LA AMENAZA
Capítulo III
Sombras de la mente
He recibido miles de llamadas de teléfono y cartas
de personas que tienen recuerdos de inusuales experiencias que les han
inquietado sobremanera. Han buscado en vano, durante años, el origen de esos
recuerdos. Piensan que yo, tal vez, pueda ayudarles.
Por supuesto, el que una persona haya vivido experiencias fuera de lo
corriente no necesariamente significa que haya sido abducida. A este respecto,
he diseñado un método de exploración que me permite identificar a quienes no
son serios en su búsqueda de una respuesta (y podrían estar, simplemente,
tonteando), aquellos que no están emocionalmente preparados para adentrarse en
la observación de lo que han vivido, y aquellos otros que no han tenido, según
estimo, experiencias que nos sugieran que se trata de abducidos.
En principio, de forma deliberada les hago realizar
una serie de tareas. Les pido que rellenen un cuestionario sobre las
experiencias que les llevaron hacia lo vivido, y sobre otras que, sin ellos
haberse dado cuenta, podían haber sido parte del fenómeno de las abducciones
(por ejemplo: ¿Alguna vez has visto un fantasma?). Les pido que me envíen el
cuestionario completado, que yo analizo, tras lo cual decido si tal experiencia
es, o no, suficientemente significativa como para justificar más investigación
mediante la hipnosis. Cuando vuelvo a hablar con ellos trato de persuadirles de
que no miren dentro de lo que podríamos llamar la ‘Caja de Pandora’. Les doy
sólidas y honestas advertencias sobre los riesgos de adentrarse en una hipnosis
que desvelará un evento de abducción: podrían padecer depresión, alteración del
sueño, aislamiento emocional, etc. En efecto, se exponen a cambiar un problema
por otro. Así que les animo a que comuniquen su decisión a sus seres queridos,
y que posteriormente me llamen. Luego les hago saber, de nuevo, mis
advertencias, que les envío por escrito, de forma que puedan tomar una decisión
lo más informados posible.
Alrededor del 30 % que se pone en contacto conmigo
decide no someterse, en ese momento, a la hipnosis. Para ellos es la decisión
correcta, sin importar cuales sean sus motivaciones. A quienes deciden sí
seguir adelante con el proceso, les vuelvo a reiterar mis advertencias y, si
asumen su decisión, acordamos una cita para llevar a cabo una sesión. Para
cuando llegan por primera vez a la sesión de hipnosis regresiva, yo ya he
insistido suficientemente sobre los riesgos que podrían surgir de una
regresión. Igualmente, son conscientes de que aquello que emerja de ella no
necesariamente tiene que ser preciso o, incluso, cierto.
Cuando, finalmente, llegan a mi casa, subimos las
escaleras que conducen a mi oficina y charlamos durante una o dos horas antes
de que la hipnosis dé comienzo. Habremos acordado sobre qué suceso concreto de
sus vidas deseamos investigar durante esa sesión. Podría tratarse, por ejemplo,
de una ocasión de ‘tiempo perdido’ (missing time) o un incidente en el cual
despertaron del sueño y advirtieron la presencia de pequeños seres alrededor de
su cama. Después se tienden en el diván, cierran los ojos y los conduzco a una
relajación que les permita concentrarse. En esa primera sesión, habitualmente,
el paciente se siente desconcertado, pues no advierte un estado de hipnosis que
lo saque se su forma habitual; puede debatir conmigo, ir al lavabo, y está
completamente en control de sus constantes.
Nunca sé qué es lo que va a surgir en una sesión de
hipnosis. Si el paciente recuerda un evento de abducción –y hay falsas alarmas,
cuando parece que una abducción podría haber tenido lugar pero nunca la hubo-,
empiezo a realizar preguntas prudentes, a modo de simple conversación que sigue
el hilo que el sujeto comienza.
Algunos abducidos narran sus experiencias con una
cierta distancia e imparcialidad, observando lo ocurrido en el pasado desde un
punto presente; otros reviven el suceso como si estuviesen precisamente en el
momento en que aconteció. Unos están calmados mientras recuerdan y otros tan
aterrados que se les hace muy difícil continuar, por mucho que yo les trato de
facilitar la regresión.
Hay quienes recuerdan lo vivido entre titubeos, como
si los recuerdos brotasen a cuentagotas, mientras que otros tienen dificultades
para describir sus experiencias, pues sus recuerdos parecen ser arrastrados por
la corriente. Casi todos los abducidos recuerdan sus vivencias con una
combinación de asombro, sorpresa y familiaridad.
Cuando han concluido la regresión, recuerdan lo
vivido y hablamos de ello por un tiempo; cuando deja mi consulta han
transcurrido unas cinco horas.
A pesar de las advertencias que les doy y de las
discusiones preliminares al respecto antes de la primera regresión, sobre el 25
% de los pacientes no continúa con el proceso; están demasiado asustados para
proseguir. Pero con aquellos que sí siguen adelante, mis sesiones con ellos son
tantas como puedo. Desesperadamente quieren comprender qué les ha ocurrido y
cómo les ha afectado en sus vidas. He llegado a conducir hasta treinta y tres
sesiones con un solo individuo, aunque el promedio de los 110 abducidos que he
tratado es de seis sesiones. Habitualmente no hago dos regresiones sobre un
mismo evento de abducción.
Mi cuestionario no es del tipo interrogatorio.
Intento establecer intercambio informativo con el abducido, después de estar
seguro de que no les influiré, ni siquiera involuntariamente. Los llevo a que
piensen cuidadosamente en los eventos, tratando de darles la perspectiva y la
habilidad de analizarlos, tal como ellos recuerdan. Y sobre todas las cosas,
trato de normalizarlos, de tal modo que los abducidos puedan liberarse a sí
mismos del inconsciente agarre emocional que el fenómeno les provoca a lo largo
de sus vidas.
Procuro de darles la fuerza que les permita
desvincularse a sí mismos respecto de los efectos psicológicos de la abducción,
de forma que puedan seguir con normalidad sus vidas, sin pensar constantemente
en su situación. Me gusta llevarlos al punto en el que no sienten más la
necesidad de buscar a un hipnotizador que les permita comprender lo que hasta entonces
les ha venido pasando.
La hipnosis es sencilla. En tanto que una persona
quiera ser hipnotizada, cualquiera puede llevar a cabo el proceso. El problema
estriba en hacer las preguntas adecuadas, del modo efectivo, en el momento
preciso, e interpretando las respuestas correctamente.
La dinámica correcta entre hipnotizador y abducido
depende del conocimiento que el primero haya adquirido sobre el fenómeno de las
abducciones, la práctica de la hipnosis, y las ideas preconcebidas que lleve
consigo a la hora de realizar la terapia.
