(Originalmente
publicado en julio de 2012)
Finalicé mi
anterior post con la afirmación de que el dogma de fe destruye
al hombre, asemejándolo en devastación a una institución religiosa -amante del
poder como pocas- con cuartel general en el Vaticano,
que se permite el lujo de oponerse –¡en el nombre de Dios!- a la conciencia
individual de sus creyentes y de los que no son.
Los
dogmas de fe son proposiciones, creencias o doctrinas que son admitidas como
verdades que no admiten dudas. Se comprenderá que su uso no se reserva
exclusivamente al ámbito religioso, sino que nuestra sociedad está,
ciertamente, levantada sobre un numeroso conjunto de dogmas de fe. Es posible
que uno de los principales sea aquel que afirma que quienes realizan una
función pública lo hacen teniendo como objetivo satisfacer los intereses de la
ciudadanía. Los hechos afirman lo contrario; diariamente nos levantamos con un
nuevo escándalo de caciquismo político, componendas entre partidos e
instituciones, uso desmedido de la fuerza policial, etc.
Pues
bien, el problema reside (y no estoy descubriendo la pólvora) en que lo que los
hechos afirman, desmintiendo que la función pública esté al servicio del
interés general del ciudadano, no es nada nuevo. Ninguna sociedad se pudre
en el transcurso de una madrugada. Lo único que es nuevo y reciente es el
progresivo hartazgo general, que se ha ido produciendo a medida que los
diferentes sectores de la población se han visto directamente afectados.
Lamentablemente sólo reaccionamos cuando somos directamente violentados por el
poder.
(Recomiendo,
si se me permite, que sustituyamos la palabra ‘poder’ por una expresión más
real y completa que no excluya la naturaleza perversa que se concentra en ese
concepto. Al igual que una guerra sigue siendo una guerra aunque se la llame
‘acción humanitaria’, y un rescate no deja de serlo por más que se lo denomine
‘crédito en condiciones ventajosas’, el ejercicio del poder casi nunca ha
estado desligado de los exclusivos intereses de quienes lo ejercen, o de sus
socios. Llamemos a las cosas por su nombre, sin ajustarnos a la destructiva
tendencia de economizar o maquillar palabras para, así, prostituir el
lenguaje a conveniencia de los intereses de los criminales que se apropian de
él. El poder -en tanto que está en manos de intereses reducidos, ocultos,
antisociales- esconde una maquinaria que expolia la soberanía y genera
sufrimiento perpetuo y, por ende, es psicopático.)
El
que –como sociedad- no hayamos logrado –aún- dar una respuesta conjunta a las
barbaridades cometidas por quienes destruyen sin pudor, es algo comprensible.
No es novedoso que el hombre mira por sí mismo antes que por lo
ajeno. Pero no ha de sorprendernos que ese sea, precisamente, el talón de
Aquiles que –como especie- nos conduzca a la desaparición. El fracaso
social llega cuando, borrachos de licores envenenados, abandonamos nuestra
responsabilidad de velar por un mínimo clima de dignidad que evite el
asentamiento de sujetos perversos en sillones de representación, sean estos
públicos o privados.
Cuando
una empresa no recibe el claro mensaje de sus consumidores –mediante el
boicot-, de que su política productiva se ha de ceñir al respeto a la dignidad
humana, la empresa se convierte en un destructivo engendro difícil de
controlar. Un monstruo que se hace corporación, y teje, teje…
Cuando
los líderes religiosos y políticos observan que sus mentiras son compradas una
y otra vez por la ciudadanía, éstos (los líderes) toman nota, advierten la
indolencia reinante y tejen, tejen, tejen… Y tejiendo se pudre el barril que
contiene las manzanas.
LA
TELARAÑA Y NUESTRA CEGUERA ANTE ELLA
La
telaraña lo cubre todo. Y si no es total, poco le queda para que lo sea.
La
telaraña dinamitó la cohesión social (y su conciencia) hace ya mucho tiempo, y
hoy nos observamos unos a otros, disgregados. La destrucción nos va a lastimar
a todos, pero sólo reaccionaremos cuando nos toque de forma directa y brutal.
