viernes, 6 de mayo de 2016

CONCIENCIA: Conocer es proteger (y II)


(Originalmente publicado en julio de 2012)

Finalicé mi anterior post con la afirmación de que el dogma de fe destruye al hombre, asemejándolo en devastación a una institución religiosa -amante del poder como pocas- con cuartel general en el Vaticano, que se permite el lujo de oponerse –¡en el nombre de Dios!- a la conciencia individual de sus creyentes y de los que no son.
Los dogmas de fe son proposiciones, creencias o doctrinas que son admitidas como verdades que no admiten dudas. Se comprenderá que su uso no se reserva exclusivamente al ámbito religioso, sino que nuestra sociedad está, ciertamente, levantada sobre un numeroso conjunto de dogmas de fe. Es posible que uno de los principales sea aquel que afirma que quienes realizan una función pública lo hacen teniendo como objetivo satisfacer los intereses de la ciudadanía. Los hechos afirman lo contrario; diariamente nos levantamos con un nuevo escándalo de caciquismo político, componendas entre partidos e instituciones, uso desmedido de la fuerza policial, etc.
Pues bien, el problema reside (y no estoy descubriendo la pólvora) en que lo que los hechos afirman, desmintiendo que la función pública esté al servicio del interés general del ciudadano, no es nada nuevo. Ninguna sociedad se pudre en el transcurso de una madrugada. Lo único que es nuevo y reciente es el progresivo hartazgo general, que se ha ido produciendo a medida que los diferentes sectores de la población se han visto directamente afectados. Lamentablemente sólo reaccionamos cuando somos directamente violentados por el poder.
(Recomiendo, si se me permite, que sustituyamos la palabra ‘poder’ por una expresión más real y completa que no excluya la naturaleza perversa que se concentra en ese concepto. Al igual que una guerra sigue siendo una guerra aunque se la llame ‘acción humanitaria’, y un rescate no deja de serlo por más que se lo denomine ‘crédito en condiciones ventajosas’, el ejercicio del poder casi nunca ha estado desligado de los exclusivos intereses de quienes lo ejercen, o de sus socios. Llamemos a las cosas por su nombre, sin ajustarnos a la destructiva tendencia de economizar o maquillar palabras para, así, prostituir el lenguaje a conveniencia de los intereses de los criminales que se apropian de él. El poder -en tanto que está en manos de intereses reducidos, ocultos, antisociales- esconde una maquinaria que expolia la soberanía y genera sufrimiento perpetuo y, por ende, es psicopático.)
El que –como sociedad- no hayamos logrado –aún- dar una respuesta conjunta a las barbaridades cometidas por quienes destruyen sin pudor, es algo comprensible. No es novedoso que el hombre mira por sí mismo antes que por lo ajeno. Pero no ha de sorprendernos que ese sea, precisamente, el talón de Aquiles que –como especie- nos conduzca a la desaparición. El fracaso social llega cuando, borrachos de licores envenenados, abandonamos nuestra responsabilidad de velar por un mínimo clima de dignidad que evite el asentamiento de sujetos perversos en sillones de representación, sean estos públicos o privados.
Cuando una empresa no recibe el claro mensaje de sus consumidores –mediante el boicot-, de que su política productiva se ha de ceñir al respeto a la dignidad humana, la empresa se convierte en un destructivo engendro difícil de controlar. Un monstruo que se hace corporación, y teje, teje…
Cuando los líderes religiosos y políticos observan que sus mentiras son compradas una y otra vez por la ciudadanía, éstos (los líderes) toman nota, advierten la indolencia reinante y tejen, tejen, tejen… Y tejiendo se pudre el barril que contiene las manzanas.