Adicionalmente, el hipnotizador debe ayudar al
paciente a sobrellevar los traumáticos recuerdos, interviniendo
terapéuticamente durante la sesión y proporcionándole consuelo. De este modo,
un hipnotizador competente debe tener conocimiento profesional sobre hipnosis,
sólido conocimiento del fenómeno de las abducciones, estar familiarizado con la
‘falsa memoria’, y destreza en cómo desarrollar una terapia.
Desafortunadamente, sólo hay unos pocos individuos con semejantes
cualificaciones.
Todos los investigadores competentes aprenden
rápidamente que la memoria es volátil y poco fiable. No es infrecuente que una
persona recuerde los detalles de un evento traumático de manera errónea. Los
investigadores han demostrado que se puede hacer recordar algo que jamás ha
ocurrido. Una conversación informal, pero deliberada, sobre un evento, puede
dar paso a la ‘instalación’ en el paciente de un recuerdo que carece de toda
base real. Además, con el paso del tiempo, la memoria se degrada, los sucesos
se mezclan unos con otros, y la fantasía se superpone a la realidad.
Fui extremadamente afortunado al haberme topado con
la realidad de las mentes volátiles desde la primera vez que conduje una sesión
de hipnosis regresiva. Melissa Bucknell -de 27 años- y yo, estábamos de acuerdo
desde antes de comenzar la sesión, en investigar un incidente que ocurrió
cuando sólo tenía seis años. Ella comenzó a describir cómo jugaba con una
amiguita en el campo, cuando se inclinó para observar de cerca una mariposa y
se quedó paralizada en esa posición. Seguidamente, se encontró a sí misma
elevándose hasta que se adentró en un ovni que flotaba en el aire. Allí, unos
seres de extraña apariencia le quitaron el vestido y la colocaron sobre una
mesa, donde le realizaron todo un examen físico y, para su vergüenza, hasta una
prueba ginecológica.
Tras esto, un alienígena con apariencia bastante
cercana a la humana –a quien Melissa llamó ‘Sanda’- la condujo hasta un
vestíbulo donde la niña se encontró con una criatura de pequeña estatura. A
Melissa se le hizo tocar la cabeza del pequeño alien e, inmediatamente, sintió
amor, calidez y cariño procedentes del ente. Posteriormente, Sanda la introdujo
en otra sala, donde se estaba celebrando una especie de reunión de muchos
aliens, todos sentados alrededor de una mesa, debatiendo sobre cuán brillante,
fuerte y buena era Melissa, y que así sería también de adulta. Tras todo esto,
la niña fue conducida a un vestíbulo, donde se la vistió antes de ser devuelta
al campo de donde había sido tomada.
Aquella noche, tras la sesión, traté de escuchar la
grabación de audio que le hice a Melissa, y –para mi horror- descubrí que la
paciente había hablado tan suavemente que nada había quedado registrado. Así
que, bueno, continué trabajando con Melissa y, tres meses después de aquella
primera sesión, sugerí volver a aquel suceso que ella había narrado,
explicándole lo que había ocurrido con la cinta de audio. En esa nueva ocasión,
la paciente estaba menos segura de lo que había sucedido; se describió a sí
misma flotando dentro del ovni, recordó la parte del examen físico relativo a
la parte ginecológica (relato que volvió a avergonzarla), cómo la levantaban de
la mesa, la vestían y, finalmente, devolvían al campo. Para mi sorpresa, no
relató el episodio del encuentro con el pequeño alienígena al que tocaba la
cabeza y del que sintió su amor. Tampoco hubo mención al consejo de entidades
reunidas alrededor de la mesa, dialogando sobre las cualidades de la niña.
Quedé perplejo. Durante la primera sesión, Melissa
me había hablado con gran convicción y emoción del encuentro con el alienígena
de pequeña estatura, pero ahora que yo le preguntaba al respecto, ella no
estaba tan segura de que tal episodio hubiese ocurrido realmente. También le
pregunté sobre el consejo de aliens alrededor de la mesa, y su respuesta –tras
pensar sobre ello por un instante- fue que, tal vez, dicho episodio fue vivido
por una amiga suya, también abducida. De lo que Melissa estaba bastante segura
era de que no le había ocurrido a ella.
Esta experiencia me enseñó una valiosa lección, ya
que me había dado cuenta de que, aún con entera honestidad y sinceridad, los
abducidos podían, algunas veces, recordar cosas que no eran ciertas. Así que me
decidí a trabajar con una estricta metodología que me permitiera estar
vigilante ante falsos recuerdos. En tanto que mi investigación progresaba,
cuando un abducido me informaba de algo que yo nunca había escuchado antes, yo
esperaría por una confirmación de otro abducido desconocedor del testimonio
primero. Cuidadosamente cuestioné cada inconsistencia, laguna o salto lógico.
Trabajé por una completa cronología de los hechos, segundo a segundo, de cada
evento de abducción, sin saltarme nada, sin lagunas u omisiones.
Nunca más volví a escuchar otro relato de abducido
al que se le hubiese requerido tocar la cabeza de un alienígena y recibir así
emociones amorosas. He escuchado algunos episodios de aliens sentados tras un
escritorio, desde donde hablan al abducido, pero en circunstancias distintas a
las narradas por Melissa. Además, Melissa nunca volvería, tras más de treinta
sesiones conmigo, a mencionar un suceso similar. Todo lo cual sugiere que ella
podría haber absorbido, inconscientemente, un fragmento de memoria procedente
de su amiga abducida, estando confusa sobre otros detalles.
Melissa Bucknell me ha hecho un tremendo favor, pues
me ha enseñado los peligros extraer testimonios mediante hipnosis. Fue una
lección que agradezco haber aprendido, pues se trata de una de esas cuestiones
que todo hipnotizador e investigador del fenómeno debiera aprender.
Recuerdo de un suceso normal
Lo que es un ‘recuerdo normal’ no es fácil de
comprender. Los neurólogos saben que el cerebro humano registra sucesos a los
que otorga, por así decirlo, un código de prioridad. Por ejemplo, recordar un
crimen del que has sido testigo recibe por tu parte una mayor prioridad que el
recuerdo de a quién te cruzaste paseando por la calle. Esto es así porque el
cerebro organiza todo su material sobre la base del impacto sensorial. En
primer lugar toman lugar los detalles surgidos de lo visual, lo auditivo, lo
olfativo, y lo táctil, en memoria a corto plazo; después, si fueran
suficientemente importantes, almacena esos detalles en la miríada de espacios
neuronales que dan forma a la memoria a largo plazo.