Se trata de una respuesta –nada humana- de la que no hemos de responsabilizar a
nadie excepto a nosotros mismos. La desprotección a la que estamos sometidos ha
sido causada por nosotros. Si hubiésemos actuado conforme a nuestra naturaleza
humana, con espíritu de manada, quienes pervierten la plaza compartida por
todos habrían quedado fuera.
Por
el contrario, como mulas ensimismadas en morder la zanahoria, hemos dejado
hacer a quienes -disfrazados de gente responsable- han acabado mimetizándose
con el Sistema, mamando de sus tetas hasta tal punto que cuando se les reclama
un poco de disimulo en su desvergüenza todavía se hacen los ofendidos, se
encaran y tratan de hacer sentir culpa a los reclamantes.
Alfredo
Oliva nos explica en qué consiste la ‘Desconexión
Moral’ que rige en las capas altas de nuestra sociedad.
Cierto
que las circunstancias que nos han afectado hasta disgregarnos socialmente
provienen del Sistema Psicopático, pero sería esperable –dentro de la madurez
que se nos exige para afrontar este episodio- que asumiésemos nuestra
responsabilidad en dejarnos afectar. No hay otro modo efectivo para
afrontar un problema de este calibre que aceptar la responsabilidad que en él
tenemos. De otro modo, no sabiendo identificar correctamente las causas,
daremos palos de ciego y no podremos intervenir con efectividad en su
resolución.
Llevamos
inmersos en un proceso de deshumanización tan largo y exitoso que hemos acabado
por disolver las fronteras entre el nosotros (masa social) y
el ellos, quienes dicen ‘representarnos’, tanto en términos políticos como
militares, deportivos, económicos, culturales y hasta religiosos. Olvidamos que
una bandera apelando al Imperio en el que no se
pone el sol no es nosotros; tampoco lo es una millonaria
selección deportiva, ni un ejercito en Afganistán, ni una monarquía corrupta.
Los intereses de cada una de esas pequeñas o grandes construcciones simbólicas
y/o reales, tienen sus propios intereses.
Cuando
una de ellas -por ejemplo, la militar, por poner un caso muy clarificador- es
parte integrante de una acción bélica –auspiciada por el Imperio- en las
lejanas tierras lejanas, sólo aportamos dos cosas: los verdugos y las posibles
víctimas. Lo primero, por ejercer como accesorio del brutal brazo imperial
contra un pueblo que no es enemigo del nosotros; lo segundo, porque, en
muchos casos, ese pueblo devuelve al soldado -participante en una guerra que no
es la suya- convertido en un cadáver.
Es
nuestra ignorancia, a la hora de creernos los dogmas de fe difundidos por
alguna de las cabezas del Sistema Psicopático la que nos hace ser
participativamente cómplices en las empresas que siempre, siempre, benefician a
una minoría que no es el nosotros.
Y
así, nos levantamos una mañana dando por bueno que un gobierno haga exactamente
lo contrario de lo que prometió.
Es
la guinda del pastel, pues los síntomas estaban ahí desde hace mucho, aunque no
los habíamos advertido como tales.
Es
ahora cuando –en términos generales- nos escandaliza que el gobierno de
turno indulte
a cargos públicos corruptos, banqueros
delincuentes, mossos
que torturan y militares
mentirosos.
No
me extenderé en la casuística, que es muy amplia y se engorda cada nuevo día.
Los
hechos están ahí, y si hemos llegado a este punto crítico es por no haber
logrado traducir sociedad de bienestar en sociedad culturizada.
Una cultura, la que reivindico en estas líneas, que es el único antídoto que
conozco frente al desenfreno que llevan a cabo aquellos que conducen el tren en
el que no se es nunca neutral.
Una
cultura emancipadora que –obvia y definitivamente- no será servida por unos
medios de comunicación aburdelados con el poder (en los términos antes
matizados) de toda la vida de dios. Emancipadora porque nos ha de enseñar a ser
responsables en todos los sentidos, a fin de que –si salimos de esta- no
volvamos a ser drogodependientes de tutores que acaban siendo nuestro mayor
enemigo. El enemigo en casa.