LA TELARAÑA Y NUESTRA CEGUERA ANTE ELLA

La telaraña lo cubre todo. Y si no es total, poco le queda para que lo sea.
La telaraña dinamitó la cohesión social (y su conciencia) hace ya mucho tiempo, y hoy nos observamos unos a otros, disgregados. La destrucción nos va a lastimar a todos, pero sólo reaccionaremos cuando nos toque de forma directa y brutal. Se trata de una respuesta –nada humana- de la que no hemos de responsabilizar a nadie excepto a nosotros mismos. La desprotección a la que estamos sometidos ha sido causada por nosotros. Si hubiésemos actuado conforme a nuestra naturaleza humana, con espíritu de manada, quienes pervierten la plaza compartida por todos habrían quedado fuera.
Por el contrario, como mulas ensimismadas en morder la zanahoria, hemos dejado hacer a quienes -disfrazados de gente responsable- han acabado mimetizándose con el Sistema, mamando de sus tetas hasta tal punto que cuando se les reclama un poco de disimulo en su desvergüenza todavía se hacen los ofendidos, se encaran y tratan de hacer sentir culpa a los reclamantes.
Alfredo Oliva nos explica en qué consiste la ‘Desconexión Moral’ que rige en las capas altas de nuestra sociedad.
Cierto que las circunstancias que nos han afectado hasta disgregarnos socialmente provienen del Sistema Psicopático, pero sería esperable –dentro de la madurez que se nos exige para afrontar este episodio- que asumiésemos nuestra responsabilidad en dejarnos afectar. No hay otro modo efectivo para afrontar un problema de este calibre que aceptar la responsabilidad que en él tenemos. De otro modo, no sabiendo identificar correctamente las causas, daremos palos de ciego y no podremos intervenir con efectividad en su resolución.
Llevamos inmersos en un proceso de deshumanización tan largo y exitoso que hemos acabado por disolver las fronteras entre el nosotros (masa social) y el ellos, quienes dicen ‘representarnos’, tanto en términos políticos como militares, deportivos, económicos, culturales y hasta religiosos. Olvidamos que una bandera apelando al Imperio en el que no se pone el sol no es nosotros; tampoco lo es una millonaria selección deportiva, ni un ejercito en Afganistán, ni una monarquía corrupta. Los intereses de cada una de esas pequeñas o grandes construcciones simbólicas y/o reales, tienen sus propios intereses.
Cuando una de ellas -por ejemplo, la militar, por poner un caso muy clarificador- es parte integrante de una acción bélica –auspiciada por el Imperio- en las lejanas tierras lejanas, sólo aportamos dos cosas: los verdugos y las posibles víctimas. Lo primero, por ejercer como accesorio del brutal brazo imperial contra un pueblo que no es enemigo del nosotros; lo segundo, porque, en muchos casos, ese pueblo devuelve al soldado -participante en una guerra que no es la suya- convertido en un cadáver.
Es nuestra ignorancia, a la hora de creernos los dogmas de fe difundidos por alguna de las cabezas del Sistema Psicopático la que nos hace ser participativamente cómplices en las empresas que siempre, siempre, benefician a una minoría que no es el nosotros.
Y así, nos levantamos una mañana dando por bueno que un gobierno haga exactamente lo contrario de lo que prometió.
Es la guinda del pastel, pues los síntomas estaban ahí desde hace mucho, aunque no los habíamos advertido como tales.
Es ahora cuando –en términos generales- nos escandaliza que el gobierno de turno indulte a cargos públicos corruptosbanqueros delincuentesmossos que torturan y militares mentirosos.
No me extenderé en la casuística, que es muy amplia y se engorda cada nuevo día.
Los hechos están ahí, y si hemos llegado a este punto crítico es por no haber logrado traducir sociedad de bienestar en sociedad culturizada. Una cultura, la que reivindico en estas líneas, que es el único antídoto que conozco frente al desenfreno que llevan a cabo aquellos que conducen el tren en el que no se es nunca neutral.
Una cultura emancipadora que –obvia y definitivamente- no será servida por unos medios de comunicación aburdelados con el poder (en los términos antes matizados) de toda la vida de dios. Emancipadora porque nos ha de enseñar a ser responsables en todos los sentidos, a fin de que –si salimos de esta- no volvamos a ser drogodependientes de tutores que acaban siendo nuestro mayor enemigo. El enemigo en casa.

