domingo, 29 de septiembre de 2019

Apariciones sospechosas




Es el origen, el epicentro del que nace el misterio que ha obsesionado al hombre desde el principio de los tiempos: ¿Solos o acompañados en el universo? Y lo realmente importante, en mi opinión: ¿Cuál es la naturaleza de nuestra compañía, y cuáles son sus fines?

Aún insuficiente, la primera respuesta vino dada por unas religiones que estimulan la creencia ciega en supuestas verdades reveladas, tan incuestionables como extravagantes son sus dioses.
De naturaleza confusa.
Sí, las deidades del hombre nada tienen que ver con la idea que de una entidad creadora se concibe en la, cada vez más, creciente conciencia de determinados seres humanos. Mientras que la divinidad al uso es romana, judía, ritualista, sionista, islámica, amante de las castas, aglutinadora de masas en peregrinaje… en la conciencia de otros muchos aparece como una fuerza -siempre interior- desnuda de todo ornamento.
Permíteme que te cuente, lo más concisamente posible, una serie de expresiones sobrehumanas que han sido catalogadas como provenientes de Dios. Se las conoce como teofanías, manifestaciones de la divinidad al hombre.
Teofanías que parecen obedecer a un plan previo bien diseñado. Apariciones de entes -de marcado carácter religioso- que se producen en aquellos lugares y momentos en los que la creencia mitológica se encuentra desafiada por la razón. Momentos en los que las corrientes sociales y políticas amenazan con destronar el desmedido poder del mito y su clero sobre la mente de las masas…
La primera de nuestras historias nos conduce hasta Francia, allá por 1208. La protagonista se llama Nuestra Señora del Rosario, entidad que se aparece al sacerdote Domingo de Guzmán, empeñado en llevar almas a su Señor; lo que implicaba luchar contra todos aquellos grupos que ponían en duda la santidad de la Iglesia Católica.
Nuestra Señora del Rosario debe pertenecer al Alto Estado Mayor de los Ejércitos de Dios, si se me permite, pues se le aparece al bueno de Domingo y le revela el rosario y su uso. Aquello era información sensible, arma poderosa contra los herejes que, como los cátaros, atacaban el negocio montado en nombre de Cristo. 
El papa de entonces, el joven Inocencio III, se consideraba por encima de cualquier otra autoridad terrenal, por lo que no dudó en declarar la guerra santa contra los enemigos externos e internos de la cristiandad.
En este sentido, Inocencio apoyó la labor de Domingo de Guzmán y proclamó la guerra a los cátaros (también llamados albigenses), una secta cristiana que defendía un orden social en el que estuviese ausente la presencia criminal de la Iglesia Católica y sus secuaces.
El movimiento cátaro había nacido en el siglo X, y enseñaba que el Papado, así como toda autoridad terrenal y el orden establecido, eran obras de una entidad sobrehumana (denominada Demiurgo) que había ocupado el lugar del Dios del amor y la justicia.
Puesto que los cátaros buscaban el conocimiento y abogaban por el desarrollo espiritual del individuo, aquello fue motivo suficiente para que el Santo Padre, el Vicario de Cristo, Inocencio III, no dudase en la necesidad de exterminarlos. Decenas de miles de personas, sin importar su edad, fueron masacradas. Crímenes en el nombre de Dios: en una mano el rosario, en la otra la espada.
Posteriormente, el papa Pío V atribuyó la victoria cristiana en la Batalla de Lepanto (1571) a la intervención de la Virgen, mediante el uso del rosario.
(Aunque en breve analizaremos los episodios sobrenaturales acontecidos en Fátima, Portugal, en 1917, es conveniente saber que la entidad que allí se aparece se identificará ante sus testigos como La Dama del Rosario.)
Hasta que llega el siglo XX, las apariciones marianas brotan por toda Europa. Veamos algunas de las más sobresalientes:
Tenemos a varias entidades con un claro interés por las edificaciones, como Nuestra Señora del Pilar, aparecida en Zaragoza en el año 39.
