jueves, 8 de agosto de 2019

"Secuestros Alienígenas", por Dr. John Mack (II)

Secuestros Alienígenas
Encuentros humanos con alienígenas
(1994)

-Abduction –
Human Encounters With Aliens

EXTRACTOS
(Tomados y traducidos por Tavo de Armas)

Secuestrados por alienígenas
¿Quiénes son las víctimas?
(Páginas 4-7)

Ninguno de los esfuerzos por describir a los secuestrados como un grupo ha prosperado. Parecen provenir, como al azar, de todas las parte de la sociedad (Bullard 1987; Hopkins 1981, 1987; Jacobs 1992, pp.327-28). Mi propia muestra incluye a estudiantes, amas de casa, secretarias, escritores, gente de los negocios, profesionales de la industria de los computadores, músicos, psicólogos, un recepcionista de night-club, un guardia de prisión, un terapeuta de acupuntura, trabajador social y operario de gasolinera.

Al principio pensé que predominaba la clase trabajadora, pero esa presunción surge como un prejuicio relacionado al hecho de que aquellas personas con una posición social y económica más baja en la sociedad parecen menos reacias a dar un paso al frente y contarlo. Por el contrario, los secuestrados con una posición profesional y política más prominente temen revelarlo públicamente, por miedo a ser humillados, rechazados o a que su posición se vea amenazada. Uno de los hombres a los que atendí en mi consulta me dejó una nota con un teléfono y código postal de una ciudad en la que no vive. No me confesó su verdadero nombre hasta que se hubo cierta confianza entre nosotros. Una famosa figura política que es bien conocida en los círculos OVNI por ser un testigo de secuestro, aplicó al máximo las habilidades de su profesión para evitar su identificación pública y consecuente vergüenza (Hopkins 1992).
Los esfuerzos por establecer un patrón de psicopatología además de perturbaciones asociadas con un evento traumático han sido infructuosos.
Los exámenes psicológicos de los secuestrados no han revelado evidencia alguna de perturbación mental o emocional que pudiera ser la causa de los relatos de sus experiencias. (Bloecher, Clamar, y Hopkins 1985; Parnell 1986; Parnell y Sprinkle 1990; Rodeghier, Goodpaster, y Blatterbauer 1991; Slater 1985; Spanos et al. 1993; Stone-Carmen 1995). Mis propias muestras demuestran un amplio rango de salud mental y adaptación emocional. Algunos experimentadores son individuos altamente eficientes que mayormente parecen necesitar apoyo para integrar sus experiencias de secuestro con el resto de su vida. Otros están al borde del agobio por el traumático impacto e implicaciones filosóficas de sus experiencias, y precisan muchísima terapia y apoyo emocional.
La administración de una completa batería de exámenes psicométricos es cara y una pérdida de tiempo. He comenzado teniendo 4 de mis casos testados por Doctores en Filosofía en Psicología. Un varón de 21 años, del que sabía que estaba lleno de problemas –uno de los dos de mis 70 casos que hubo de ser hospitalizado por razones psiquiátricas-, mostrando una compleja imagen de perturbación emocional y pensamiento angustioso en el que causa y efecto respecto a las experiencias de secuestro no pudieron resolverse. Los otros tres examinados en el rango normal sin que se le encontrasen obvia psicopatología. Los intentos por descubrir un tipo concreto de personalidad asociado con secuestros alienígenas tampoco han tenido éxito (Basterfield y Bartholomew 1988; Basterfield 1995; Mack 1995; Rodeghier, Goodpaster, y Blatterbauer 1991). El psicólogo Kenneth Ring ha propuesto la idea de una personalidad propensa al encuentro (con alienígenas) (Ring 1992; Ring y Rosing 1990), una tendencia de un sujeto que se ha visto afectado por experiencias anómalas y está más abierto a ellas en el futuro. Pero en esto, como en cualquier hipótesis concerniente a la personalidad de los secuestrados, es importante no olvidar que los encuentros pueden, en muchos casos, haber comenzado en la más temprana infancia, y que ya los niños tan pequeños como de dos años de edad han hablado sobre sus experiencias de secuestro. Yo tengo entre mis pacientes a dos chavales menores de tres años. Es virtualmente imposible dilucidar causa y efecto en la relación de las experiencias de secuestro y la construcción de la personalidad de la víctima.
Igualmente, no hay un patrón evidente en la estructura familiar y la interacción con casos de secuestro. Cuando comencé este trabajo estaba afectado al ver cuántos secuestrados provenían de hogares desestructurados o por la presencia de uno o más padres alcohólicos. Pero algunos de mis casos provienen de familias sanas. También parece existir un “pobre encaje” entre algunos sujetos secuestrados y sus padres, y un número de mis casos se queja de frialdad y carencias emocionales dentro de la familia (por ejemplo, Joe, capítulo 8). Algunos secuestrados afirman que un alienígena femenino les dijo que ella era su verdadera madre, y ellos incluso sintieron, de alguna forma confusa pero profunda, que esto era, en verdad, real, a saber, que ellos, los secuestrados, “no eran de aquí”, y que sus madres y padres humanos no eran sus verdaderos progenitores. (…)Parece, como en el caso de abusos sexuales, que en la experiencia de los secuestrados por los seres alienígenas, estos parecen interesados en la vulnerabilidad humana, y puede ser que jueguen alguna clase de sanación o rol fortalecedor. Es necesaria una prudente investigación que documente esta posibilidad.

