemática de coincidencias entre las experiencias de
los abducidos, y demostró que el fenómeno podía ser estudiado con seriedad.
Un año más tarde, en 1982, Tracey Torme, amigo común
de Budd Hopkins y mío, nos reunió a ambos. Visité a Hopkins en su casa de campo
de Cabo Cod, y aprendí más sobre lo que él estaba haciendo. Advertí cómo de
prudente y cauteloso era en su trabajo. Había estado desarrollando modelos en
su investigación que eran difíciles de ignorar. Los abducidos con los que él
trabajaban eran serios, gente sobria genuinamente preocupada sobre lo que a
ellos les estaba ocurriendo, y me sentí intrigado.
Tras mis encuentros con Hopkins llamé a Hynek y le
dije que creía que Hopkins estaba trabajando en un área importante del
fenómeno. Hynek me advirtió de que permaneciera al margen de los casos de
abducción, porque los sujetos eran gente excéntrica que nos apartaría del
camino principal, el análisis de los avistamientos. No estaba de acuerdo con
él, y le dije que me parecía que el trabajo desarrollado por Hopkins era
sólido. Hynek reiteró su advertencia, tratando de conducirme hacia el buen
camino de la investigación; los informes sobre abducciones era demasiado
bizarros para él. No podía someter la fenomenología de las abducciones a la
clase de análisis científico que él sí aplicaba sobre los informes de
avistamientos.
Aunque yo había adoptado durante más de quince años
una postura similar a la de Hynek, esta vez debía seguir las evidencias. Había
comenzado a comprender que si las abducciones estaban sucediendo realmente,
éstas podían ser la clave del misterio ovni, ya que el fenómeno de los
abducidos nos permitía entrar dentro de los ovnis. Nos otorgaba el conocimiento
que, examinando el exterior de los objetos, nunca habíamos logrado obtener. Y
decidí que comenzaría a estudiar esos casos por mí mismo, de tal forma que pudiera
sopesar las evidencias cuidadosamente. Para emprender esta investigación habría
de aprender a realizar hipnosis.
Realicé mi primera hipnosis regresiva en agosto de
1986. Desde entonces he llevado a cabo más de trescientas hipnosis regresivas,
y he descubierto que analizar los relatos de los abducidos no es tarea
sencilla. Aún haciendo las preguntas adecuadas, y separando realidad de
fantasía, todavía es un asunto difícil; falsas memorias y confabulaciones
podrían conducir a los investigadores y a los propios abducidos hacia un
terreno de pensamiento deseoso y fantasía.
En 1992 publiqué el primer segmento del resultado de
mis investigaciones: Vida Secreta, informes de primera mano sobre abducciones
en ovni (Secret Life: Firsthand Accounts
of UFO Abductions), en el que expuse la estructura de la abducción estándar
y los variados procedimientos mentales mostrados por los abducidos. También
describí múltiples procedimientos físicos y reproductivos, desconocidos hasta
la fecha, y fui capaz de re-crear minuto a minuto la típica experiencia
abductora desde el comienzo hasta el final.
Desde mi propia investigación pude añadir a los
hallazgos de Hopkins sobre los procedimientos reproductivos de los aliens
acerca de la implantación de óvulos y la extracción de fetos. Ambos encontramos
que los aliens requerían abducidos que les fueran útiles para que interactuaran
físicamente con bebés y niños de extraña apariencia, los cuales son
generalmente descritos por los abducidos como semejantes a una combinación
entre aliens y humanos: híbridos. Mediante el descubrimiento de esos elementos
del fenómeno, Hopkins también descubrió uno de los aspectos centrales del por
qué esas entidades están en nuestro mundo. Habiendo analizado mi propia
investigación sobre los procedimientos reproductivos de los alienígenas sobre
los humanos, supe que ellos –los aliens- estaban tomando óvulos o esperma. Pude
identificar cuándo un feto era extraído o implantado en una abducida. A todas
luces, los alienígenas estaban ocupados en alguna clase de programa de
reproducción, si bien las razones finales de dicho programa reproductivo se mantenían
en un completo misterio.