El apóstol Santiago el Mayor, disgustado después de fracasar en su intento por convertir almas para su Señor, decide marcharse a su casa. Pero se le aparece la Virgen, sobre un pilar de mármol, y le pide que allí mismo levante un templo en su honor. Los católicos le atribuyen la victoria del fascista General Franco (Caudillo por la Gracia de Dios) en 1939 sobre la España republicana. Por entonces, la Iglesia Católica dijo que la Guerra Civil era una justa cruzada contra los hijos de Caín.
Nuestra Señora de las Nieves: Siglo IV, Roma. Un acaudalado matrimonio de nobles recibe la simpática visita de la Virgen, que les indica que un buen uso de su fortuna sería la edificación de un templo en su honor. Sobre aquella iglesia acabaría levantándose la actual Basílica de Santa María la Mayor, de la que fue rector el cardenal Bernard Law, un canalla que tuvo que dejar sus responsabilidades en Boston, EEUU, para no encarar la justicia por haber encubierto durante años a los curas pedófilos que tenía a su cargo.
Nuestra Señora de Walsingham: Norfolk, Inglaterra. En 1061 un noble recibe una visión en la que la Virgen le pide que allí mismo construya una réplica exacta de la que fuera su casa en Nazaret. Lo cierto es que se le construyó, y se trata del santuario católico más visitado del país.
Nuestra Señora del Carmen: Cambridge, Inglaterra, 1251. Simón Stock recibe la visita de una entidad que dice ser la Señora, y le entrega un escapulario (colgante de tela con imagen de la Virgen), a modo de amuleto. Le promete que quien lleve el escapulario con fe no irá al infierno. Hoy en día continúa la tradición de los escapularios…
Es en la Edad Media cuando arranca la actual veneración hacia la Virgen María, observada como una mediadora excepcional para calmar la ira justiciera de su hijo. Parece que ese rol se ajusta a la perfección a las aspiraciones del mito, que impulsará durante los próximos siglos, cruciales para el catolicismo, la imagen de María como icono receptor de los más temerosos pensamientos de los creyentes.
En julio de 1830, París, Francia, una joven monja llamada Catherine Labouré recibe la visita de la Virgen María, que le anuncia la inminente llegada de tiempos dramáticos para Francia y el mundo. En efecto, la entidad se refería al difícil momento que estaba viviendo Carlos X, Rey de Francia, cuyo reinado estaba a punto de concluir de forma brusca.
Carlos X ostenta el privilegio de haber sido el último rey coronado en Francia, sólo seis años antes de que la Virgen se presentase ante Catherine Labouré. El monarca, todo un icono de las reaccionarias fuerzas católicas, se había comprometido a devolver a la Iglesia Católica el poder y protagonismo perdidos tras la Revolución (1789-1799). Sin embargo, el compromiso de Carlos X no se llevaría a cabo, pues sólo una semana después de que la Virgen hablase a Catherine, la Revolución de 1830 obligó al rey a poner pies en polvorosa, y los actos violentos contra el clero se extendieron imparables.
Se entiende que la Virgen elige París por ser donde en aquel momento histórico se están produciendo tensiones entre las fuerzas seculares (representadas en los parisinos que se echan a la calle contra la monarquía) y las fuerzas religiosas (que pretendían conservar sus privilegios) lideradas por el rey.
Los invisibles titiriteros que crean el mito debieron pensar que se precisaba de una acción relámpago que les permitiera remontar aquellos perjudiciales giros históricos…
Varios meses después de la Revolución de 1830, Catherine Labouré volvió a ser visitada por la Virgen, quien le mostró una oración reveladora: María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti. De este modo, el ente sobrenatural se muestra como la Inmaculada Concepción, identificación que la Iglesia Católica no establecerá como dogma hasta veinticuatro años después, en 1854.