¿PROPUESTAS PARA SALIR DEL CALLEJÓN?

Durante el último año he podido compartir algunos momentos con gente del movimiento 15M. Recientemente, me he acercado a los estudiantes que permanecen encerrados en la ULPGC desde hace dos meses. En ambos casos, más allá de las benéficas consecuencias que su influencia ha traído a parte de la dormida sociedad española, mi experiencia ha sido bastante decepcionante. Sin entrar en detalles, sólo mencionaré un episodio, para mí muy sintomático, de cómo están las cosas.
Sólo unos días después de los últimos recortes aprobados por el Gobierno Rajoy, en una asamblea que reunía a universitarios y docentes, en la búsqueda de propuestas para hacer oír su voz y forzar el freno de las medidas a adoptar en el ámbito universitario, un profesor tomó la palabra y propuso que el método más adecuado para ello era convocar una asentada –cacerolada incluida- frente al despacho del rector, con la intención de ser recibidos. Añadió el profesor que sería muy oportuno que cada uno de los manifestantes llevase un huevo (no sé si cocido), a modo de símbolo. (Por favor, no me preguntéis como símbolo de qué, pues lo desconozco.)
Viendo que cacerolada y huevos era lo más inteligente que se proponía en aquel foro, decidí no volver por allí.
Habrá quien piense que en vez de censurar los métodos allí propuestos (cortar el tráfico por el paso de peatones, hacer caceroladas, portar huevos, etc), debiera dedicarme a exponer actuaciones más efectivas. Y la verdad es que no se me ocurre nada mejor que trabajar a largo plazo, sin precipitaciones, con el objetivo nada fácil de reconstruir lo roto: el tejido social que permita, por su propia extensión y peso, hacer frente no a unas medidas económicas que no hay posibilidad de evitarlas ya, sino a lo que esas medidas irán trayendo a medio y largo plazo. Y eso sólo se puede lograr cuando se consiga que cada vez más gente sea capaz de ver y comprender que los recortes económicos son la punta del iceberg de un plan más vasto. Y que, entretanto, las libertades siguen mutilándose legalmente.
Trabajar en romper la apatía de quienes, siendo parte afectada, aún no lo saben. Trabajar por salvaguardar lo común antes de que el clima social se enrarezca tanto que quienes no se hayan posicionado contra el poder psicopático acaben, con su miedo, decantándose por el orden impuesto desde la perversidad.

SÍ, HAY QUIENES AÚN ESTÁN EN LA PARRA. MICROCLIMAS.

Conozco personas que todavía piensan que estamos padeciendo un bache pasajero. Y luego está el Klan de la Nueva Era.
Los creyentes socialistas seguro que creen que su Mesías, de lograr ganar las próximas elecciones en España, sacarán al país del atolladero. Otra cosa será lo que crea el Mesías.
Los creyentes populares seguro que creen que las medidas adoptadas por el actual Mesías, aunque duras, darán resultado. Otra cosa será lo que crea el Mesías Rajoy.
Los creyentes en Rouco Varela / Benedicto’16 / Dios Vaticano seguro que creen que, dios mediante, si la población se sometiera más y con mayor docilidad a los dictados bíblicos, otro gallo nos cantaría y la crisis (estafa) se disolvería.
Los creyentes en la Nueva Era creen, porque así lo han expresado sus gurús, que tras los tiempos actuales llegará la panacea bendita. Si la Federación Galáctica pone su mano (que la pondrá…) y los ‘invertidos’ dejan de serlo, de aquí al año 2013 estos asuntos tan dramáticos que vive el mundo habrán dado paso a una era de prosperidad, viajes galácticos y energía libre.
Seguro que en otros muchos ámbitos sociales con un marcado carácter identitario, como en los cuatro casos que acabo de exponer, las causas de lo que estamos viviendo son explicadas en términos del propio interés, digamos, corporativo. Los sesgos cognitivos hacen de las suyas y la problemática esencial no es reconocida. La fuerza que las creencias ambientales ejercen sobre los colectivos es tremenda, dando paso a una distorsión de la realidad que impide ver las verdaderas circunstancias que están aconteciendo y, consecuentemente, la solución a aplicar está –del mismo modo- distorsionada.
Los ‘microclimas’ culturales son fecundos en aquellos dogmas de fe a los que me referí con anterioridad.
Una víctima –abusada sexualmente de forma sistemática desde los diez años- de un psicópata (Fernando Torres Baena) llegó a entender que aquellas relaciones sexuales a las que era sometida eran tan normales como desayunar cada mañana. Baena era considerado ‘Dios’ por todas sus víctimas.
Se trata de un ejemplo extremo que ha sucedido en España. Pero nos es útil para comprender cómo las circunstancias externas, en determinadas condiciones, pueden convertir en natural y normal lo que son actos monstruosos.