¿PROPUESTAS
PARA SALIR DEL CALLEJÓN?
Durante
el último año he podido compartir algunos momentos con gente del movimiento
15M. Recientemente, me he acercado a los estudiantes que permanecen encerrados
en la ULPGC desde hace dos meses.
En ambos casos, más allá de las benéficas consecuencias que su influencia ha
traído a parte de la dormida sociedad española, mi experiencia ha sido bastante
decepcionante. Sin entrar en detalles, sólo mencionaré un episodio, para mí muy
sintomático, de cómo están las cosas.
Sólo
unos días después de los últimos recortes aprobados por el Gobierno Rajoy, en
una asamblea que reunía a universitarios y docentes, en la búsqueda de
propuestas para hacer oír su voz y forzar el freno de las medidas a adoptar en
el ámbito universitario, un profesor tomó la palabra y propuso que el método
más adecuado para ello era convocar una asentada –cacerolada incluida- frente
al despacho del rector, con la intención de ser recibidos. Añadió el profesor
que sería muy oportuno que cada uno de los manifestantes llevase un huevo (no
sé si cocido), a modo de símbolo. (Por favor, no me preguntéis como símbolo de
qué, pues lo desconozco.)
Viendo
que cacerolada y huevos era lo más inteligente que se proponía en aquel foro,
decidí no volver por allí.
Habrá
quien piense que en vez de censurar los métodos allí propuestos (cortar el
tráfico por el paso de peatones, hacer caceroladas, portar huevos, etc),
debiera dedicarme a exponer actuaciones más efectivas. Y la verdad es que no se
me ocurre nada mejor que trabajar a largo plazo, sin precipitaciones, con el
objetivo nada fácil de reconstruir lo roto: el tejido social que permita, por
su propia extensión y peso, hacer frente no a unas medidas económicas que no
hay posibilidad de evitarlas ya, sino
a lo que esas medidas irán trayendo a medio y largo plazo. Y eso sólo se
puede lograr cuando se consiga que cada vez más gente sea capaz de ver y
comprender que los recortes económicos son la punta del iceberg de un plan más
vasto. Y que, entretanto, las libertades siguen mutilándose legalmente.
Trabajar
en romper la apatía de quienes, siendo parte afectada, aún no lo saben.
Trabajar por salvaguardar lo común antes de que el clima social se enrarezca
tanto que quienes no se hayan posicionado contra el poder psicopático acaben,
con su miedo, decantándose por el orden impuesto desde la perversidad.
SÍ,
HAY QUIENES AÚN ESTÁN EN LA PARRA. MICROCLIMAS.
Conozco
personas que todavía piensan que estamos padeciendo un bache pasajero. Y luego
está el Klan de la Nueva Era.
Los
creyentes socialistas seguro que creen que su Mesías, de lograr ganar las
próximas elecciones en España, sacarán al país del atolladero. Otra cosa será
lo que crea el Mesías.
Los
creyentes populares seguro que creen que las medidas adoptadas por el actual
Mesías, aunque duras, darán resultado. Otra cosa será lo que crea el Mesías
Rajoy.
Los
creyentes en Rouco
Varela / Benedicto’16 / Dios Vaticano seguro que creen que, dios
mediante, si la población se sometiera más y con mayor docilidad a los dictados
bíblicos, otro gallo nos cantaría y la crisis (estafa) se disolvería.
Los
creyentes en la Nueva Era creen, porque así lo han expresado sus gurús, que
tras los tiempos actuales llegará la panacea bendita. Si la Federación
Galáctica pone su mano (que la pondrá…) y los ‘invertidos’ dejan de serlo, de
aquí al año 2013 estos asuntos tan dramáticos que vive el mundo habrán dado
paso a una era de prosperidad, viajes galácticos y energía libre.
Seguro
que en otros muchos ámbitos sociales con un marcado carácter identitario, como
en los cuatro casos que acabo de exponer, las causas de lo que estamos viviendo
son explicadas en términos del propio interés, digamos, corporativo. Los sesgos cognitivos hacen
de las suyas y la problemática esencial no es reconocida. La fuerza que las
creencias ambientales ejercen sobre los colectivos es tremenda, dando paso a
una distorsión de la realidad que impide ver las verdaderas circunstancias que
están aconteciendo y, consecuentemente, la solución a aplicar está –del mismo
modo- distorsionada.