Los procedimientos mentales eran incluso más
desconcertantes. Los aliens casi siempre miraban a los ojos de los abducidos a
una escasa distancia y parecían inducir a sus víctimas a sentir amor, miedo o
enfado. Algunos de esos escaneos mentales eran procedimientos visuales que
provocaban intensa excitación sexual tanto en hombres como mujeres. Entrando a
través de los ojos de sus víctimas, las entidades podían generar en ellas
escenarios y situaciones convenientes en sus mentes para lograr sus fines. En
aquel entonces no tenía ni idea del cómo y el porqué esto se hacía. Ahora creo
que entiendo la razón.
Los aliens, en sí mismos, eran enigmáticos. Lo mismo
que los bebés, adolescentes, adultos híbridos; sus vidas eran un misterio. Pero
una cosa era cierta, los aliens estaban inmersos en un tremendo número de
abducciones. Una encuesta nacional llevada a cabo por la Roper Organization, en 1991, reveló la posibilidad de un programa
de abducción mucho más extenso de lo que nosotros pudiéramos imaginar.
Nuestra continua investigación puso sobre la mesa
otras muchas cuestiones. Por ejemplo, la investigadora (y abducida) Karla
Turner afirmó en 1993 que algunos de los abducidos decían haberlo sido con la
cooperación de militares estadounidenses. En 1994, el Profesor John Mack, de
Harvard, dijo que los aliens tenían un aparente interés en el cuidado del medio
ambiente terrestre.
Los abducidos crecientemente afirman que adultos
híbridos están involucrados en sus abducciones. Budd Hopkins encontró que los
aliens estaban emparejando jóvenes abducidos para relaciones a largo plazo.
Para complicarlo más, aunque el fenómeno de las abducciones es traumático para
la mayoría de las víctimas, muchas de ellas encontraron iluminación y expansión
de su consciencia en la experiencia vivida.
Como si estos aspectos no complicasen lo suficiente
el asunto, hasta hace poco no tenía, si quiera, respuestas provisionales a las
cuestiones más importantes: ¿Cuál es el propósito del programa de reproducción
llevado a cabo por los aliens? ¿Cuál es la razón por la que operan
secretamente? ¿Cuál es la magnitud del programa de abducciones? ¿Cuál es el
propósito de la hibridación?
Durante los primeros veinte años de investigación
pensé que nunca podríamos responder a las preguntas fundamentales sobre las
motivaciones e intenciones alienígenas. Pero todos esos pensamientos han
cambiado ahora. En los pasados diez años he reunido la información que responde
satisfactoriamente a esas preguntas.
En mi más reciente investigación, he hallado
información que permite a los investigadores del fenómeno ovni a resolver el
misterio, al menos aquellas cuestiones que tendrán un mayor impacto en
nosotros. He colocado muchas de las piezas del puzzle y no me gusta lo que veo.
Por primera vez en más de treinta años de investigación del fenómeno ovni los
resultados me asustan. El entendimiento no ha conducido a un sentimiento de
logro, más bien hacia un profundo temor acerca del futuro.
El fenómeno de las abducciones es mucho más
siniestro de los que yo había llegado a pensar. El optimismo no es la respuesta
apropiada ante las evidencias, las cuales sugieren que la agenda alienígena es
principalmente beneficiosa para ellos, no para nosotros. Sé la razón por la que
los alienígenas están aquí, y cuáles serán las consecuencias sobre nosotros si
su misión alcanza el éxito.
Capítulo II
Sé que lo que voy a decir es una locura, pero…
Son los propios abducidos quienes han respondido
sobre las intenciones de los alienígenas, a pesar de que no es sencillo para
ellos hablar sobre sus experiencias. Han aprendido a mantenerse en silencio. En
la niñez, por poner un ejemplo, una abducida quizás le ha contado a su madre y
a su padre sobre esas personitas que aparecen en su dormitorio, atravesando las
ventanas cerradas, para llevársela. Probablemente, sus padres la tranquilizaron
diciéndole que su relato es un simple sueño, mientras que la insistencia de la
niña –¡fue real, yo estaba despierta!-
no es lo más conveniente para ella. Finalmente, el abducido decide parar de contar
lo que vive a sus padres.
En la escuela, es posible que nuestra niña confíe en
alguna amiga, a la que pueda revelarle que en su dormitorio se le aparecen
fantasmas, quizás aliens. Puede que esta amiga le guarde el secreto por un
breve tiempo, pero no tardará en saberse por el resto de los niños, quienes se
burlarán de ella sin piedad alguna. Y con ello, el abducido aprender a no contarle
su secreto a nadie más.