Según dictado de la Virgen monárquica, aquella oración debía inscribirse en pequeñas medallas que otorgarían excepcionales gracia a los creyentes. La campaña de marketing mariano arrancó cuando la monja y su obispo, obedientes, se pusieron manos a la obra, y las medallas milagrosas comenzaron a colgar de los cuellos del populacho. En sólo siete años ya se habían repartido diez millones de medallitas fetiche. Durante los setenta años siguientes a la aparición, sólo en Francia se fundarán más de cien nuevas órdenes religiosas católicas; la grieta que ponía en grave peligro al mito ha sido sellada. La fe ciega ha sido abonada por los capataces.
Bienvenidos a la Europa del siglo XIX y las teofanías. El siglo de María.
La primera mitad de la centuria estuvo especialmente marcada por el papado de Gregorio XVI (1831-1846), un hombre rígido en su defensa de la unidad entre el Estado y la Iglesia.
El papa, viendo cómo la sociedad comenzaba a rebelarse contra todo lo establecido, exhortaba a la quema de libros, así como a la sumisión a las autoridades. En la Carta Encíclica Mirari Vos (1832) nos dice en un tono de magisterio infalible: Sabiendo Nos que se han divulgado, en escritos que corren por todas partes, ciertas doctrinas que niegan fidelidad y sumisión debidas a los príncipes, que por doquier encienden la antorcha de la rebelión, se ha de trabajar para que los pueblos no se aparten, engañados, del camino del bien. Sepan todos que, como dice el Apóstol, toda potestad viene de Dios y todas las cosas son ordenadas por el mismo Dios. Así, pues, el que resiste a la potestad, resiste a la ordenación de Dios, y los que se resisten se condenan a sí mismos. Por ello, tanto las leyes divinas como las humanas se levantan contra quienes se empeñan, con vergonzosas conspiraciones tan traidoras como sediciosas, en negar la fidelidad a los príncipes y aun destronarles.
Así habló el Santo Padre, El pichichi de Dios, como lo califica Peter Griffin en la serie de animación Padre de Familia (Family Guy). Y esta gentuza dice ser voz viva de la divinidad. Su magisterio prosigue: Por aquella razón, y por no mancharse con crimen tan grande, consta cómo los primitivos cristianos, aun en medio de las terribles persecuciones contra ellos levantadas, se distinguieron por su celo en obedecer a los emperadores y en luchar por la integridad del imperio. (…) Los soldados cristianos, dice San Agustín, sirvieron fielmente a los emperadores infieles; mas cuando se trataba de la causa de Cristo, no reconocieron otro emperador que al de los cielos. Distinguían al Señor eterno del señor temporal; y, no obstante, por el primero obedecían al segundo.
La Iglesia Católica se jacta, siglo tras siglo, de proclamar a los cuatro vientos que es una institución divina: Como si pudiera ni pensarse siquiera que la Iglesia está sujeta a defecto, a ignorancia o a cualesquiera otras imperfecciones, dice Mirari Vos.
En medio de este clima llegan las apariciones político-marianas de Nuestra Señora de Lourdes, de nuevo, en Francia.
Hasta entonces, el grueso del fenómeno tuvo como portavoces a miembros del clero. Pero, a partir de estas apariciones, la entidad sobrenatural elegirá a niños y personas de baja condición social, mayormente analfabetos, como testigos y voceros de sus mensajes.
Al fin y al cabo, no eran tiempos de herejías internas (caso de los Cátaros), sino de decisivos movimientos sociales que lograban el apoyo de los más desfavorecidos, apartándolos de la creencia en el mito religioso.
En febrero de 1858, Bernadette Soubirous, de tan sólo catorce años, mientras buscaba leña para el hogar familiar, observó que un árbol se agitaba extrañamente junto a una gruta de la que salió una misteriosa nube. Aquellos fenómenos insólitos precedieron a la inmediata aparición de una entidad junto a la caverna. Su apariencia es la de una joven descalza, vestida de blanco, con una banda de color azul ceñida a su cintura y rosario en mano. La aparecida miraba sonriente a Bernadette, que no sintió miedo. De inmediato, la niña se hincó de rodillas y comenzó a rezar el rosario, acto al que se unió el insólito ente. Al cabo de unos minutos concluyó la aparición.