El cerebro posee un sistema de recuperación de datos
que trae al consciente, por variados medios, los recuerdos: pensando acerca del
suceso en cuestión, permitiendo que otro suceso provoque el recuerdo de esos
datos. También se puede hacer emerger ese recuerdo mediante una señal
determinada, un sonido, aroma, o tacto. La memoria también puede residir en la
consciencia de uno, sin un mecanismo que haga saltar recuerdos, como sucesos
traumáticos difíciles de olvidar.
La memoria no se almacena de manera lineal, sino en
una base de datos ‘relacional’, donde varios bits de memoria están depositados
en varios espacios neuronales. La fecha y la hora de un evento son colocados en
un espacio concreto, el lugar donde se produjo el hecho es colocado en otro,
los sonidos relacionados con el suceso en otro, y del mismo modo sucede con
respecto al color, los aromas, sensaciones, etc. Cada uno de esos fragmentos de
memoria puede ser eventualmente olvidado; es susceptible de deteriorarse hasta
deformarse por completo. Algunas veces, una persona recuerda un fragmento de
memoria que únicamente tiene sentido si el sujeto inconscientemente crea un
escenario para ese fragmento de memoria, incluso si se trata de un escenario
ficticio creado para incorporar ese fragmento.
Dada la complejidad de la memoria, es de esperar que
muchos críticos del fenómeno de las abducciones argumenten que las abducciones
son sólo creaciones mentales, trampas que le juega la mente al individuo. En
ese sentido, los críticos afirman que las abducciones pueden explicarse como
consecuencia del síndrome de falsos recuerdos y la contaminación cultural (cine
y televisión) de la mente. ¿Son válidas sus objeciones?
Síndrome del recuerdo falso
Los críticos del fenómeno de las abducciones
postulan que los abducidos, a menudo animados por los investigadores,
inconscientemente se inventan fantasías sobre sucesos de abducción. Que las
personas pueden tener falsos recuerdos es indudable; dándose ciertas
circunstancias puede, por ejemplo, inventar complejas informaciones sobre
abusos físicos y sexuales. La Fundación
del Síndrome de Falso Recuerdo (FMSF)(1), en Filadelfia, está compuesta por
miembros que injustamente han sido acusados de abuso sexual.
Los falsos recuerdos acerca de abusos se producen
cuando la persona recuerda algún suceso, generalmente de cuando se era niño,
que nunca ocurrió. No obstante, los detalles que relatan las víctimas pueden
ser extraordinarios. Estos reviven sus experiencias con el mismo impacto emocional
de los sucesos que son reales. Algunos recuerdan cultos satánicos que los
aterrorizaron, en los que incluso aparecen bebés asesinados en sacrificios
rituales. Cuando las ‘víctimas’ se ven confrontadas con los hechos reales (los
investigadores no han hallado bebés muertos; no hay denuncia alguna sobre bebés
que hayan desaparecido cuando los supuestos rituales tuvieron lugar), éstas,
las víctimas, dan –furiosamente- explicaciones, tales como que las madres de
los bebés sacrificados eran satanistas que entregaron a sus criaturas a dichos
rituales, razón por la que no reportaron su desaparición.
Las personas pueden expresar recuerdos falsos con
tanta convicción y sinceridad que llegan a engañar a muchos investigadores.
Sacar a la luz falsos recuerdos de abuso sexual puede también a conducir a
mayores traumas en sus vidas; las familias se rompen, los hermanos se separan,
aparecen las demandas judiciales, y personas inocentes son injustamente acusadas
e, incluso, encarceladas.
Sacar a la luz recuerdos falsos es algo que,
usualmente es facilitado por un terapeuta que está convencido de que su cliente
ha padecido abuso sexual (o la clase de abuso que el falso recuerdo muestre),
incluso aunque su paciente no tenga memoria de ello. A través de una insistente
persuasión, el terapeuta le inculca a su cliente que todos sus problemas
emocionales proceden de la represión de un recuerdo de algún trauma anterior.
El terapeuta podría decirle al paciente que si piensa intensamente podrá
recordar el suceso traumático. A juicio del terapeuta, la sanación sólo tendrá
lugar cuando los recuerdos comiencen a aflorar, considerando que no recordar el
trauma es síntoma de que la víctima está en un estado de negación, la cual es
–a juicio del terapeuta- una ‘prueba’ del abuso. Atrapado en este bucle, la
víctima de un terapeuta serio pero equivocado lo tiene difícil para salir de
él. Finalmente, como ocurrió en el conocido caso de Paul Ingram y su hija, el
sujeto acaba ‘recordando’ el abuso(2).
Hay expertos investigadores del síndrome de Falso
Recuerdo, quienes han tenido una extensa experiencia en lo que se refiere a
alegaciones de abusos sexuales, y son capaces de detectarlo. En cualquier caso,
estos investigadores han comenzado a extender sus habilidades hacia áreas que,
desafortunadamente, no son su especialidad. Y el fenómeno de las abducciones se
ha convertido en un irresistible objetivo.
Por ejemplo, el psicólogo y especialista en hipnosis
Michael Yapko escribe en su trabajo ‘Indicios de Abusos’ (Suggestions of
Abuse), que el fenómeno de las abducciones es un simple problema de ‘sugestión
humana’, que a Yapko causa ‘irritación e incredulidad’. La psicóloga y experta
en la memoria Elizabeth Loftus, en su obra ‘El Mito de la Memoria Reprimida’
(The Mith of the Repressed Memory), clasifica a las abducciones como una forma
de irracionalidad asociada a personas que, por otro lado, son ‘sensatas e
inteligentes’. Loftus cita al psicólogo Michael Nash, quien afirmó que “había
tratado con éxito” a un hombre que decía tener una muestra de esperma que le
extrajeron durante una abducción. Nash le tranquilizó y lo ayudó a volver a su
rutina normal usando hipnosis y otras técnicas terapéuticas, pero –se lamenta
Nash- “salió de mi oficina tan completamente convencido de que había sido
abducido como cuando había entrado”. Loftus coincide con Nash en que el poder
de los falsos recuerdos de este hombre lo incapacitaba (a Nash) para continuar
creyendo su ridícula historia.
Loftus y Nash, como otros críticos, están en lo
incorrecto. Ninguno de ellos, ni de los otros críticos, ha presentado alguna
vez evidencia de que los reportes sobre abducción sean productos del síndrome
de falsos recuerdos (o de otra causa). La razón por la que ellos no han
presentado evidencia alguna está causada por su incomprensión del fenómeno de
las abducciones. Si lo comprendieran, se darían cuenta que los informes de
abducciones difieren del síndrome de falsos recuerdos en cinco significativas
áreas:
*1-En contraste con las víctimas del síndrome de
falsos recuerdos, los abducidos no sólo cuentan experiencias de la infancia.