Llegada la vida adulta, nuestra amiga,
probablemente, ya guarda secretamente lo que ha experimentado. Si, acaso, se lo
contase a alguien, siempre será dentro de un contexto que no la exponga
demasiado al ridículo, sino que hablará en términos graciosos que le permitan
restar seriedad al asunto; eso sí, siempre esperando que alguien le confiese
que también ha tenido esa misma experiencia.
Cuando la abducida contraiga matrimonio no confesará
nada a su marido, y el secreto seguirá adelante, pues no desea que él crea que
está loca. Ella sabe que su historia es difícil de aceptar, y que podría no
contar con su apoyo. De este modo, la mayoría de los abducidos aprenden,
durante el curso de sus vidas, que la mejor manera de permanecer protegidos de
la burla, el modo de no promover la victimización, reside en no contar lo
vivido a nadie. Así, ellos viven sus vidas escondiendo sus secretos y ocultando
sus miedos.
Tal es así, que ponerse en contacto con un
investigador de abducciones como yo, es un acto de valentía. Son personas que
sospechan que algo extraño e inusual está aconteciendo en sus vidas, que
encabezan las cartas que me envían con estas desgarradoras frases: ‘Sé que
parece una locura, pero…’ O aquellas otras: ‘Sé que se reirá cuando lea esto’ o
‘He escrito esta carta cientos de veces, en mi mente’. Desesperadamente quieren
que alguien les crea, aunque son conscientes de que lo que están narrando es,
inherentemente, una historia difícil de creer, por lo que están dispuestos a
exponerse a más ridículos. La mayoría de los abducidos viene a mí con una
cuestión básica, ‘¿qué me está sucediendo?’. Otros tienen en su haber un
incidente desencadenante que les ha impulsado a ponerse en contacto conmigo:
‘Verá, en 1979, mi novio y yo vimos cómo un ovni se nos acercaba y bajaba en
picado hacia nosotros. Todo lo que recuerdo es que yo estaba corriendo y,
después, ya estábamos los dos dentro de nuestro coche, pero habían transcurrido
seis horas. He pensado sobre este incidente todos y cada uno de los días de mi
vida desde entonces’.
Durante las posteriores sesiones hipnóticas que les
realicé, los abducidos recuerdan extraños sucesos que pueden llegar a ser
profundamente inquietantes y aterradores. Cuando les pregunté si estaban
dispuestos a someterse a hipnosis y revivir sus experiencias, sus respuestas
fueron variadas.
Mientras la mayor parte de ellos estaban dispuestos
y algunos vacilantes, sólo unos pocos dijeron que no, que preferían no saber
qué había ocurrido durante sus experiencias. Todos ellos se dieron cuenta de
que habían cambiado un problema por otro: ya tenían respuestas a las preguntas
sobre sus experiencias, pero ahora que sabían lo que había ocurrido, estaban asustados.
La mayor parte del conocimiento que salía al consciente sobre su difícil
situación, los transformó psicológicamente. Ahora se sentían más integrados,
menos confusos sobre sus circunstancias, y emocionalmente más fuertes. No
obstante, ellos también se sentían asustados e impotentes a la hora de encarar
las repentinas intrusiones físicas de los alienígenas en sus vidas.
Traté a los abducidos individualmente, buscando toda
nueva y, quizás, reveladora información sobre el fenómeno, aunque casi toda
ella servía como confirmación de las otras. Por ejemplo, en más de 700 casos de
abducciones investigadas mediante el uso de la hipnosis, ha emergido la
información sobre extracción de óvulos casi 150 veces, revisión física unas
400, inducción mediante la mirada penetrante sobre unas 375, y contacto con
bebés y niños pequeños, en 180 ocasiones. Algunas experiencias las he escuchado
sólo ocasionalmente; si escucho una experiencia sólo en una ocasión, sin
coincidencia con otros testimonios, no puedo estar seguro de la veracidad o
rigor de la persona que me lo cuenta, por lo que pongo su relato en stand-by, pendiente de que surja un testimonio
coincidente.
