domingo, 13 de octubre de 2019

Keel, alienígenas, sangre...


John A. Keel (1930-2009), periodista que centró su trabajoso en el terreno ufológico desde una perspectiva cercana a la de Jacques Vallée, sostiene que muchas de las mujeres que han sido protagonistas de un episodio de cercano avistamiento ovni, en el momento de los hechos vivían su período menstrual.
Vamos con un caso espeluznante que ocurre el 5 de marzo de 1967. Localización: West Virginia, EEUU.
Una unidad móvil de la Cruz Roja, conducida por el joven Beau Shertzer recorre la autopista número 2, junto al río Ohio, en dirección al centro de Cruz Roja en Huntington. En la ambulancia, abundante cantidad de sangre donada. Acompañando al conductor hay una joven enfermera.
Aquella noche lluviosa se observa un objeto volador de color rosado que aparece tras una colina. La chica gritó asustada al ver aquello, preguntándose qué era, y el conductor le respondió que no se quedarían allí para descubrirlo, acelerando. Pero el ovni se coloca sobre el techo del vehículo.
Acto seguido, la nave saca dos brazos mecánicos (así los denominaron los horrorizados testigos), con la intención, parece ser, de capturar la unidad móvil.
El conductor baja la ventana y observa que, en efecto, el objeto está sólo unos metros sobre el vehículo. ¡Está tratando de atraparnos!, grita la enfermera, mientras el conductor acelera. Sin embargo, el ovni permanece sobre ellos, y así continuó hasta que por enfrente se aproximaron otros vehículos. Sólo entonces, el ingenio volador abortó la operación y se marchó raudo. Los pobres chicos de la Cruz Roja fueron directos a la policía; allí contaron, histéricos, todo lo que les había pasado.
Este relato fue conocido en primera persona por Keel, quien opina que el fenómeno ovni es una mala interpretación de ese Sistema de Control que estamos tratando de conocer.
Y en su libro OVNIS: Operación Caballo de Troya(1970), añade: Si el fenómeno tiene unas discrepancias incorporadas, entonces nadie lo tomará en serio... una gran parte de los datos recibidos es amañada y deliberadamente falsa. Los testigos no son autores de estos fraudes, sino sencillamente sus víctimas.
Otra muestra que nos indica la naturaleza de los alienígenas, la tenemos en la prueba médica de la que fue objeto Betty Hill en su experiencia de abducción, año 1961, con la introducción de una aguja en el ombligo. No es un caso aislado. El Dr. Vallée señala como precedente una representación del siglo XV, aparecida en un calendario francés, en la que se ve a un grupo de demonios con enormes agujas en sus manos, pinchando a varias mujeres en la zona del vientre. También se pregunta horrorizado ¿qué tipo de médicos son (los supuestos extraterrestres) para traumatizar a cientos de pacientes con la única finalidad de tomar muestras de sangre y algunos embriones? Cualquier médico de hoy en día puede extraer un centímetro cúbico de sangre sin dejar cicatriz ni marca alguna. (…) Los ufonautas deberían regresar a la escuela de medicina.
En la obra de Vallée abundan los relatos que evidencian una indudable similitud entre los antiguos encuentros con criaturas no humanas (hadas, trolls, gnomos, demonios, etc) y los actuales episodios de contacto con seres supuestamente extraterrestres.
Hay experiencias simpáticas, como la vivida por Joe Simonton, cuando en 1961 fue visitado por unos seres de pequeña estatura que le ofrecieron galletas; ésta encajaría perfectamente en cualquier narración folclórica de la Europa de siglos pretéritos. Lo mismo puede decirse de lo vivido en 1964 por Gary T. Wilcox, cuando dos criaturas -según ellas provenientes de Marte- se le acercan solicitando un poco de abono. Conmovedor.
En el apartado de los raptos destaca el sufrido por José Antonio da Silva, un soldado de Bebedouro, estado de Minas Gerais, Brasil, en 1969. Secuestrado durante unos cuatro días por entes enanos, de apariencia ruda, con barba y largas trenzas, hasta que fue liberado a trescientos sesenta kilómetros de su lugar de origen.