‘La postura tradicional (en las culturas que destacan el individualismo) es buscar las explicaciones de la patología o del heroísmo en el interior de la persona. La psiquiatría tiene una orientación disposicional. Lo mismo ocurre con la psicología clínica y con la psicología de la evaluación y la personalidad. La mayoría de nuestras instituciones se fundan en esta perspectiva, incluyendo el derecho, la medicina y la religión. Presuponen que la culpabilidad, la enfermedad y el pecado se hallan en el interior del culpable, del enfermo, del pecador. Intentan entender planteando preguntas sobre el “quién”: ¿Quién es el responsable? ¿Quién lo ha causado? ¿De quién es la culpa? ¿De quién el mérito?
Los psicólogos sociales (como yo mismo) nos inclinamos a evitar el criterio disposicional cuando intentamos entender las causas de una conducta inusual. Preferimos iniciar nuestra búsqueda de significado planteando preguntas sobre el “qué”: ¿Qué circunstancias pueden generar una conducta? ¿Qué aspecto tiene la situación desde el punto de vista de quienes se encuentran en ella? Los psicólogos sociales nos preguntamos en qué medida los actos de una persona se pueden deber a factores externos a ella, a variables situacionales y a procesos propios de un entorno o un marco dado.
La diferencia entre el enfoque disposicional y el enfoque situacional es parecida a la que hay entre la medicina clínica y la salud pública. La medicina clínica intenta hallar el origen de la enfermedad o la discapacidad en el interior de la persona afectada. En cambio, la salud pública presupone que los vectores de la enfermedad están en el entorno y crean las condiciones’.
(Philip Zimbardo, El Efecto Lucifer, p. 29)

¿Crees, amable lector, que la exposición de un caso dramáticamente extremo como el de una de las víctimas de Fernando Torres Baena, no es fácilmente reproducible en un contexto mucho más amplio?
El Sistema Psicopático no se establece de un día para otro. La perversión padecida por las víctimas de Torres Baena no difiere de la que, en un grado menos desarrollado aún, se está aplicando en los demás espacios de nuestra sociedad. Todos, absolutamente todos, conocemos casos de evidente distorsión de la realidad que ya muestran graves síntomas que, de no atajarse, acabarán produciendo un enorme daño moral y, por qué no, posiblemente incluso físico.
¿Cuándo ha de ser motivo de preocupación? Entiendo que desde que haya una sola víctima, debe alarmarnos. Pero sólo seremos capaces de percibir la existencia de la víctima cuando afinemos nuestra identificación de las claves que indiquen abuso moral. Habrá quien, como Philip Zimbardo, conciba la maldad como obrar deliberadamente de una forma que dañe, maltrate, humille, deshumanice o destruya a personas inocentes, o en hacer uso de la propia autoridad y del poder sistémico para alentar o permitir que otros obren así en nuestro nombre. Habrá quien todavía minusvalore el daño moral –incluso tras haberlo padecido.
Por propia experiencia, entiendo que la tarea de identificar y hacer frente a lo que Zimbardo denomina ‘vectores de la enfermedad’, no es sencilla en absoluto.
Uno de los casos directos que más que útiles me han sido en la comprensión de esto ha sido –precisamente- lo experimentado durante el –llamémoslo así- Caso Rafael López Guerrero (RLG).