Prácticamente, todo lo que describiré en posteriores
capítulos ha sido confirmado en múltiples ocasiones. He entrevistado abducidos
procedentes de todo el continente americano, Europa, Asia y África; y he
trabajado con más de treinta testimonios escritos que han surgidos de las
sesiones hipnóticas que realicé a 110 de esos abducidos. Se trata de individuos
de variadas características culturales, étnicas, raciales, educativas,
económicas, políticas, etc. Unas breves descripciones de los casos de algunas
de esas personas nos indican la amplia dimensión del fenómeno de las
abducciones…
Allison Reed tenía 28 años cuando se puso en
contacto conmigo en junio de 1993. Ella y su marido tenían un exitoso negocio
que desarrollaban desde su hogar. Allison me buscó mientras mi familia y yo
pasábamos unas vacaciones en la isla de Long Beach (New Jersey). Ella estaba
preocupada acerca de algunas extrañas cosas que le habían estado ocurriendo a
lo largo de toda su vida, las cuales había aprendido a sobrellevar en silencio.
Pero, ahora, su hijo de ocho años y su hija de cinco le habían estado contando
sobre extraños y aterradores que habían vivido. La alarma fue aumentando a
medida que Allison escuchaba las experiencias de sus hijos, las cuales eran confirmadas
por la aparición de marcas físicas en sus cuerpos.
Cuando sus hijos, de modo independiente, hicieron
dibujos sobre lo que estaban experimentando, Allison se dispuso a actuar. En
principio, contactó con aficionados al tema ovni, que la convencieron de que el
gobierno ocultaba el impacto de una nave en la Costa Este. Finalmente, me
encontró a mí.
No realizo sesiones regresivas con niños, pues aún
desconocemos los efectos que podrían tener sobre su desarrollo psicológico el
conocimiento de una experiencia de abducción. Sin embargo, accedí a conocer lo
que Allison deseaba contarme de sus experiencias. Cuando descubrió que, al
igual que sus hijos, era víctima de abducciones, Allison se mostró
extremadamente decidida a profundizar sobre el asunto, con la intención de
poner punto y final a aquello que amenazaba a su familia y a ella misma. He de
decir que los informes que obtuve de las sesiones hipnóticas que le practiqué,
fueron tan exactos como ninguno otro que yo haya escuchado. Así, descubrimos
abducciones que iban desde lo neutral a lo traumático, llegando a ser, incluso,
dañino. No fue hasta que transcurrieron dieciséis sesiones hipnóticas que ella
me habló sobre un suceso –de cinco días de duración- que vivió junto a su
esposo y uno de sus bebés (de sólo diez meses) en 1986. Desde esa décimo sexta
sesión examinamos meticulosamente cada detalle de lo ocurrido durante las
siguientes ocho sesiones.
Allison acabó resignada a verse involucrada dentro
del fenómeno de las abducciones. Había tratado de prevenirlas mediante el uso
de una video cámara, la cual colocaba para que la enfocase durante toda la
noche, pero apenas tuvo unos pocos resultados positivos. Ella, como todos los
abducidos, ha tratado de acostumbrarse psicológicamente al fenómeno, a fin de poder
seguir adelante con su vida sin estar pensando constantemente sobre lo que le
ocurre a ella y su familia.
La primera vez que vi a Christine Kennedy fue en
1992. Era una mujer de 29 años con tres hijos, que había tenido, a lo largo de
su vida, una serie de inusuales experiencias, ‘sueños’, y sucesos. En su
juventud acostumbró a beber alcohol para apartar de su mente las noches de
terror que vivía. No obstante, años antes de conocernos ya estaba
rehabilitándose y sobria, y aún seguía acudiendo a las reuniones de
rehabilitación cuando la conocí. A menudo despertaba con contusiones en su
cuerpo. Cuando sólo tenía seis años de edad, despertó y fue inducida a conocer
lo que era el coito. Ha visto ovnis; ha visto entidades en su dormitorio.
Estando embarazada de su primer hijo, recuerda estar discutiendo con alguien
sobre cómo aquel bebé era ‘suyo’ y no de ‘ellos’. Un día, supo de mí mientras
leía un artículo en un magazine sobre ciencia y ciencia ficción, y se decidió a
buscarme.
Al igual que Allison, Christine se propuso
resistirse a sus abductores, jamás se rindió ante lo que le estaba sucediendo,
y trató de combatirlo lo mejor que pudo. Finalmente, usó una video cámara y
equipamiento magnético en su dormitorio, con el fin de detectar la presencia de
alienígenas; también trató, infructuosamente, de impedir que tanto ella como
sus hijos fueran abducidos. Odia a esos seres, pero –inútilmente- ha tratado de
protegerse de ellos.