Durante el cautiverio le ofrecieron ser su intermediario en la Tierra, a lo que da Silva se negó. Acto seguido se puso a rezar el rosario, lo que hizo enfurecer a las entidades, que le arrebataron el objeto. Entonces, el joven soldado tuvo la visión de un ser que identificó con Cristo (con la idea occidental que de él se tiene), pies descalzos y túnica, que le comunicó algunos mensajes. De nuevo, jugando con la curiosidad que rige los fenómenos religioso y ovni.
Resulta llamativo este último elemento del relato, nada anecdótico, que revela el contenido simbólico y psicológico de un episodio en el que se pueden ver las conexiones ovni-religión. Pareciera que, puesto que Antonio da Silva inicialmente no accede a ser un intermediario de sus secuestradores, estos se ven obligados a recrear una imagen religiosa que venza su negativa. Estamos, posiblemente, ante uno de los más representativos ejemplos de cómo el mito no es sino un artificio construido para jugar con nuestras emociones.
La experiencia vivida por da Silva demuestra la hostilidad que en ocasiones evidencia el fenómeno. Siglos atrás, los entes que secuestraron al soldado serían calificados como demonios.
La Europa medieval está llena de narraciones sobre súcubos (espíritu demoníaco, aparentemente femenino, que mantiene relaciones sexuales con un hombre), y otros entes oscuros, como los jinn. En realidad, parece que estamos hablando de varias denominaciones para un mismo tipo de ser, interesado en relacionarse con los humanos de una forma lucrativa.
Los demonios forman parte, no sólo de la cultura cristiana, sino de la cultura universal. Se les describe como incorpóreos aunque pueden tomar forma física, no necesariamente humana.
Sospecho que las claves del fenómeno no están en la apariencia que los alienígenas deciden mostrarnos, sino en el cuestionamiento de lo que nosotros hemos considerado la realidad.
A Charles Fort intrigaba si, acaso, una primera clase de ese ganado esclavo se encarga de dirigirnos de acuerdo a determinadas instrucciones recibidas, y nos encaminan hacia nuestra misteriosa función. Y sus palabras me recuerdan a los discretos y sumamente eficientes psicópatas integrados. Esas criaturas humanas que, sin embargo, ejercen como vampiros y torturadores de sus semejantes. Y son socialmente tolerados y hasta admirados. Parecen una primera clase de ganado, con capacidades para alterar la vida de sus víctimas, propiciando en su mundo, en su pequeño escenario, toda la suerte de desgracias que uno sospecha son el menú que alimenta a otras criaturas superiores: los alienígenas.
Dicho esto, la mente agitada sólo reposa en su conciencia; en la resistencia frente a la corriente de lodo que amenaza con arrasar todo a su paso.
Algunas reflexiones y una única salida: recuperemos nuestra soberanía, busquemos la conciencia, eduquémonos en la observación y miremos al mito de frente.
Y, cómo no, hagámonos bárbaros. Y construyamos sobre la base de que –en efecto- la realidad nos es desconocida, y que aquello que nos han vendido es un fraude que sólo interesa a unos pocos a los que, por cierto, no tenemos el gusto de conocer.

w Recomiendo las siguientes obras de Salvador Freixedo: La amenaza extraterrestre (1989), ¡Defendámonos de los dioses! (1984), La granja humana (1988).

w El episodio del ovni que trata de atrapar una unidad móvil de sangre de Cruz Roja, aparece en el libro de John A. Keel, The Mothman Prophecies (1975). También el dato aportado por Keel sobre las mujeres testigos del fenómeno, que tienen la menstruación cuando se produce el episodio. El caso de la Cruz Roja había sido publicado antes por el propio Keel, en julio-agosto de 1968 en el artículo West Virginia’s Enigmatic Bird, publicado en Flying Saucer Review nº 14.

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