Los
‘microclimas’ culturales son fecundos en aquellos dogmas de fe a los que me
referí con anterioridad.
Una
víctima –abusada sexualmente de forma sistemática desde los diez años- de un
psicópata (Fernando
Torres Baena) llegó a entender que aquellas relaciones sexuales a las que
era sometida eran tan normales como
desayunar cada mañana. Baena era
considerado ‘Dios’ por todas sus víctimas.
Se
trata de un ejemplo extremo que ha sucedido en España. Pero nos es útil para
comprender cómo las circunstancias externas, en determinadas condiciones,
pueden convertir en natural y normal lo que son actos monstruosos.
‘La
postura tradicional (en las culturas que destacan el individualismo) es buscar
las explicaciones de la patología o del heroísmo en el interior de la persona.
La psiquiatría tiene una orientación disposicional. Lo mismo ocurre con la
psicología clínica y con la psicología de la evaluación y la personalidad. La
mayoría de nuestras instituciones se fundan en esta perspectiva, incluyendo el
derecho, la medicina y la religión. Presuponen que la culpabilidad, la
enfermedad y el pecado se hallan en el interior del culpable, del enfermo, del
pecador. Intentan entender planteando preguntas sobre el “quién”:
¿Quién es el responsable? ¿Quién lo ha causado?
¿De quién es la culpa? ¿De quién el mérito?
Los
psicólogos sociales (como yo mismo) nos inclinamos a evitar el criterio
disposicional cuando intentamos entender las causas de una conducta inusual.
Preferimos iniciar nuestra búsqueda de significado planteando preguntas sobre
el “qué”: ¿Qué circunstancias pueden generar una conducta? ¿Qué aspecto
tiene la situación desde el punto de vista de quienes se encuentran en ella?
Los psicólogos sociales nos preguntamos en qué medida los actos de una persona
se pueden deber a factores externos a ella, a variables situacionales y a
procesos propios de un entorno o un marco dado.
La
diferencia entre el enfoque disposicional y el enfoque situacional es parecida
a la que hay entre la medicina clínica y la salud pública. La medicina clínica
intenta hallar el origen de la enfermedad o la discapacidad en el interior de
la persona afectada. En cambio, la salud pública presupone que los vectores de
la enfermedad están en el entorno y crean las condiciones’.
(Philip
Zimbardo, El Efecto Lucifer, p. 29)
¿Crees,
amable lector, que la exposición de un caso dramáticamente extremo como el de
una de las víctimas de Fernando Torres Baena, no es fácilmente reproducible en
un contexto mucho más amplio?
El
Sistema Psicopático no se establece de un día para otro. La perversión padecida
por las víctimas de Torres Baena no difiere de la que, en un grado menos
desarrollado aún, se está aplicando en los demás espacios de nuestra sociedad.
Todos, absolutamente todos, conocemos casos de evidente distorsión de la
realidad que ya muestran graves síntomas que, de no atajarse, acabarán
produciendo un enorme daño moral y, por qué no, posiblemente incluso físico.
¿Cuándo
ha de ser motivo de preocupación? Entiendo que desde que haya una sola víctima,
debe alarmarnos. Pero sólo seremos capaces de percibir la existencia de la
víctima cuando afinemos nuestra identificación de las claves que indiquen abuso
moral. Habrá quien, como Philip Zimbardo,
conciba la maldad como obrar deliberadamente de una forma que dañe,
maltrate, humille, deshumanice o destruya a personas inocentes, o en hacer uso
de la propia autoridad y del poder sistémico para alentar o permitir que otros
obren así en nuestro nombre. Habrá quien todavía minusvalore el daño moral
–incluso tras haberlo padecido.
Por
propia experiencia, entiendo que la tarea de identificar y hacer frente a lo
que Zimbardo denomina ‘vectores de la enfermedad’, no es sencilla en absoluto.
