Todo se resume en la manida frase ‘lo que es bueno para Israel es bueno
para Estados Unidos’. Un ejemplo
esclarecedor del vasallaje al que EEUU parece estar sometido frente a Israel,
lo tenemos en un acontecimiento ocurrido durante la Guerra de los Seis Días, concretamente el 8 de
junio de 1967. En aquella contienda que enfrentó a Israel con Siria, Egipto y
Jordania, los americanos tenían un barco de guerra frente a las costas de la Península del Sinaí, en
aguas internacionales. El navío en cuestión tenía por nombre U.S.S. Liberty(1), y
realizaba labores de inteligencia. Aquel 8 de junio varios aviones militares de
Israel, cargados con cohetes y napalm,
atacaron la nave, con un saldo final de 34 muertos y más de 150 heridos.
Según los israelíes, los EEUU
habían asegurado que no habría allí ningún barco de guerra suyo, por lo que la
presencia de aquella embarcación identificada como aliada de los enemigos
árabes, condujo al error fatal. Miembros supervivientes de la tragedia alegaron
que era prácticamente imposible que la aviación israelí no identificase
la bandera de barras y estrellas, por lo que las razones esgrimidas por Israel
eran falacias que ocultaban un acto deliberado de agresión.
Lo cierto es que la crisis se
cerró con la aceptación por parte de Washington de las justificaciones y
disculpas del gobierno hebreo, y una indemnización por daños y perjuicios de 13
millones de dólares. No hubo comisión investigadora por parte del Congreso
estadounidense, por lo que las víctimas se sienten traicionadas, y aun hoy,
cuarenta años después, niegan –tajantemente- las conclusiones del incidente.
En 2003, Peter Hounam, periodista
británico (BBC, Sunday Times) que en
1986 publicó las revelaciones de Mordechai Vanunu sobre las armas nucleares
israelíes, escribió el libro Operación
Cyanide. Cómo el bombardeo del USS Liberty casi provoca la Tercera Guerra
Mundial, obra en la que defiende una teoría mucho más siniestra. Según
Hounam, el ataque contra el USS Liberty no solo fue deliberado, sino que era el fruto
de la connivencia del presidente Lyndon B. Johnson con Israel. Aquella macabra
confabulación habría perseguido el hundimiento del barco y la muerte de todos
sus ocupantes, con el fin de poder culpar a Egipto del ataque, propiciando
así la entrada de EEUU en el conflicto que enfrentaba a sionistas y árabes.
Según Hounam, dado que el barco no naufragó, el derivar de la situación impidió
la culminación de aquellos objetivos secretos, no quedando otra forma de
resolver la crisis que la presentación de excusas por parte de Israel, y la
condescendiente respuesta de Washington.
Me permitiré añadir algo que
afirma el activista político y profesor de Sociología en la Universidad de
Binghamton (Nueva York), James Petras(2),
respecto de la asimétrica relación israeloamericana, y la sospechosa
permisivilidad con la que numerosos espías al servicio de Israel actúan en suelo
estadounidense. Petras expone que cientos de israelíes, estadounidenses con
nacionalidad compartida con la israelí, y simpatizantes de la causa judía
(iglesias cristiano-evangélicas) actúan con completa impunidad como informantes
del Mossad, el Cuerpo de Inteligencia y
Operaciones Especiales de Israel, un regalo del sionismo al mundo. Dicha
actividad llega hasta las más altas instancias, esto es: La Casa Blanca. Petras afirma que
la complicidad de altos estamentos de la Administración
Bush con elementos de las élites israelíes es real, y que
directrices políticas que tienen su origen en Israel y buscan remodelar el mapa
de Oriente en beneficio de las aspiraciones territoriales de Tel Aviv, son
perfectamente canalizadas a través de los lobbies judíos hasta llegar a esos
despachos, en los cuales hay instalados reconocidos filosionistas.
Recordemos que, según parece, antes de la
caída de las Torres Gemelas, Ariel Sharon tuvo conocimiento expreso(3) de lo que se preparaba y guardó
silencio, viendo en ello una inmejorable oportunidad para obtener apoyos a su
política contra los palestinos. Tal es así, que tras los atentados se apresuró
a igualar a Arafat con Ben Laden.
El que fuera Primer Ministro de Israel, Bibi
Netanyahu, dijo tras la masacre: ‘Lo ocurrido el 11 de septiembre es muy bueno
para nosotros’(4).
Curiosamente, Bibi Netanyahu, Primer
Ministro de Israel, estuvo en Londres el 7 de julio de 2005, cuando se perpetró
un atentado que dejó más de cincuenta muertos. Según un reporte de Associated Press, aparecido a las 12 de
la mañana del día de autos, Scotland Yard habría avisado –minutos antes de las
explosiones terroristas- a la embajada de Israel en la capital británica, de la
inminencia de un atentado. Según la mencionada agencia de noticias, Netanyahu,
por entonces Ministro de Economía de Sharon, tenía previsto un encuentro
financiero muy cerca del lugar de la tragedia, pero aquella mañana no abandonó
el hotel donde se hospedaba, ya que contaba con el aviso previo por parte de su
cuerpo de seguridad. En honor a la verdad, el reporte de Associated Press fue sustituido horas más tarde por un comunicado
de rectificación.
(1)Wikipedia.org (The USS Liberty incident)
(2)’La tiranía de Israel
sobre Estados Unidos’, rebelión.org, 1 de febrero de 2006. No menos
interesantes son las conclusiones de Petras en ‘Noam Chomsky y el lobby
pro-israelí: 14 tesis erróneas’, rebelión.org, 6 de abril de 2006.
(3)El periodista Bruno Cardeñosa afirma que
Sharon fue avisado por el Servicio de Seguridad Israelí, que le impidió tomar
parte en unos actos organizados en Nueva York para ese día, como asegura el
diario Yadiot Ahranot. Lo mismo
ocurrió con el alcalde de San Francisco, Willie Brown, de quien el periodista
nos dice ‘que la misma mañana del 11-S
pretendía coger un vuelo entre su ciudad y la capital de los rascacielos. A las
diez de la noche del día anterior, los servicios de seguridad le pidieron que
no lo hiciera por razones de seguridad’. Bruno Cardeñosa, 11-S, Historia
de una infamia, Corona Borealis, (2003)
(4)The New York Times, 12 septiembre 2001.
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