Pam Martin ha llevado una vida todavía más inusual.
Nació en 1944, y vivió por un tiempo en un orfanato. Creció en New Jersey,
donde tuvo una existencia marginal e inconformista por muchos años. Habiendo
dejado los estudios en octavo grado, Pam es una autodidacta con talento para la
literatura y el arte. Siendo joven trabajó como bailarina en un club, camarera,
camionera y, más tarde, como asistenta médica.
Como resultado de sus experiencias con el fenómeno,
Pam llegó a creer durante años que ella estaba llevando una vida auspiciada por
ángeles de la guarda que la ayudaban a superar las dificultades de la vida.
Acabó siendo un devoto miembro de la Nueva Era. Tras una particularmente vívida
experiencia de abducción, ella concluyó que los alienígenas eran, en realidad,
maravillosos seres pleyadianos que la visitaban. Ciertamente sintió que se le
habían otorgado ciertos poderes que la capacitaban para manipular el tiempo y
la realidad en su propio beneficio. Por ejemplo, cuando tenía que conducir
hasta algún lugar, ella podía llegar mucho antes de lo que, en principio,
debía.
He realizado más de treinta sesiones de hipnosis con
Pam, y durante ese tiempo ella ha ido dejando atrás la visión romántica que
tenía sobre lo que le estaba sucediendo en su vida. Al principio se mostró
decepcionada, al advertir que lo que recordaba mediante la hipnosis no eran las
agradables experiencias que ella había imaginado. Sin embargo, ahora ha logrado
aceptar la realidad de lo que, en verdad, acontecía. Se ha dado cuenta de que
no ha habido ángeles guardianes o seres de las Pléyades en sus experiencias,
así como que tampoco puede alterar el tiempo y la realidad. Ahora, Pam quiere
ser capaz de enfrentar a esos seres sin temor alguno, y forzarlos a responder
cuestiones sobre sus actividades. Su esposo ha sido un apoyo para ella, y
siente que también él ha sido víctima de abducciones, aunque él no tiene
interés por conocer sobre esa posibilidad.
Claudia Negron nació en Puerto Rico en 1941,
trasladándose a EEUU cuando tenía seis años de edad. A mediados de los años
setenta era una divorciada madre de dos niños, y entró a la universidad con 32
años. Desde que se graduó trabaja como secretaria, y siendo seducida por el
fenómeno ovni, se unió al grupo local que estudiaba el fenómeno. Con una
experiencia de vida repleta de abducciones, Claudia está sensibilizada acerca del
fenómeno; cuando los detalles de sus abducciones comenzaron a aflorar en las
sesiones hipnóticas, ella quiso aprender todo lo posible al respecto. A pesar
de todo, Claudia tiene sentimientos encontrados, de modo que, si bien siente
una intensa curiosidad sobre el fenómeno, también se frena.
Susan Steiner nació en Nueva York, en 1950. Graduada
universitaria, comenzó su carrera como técnico fotográfico en un estudio de
Nueva York. Se casó en 1987 y, desde entonces, trabaja en su propio negocio, un
consultorio de marketing. En principio, Susan era extremadamente escéptica
acerca de lo que le estaba ocurriendo. Como muchos otros abducidos, ella había
dado otras explicaciones a las experiencias que se producían a lo largo de su
vida. Hasta que tuvo su punto de inflexión en 1985, que es cuando se decide a
buscarme.
Lo que ocurrió fue que ella y un amigo estaban de
viaje de acampada cuando tuvieron un avistamiento cercano de un ovni, seguido
de un periodo de miedo y confusión para, finalmente, vivir un episodio de
tiempo perdido de varias horas. Susan pensó continuamente sobre lo ocurrido
durante años, antes de someterse a mi sesión de hipnosis. Ha pensado que, de
ser abducida, su marido no la apoyaría.
Terry Mathews me escribió sobre su inusual
experiencia en octubre de 1994. Nació en una pequeña ciudad de Pennsylvannia, y
creció en una familia de clase media alta cuyo cabeza de familia era un padre
agresivo.