La experiencia vivida por Bernadette se repetiría varias veces más, con el progresivo aumento del volumen de asistentes, si bien la niña era la única que entraba en éxtasis con la presencia de la misteriosa dama.
La entidad encomienda a su testigo que haga saber a los sacerdotes de la zona su voluntad, que no es otra que la construcción, allí mismo, de una capilla. También quiere solemnes procesiones. (Hay que crear tradición). Un mes más tarde le revela a Bernadette su identidad: la Inmaculada Concepción.
Y la multitud observa a la niña besando el suelo, por expreso deseo de la Señora, que le dice que debe hacerlo por el bien de los pecadores. El ejemplo de Bernadette es imitado por aquellas ignorantes gentes.
El pasaporte a la fama para la entidad de Lourdes viene cuando las apariciones son declaradas auténticas en 1862, convirtiéndose en todo un fenómeno de masas que crecía para hacer frente al enfriamiento religioso francés. Lourdes, como cualquiera de las muchas apariciones que se produjeron por toda Europa, se había convertido en el fermento de las contrarrevoluciones.
meno de masas que crecía…No olvidemos que el ente que se aparece repetidas veces a Bernadette Soubirous en Lourdes, se identifica a sí misma como la Inmaculada Concepción, nombre por el que se presenta a la monja Labouré sólo unos años antes.
En ese ambiente, el dogma de la Inmaculada Concepción de María fue establecido en 1854 por el papa Pío IX, último rey de Roma. Así que la aparición de la misma entidad en Lourdes es considerada una especie de rúbrica definitiva al decreto papal Ineffabilis Deus (8 de diciembre de 1854), que dice: Declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y por consiguiente, que debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano. Cuatro años después llegarían los eventos de Lourdes.
En momentos especialmente convulsos y críticos para la Iglesia Católica, como fue todo el siglo XIX y comienzos del XX, las apariciones marianas fueron un verdadero balón de oxígeno para la institución. Su rol consiste en intervenir acá y allá para evitar que las corrientes liberales que entonces recorrían Europa, afectasen a los estratos más desfavorecidos de la sociedad, más proclives que ningún otro a impregnarse de las doctrinas que defienden la lucha proletaria.
La Virgen, una grotesca versión de lo que debe ser un ente celestial, va a la zaga de los movimientos sociales y políticos, tratando de evitar la dispersión del rebaño, propenso a convertirse al peligroso ateísmo.
En Gietrzwald, Polonia, se encuentra un santuario mariano que nació tras la aparición a varias niñas, en 1877, de la Inmaculada Concepción. El Catolicismo estaba amenazado por Prusia, ocupante de la región. El santuario -conocido como el Lourdes polaco- se convirtió en un bastión de resistencia patriótica.
La Francia en la que se aparece la Inmaculada Concepción había nacido de la Revolución Francesa, la cual había expropiado a la Iglesia Católica sus posesiones (Venesino y Aviñón). El poder papal sobre Europa había concluido -tras más de mil años- en 1798, con la entrada de Napoleón en Roma. En 1870, los Estados Pontificios -propiedad del papado- desaparecen absorbidos por el Reino de Italia. Consecuentemente, Pío IX se proclama prisionero en el Vaticano.
En 1869, este pontífice convoca el Concilio Vaticano I, donde se decreta la ley Pastor aeternus (1870), que determina la infalibilidad papal: El Romano Pontífice, cuando habla “ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres.
Afirmaciones como ésta pretendían blindar el poder terrenal de la institución, ante las rebeldes mareas sociales y políticas que sacudían el continente europeo. A estas medidas se le añaden las sobrenaturales intervenciones de la supuesta Virgen, con un denominador común: expresa abiertamente a los testigos, su firme ligazón a la Iglesia Católica.