Por supuesto que sí, cuentan sucesos de abducción que acontecieron durante la
infancia, porque el fenómeno llegó a sus vidas en esa época, pero también
narran sucesos de la misma naturaleza que se produjeron ya en la vida adulta.
De hecho, muchos de los relatos de abducciones, a
diferencia de los de falsos recuerdos, proceden de sucesos muy recientes. En
las últimas 450 abducciones que he investigado, cerca del 30 % de las mismas
ocurrieron durante el mes previo a la sesión, mientras que más del 50 %
tuvieron lugar durante el año anterior a la sesión. También he investigado
eventos de abducción que se me contaron tan solo unas horas antes, e incluso
minutos antes de que se hubiesen producido.
Por ejemplo, en 1991, Jason Howard, profesor de
escuela, se disponía a ponerse en camino hacia mi casa, donde se realizaría un
encuentro de apoyo para las víctimas del fenómeno. Se calzó los zapatos, que
estaban frente a la puerta de entrada, siendo ésta la última cosa que solía
hacer antes de abandonar su hogar. De repente, habían transcurrido cuatro horas
y Jason estaba tumbado en la cama de su dormitorio, en el piso de arriba. Me
llamó de inmediato, explicándome lo que vagamente recordaba que había sucedido:
se había puesto los zapatos y se había tendido en el sofá. Cuando le realicé
una sesión hipnótica al respecto de este evento, Jason logró recordar que se
había calzado un zapato, tras lo cual cayó en una irreprimible necesidad de
tenderse en el sofá(3). También recordó que varias entidades de pequeña
estatura hicieron aparición en el salón y lo condujeron –flotando y atravesando
el techo- hasta el interior de un ovni. A partir de entonces le practicaron una
serie de pruebas, incluyendo la toma de una muestra de esperma, y la proyección
de imágenes mentales. Finalmente, los alienígenas devolvieron a Jason a su
hogar; ahora bien, en lugar de devolverlo al sofá donde había dado comienzo la
abducción, lo colocaron sobre la cama del dormitorio, en el piso de arriba.
Entonces, cuando recobró la consciencia, de percató de que algo había sucedido
y me llamó por teléfono, informándome de lo ocurrido (missing time’, tiempo
perdido: 4 horas), que no se ajusta a la descripción del síndrome de falsos
recuerdos.
*2-En contraste con las víctimas del síndrome de
falsos recuerdos, los abducidos tienen indirecta confirmación del suceso
vivido. Por ejemplo: yo me encontraba al teléfono con Kay Summers, cuya
abducción comenzó a producirse mientras estábamos hablando. Kay describía un
crepitante ruido algunas veces asociado con el principio de un suceso de
abducción, y yo pude escuchar ese sonido a través del teléfono. La hipnosis a
la que la sometí posteriormente reveló que inmediatamente después de que ella
colgara el teléfono, fue abducida. Falsos recuerdos no toman forma
simultáneamente a un suceso actual en el cual el investigador ejerce como
confirmador del mismo.
*3-En contraste con las víctimas del síndrome de
falsos recuerdos, los abducidos habitualmente recuerdan sucesos sin la ayuda de
un terapeuta. Pueden recordar sucesos que les han ocurrido en momentos
concretos de sus vidas. Siempre han sabido que ese hecho les pasó, por lo que
no precisan de un terapeuta que reafirme sus recuerdos.
*4-En contraste con las víctimas del síndrome de
falsos recuerdos, los abducidos están físicamente desaparecidos durante el
suceso. El abducido no se encuentra donde se supone que está; quienes los han
buscado no los han encontrado. Por lo general, el abducido es consciente de que
hay una laguna de dos o tres horas que ni él ni nadie puede justificar.
Semejante prueba física no existe en el síndrome de falsos recuerdos.
*5-En contraste con las víctimas del síndrome de
falsos recuerdos, los abducidos pueden aportar una confirmación independiente
de la abducción. Aproximadamente, el 20 % de las abducciones incluye dos o más
personas que se están observando mutuamente durante el suceso de abducción;
algunas veces reportan de forma independiente esto al investigador.
Adicionalmente, es importante remarcar que, a
diferencia de las víctimas del síndrome de falsos recuerdos, los abducidos
habitualmente no experimentan la desintegración de sus vidas personales después
de haber tomado conciencia de su particular situación. De hecho, de muchas
formas, lo que sucede es precisamente lo contrario; cuando los abducidos se
ponen en manos de terapeutas competentes y entienden la naturaleza de sus
recuerdos, a menudo comienzan a tomar control intelectual y emocional de dichos
recuerdos. Sienten una mayor autoconfianza, en tanto que se dan cuenta de que
sus, hasta entonces, supuestamente inapropiados temores y pensamientos de
tantos años (por ejemplo; miedo a entrar al dormitorio por la noche,
pensamientos sobre estar sobre una mesa rodeada de extrañas criaturas, sentir
excesivo temor a los médicos) eran la reacción lógica y adecuada a una fuerza
poderosa y desconocida. Mediante el recordatorio de los sucesos, los abducidos
se hacen con el control de los miedos que les han acosado durante años, y
devuelven el equilibrio a sus vidas, incluso siendo conscientes de que el
fenómeno de las abducciones no se ha interrumpido en ellos. El conocimiento del
fenómeno les ayuda a llevar una vida más estable e integrada, en vez de sufrir
los poderosos efectos desintegradores que son tan comunes en las víctimas que
padecen síndrome de falsos recuerdos.
Recuerdos encubridores(4) de abuso sexual
Antes de que el síndrome de falsos recuerdos cobrase
importancia, los terapeutas habían asumido que los relatos sobre abducciones
eran debidos a recuerdos reprimidos de abusos sexuales padecidos en la
infancia. Los terapeutas presuponían que, dado que el abuso sexual había sido
tan traumático, la víctima –inconscientemente- ‘transformaba’ esos recuerdos en
un relato de abducción; a fin de sobrellevar el terror, la persona asumía un
trauma mucho más aceptable que el causado por los abusos: ser secuestrada por
alienígenas.
No obstante, no hay pruebas para esta explicación.
No hay ejemplos en los registros de un relato de abducción que sea un ‘recuerdo
encubridor’ de abuso sexual. De hecho, lo contrario sí ocurre: hay grandes
pruebas de personas que ‘recuerdan’ ser abusadas sexualmente cuando, en
realidad, lo que les ocurrió es que fueron víctimas de una abducción.
Jack Thernstrom recuerda cuando, con doce años,
caminaba junto a su hermana por un área arbolada detrás de su hogar. Durante el
paseo, Jack se encontró con un hombre que llevaba puestas unas gafas oscuras y
que abusó sexualmente de él. Jack no tenía claros los detalles del suceso, pero
sí que recuerda haberse quitado la ropa y quedarse completamente desnudo.