Terry asumió que los sueños extraños y otras
experiencias que se daban en su vida estaban, de alguna manera, relacionados
con los actos de su padre. Esto fue aparentemente confirmado por un terapeuta,
quien –durante hipnosis- descubrió memoria reprimida, tanto de carácter
emocional como sexual. Terry se convenció de que había sido sexualmente abusada
y fue, por años, a terapia por ello. Siempre con sentimiento de culpa a sus
espaldas, rompió furiosamente con un terapeuta que le comenzó a hablar de vidas
pasadas. Incluso aunque Terry es una persona muy religiosa, para ella era
difícil de asociar sus extrañas experiencias -que parecían no tener origen en
su padre- con entidades religiosas. Ella encontró una salida para su confusión
interna en la escritura creativa, y cuando la conocí estaba buscando un editor
para publicar sus novelas.
Como hija de un pastor protestante, Michelle Peters
pensaba que algunas de sus experiencias eran de naturaleza religiosa. Como en
el caso de Terry, Michelle sobrelleva sus memorias escribiendo sobre ellas, y
es la autora de una novela que no se ha publicado. Poseedora de un encantador
sentido del humor que le permite reírse de sí misma, Michelle nunca se sintió
victimizadas por el fenómeno de las abducciones. Como le ocurre a Pam Martin,
ella tenía la sólida convicción de que había sido visitada por ángeles de la
guarda, sucesos que Michelle pensaba habían llegado a su fin cuando, con veinte
años, se casó en 1982. Pero cuando cumplió los treinta y dos, despertó en medio
de la noche y observó brillantes luces azules que provenían del exterior de su
casa. Trató, infructuosamente, de despertar a su esposo, y se dirigió hacia el
salón, mirando por la ventana. La luz azulada era demasiado brillante como para
advertir detalle alguno. Lo siguiente que supo es que, cuando se levantó a la
mañana siguiente, estaba enferma, y que no vestía su camisón y la bata estaba
al revés. Este aterrador episodio la impulsó a buscar el origen de sus experiencias.
Reshma Kamal nació en una aldea en India y se mudó
con su familia a Minneapolis cuando era una niña. Finalmente se casó con un
hombre, también de India, y mantiene orgullosamente su tradicional hogar indio.
Cuando en la adolescencia se dio cuenta de que estaban sucediendo cosas
extrañas en su vida, se embarcó en la búsqueda de una explicación. Su madre la
envió de vuelta a India, pensando que sanadores tradicionales indios podrían
librarla de sus experiencias, pero Reshma pensó que la actitud de esos
sanadores era irritantemente absurda. El doctor de la aldea y otros amigos de
la familia afirmaban que ella se construía esas historias en su mente para
llamar la atención, debido a su interés por casarse. Años después, el deseo de
Reshma por entender sus experiencias se hizo más fuerte, justamente cuando
advirtió que lo que ella vivía también le estaba pasando a sus cinco hijos.
Ella conscientemente recordó muchos detalles y, a través de los años, los
escribió ampliamente en su diario. Su esposo la apoya –y a sus hijos-
enormemente, pero, como ocurre con otros abducidos, la familia se siente
impotente para ponerle una solución al problema.
Conocí a Kathleen Morrison cuando realizó una prueba
de ingreso a mi curso ‘Ovnis y la Sociedad Americana’, en la Universidad de
Temple. Ella había regresado a la universidad después una larga ausencia tras
recibir el doctorado. Como el contenido del curso se tornó hacia el fenómeno de
las abducciones, ella comenzó a sentirse incómoda y dejó de asistir a clase. Me
contó que unos años antes asistió a una representación teatral en la que uno de
los personajes flotaba en el aire; escena que desencadenó borrosas memorias que
le causaron tanto pánico que hubo de salir del recinto e ir al vestíbulo. Allí
tuvo que agarrarse a un pasamanos para sentirse segura, mientras hiperventilaba
a causa del miedo. Finalmente tuvimos 26 sesiones de hipnosis regresiva,
durante las cuales ella aprendió que el motivo de aquellas respuestas de miedo
estaba en haber empezado a ser consciente de la intrusión alienígena en su
vida. A pesar de llevar 20 años casada, Kathleen no le ha contado nada a su
marido, temiendo que los aspectos sexuales de las abducciones fuesen un
conflicto demasiado difícil de manejar por él.