Anticipándose sólo seis años al dogma católico de la Inmaculada Concepción, Marx y Engels dan a conocer al mundo un texto fundamental, El Manifiesto Comunista (1848), el tratado político más importante del siglo XX, uno de los más influyentes de la historia humana. Este folleto de algo más de veinte páginas ha cumplido ya más de 150 años y su vigencia sigue siendo defendida.
El manifiesto expone que la historia del mundo no es sino la manifestación de la lucha entre opresores y oprimidos; y propone una serie de medidas concebidas para suprimir las desigualdades terrenales.
En contrapunto, el papado luchaba contra toda tendencia liberal, resistiéndose a abandonar su rol de señor latifundista, jefe de ejércitos y destronador de emperadores.
James Petras (1937), estadounidense, profesor emérito de sociología en la Universidad de Binghamton, Nueva York, reconocido intelectual en la defensa de los derechos humanos, ha escrito ampliamente contra el imperialismo y sobre la validez del marxismo en el siglo XXI.
Como otros muchos pensadores contemporáneos, Petras no duda de la vigencia de la teoría de lucha de clases como motor de la historia, considerando que incluso en el Estado de Bienestar, donde la confrontación entre el capital y la clase obrera es menos evidente, el destino del capitalismo es buscar aquellos espacios transnacionales donde pueda desarrollarse en condiciones de ventaja y abuso.
Marx vio en ese proceso la importancia de organizar internacionalmente a los obreros, combatiendo el imperialismo engendrado por el capital.
En coincidencia con la transformación social de la segunda mitad del siglo XIX, en Irlanda reaparece la Virgen, esta vez acompañada: Nuestra Señora, Reina de Irlanda.
Estamos en 1879, en Knock, Irlanda. Allí se produjeron unos incidentes sobrenaturales muy curiosos, consistentes en la aparición de varios seres, identificados como la Virgen María, su esposo -San José-, San Juan, y hasta un cordero; el Evangelista está vestido de obispo –mitra incluida- y con un libro abierto en su mano izquierda.
En la húmeda tarde del 21 de agosto se manifestó el fenómeno (junto a la iglesia del pueblo), del cual fueron testigos algo más de una docena de vecinos, que observaron cómo la lluvia caía y no mojaba el espacio ocupado por la aparición, que flotaba en el aire. El fenómeno dura un par de horas, hasta que cae la oscuridad de la noche, momento en que las entidades relucían. Creyentes y no creyentes de los alrededores dijeron haber observado extrañas luces en el cielo durante aquel anochecer.
Durante el transcurso del evento, los testigos -empapados bajo la lluvia- están rezando devotamente el rosario. Los entes no pronuncian palabra alguna, pero desde entonces el santuario en su honor recibe más de un millón de peregrinos al año.
Hay que decir que la aparición acontecida en Knock en 1879 llega en un momento especialmente crítico para Irlanda y su Iglesia Católica. Entre 1846 y 1849 se produjo una hambruna catastrófica en la isla, que llevó a la muerte a alrededor de un millón de personas, forzando a la emigración a varios cientos de miles. Como consecuencia, la población católica descendió notablemente, puesto que las localidades rurales afectadas eran mayormente de dicha confesión.
En 1869, diez años antes de la aparición en Knock, el Estado irlandés establece la neutralidad del mismo en materia religiosa, lo que suponía el final de los privilegios de la Iglesia Anglicana; así como el final de las aportaciones económicas para la formación del clero católico…
Loca do Caveço, Portugal, 1916. En medio de un férreo adoctrinamiento católico, tres niños de corta edad, pastores, presencian la aparición de un ente que dice ser El Ángel de Portugal o El Ángel de la Paz. El aparecido se dirige a ellos abruptamente: Orad, orad y ofreced oraciones y sacrificios. Sacrificad todo lo que podáis y aceptad de buen grado todo lo que el Señor os envíe.
El guión alienígena comienza a cumplirse al pie de la letra, con un objetivo crucial: proteger a Europa de la tentación de abrazar la revolución que se está gestando en Rusia.

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