martes, 16 de febrero de 2016

NIVEL HUMANO: Sionismo Estadounidense


Todo se resume en la manida frase ‘lo que es bueno para Israel es bueno para Estados Unidos’. Un ejemplo esclarecedor del vasallaje al que EEUU parece estar sometido frente a Israel, lo tenemos en un acontecimiento ocurrido durante la Guerra de los Seis Días, concretamente el 8 de junio de 1967. En aquella contienda que enfrentó a Israel con Siria, Egipto y Jordania, los americanos tenían un barco de guerra frente a las costas de la Península del Sinaí, en aguas internacionales. El navío en cuestión tenía por nombre U.S.S. Liberty(1), y realizaba labores de inteligencia. Aquel 8 de junio varios aviones militares de Israel, cargados con cohetes y napalm, atacaron la nave, con un saldo final de 34 muertos y más de 150 heridos.

Según los israelíes, los EEUU habían asegurado que no habría allí ningún barco de guerra suyo, por lo que la presencia de aquella embarcación identificada como aliada de los enemigos árabes, condujo al error fatal. Miembros supervivientes de la tragedia alegaron que era prácticamente imposible que la aviación israelí no identificase la bandera de barras y estrellas, por lo que las razones esgrimidas por Israel eran falacias que ocultaban un acto deliberado de agresión.
Lo cierto es que la crisis se cerró con la aceptación por parte de Washington de las justificaciones y disculpas del gobierno hebreo, y una indemnización por daños y perjuicios de 13 millones de dólares. No hubo comisión investigadora por parte del Congreso estadounidense, por lo que las víctimas se sienten traicionadas, y aun hoy, cuarenta años después, niegan –tajantemente- las conclusiones del incidente.
En 2003, Peter Hounam, periodista británico (BBC, Sunday Times) que en 1986 publicó las revelaciones de Mordechai Vanunu sobre las armas nucleares israelíes, escribió el libro Operación Cyanide. Cómo el bombardeo del USS Liberty casi provoca la Tercera Guerra Mundial, obra en la que defiende una teoría mucho más siniestra. Según Hounam, el ataque contra el USS Liberty  no solo fue deliberado, sino que era el fruto de la connivencia del presidente Lyndon B. Johnson con Israel. Aquella macabra confabulación habría perseguido el hundimiento del barco y la muerte de todos sus ocupantes, con el fin de poder culpar a Egipto del ataque, propiciando así la entrada de EEUU en el conflicto que enfrentaba a sionistas y árabes. Según Hounam, dado que el barco no naufragó, el derivar de la situación impidió la culminación de aquellos objetivos secretos, no quedando otra forma de resolver la crisis que la presentación de excusas por parte de Israel, y la condescendiente respuesta de Washington.

Me permitiré añadir algo que afirma el activista político y profesor de Sociología en la Universidad de Binghamton (Nueva York), James Petras(2), respecto de la asimétrica relación israeloamericana, y la sospechosa permisivilidad con la que numerosos espías al servicio de Israel actúan en suelo estadounidense. Petras expone que cientos de israelíes, estadounidenses con nacionalidad compartida con la israelí, y simpatizantes de la causa judía (iglesias cristiano-evangélicas) actúan con completa impunidad como informantes del Mossad, el Cuerpo de Inteligencia y Operaciones Especiales de Israel, un regalo del sionismo al mundo. Dicha actividad llega hasta las más altas instancias, esto es: La Casa Blanca. Petras afirma que la complicidad de altos estamentos de la Administración Bush con elementos de las élites israelíes es real, y que directrices políticas que tienen su origen en Israel y buscan remodelar el mapa de Oriente en beneficio de las aspiraciones territoriales de Tel Aviv, son perfectamente canalizadas a través de los lobbies judíos hasta llegar a esos despachos, en los cuales hay instalados reconocidos filosionistas.
Recordemos que, según parece, antes de la caída de las Torres Gemelas, Ariel Sharon tuvo conocimiento expreso(3) de lo que se preparaba y guardó silencio, viendo en ello una inmejorable oportunidad para obtener apoyos a su política contra los palestinos. Tal es así, que tras los atentados se apresuró a igualar a Arafat con Ben Laden.
El que fuera Primer Ministro de Israel, Bibi Netanyahu, dijo tras la masacre: ‘Lo ocurrido el 11 de septiembre es muy bueno para nosotros’(4).
Curiosamente, Bibi Netanyahu, Primer Ministro de Israel, estuvo en Londres el 7 de julio de 2005, cuando se perpetró un atentado que dejó más de cincuenta muertos. Según un reporte de Associated Press, aparecido a las 12 de la mañana del día de autos, Scotland Yard habría avisado –minutos antes de las explosiones terroristas- a la embajada de Israel en la capital británica, de la inminencia de un atentado. Según la mencionada agencia de noticias, Netanyahu, por entonces Ministro de Economía de Sharon, tenía previsto un encuentro financiero muy cerca del lugar de la tragedia, pero aquella mañana no abandonó el hotel donde se hospedaba, ya que contaba con el aviso previo por parte de su cuerpo de seguridad. En honor a la verdad, el reporte de Associated Press fue sustituido horas más tarde por un comunicado de rectificación.

(1)Wikipedia.org (The USS Liberty incident)
(2)’La tiranía de Israel sobre Estados Unidos’, rebelión.org, 1 de febrero de 2006. No menos interesantes son las conclusiones de Petras en ‘Noam Chomsky y el lobby pro-israelí: 14 tesis erróneas’, rebelión.org, 6 de abril de 2006.
(3)El periodista Bruno Cardeñosa afirma que Sharon fue avisado por el Servicio de Seguridad Israelí, que le impidió tomar parte en unos actos organizados en Nueva York para ese día, como asegura el diario Yadiot Ahranot. Lo mismo ocurrió con el alcalde de San Francisco, Willie Brown, de quien el periodista nos dice ‘que la misma mañana del 11-S pretendía coger un vuelo entre su ciudad y la capital de los rascacielos. A las diez de la noche del día anterior, los servicios de seguridad le pidieron que no lo hiciera por razones de seguridad’. Bruno Cardeñosa, 11-S, Historia de una infamia, Corona Borealis, (2003)
(4)The New York Times, 12 septiembre 2001.

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