Jack Therstrom era un estudiante graduado que
estudiaba por su doctorado en física en la Universidad Ive League. Vino a mí
con la intención de examinar algunos eventos de su vida, varios de los cuales
había interpretado dentro de un contexto religioso. También tenía confusos e
inquietantes recuerdos de estar en el sótano viendo a ‘un pequeño ser que salía
de una radio’, de ‘serpientes’ que lo seguían, y de ser ‘abusado sexualmente’
en el bosque. Sus sesiones hipnóticas eran difíciles, pues Jack apretaba sus
dientes, tensaba sus músculos y, literalmente, se sacudía violenta y ansiosamente
durante cada sesión. Tras diez sesiones, de repente, él se sintió con gran
convencimiento que no debía hablarme más sobre sus experiencias, pues hacerlo
significaba alguna clase de violación de acuerdo, o algo similar. Abandonó la
hipnosis regresiva, aunque todavía sigue acudiendo a los encuentros de apoyo
que organizo.
Tanto Budd Hopkins (véase capítulo 1) como yo hemos
trabajado con Kay Summer, una mujer de treinta y un años que vive en el Medio
Oeste, la cual ha tenido, tal vez, más sesiones de hipnosis que ningún otro
paciente. Kay ha experimentado toda la gama de procedimientos propios de la
abducción, y, en su caso, han sido más violentos que en los demás. Aunque,
habitualmente, ella ha padecido una serie de heridas físicas en sus
abducciones, incluyendo -hasta en dos ocasiones- rotura de huesos, su
determinación en encarar la adversidad es extraordinaria. Ella insiste en
llevar una vida normal y rechaza caer en la depresión que usualmente siente.
Los padres de Kay reaccionan con hostilidad a la realidad
del fenómeno, y no la apoyan; además, no le ha confesado nada de lo
experimentado al hombre con el que vive por miedo a que se aleje. Por causa de
este conflicto, Kay lleva una existencia emocionalmente aislada, menos cuando
habla con Budd Hopkins o conmigo, estando totalmente resignada al destino que
le ha tocado.
En sus momentos más bajos me ha confesado que ella
desearía que esos entes la matasen, como única salida para liberarse de ellos
de una vez y para siempre.
Yo hago todo lo que puedo por levantarle el ánimo y
canalizar su depresión hacia áreas de resistencia en sí misma que sean más
productivas. En cualquier caso, debo admitir, que la depresión es una frecuente
y predecible respuesta al fenómeno de las abducciones.
Todos los abducidos en este estudio están unidos en
su deseo de entender lo que les está sucediendo. Ellos comparten el vínculo
común de verse inmersos en un fenómeno que, al comienzo no pudieron entender,
después no pudieron creer, y ahora no pueden controlar.
Todos ellos están determinados a obtener un dominio
intelectual y emocional sobre sus experiencias.
Tal como ellos han narrado sus abducciones,
habitualmente han descrito experiencias inofensivas e, incluso, agradables. En
cualquier caso, de lejos, el tipo que prevalece es aterrador y traumático. Yo
sólo puedo escucharlos y animarlos a que sobrelleven sus experiencias. Mi
responsabilidad es ser lo más honesto, y estar lo más informado, posible, pues
los aficionados y la especulación engañosa pueden encontrarse en cualquier
parte. A los abducidos les ayudo a comprender dos cosas: lo que les ha estado
sucediendo, y cómo pueden encarar esas experiencias y seguir adelante con sus
vidas. Esto es todo lo que puedo hacer por ellos, pues sé que el único modo de
ayudarlos de manera permanente sería poniendo fin a las abducciones, pero eso
no está en mi mano.
Durante el proceso en el cual rememoran sus
experiencias, muchos abducidos se dan cuenta de su delicada posición: están en
la cabecera de la investigación de este monumentalmente importante fenómeno.
Ellos son los ‘exploradores’ que vienen de regreso e informan sobre aquello que
han visto y experimentado. Como observadores y participantes del fenómeno,
ellos tienen el rol más importante de todos, pues ofrecen a los investigadores
como yo las piezas del puzzle, de modo que podemos colocarlas. Ellos no son,
simplemente, víctimas de abducciones, también son héroes, sin los cuales no
obtendríamos ningún entendimiento coherente sobre el sentido real del fenómeno
ovni.
Continuará en Capítulo III
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