John A. Keel (1930-2009), periodista
que centró su trabajoso en el terreno ufológico desde una perspectiva cercana a
la de Jacques Vallée, sostiene que muchas de las mujeres que han sido
protagonistas de un episodio de cercano avistamiento ovni, en el momento de los
hechos vivían su período menstrual.
Vamos con un caso
espeluznante que ocurre el 5 de marzo de 1967. Localización: West Virginia,
EEUU.
Una unidad móvil de la
Cruz Roja , conducida por el joven Beau
Shertzer recorre la autopista número 2, junto al río Ohio, en dirección al
centro de Cruz Roja en Huntington. En la ambulancia, abundante cantidad de
sangre donada. Acompañando al conductor hay una joven enfermera.
Aquella noche lluviosa se
observa un objeto volador de color rosado que aparece tras una colina. La chica
gritó asustada al ver aquello, preguntándose qué era, y el conductor le
respondió que no se quedarían allí para descubrirlo, acelerando. Pero el ovni
se coloca sobre el techo del vehículo.
Acto seguido, la nave saca dos brazos mecánicos (así los denominaron
los horrorizados testigos), con la intención, parece ser, de capturar la unidad
móvil.
El conductor baja la ventana
y observa que, en efecto, el objeto está sólo unos metros sobre el vehículo. ¡Está tratando de atraparnos!, grita la
enfermera, mientras el conductor acelera. Sin embargo, el ovni permanece sobre
ellos, y así continuó hasta que por enfrente se aproximaron otros vehículos.
Sólo entonces, el ingenio volador abortó la operación y se marchó raudo. Los
pobres chicos de la Cruz Roja
fueron directos a la policía; allí contaron, histéricos, todo lo que les había
pasado.
Este relato fue conocido en
primera persona por Keel, quien opina que el fenómeno ovni es una mala
interpretación de ese Sistema de Control
que estamos tratando de conocer.
Y en su libro OVNIS: Operación Caballo de Troya(1970), añade: Si el fenómeno tiene unas
discrepancias incorporadas, entonces nadie lo tomará en serio... una gran parte
de los datos recibidos es amañada y deliberadamente falsa. Los testigos no son
autores de estos fraudes, sino sencillamente sus víctimas.
Otra muestra que nos indica
la naturaleza de los alienígenas, la tenemos en la prueba médica de la que fue objeto Betty Hill en
su experiencia de abducción, año 1961, con la introducción de una aguja en el
ombligo. No es un caso aislado. El Dr. Vallée señala como precedente una
representación del siglo XV, aparecida en un calendario francés, en la que se
ve a un grupo de demonios con enormes agujas en sus manos, pinchando a varias
mujeres en la zona del vientre. También se pregunta horrorizado ¿qué tipo de médicos son (los supuestos
extraterrestres) para traumatizar a
cientos de pacientes con la única finalidad de tomar muestras de sangre y
algunos embriones? Cualquier médico de hoy en día puede extraer un centímetro
cúbico de sangre sin dejar cicatriz ni marca alguna. (…) Los ufonautas deberían
regresar a la escuela de medicina.
En la obra de Vallée abundan los relatos
que evidencian una indudable similitud entre los antiguos encuentros con
criaturas no humanas (hadas, trolls, gnomos, demonios, etc) y los actuales
episodios de contacto con seres supuestamente extraterrestres.
Hay experiencias simpáticas, como la
vivida por Joe Simonton, cuando en 1961 fue visitado por unos seres de pequeña
estatura que le ofrecieron galletas; ésta encajaría perfectamente en cualquier
narración folclórica de la
Europa de siglos pretéritos. Lo mismo puede decirse de lo
vivido en 1964 por Gary T. Wilcox, cuando dos criaturas -según ellas provenientes
de Marte- se le acercan solicitando un poco de abono. Conmovedor.