Tampoco tenía claridad respecto a qué le ocurrió a su hermana, pero él pensó
que, tal vez, había huido corriendo. Él nunca contó a nadie lo sucedido, viviendo
los siguientes dieciocho años con los traumáticos recuerdos de haber sido
objeto de abusos sexuales por parte de un extraño.
Cuando Jack, en una sesión de hipnosis regresiva,
contó este episodio, el hombre que llevaba gafas negras se desveló como un alienígena,
y el suceso se mostró como un rutinario evento de abducción en el cual Jack
había sido sometido a un examen médico. Ni siquiera había sido sexualmente
abusado. Jack había creado un recuerdo a base de piezas de un suceso, tan
horrible que pudo haber sido, que tomó sentido para él en un relato de abuso
sexual.
En otro caso, Julie ‘recordó’ un suceso que tuvo
lugar cuando tenía diez años. Ella estaba en su hogar, concretamente en el
sótano (donde había un bar), con su padre y tres vecinos. Julie recordó cómo su
padre le sujetaba las manos sobre la cabeza (de ella) mientras los vecinos la
asaltaban sexualmente. Mediante hipnosis regresiva la mujer desveló que todo
había sido un suceso de abducción, el cual comenzó mientras estaba en el bar
del sótano, en compañía de su padre y los amigos de éste. El padre y dos de los
vecinos habían sido llevados a un estado de inmovilidad y semi-consciencia
(como si los hubiesen ‘apagado’), durante todo el suceso. Los alienígenas se
llevaron tanto a Julie como al tercer vecino, el Sr. Sylvester, fuera del
sótano, introduciéndolos en un ovni. Durante el episodio de abducción, a ella
se la condujo a observar escenas de contacto sexual entre un hombre y una mujer
(ella pensó que, quizá, el hombre era el Sr. Sylvester). Cuando esto acabó,
tanto ella como su vecino fueron devueltos al bar. En esa ocasión, Julie no
había sido sexualmente violada. El Sr. Sylvester, a quien –hasta entonces,
durante años- ella había despreciado, había sido tan víctima como la propia
Julie.
Obviamente, no todos los
casos de abusos sexuales son, en realidad, sucesos de abducción. Una abducida
recordaba que había sido sexualmente asaltada cuando tenía trece años. No recordaba cómo había llegado, escaleras abajo –al
sótano-, hasta el dormitorio del chico que la asaltó, y estaba confusa acerca
de otros detalles. Sospechando que esto podría ser un ‘recuerdo encubridor’ que
ocultaba un suceso de abducción, lo revisamos bajo hipnosis regresiva.
Entonces, ella recordó al muchacho, cómo bajó las escaleras, lo que aconteció
en el sótano y lo que sucedió después. La paciente no tenía recuerdos en los
que viese alienígenas, siendo transportada fuera de su hogar hasta ovni alguno.
Realmente, ella había sido sexualmente asaltada, pero no había sido abducida.
Contaminación mediática
La serie televisiva ‘Star Trek’, en esencia, ha
venido a ser parte de la conciencia estadounidense. Millones de personas han
visto esos relatos de ficción sobre humanos y alienígenas, tanto como la gente
que ha visto noticias sobre abducciones en televisión o ha leído algún libro al
respecto. La sociedad ha sido tan intensamente saturada con historias sobre
abducciones alienígenas que es muy difícil, para la mayoría, escapar de ellas.
Un relato (sobre abducción) no intoxicado por esa mediatización es cada vez más
difícil de obtener.
Durante mucho tiempo, el problema de la influencia
de los medios en la información de ovnis y abducciones alienígenas ha
desbordado a los investigadores. Con los años, los investigadores han aprendido
a analizar cada avistamiento ovni según sus particulares circunstancias, y han
desarrollado una metodología para ‘separar la señal del ruido’. La credibilidad
del testigo, la calidad de la información, y los relatos confirmatorios de
otros testigos, se han convertido en los criterios válidos para evaluar un
informe. Este es el proceso que los investigadores aplican.
¿Representa la contaminación mediática un problema
significante para la investigación de las abducciones? No. Aunque pueda ser un
problema de tiempo en tiempo, en realidad, la mayoría de los abducidos son
extremadamente sensibles ante los ‘peligros’ de las influencias culturales.
Cuando examinan sus recuerdos junto a mí, ellos son plenamente conscientes de
que existe la posibilidad de que hayan incorporado a sus recuerdos un hecho
irreal. En las primeras sesiones de hipnosis regresiva, la autocensura que
desarrolla el abducido es tan grande que se convierte en un problema, pues las personas
no quieren afirmar cosas que les hagan parecer locas, ni quieren repetir como
loros al investigador algo que hayan podido tomar de fuera, de la sociedad. Los
abducidos me dirán durante la hipnosis cuándo ellos creen que podrían haber
mezclado su experiencia con algún residuo cultural externo. Están muy
preocupados acerca de esta contaminación, tanto que habitualmente debo decirles
que se dejen llevar y no se autocensuren.
Cuando los abducidos me dicen lo que recuerdan, sus
memorias suelen contener una riqueza de detalles que no pueden considerarse
tomados de la contaminación mediática. Los medios de comunicación masivos
diseminan información muy poco sólida sobre abducciones. Que los abducidos
recuerden y describan aspectos concretos de los procedimientos que se llevan a
cabo con ellos (detalles que montones de abducidos han descrito pero que no han
sido publicados) es extraordinario, e incide fuertemente contra las influencias
culturales.
Un buen ejemplo de ausencia de contaminación
mediática es el enormemente controvertido libro ‘Communion’ (1987), de Whitley
Strieber. Estuvo en la lista de los más vendidos del ‘New York Times’ durante
treinta y dos semanas, y en el puesto número uno por casi cinco meses. Strieber
relata detalles de sus experiencias que no coinciden con lo que la mayoría de
los abducidos cuenta. Él dice haber sido transportado a una sucia antesala,
donde se sentó en un banco en medio del desorden. Este intensamente evocador
pasaje de su libro fue, a la vez, dramático y aterrador.
Si la contaminación mediática fuese un problema, yo
esperaría que algunos de los abducidos con los cuales he trabajado, que han
leído ‘Communion’, me describiesen una situación similar. Pero eso no ha
ocurrido. Ni uno sólo de ellos me ha mencionado alguna vez que hubiese estado
sentado en un banco de una sala sucia o llena de ropas. Igualmente, en la
versión cinematográfica (también llamada Communion) de la obra de Strieber,
vista por millones de personas, hay una escena donde se observa un baile por
parte de gordos y azules entes alienígenas. Ni yo ni ninguno de mis colegas
investigadores ha oído alguna vez una información similar. No obstante, a pesar
de la aparente ausencia de evidencia alguna de contaminación mediática, todos
los investigadores debemos, no obstante, permanecer vigilantes. Pues puede que
no reconozcamos contaminación mediática si la persona la incorpora sutilmente y
acaba siendo parte de sus ‘recuerdos’.