UN CASO PARADIGMÁTICO Y OTRO TERRORÍFICO

Los artículos que he publicado sobre RLG acabaron siendo casi cien, abarcando desde agosto de 2011 hasta abril del presente año; diez meses de intenso, provechoso y fructífero trabajo que dieron como resultado un decreto de la Fiscalía de Madrid, firmado por el Fiscal Jefe, Sr. D. Eduardo Esteban Rincón, quien afirma que Rafael es ‘autor de una falsificación de documento privado al haber facilitado su nombre para extender el documento’. Se refiere el Fiscal a los diplomas de Buxton University y Canterbury University que el farsante compró en un mercadillo virtual. El Decreto concluía con una sentencia lapidaria: ‘Se trata de una conducta absolutamente reprochable e inmoral’.
No obstante, hasta que la voz de Fiscalía se hizo escuchar –durante los diez meses anteriores- numerosas pruebas y testimonios sobre la naturaleza psicopática de RLG fueron expuestos en este blog. Se demostró en incontables ocasiones (más allá de que se pudiera dudar de RLG como sujeto psicópata) que la mentira era su modus vivendi, y que las víctimas de daño moral y económico dejadas en el camino fueron numerosas.
El Caso RLG es universal, un guión adaptable a cualquier otro contexto; no os quedéis con el marco (Nueva Era), sino con el paisaje común que está pintado sobre el lienzo.
Porque el paisaje es semejante a una familia que hace piña para defender irracionalmente la inocencia de uno de sus miembros; aunque las pruebas demuestren todo lo contrario.
El paisaje es semejante a una comunidad religiosa que se blinda cuando el dedo acusador –sostenido por las pruebas- apunta al líder. El fervor con el que los católicos defienden a su pontífice es el mismo que construyó la defensa de López Guerrero por parte de sus seguidores, convertidos en cómplices de sus fechorías.
Por tratarse, pues, de un movimiento que alardea de ser alternativa de futuro para el viejo paradigma en el que estamos sumergidos, la Nueva Era que salvajemente ha defendido a RLG es –en términos morales- doblemente culpable
No se puede tener en los labios –de forma sistemática- la palabra ‘amor’, y –al mismo tiempo- hacer oídos sordos a las víctimas de un conflicto, protegiendo al verdugo.
La devoción vehemente, la agresiva defensa que ha obtenido por parte de sus seguidores, no se distingue de la que nace de los fanáticos admiradores de una estrella del pop, o los incondicionales partidarios de un sanguinario dictador. Unos y otros coinciden en un mismo punto, su trágica incapacidad para afrontar la realidad: Han sido engañados. La apariencia, y su propia e individual necesidad de creer en un fulano, son las que los han embaucado.
Esa ceguera generada por el Sistema Psicopático es la que deriva, dentro y fuera de la Nueva Era, en la creación de monstruos terribles.
Afortunadamente, parece que RLG, después de un ascenso que prometía ser imparable, acabó siendo frenado. Pero no nos llamemos a engaño: temporalmente frenado. La franja social que se vio afectada por él no ha aprendido la lección, y tanto el propio RLG como cualquier otro sujeto con las mismas características podrían seguir explotando su ignorancia. De hecho, lo hacen.
Lo cierto es que, el Caso RLG es –hoy por hoy- la historia de un psicópata al que se he logrado frenar en una fase temprana. Con todo esto, sigo preguntándome:
¿Qué más circunstancias -a pequeña y gran escala- precisamos para reaccionar permanente, comprometida e inteligentemente contra el ambiente psicopático?
¿Será necesario que el clima social se deteriore mucho más, jugando en nuestra contra, para advertir que, si bien no veremos (espero) antorchas y esvásticas por las calles, lo que tanto debemos temer YA ESTÁ AQUÍ?

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