Tengo la impresión de que los secuestrados como grupo, son individuos habitualmente abiertos e intuitivos, más tolerantes que lo normal del autoritarismo social, y más flexibles en la aceptación de la diversidad y las experiencias inusuales de otras personas (…) Mediciones sutiles, tales como exámenes de actitud receptiva, intuición y habilidad psíquica, que podría distinguir a los secuestrados como grupo frente a otro conjunto de no experimentadores (de secuestro), debe todavía ser desarrollado o aplicado en el campo de la investigación sobre secuestros. Una asociación con abusos sexuales también ha sido sugerida en la literatura sobre secuestros (Laibow 1989; Ring y Rosing 1990). Aquí, no obstante, demasiados errores vinculados al recuerdo incorrecto de experiencias traumáticas, o el reverso traumático de experiencias de primer grado (secuestro) abriendo la psique al recuerdo de traumas de otro tipo (abuso sexual), puede conducirnos a sobre-estresar falsamente la asociación entre ambos.
Por ejemplo, he trabajado con una paciente que acudió a un psicoterapeuta competente ante sus presuntos abusos sexuales y problemas relacionados con un incesto. Varias sesiones de hipnosis fallaron a la hora de revelar evidencias de tales sucesos. Sin embargo, durante una de sus sesiones con el psicoterapeuta ella recordó un ovni que había aterrizado cerca de su casa cuando tenía seis años, del cual salieron los típicos seres alienígenas que se la llevaron al interior de su nave. Por primera vez, la paciente experimentó fuertes emociones, especialmente miedo, en su hora de terapia.  El terapista que me derivó la paciente a mí me dijo que él no estaba directamente familiarizado con el fenómeno de los secuestros y no sospechaba que ella tuviera semejante historia. No hay un solo caso de secuestro en mi experiencia o en la de otros investigadores (por ejemplo, Jacobs 1992, p.285) en las que un secuestro alienígena enmascare una historia de abusos sexuales o alguna otra causa traumática. Pero lo contrario si ha sucedido frecuentemente: que una historia de secuestro alienígena haya acabado saliendo a la luz durante la investigación de casos de abusos sexuales u otros abusos traumáticos.
El abuso sexual parece ser uno de las formas de vulnerabilidad humana que, desde el punto de vista del secuestrado, ha conducido a los alienígenas a intervenir de manera protectora o sanadora. Una mujer de 35 años, por ejemplo, recuerda conscientemente estar siendo sexualmente abusada por su padre a la edad de 4 años, y luego llorando en el sótano. Ella me contó que varios seres alienígenas con los que estaba familiarizada –ella recordó encuentros en los que sólo tenía 14 meses- “me chequearon para ver si yo había sido lastimada”, encontraron ropa interior para ella (no las “correctas”) y “abrocharon mis sandalias”.
También ha habido intentos de identificar el fenómeno de los secuestros con abusos en rituales satánicos (Dean 1995; Wright 1993) y desórdenes de personalidad múltiple que, como en los abusos sexuales, se vinculan con traumas psicológicos en los que se emplea el mecanismo de disociación (Frankel 1993; Ganaway 1989; Spiegel y Carneda 1991). Pero es importante darse cuenta que la disociación es un medio a través del cual la personalidad se las ingenia para superar una experiencia traumática mediante la partición de uno mismo a fin de mantener emociones perturbadoras fuera de la conciencia, permitiendo así al resto de la psique que siga funcionando todo lo bien que le sea posible. “Disociación” per se no nos dice nada sobre el origen o el contenido de una experiencia perturbadora. Los secuestrados usarán la disociación como una forma de lidiar con las experiencias que les hacen sentirse amenazados, a saber, con el fin de mantener dichas experiencias fuera de la conciencia, y puede incluso ser un recurso de afrontamiento predominante entre los secuestrados (Jacobson 1995). Pero el hecho de que ellos empleen este mecanismo de defensa no nos está diciendo nada sobre la naturaleza original de la experiencia traumática.
A veces siento que en la profesión de la salud mental somos como generales que son acusados de siempre estar luchando la última guerra, invocando los diagnósticos y los mecanismos mentales con los cuales estamos familiarizados  cuando enfrentamos un nuevo y misterioso fenómeno, especialmente si se trata de uno que cuestiona nuestra forma de pensar.
Los primeros casos que se derivaron a mí en la primavera de 1990 confirmaron lo que ya habían descubierto Hopkins, David Jacobs, Leo Sprinkle, John Carpenter y otros pioneros, que estaban investigando el fenómeno de los secuestros. Esos pacientes informaron que habían sido llevados contra su voluntad por seres alienígenas, a veces a través de las paredes de sus casas, y sometidos a elaborados e intrusivos procedimientos que parecían tener un propósito reproductivo. En unos pocos casos, los secuestrados fueron, de hecho, observados por testigos independientes durante el tiempo en que se llevaba a cabo el secuestro. Esas personas no sufrían de ningún desorden psiquiátrico, excepto los efectos de una experiencia traumática, y expresaron con poderosa emoción lo que para ellos fueron experiencias totalmente reales.
Además, esas experiencias estaban, algunas veces, asociadas a avistamientos ovni por parte de amigos, miembros de familia y otras personas de su comunidad, incluyendo reporteros de medios de comunicación y periodistas, y frecuentemente dejaron marcas físicas en sus cuerpos, tales como cortes o pequeñas úlceras que tenderían a sanar rápidamente, no seguidas de un aparente patrón psicodinámico identificable como ocurre, por ejemplo, con los estigmas religiosos. En resumen, yo estaba lidiando con un fenómeno que sentía podría no ser explicado psiquiátricamente, además de ser simplemente imposible dentro del marco de referencia del punto de vista de la ciencia de Occidente.


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