Tú,
que vives en alcatraz,
¿te
permitirás el lujo de traer otro esclavo a la prisión?
Tavo de Armas
Eres bienvenida/o a estas reflexiones que perfectamente podrían llevar por título, No hay nada malo en hacer oídos sordos a la “llamada
de la naturaleza”. Cuyo subtítulo sería, Porqué decimos “llamada de la naturaleza” cuando, en verdad, hablamos
de “llamada de la estupidez”.
La Pareja
La pareja sirve de soporte
emocional, permite el contacto sexual sin riesgos, y es un espacio perfecto para
el desarrollo personal de sus componentes. Dependiendo, claro está, del
contrato establecido por ambas partes, la pareja es también un vehículo de
resistencia. Máxime cuando, lentamente, comienza a resquebrajarse el imperio de
la heteronorma. Resistencia para
responder unidas a las actuales condiciones de deshumanización; pero también a
las más comunes y absurdas tradiciones, como es el atender la llamada de la naturaleza. Camarón que se
duerme, se lo lleva la corriente. Atiende.
La llamada
de la naturaleza
Cuando una
persona desea sumar un bebé más a este decrépito mundo (que primero ha de morir
si aspira a renacer), popularmente se dice que ha accedido a la petición que la
naturaleza le ha hecho.
¿Qué naturaleza? Depende de
las creencias de la atrevida y valiente persona. Pudiera ser que se esté
refiriendo a la Madre Naturaleza, la Vida, Dios, el Universo, Sai Baba… Pero,
desde luego, alude a una fuerza superior a la humana.
¿Qué petición? Está en un
libro muy viejo, interesante y recomendable, fundamental para la manipulación
de masas; todo un completo código para regir a los corderos. Su nombre, La Biblia, compendio de setenta y dos
libros. Ve a Génesis 1:28, que dice así:
Como se puede advertir, las
órdenes de ese supuesto ser supremo se han cumplido con creces, de cabo a rabo.
No tiene queja alguna. Estaría muy feo. El ser humano se ha multiplicado, en exceso; sometió la
tierra, también en exceso. ¡Qué excesivo es el ser humano, que ha ido un paso
más allá de dominar a los peces, las aves y resto de bichos vivientes, y los va
conduciendo derechitos a la extinción!
Al caso. El imperativo de
reproducirnos como conejos se ha transformado, hasta el presente, en una
llamada mágica, en un objetivo que cumplir para sostener el Estado, en un
parche para parejas en coma, un desliz imprudente en noche de pasión, etc.
¿Qué dices, que estoy algo
sordo? ¿Qué tú no vas a la sinagoga/mezquita/iglesia/templo de tu barrio y que
no lees ese libro? No te apures, lo llevas dentro. Cultura Religiosa Residual,
lo llaman.
Lo cierto es que, si eres un
esclavo (y si estás leyendo esto, lamento decirte que lo eres) la decisión de
traer bebés al mundo piramidal que habitamos, donde las condiciones de vida son
duras y serán aún más duras, sólo puede calificarse como soberana estupidez.
¿El Estado te incentiva con
ventajosas mejoras fiscales si traes un bebé? Sospecha. Hace lo mismo con el
resto de sus pertenencias. Da igual si hablamos de coches, casas, empresas o
esclavos. Son sus bienes. Pertenecemos tanto al Estado, como antes
pertenecíamos al dios pronatal del Génesis.
El dios exigía (creced, multiplicaos,
someted, dominad) y su pupilo te sirve una taza de café y te lo pide con
educación, seduciéndote con los dineros. Cuando te niegues a parir volverá el
imperativo que los hombres del Estado de Derecho tanto admiran en papá dios, el
macho de las cañadas.
Lo cierto es que, por una
razón u otra, miras a tu alrededor y la gente sigue con la mala costumbre de
traer bebés al mundo. Y, a buen seguro, como en la peor de mis pesadillas,
muchos de esos bebés querrán ser, un día, youtubers, futbolistas o cantantes de
reggaetón. Abocados al infierno.