Uno
de los casos directos que más que útiles me han sido en la comprensión de esto
ha sido –precisamente- lo experimentado durante el –llamémoslo así- Caso
Rafael López Guerrero (RLG).
UN
CASO PARADIGMÁTICO Y OTRO TERRORÍFICO
Los
artículos que he publicado sobre RLG acabaron siendo casi cien,
abarcando desde agosto de 2011 hasta abril del presente año; diez meses de
intenso, provechoso y fructífero trabajo que dieron como resultado un
decreto de la Fiscalía de Madrid, firmado por el Fiscal Jefe, Sr. D.
Eduardo Esteban Rincón, quien afirma que Rafael es ‘autor de una falsificación
de documento privado al haber facilitado su nombre para extender el documento’.
Se refiere el Fiscal a los diplomas de Buxton University y Canterbury
University que el farsante compró en un mercadillo virtual. El Decreto concluía
con una sentencia lapidaria: ‘Se trata de una conducta absolutamente
reprochable e inmoral’.
No
obstante, hasta que la voz de Fiscalía se hizo escuchar –durante los diez meses
anteriores- numerosas pruebas y testimonios sobre la naturaleza psicopática de
RLG fueron expuestos en este blog. Se demostró en incontables ocasiones (más
allá de que se pudiera dudar de RLG como sujeto psicópata) que la mentira era
su modus vivendi, y que las víctimas de daño moral y económico dejadas en
el camino fueron numerosas.
El
Caso RLG es universal, un guión adaptable a cualquier otro contexto; no os
quedéis con el marco (Nueva Era), sino con el paisaje común que está pintado
sobre el lienzo.
Porque
el paisaje es semejante a una familia que hace piña para defender
irracionalmente la inocencia de uno de sus miembros; aunque las pruebas
demuestren todo lo contrario.
El
paisaje es semejante a una comunidad religiosa que se blinda cuando el dedo
acusador –sostenido por las pruebas- apunta al líder. El fervor con el que los
católicos defienden a su pontífice es el mismo que construyó la defensa de
López Guerrero por parte de sus seguidores, convertidos en cómplices de sus
fechorías.
Por
tratarse, pues, de un movimiento que alardea de ser alternativa de futuro para
el viejo paradigma en el que estamos sumergidos, la Nueva Era que salvajemente
ha defendido a RLG es –en términos morales- doblemente culpable
No
se puede tener en los labios –de forma sistemática- la palabra ‘amor’, y –al
mismo tiempo- hacer oídos sordos a las víctimas de un conflicto, protegiendo al
verdugo.
La
devoción vehemente, la agresiva defensa que ha obtenido por parte de sus
seguidores, no se distingue de la que nace de los fanáticos admiradores de una
estrella del pop, o los incondicionales partidarios de un sanguinario dictador.
Unos y otros coinciden en un mismo punto, su trágica incapacidad para afrontar
la realidad: Han sido engañados. La apariencia, y su propia e individual
necesidad de creer en un fulano, son las que los han embaucado.
Esa
ceguera generada por el Sistema Psicopático es la que deriva, dentro y fuera de
la Nueva Era, en la creación de monstruos terribles.
Afortunadamente,
parece que RLG, después de un ascenso que prometía ser imparable, acabó siendo
frenado. Pero no nos llamemos a engaño: temporalmente frenado. La franja social
que se vio afectada por él no ha aprendido la lección, y tanto el propio
RLG como cualquier otro sujeto con las mismas características podrían seguir
explotando su ignorancia. De hecho, lo hacen.
Lo
cierto es que, el Caso RLG es –hoy por hoy- la historia de un
psicópata al que se he logrado frenar en una fase temprana. Con todo esto,
sigo preguntándome:
¿Qué
más circunstancias -a pequeña y gran escala- precisamos para reaccionar
permanente, comprometida e inteligentemente contra el ambiente psicopático?
¿Será
necesario que el clima social se deteriore mucho más, jugando en nuestra
contra, para advertir que, si bien no veremos (espero) antorchas y esvásticas
por las calles, lo que tanto debemos temer YA ESTÁ AQUÍ?
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