Sucesos recordados conscientemente
Si los relatos de abducción no son parte de un
síndrome global de sutil e insidiosas influencias en el cerebro de la personas,
los críticos del fenómeno dicen que los abducidos deberían ser capaces de
recordar conscientemente sus experiencias, y proveer a los investigadores de
información precisa de cuanto les ha ocurrido. De hecho, los abducidos
conscientemente recuerdan las abducciones; algunas veces se trata de
fragmentos, otras de largas secuencias, y en otras ocasiones incluso los
sucesos al completo. Habitualmente, esos relatos son concretos y detallados y
se igualan cercanamente a aquellos otros relatos obtenidos mediante hipnosis.
Sin embargo, habitualmente los recuerdos conscientes
de sucesos son extremadamente inexactos, con destalles distorsionados de hechos
actuales y recuerdos ‘concretos’ de eventos que nunca sucedieron.
Un excelente ejemplo es el caso de Marian Maguire,
una mujer sexagenaria con dos hijas, quien despertó una mañana de 1992 y
conscientemente recordó un caso en el cual ella estaba con una de sus hijas,
años atrás, en medio de una abducción. Marian recordaba cómo tomaba a su hija
de las manos y, junto a otras personas, eran ‘conectadas’ a un aparato especial
que había en un muro. Esto es cuanto ella recordaba, y estaba segura que este
suceso había tenido lugar exactamente como ella lo había recordado.
Yo no había oído hablar sobre abducidos que fuesen
conectados a una máquina en un muro. Unas semanas más tarde, Marian y yo
exploramos su episodio mediante hipnosis, sesión durante la cual ella tuvo
dificultad en recordar cómo subía al muro, era conectada a él y luego
desconectada. Cuanto más lo analicé, menos segura se mostraba Marian acerca de
lo que realmente había sucedido. Se dio cuenta de que el muro tenía pequeños
cuadrados negros, a los cuales miraba mientras yo le preguntaba qué veía debajo
de ellos. Creí que me diría que lo que veía era el muro o el suelo, pero, en
cambio, me dijo que veía unas manos extrañas. Las manos estaban unidas a unas
muñecas, y éstas a brazos. Fue entonces cuando Marian se dio cuenta de que
estaba mirando dentro de unos negros ojos de un alienígena. Ella no estaba, en
realidad, conectada al muro, sino que permanecía de pie en una habitación,
junto a sus hijas, mientras una entidad se le acercaba y miraba fijamente a los
ojos. Conforme el tiempo pasaba, los ojos negros (alienígenas) que ella
observaba en su mente se transformaban en una especie de cajones dispuestos en
el muro, y su incapacidad para evitar esos ojos se transformó en verse pegada a
ellos (los cajones del muro). Durante la hipnosis, los cajones se transformaron
en los cuadrados negros. Aunque había una base real para la memoria de Marian,
los detalles que ella recordaba no habían sucedido.
Otro ejemplo es el de Janet Morgan, una madre
soltera con dos hijos, quien conscientemente recordaba una rarísima experiencia
de abducción. Mientras permanecía tendida sobre una mesa, vio cómo unos
pequeños seres se afanaban en llevar a la habitación un caimán vivo. Los entes
colocaron el animal en el suelo, cerca de la mesa, pusieron de espaldas al
reptil y con un cuchillo lo abrieron en canal. El pobre caimán gruñía y miraba
a Janet, que estaba en estado de shock. Estos traumáticos recuerdos sumieron a
Janet en una profunda y larga depresión. En principio, ella no quería recordar
el suceso mediante hipnosis, porque temía que nuevos detalles de lo sucedido le
agudizaran la depresión. Nos obstante, tras estar continuamente afectada por el
incidente durante casi un año, Janet se armó de valor y decidió enfrentar el
recuerdo y lograr así el control emocional sobre él.
En hipnosis, el recuerdo de Janet se reveló como
parte de un complejo suceso de abducción en el cual los alienígenas llevaron a
cabo diversos procedimientos sobre ella. La examinaron, le extrajeron un óvulo,
la forzaron a sumergirse en un recipiente lleno de líquido y la sometieron a un
escáner mental que le produjo un profundo miedo. Después, Janet se encontró
sola en la habitación, tendida sobre la mesa, llena de miedo e inquietud. Los
alienígenas entraron por una puerta a la izquierda de Janet, empujando al
caimán con ellos, al cual colocaron en el suelo, cerca de la mesa. Mirándolo
fijamente, ella comenzó a darse cuenta de que el animal realmente no parecía
ser un caimán, pues no observó ni cabeza o patas de caimán. En realidad se
trataba de un hombre dentro de un saco de dormir de color verde. Cuando el
hombre fue sacado por los aliens del saco de dormir, éste miro a Janet y
comenzó a gemir. No había habido ningún caimán al que los alienígenas hubieran
abierto en canal.
Algunos de los recuerdos conscientes más comunes se
corresponden con los primeros o últimos instantes de una abducción, cuando el
individuo está todavía en su ambiente habitual. Los abducidos habitualmente
recuerdan que se han despertado y observado figuras erguidas junto a sus camas.
Pero, en vez de recordar a los alienígenas, recuerdan a familiares fallecidos,
amigos o figuras religiosas.
Por ejemplo, Lily Martinson, un agente inmobiliario,
recordó el siguiente incidente cuando ella estaba de vacaciones con su madre en
las Islas Vírgenes, año 1987. Dormida en la habitación del hotel, despertó y
vio a su hermano fallecido, de pie junto a la cama. Lily recordó con claridad
su apariencia, encontrando que esta experiencia era reconfortante y
tranquilizadora. Cuando examinamos estos recuerdos bajo hipnosis, sin embargo,
la descripción que Lily hizo de su hermano era la de una persona pequeña, sin
ropas, delgada, sin cabello y con grandes ojos. No era su hermano. Aunque Lily
se sintió decepcionada por no haber visto a su hermano, también estaba
satisfecha por haber conocido la verdad de lo ocurrido.
Efectivamente, los alienígenas han creado, quizás
sin quererlo, un único obstáculo para aprender la verdad sobre las abducciones.