En el apartado de los raptos destaca el
sufrido por José Antonio da Silva, un soldado de Bebedouro, estado de Minas
Gerais, Brasil, en 1969. Secuestrado durante unos cuatro días por entes enanos,
de apariencia ruda, con barba y largas trenzas, hasta que fue liberado a
trescientos sesenta kilómetros de su lugar de origen.
Durante el cautiverio le ofrecieron ser
su intermediario en la Tierra ,
a lo que da Silva se negó. Acto seguido se puso a rezar el rosario, lo que hizo
enfurecer a las entidades, que le arrebataron el objeto. Entonces, el joven
soldado tuvo la visión de un ser que identificó con Cristo (con la idea
occidental que de él se tiene), pies descalzos y túnica, que le comunicó algunos
mensajes. De nuevo, jugando con la curiosidad que rige los fenómenos religioso
y ovni.
Resulta llamativo este último elemento
del relato, nada anecdótico, que revela el contenido simbólico y psicológico de
un episodio en el que se pueden ver las conexiones ovni-religión. Pareciera
que, puesto que Antonio da Silva inicialmente no accede a ser un intermediario
de sus secuestradores, estos se ven obligados a recrear una imagen religiosa
que venza su negativa. Estamos, posiblemente, ante uno de los más representativos
ejemplos de cómo el mito no es sino un artificio construido para jugar con
nuestras emociones.
La experiencia vivida por da Silva
demuestra la hostilidad que en ocasiones evidencia el fenómeno. Siglos atrás,
los entes que secuestraron al soldado serían calificados como demonios.
Los demonios forman parte, no sólo de la
cultura cristiana, sino de la cultura universal. Se les describe como
incorpóreos aunque pueden tomar forma física, no necesariamente humana.
Sospecho que las claves del fenómeno no están
en la apariencia que los alienígenas deciden mostrarnos, sino en el
cuestionamiento de lo que nosotros hemos considerado la realidad.
A Charles Fort intrigaba si,
acaso, una primera clase de ese
ganado esclavo se encarga de dirigirnos de acuerdo a determinadas instrucciones recibidas, y nos encaminan
hacia nuestra misteriosa función. Y sus palabras me recuerdan a los
discretos y sumamente eficientes psicópatas
integrados. Esas criaturas humanas que, sin embargo, ejercen como vampiros
y torturadores de sus semejantes. Y son socialmente tolerados y hasta
admirados. Parecen una primera clase de
ganado, con capacidades para alterar la vida de sus víctimas, propiciando
en su mundo, en su pequeño escenario,
toda la suerte de desgracias que uno sospecha son el menú que alimenta a otras
criaturas superiores: los alienígenas.
Dicho esto, la mente agitada
sólo reposa en su conciencia; en la resistencia frente a la corriente de lodo
que amenaza con arrasar todo a su paso.
Algunas reflexiones y una
única salida: recuperemos nuestra soberanía, busquemos la conciencia, eduquémonos
en la observación y miremos al mito de frente.
Y, cómo no, hagámonos
bárbaros. Y construyamos sobre la
base de que –en efecto- la realidad nos es desconocida, y que aquello que nos
han vendido es un fraude que sólo interesa a unos pocos a los que, por cierto,
no tenemos el gusto de conocer.
w Recomiendo las siguientes
obras de Salvador Freixedo: La amenaza
extraterrestre (1989), ¡Defendámonos
de los dioses! (1984), La granja
humana (1988).
w El episodio del ovni que
trata de atrapar una unidad móvil de sangre de Cruz Roja, aparece en el libro
de John A. Keel, The Mothman Prophecies
(1975). También el dato aportado por Keel sobre las mujeres testigos del
fenómeno, que tienen la menstruación cuando se produce el episodio. El caso de
la Cruz Roja había sido publicado antes por el propio Keel, en julio-agosto de
1968 en el artículo West Virginia’s
Enigmatic Bird, publicado en Flying
Saucer Review nº 14.
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