Tienes tu bebé en los
brazos. Afortunadamente, todo salió bien en la clínica. Los recortes en Sanidad
no te hicieron ninguna jodienda. El bebé, ya antes de recibir la bendita hostia
del médico en su lindo culito, habrá hecho que los gastos económicos habituales
se hayan disparado. Lo peor está por llegar.
¿Alguien ha contado el
número de madres que confiesan haber elegido mal al padre de su hijo? Son legión.
El bebé, entre papillas,
cremas, pañales, medicinas, ropa, accesorios varios, se lleva un ojo de la
cara. No es lo peor. El bebé crece y los gastos crecen con él. Reza lo que sepas para que
tu pareja, maltrecha por las dificultades de equilibrar la vida con el trabajo,
no se descomponga por el camino y, para más inri, bajo el mismo techo.
El bebé ya no existe. Ahora
es un niño. Ha llegado la hora de que, mamás, papás, se desprendan de su
criatura. De la guardería pasará a la escuela, rumbo al mercado laboral. Que no
cunda el pánico, pasarán años. Échale un par de décadas, veinte años de nada, sufragando
los gastos del niño, que ya es todo un hombretón, un consumidor como dios
manda, un esclavo en potencia. ¿A quién crees que va a prestar más atención? ¿A
ti, o a esas playeras tan chulas, los descacharrantes videos de DallasReview,
la tribu de la que forma parte y con la que conoce el centro comercial más
cercano como si fuera la palma de su mano? ¿A ti, alma de cántaro? Dalo por
hecho…
Esos primeros veinte años de
vida del cachorro, como mínimo, todos los gastos del nuevo esclavo corren de
cuenta de sus progenitores. Ánimo. No será pocos, teniendo en cuenta la
decadente sociedad del entretenimiento en la que vivimos. Rezarás a San Ramón
Nonato que tu hijo logre su primer trabajo. Lo tendrá.
Lo explotarán como un
cabrón, porque, ¿sabes qué? No pudiste llevar a tu hijo a un colegio de pago,
donde lo menos importante son los contenidos. Lo esencial es la disciplina
(imprescindible para ganar crédito económico) y los buenos contactos, que deben
ser prodigados; a fin de que los futuros capataces de la granja puedan
conocerse de toda la vida.
El sistema educativo, en una
sociedad de esclavos, ¿qué rol tendrá? ¿Educar? ¿Dar conocimientos? Sí,
claro, el patrón es gilipollas y te pone las herramientas para que te emancipes
a tu alcance. El sistema educativo, en una sociedad de esclavos, tiene el
deshonroso rol de domar al potro. Los mavericks, y los que no aguantan tanta
tontería, a la calle. Serán, mayormente, carne de cañón.
Una vez el potro ha sido
disciplinado y sabe dónde está la zanahoria a perseguir; cuando ha aprendido a
distinguir las variadas voces de su amo, quiere decir que ya está listo para
ir a galeras.
En resumidas cuentas: los
progenitores engordan y satisfacen a la criatura en todas sus necesidades y
caprichos, para luego cederlo a los propietarios. Trabajará como un cabrón
hasta los setenta. Mirará por la ventana de su celda y, tal vez, verá un lindo
pajarito que le hará añorar una vida distinta.
Y soñará con esa vida. Y,
contento, hablará con su pareja y le dirá que empieza a sentir la llamada de la
naturaleza. Ignorancia e irresponsabilidad.
Y el Sistema, que se levanta sobre la sangre, sudor y lágrimas de las buenas gentes -nosotros, los ignorantes-, sonreirá satisfecho mientras masculla: Génesis, uno, dos, ocho.
Y el Sistema, que se levanta sobre la sangre, sudor y lágrimas de las buenas gentes -nosotros, los ignorantes-, sonreirá satisfecho mientras masculla: Génesis, uno, dos, ocho.
Tú, que vives en Alcatraz, ¿te
permitirás el lujo de traer un nuevo esclavo a la prisión? ¿Llamarás fruto del amor al bebé que has condenado
a vivir en un mundo al borde del abismo?
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