Se trata del problema de ‘recuerdos incrustados’, imágenes que los alienígenas
han ‘colocado’ intencionadamente en la mente de los abducidos. Durante
procedimientos de visualización, los aliens pueden mostrar a un abducido
multitud de imágenes: explosiones atómicas, meteoritos impactando contra la
Tierra, el planeta partiéndose en dos, degradación medioambiental, desastres
ecológicos, muertos bañados en sangre que están esparcidos por la tierra, y
supervivientes rogando al abducido por ayuda. También pueden mostrar imágenes
de Jesús, María, y otras figuras religiosas. Dichas imágenes son tan vívidas en
su efecto sobre los abducidos que éstos piensan que esos sucesos realmente
ocurrieron o que realmente vieron a esas figuras religiosas. Esto puede ser un
problema, especialmente cuando el investigador no está familiarizado con estos
procedimientos de visualización y no se logran identificar estos ‘recuerdos
incrustados’.
De este modo, Betty Andreasson relata, en el
vanguardista libro de Ray Fowler ‘The Andreasson Affair’, una situación en la
cual ella vio un ave similar a un Fénix emergiendo de las cenizas. Fue real
para ella, y así lo hizo saber. Yo he tenido personas que recuerdan figuras que
se parecían a Abraham Lincoln, con su sombrero de copa, ángeles, demonios, etc.
Recuerdos que surgen durante la hipnosis
La fiabilidad de traer a la memoria recuerdos
durante hipnosis no depende del sujeto, sino del hipnotizador. Usada de manera
inapropiada, la hipnosis puede conducir a confusión, canalización, y falsos
recuerdos. Desafortunadamente, hay consenso a la hora de afirmar que se hace un
uso inapropiado de la hipnosis en la investigación de las abducciones. Y cuando
los sucesos de abducción son traídos al consciente por un investigador que
tiene poca experiencia o está instruyéndose en técnicas de hipnosis, en ambos
casos, el paciente y el terapeuta pueden caer en el error de dar por buenos los
falsos recuerdos que nunca acontecieron.
Influyendo al testigo
Los escépticos del fenómeno de las abducciones a
menudo acusan a los investigadores que hacen uso de la hipnosis de influir a la
persona en la creencia de que, en efecto, ha sido abducida. Los críticos dicen
que los factores culturales o psicológicos empujan a la persona a buscar a un
hipnotizador que tenga un interés -emocional o intelectual- en considerar al
paciente como un abducido. El sujeto acude al terapeuta y se establece una
fuerza o presión que conduce a hablar sobre abducciones. Y a través de sutiles
indicaciones y preguntas directas, el hipnotizador presiona al paciente a
‘recordar’ todo un inventado relato de abducción.
Esa influencia es un serio problema en la
investigación del fenómeno, aunque no en la forma en que los críticos la
consideran. Cuando un hipnotizador, inexperto o ingenuo, escucha la historia de
un abducido, a menudo no reconoce fantasías y falsos recuerdos, ni recuerdos
inculcados por los alienígenas. El resultado es que el paciente conduce al
terapeuta a creer en algo que no ha ocurrido.
Un ejemplo: Supongamos que un abducido viene a mí
para hablar sobre sus supuestas experiencias de abducción, y que bajo hipnosis
me cuenta que estando a bordo de un ovni se sentó en el suelo y participó con
los alienígenas en un juego de mesa bastante parecido al Monopoly, pero con
nombres de calles realmente extraños. Si yo le preguntase por el nombre de
tales calles correría el riesgo de llevar a cabo una inadecuada influencia
sobre el paciente. En mis más de once años de investigación en el terreno de
las abducciones jamás he escuchado a nadie (abducido) que hubiese estado
jugando a juegos de mesa, y debo estar seguro de que el hecho ha sucedido tal
como ha sido descrito, antes de ahondar en él.
Dado que sé que la persona creará experiencias imaginarias,
especialmente en las primeras sesiones hipnóticas, sospecharía inmediatamente,
en este caso, que se estaba fabulando, si bien siempre debo tener presente que
es posible que los alienígenas hayan estado jugando al Monopoly con el
abducido... Yo probaría a explorar para así determinar lo que quiera que ese
suceso fue realmente. Observaría las contradicciones o inconsistencias yendo
sobre el incidente desde diferentes perspectivas de tiempo, realizando
preguntas que conduzcan al abducido hacia delante y hacia atrás en el tiempo.
Le pediría que describa la secuencia de sucesos –segundo a segundo- buscando
leves incoherencias en su versión de los hechos. Le preguntaría si los
alienígenas estaban de pie o sentados, hacia dónde estaban mirando y exactamente
el qué miraban. En otras palabras, buscaría los procedimientos de visualización
del alien, que pudieron haber infundido esta imagen en la mente del abducido,
haciéndole creer que realmente jugó a este juego (el Monopoly, como mero
ejemplo práctico y poco probable) cuando, en realidad, no lo jugó. Si el
abducido fuera inconsistente en sus respuestas, yo consideraría su suceso de
abducción con escepticismo. Si el abducido sostiene su historia, como mínimo,
pondría el relato ‘en cuarentena’, a la espera de que otro abducido confirme
–de forma independiente- una experiencia similar.
En contraste a la metodología que acabo de
describir, el ingenuo hipnotizador, inconsciente de que está siendo engañado,
escucha la historia sobre el Monopoly y pregunta: ‘¿cuáles eran los nombres de
las calles (del juego de mesa)?’. Esta pregunta, sutilmente aceptada por el
terapeuta de la hipnosis, sirve para reforzar el convencimiento del paciente,
de que su (fantasiosa) experiencia ha sido real. De ese modo, al abducido se le
fomenta a fantasear. Una inconsciente y sutil forma de disociación toma forma,
y el abducido comienza a ‘recordar’ más sucesos de los que ha imaginado. (Este
estado mental es semejante al de las ‘canalizaciones’, a través del cual una
persona, en un estado alterado de conciencia, cree que está recibiendo
comunicación por parte de un espíritu invisible, o una entidad que responde a
preguntas o imparte enseñanzas.) El abducido –inconscientemente- ha inducido al
terapeuta a cometer un error, y éste (el terapeuta) actúa, inconscientemente,
del mismo modo, llevando a error al paciente. Ambos están manufacturando un
relato que podría tener una porción de verdad, pero que es fantasía en su mayor
parte.
(2)Información sobre este caso lo encontramos en el siguiente artículo:
‘Polémica mundial sobre las terapias regresivas’
(3)El Profesor Corrado Malanga da una explicación al
súbito sueño padecido por los abducidos. Fue respondiendo a una consulta
(Conferencia ‘Un portal entre pasado, presente y futuro’) sobre estelas
químicas (chemtrails). Aunque los chemtrails no son su campo de trabajo, allí
mencionó un análisis químico de muestras recogidas en terreno, tras una
fumigación, que revelaba una composición de bario, aluminio y cristales de
cuarzo. Y añadió que algunos de esos componentes producen, mediante pulsaciones
del campo magnético, una alteración (de naturaleza piezoeléctrica) sobre
algunos de los cristales existentes en la glándula pineal. Sugirió, entonces,
que esa alteración podría ser el objetivo de las fumigaciones.
Después de todo, la pineal es considerada vital, no
sólo a niveles del sistema endocrino y sus funciones, sino, en última
instancia, por su relación con los procesos de conciencia, siendo esta
minúscula glándula una suerte de enlace con el cosmos espiritual (nuestra
conciencia, a la que en mis trabajos he denominado, simbólicamente, nuestro ‘80
%’).
Dentro de este marco, Malanga formula las siguientes
preguntas: ¿No será que los elementos que son introducidos en el ambiente son
componentes que distraen la glándula pineal cuando realiza cierto tipo de
función? ¿Esparcir esas sustancias (micro-cristales que interactúan
piezoeléctricamente con los mismos tipos de cristales existentes dentro de la
glándula pineal), es un obstáculo creado para dificultar la toma de conciencia
(80 %)?
De hecho, afirma, los implantes alienígenas que se
colocan cerca de la glándula pineal, introduciéndolos por las fosas nasales
(generalmente, la derecha) y rompiendo el hueso esfenoides, tendrían como
propósito intervenir magnéticamente sobre la glándula pineal y,
consecuentemente, alterar la secreción de melatonina, pues esta hormona induce
al sueño. Sueño que reduce las defensas conscientes en nuestra mente, y que
facilita la intervención del alienígena sobre la parte anímica, la codiciada
alma del abducido…
(4)‘Recuerdos encubridores’, en inglés ‘screen
memories’, es una expresión propia de psicología, y hace referencia a un falso
recuerdo que, inconscientemente, construye una víctima para evitar reconocer el
verdadero recuerdo que causó un trauma.
MÁS INFORMACIÓN:
MÁS INFORMACIÓN:
Los niños de la Matrix (2001), obra de David Icke,
menciona a la Fundación del Síndrome de Falso Recuerdo (FMSF):
Páginas 248-249:
‘Las personas sometidas al trauma causado por
control mental sufren lo que se denomina Desorden de Personalidad Múltiple
(MPD) o Trastorno de Identidad Disociativa (DID). Algunas están ahora empezando
a recuperar recuerdos de sus traumas e implicaciones en los proyectos
Illuminati, así como de quiénes están detrás de estos proyectos. Con cierta
consistencia, algunos nombres muy famosos están saliendo a la luz: George Bush,
Henry Kissinger, Dick Cheney, Al Gore, la familia real británica, los
Rothchild, los Rockefeller, y una larga lista de otros más que ha documentado
en mis libros. Es por esto que la Fundación del Síndrome de Falso Recuerdo
(FMSF) fue creada a toda prisa, con el fin de desacreditar los recuerdos que
esas víctimas están teniendo esas víctimas. Se trata de un encubrimiento
gigantesco, el cual, como es habitual, los medios de comunicación se lo han
tragado de cabo a rabo.
Aducir que la víctima está sufriendo de ‘falsos
recuerdos’ es ahora la más sencilla forma de que aquellos que son acusados de
abusar de los niños se libren de los tribunales, y los medios de comunicación
informan sobre esos casos mostrando a los acusados como las verdaderas
víctimas.
¿Son algunas personas acusadas falsa y
maliciosamente? Sí, y por supuesto que eso siempre puede ocurrir, pero la
mayoría de esos casos son inciertos. De ninguna manera. Simplemente, mirad a
algunas de las personas que están detrás de la creación de la Fundación del
Síndrome de Falso Recuerdo (FMSF). Los más destacados:
*Ralph Underwager, psicólogo y ministro luterano, de
Minnesota, y su esposa, Hollida Wakefield. Underwager ha sido citado como un
‘experto’ (ante los tribunales) en casos de abusos infantiles. Esta es la misma
pareja que fue entrevistada en la edición de invierno de 1993 de la revista
‘Paedika’ (publicación danesa de naturaleza pedófila), apoyando la pedofilia!
(véase aquí más información)
*Pamela y Peter Freyd, también involucrados en la
creación de la FMSF, quienes se presentaron a sí mismos como padres falsamente
acusados. Su hija, Jennifer Freyd es ahora profesora de psicología en la
Universidad de Oregón. Jennifer es categórica y firme acerca de la veracidad de
las acusaciones que vertió sobre sus padres, y ha hablado contra las motivaciones
y métodos de la FMSF.
*Shirley y Paul Eberle son otros dos ‘expertos’ que
han dedicado su tiempo a echar basura (en nombre de la FMSF) sobre las
alegaciones de abuso infantil, recuperación de recuerdos y satanismo. Han
escrito ‘The Politics of Child Abuse’, un libro que acusa a madres,
profesionales de la salud mental y fiscales, de alimentar las historias de
abusos sexuales infantiles. Desde entonces han sido considerados ‘expertos’ en
procesos de abusos, aunque en lo que realmente parecen ser expertos es en poner
en marcha magazines pornográficos, y contribuir a ellos. Los Eberle editan en
California un magazine de sexo no explícito (soft-core) llamado ‘L.A. Star’, en
el cual se promociona el libro del que son autores. En la década de los setenta
también estaban involucrados en pornografía, mediante una revista llamada
‘Finger’. (…) Donald Smith, un sargento que trabaja en la sección de
‘obscenidad’ del Departamento de Policía de Los Angeles, los siguió durante un
par de años. La Policía nunca fue capaz de acusarlos de pornografía infantil,
pero Smith afirma: ‘Había un montón de fotografías de personas que parecían ser
menores de edad, pero nunca pudimos probarlo’. (…) Sí, la Fundación del
Síndrome de Falso Recuerdo (FMSF) es, ciertamente, una institución de confianza
que se preocupa de corazón por los intereses de la infancia. ¿Algún periodista
está leyendo esto?’
Página 286:
‘Los pedófilos poseídos. (…) Al final, la gente está
empezando, muy lentamente, a apreciar algo de la magnitud que alcanza la
pedofilia y los abusos infantiles, aunque la Fundación del Síndrome de Falso
Recuerdo (FMSF) esté tratando –desesperadamente- de mantenerlo oculto.’
Página 302:
‘Uno de los casos más famosos sucedió en la
Guardería McMartin en Los Angeles, donde 369 niños dijeron haber sufrido abusos
sexuales. La Fundación del Síndrome de Falso Recuerdo (FMSF) ha estado trabajando
extremadamente duro para convencer a la gente de que esas historias no son sino
fantasías. Los niños hablaron de matanzas de animales y otros rituales. También
describieron cómo fueron encerrados en la oscuridad y llevados a diferentes
lugares, donde se abusaba de ellos”.
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