sábado, 18 de julio de 2015

NIVEL HUMANO: Sionismo


Breves apuntes sobre Israel

La historia de Israel es compleja, aunque existe un punto muy simple de entender, y es que el espacio territorial en el que bíblicamente se definen sus fronteras, siempre –incluso antes de su establecimiento allí como pueblo semítico- estuvo habitado por otros pueblos.

En los tiempos del caudillo Josué -continuador de Moisés- la denominada Tierra Prometida (‘Eretz Israel’ en su terminología hebrea) ya estaba ocupada por diversos pueblos como los cananeos, hititas y amorreos.
De ser mínimamente cierto lo que el Libro de Josué expone, la lucha entre los pueblos autóctonos y los hebreos fue sangrienta. Se dice en él que el caudillo recibió el dictado de Dios para exterminar a todos aquellos que allí vivían, siendo más de treinta el número de pequeños reyes derrotados. Este proceso histórico, al margen de su supuesta similitud con la Toráh, debió acontecer entre el siglo XV y el X antes de Cristo.
Queda claro pues, que los hebreos no eran un pueblo autóctono de la zona sino proveniente del este, de la región mesopotámica. Luego, cualquier supuesto derecho a volver a habitar la tierra de Canaán sólo se sostiene si se atienden las supuestas promesas divinas que recibieron Abraham, Isaac y Jacob.
La Declaración de Independencia de Israel (14 de mayo de 1948) justifica el derecho natural del pueblo judío a tomar posesión de aquellas tierras, en base a que ‘Ahí fue formada su identidad espiritual, religiosa y nacional (...) Ahí escribió La Biblia y la legó al mundo’.
Ese derecho a tener un estado se les reconoce a los judíos en el siglo XX, aunque durante los casi dos milenios que van desde la desaparición de Israel en el 135 hasta 1948, aquellas tierras estaban habitadas por musulmanes y cristianos. Si bien es cierto que una minoría judía siempre permaneció ininterrumpidamente en aquel espacio.
De hecho, cuando en tiempos de los hijos del rey Salomón se produce la división del reino en dos (Reino del Norte, llamado Efraim o Samaria, y el sureño Reino de Judá), los norteños fueron invadidos por los asirios (722 a.C.) siendo sus habitantes –diez de las doce tribus de Israel-, deportados. Desde entonces su continuidad como pueblo se pierde, asentándose en aquellas tierras unos nuevos pobladores (israelo-asirios) que nunca congeniaron con los vecinos del sur, el Reino de Judá, que se negó a reconocerlos como descendientes de Abraham, razón por la cual los odiaron con dureza.
Con la deportación del año 722 a.C. y la caída del Reino de Judá en el 586 a.C., la mayor parte del pueblo judío comenzó a vivir más fuera que dentro de la Tierra Prometida. A esos se les llamó miembros de la Diáspora.
Luego, no puede hablarse de una homogeneidad entre los judíos como pueblo, puesto que siempre estuvieron expuestos a colonizadores que -de una u otra forma-, los ‘contaminaron’ con sus culturas. Los persas, los asirios, babilonios, griegos, entre otros, imponen –durante siglos- su impronta sobre los judíos.
Ya en el siglo XX, durante el Sexto Congreso Sionista(1) los seguidores de Theodor Herlz, autor del libro El estado Judío (1896) y organizador del congreso, abogan por una patria judía cuyo establecimiento en Palestina es una condición irrenunciable.
Pocos años después de aquel congreso, el conservador gobierno inglés declaró a través de su ministro de Asuntos Exteriores(2), que ‘Inglaterra contempla favorablemente el establecimiento del pueblo judío en Palestina, y hará todo lo posible para facilitarlo’. A esto se le llama la ‘Declaración Balfour’(3).
Sólo un mes después las tropas inglesas al mando de Lord Allenby toman la ciudad de Jerusalén, hasta entonces en manos turcas. Los aliados se regocijan por la reconquista de la ciudad santa y desde entonces los grupos armados judíos lucharán contra la autoridad de Londres, por la independencia. La ahora libre Jerusalén había estado cuatrocientos años en manos turcas, desde 1517, y el sionismo veía acercarse su sueño de retorno.
Desde que Palestina se puso en manos de los británicos el aumento de inmigrantes judíos fue imparable, lo que provocó el choque inevitable con la comunidad árabe, mientras tanto los ingleses se mostraron incapaces de controlar el conflicto.
Luego llegó el exterminio de los judíos en Europa, y con la caída del nazismo se hace preciso resolver, lo más rápido posible, la cuestión del nuevo estado.
En julio de 1946 la organización terrorista judía ‘Irgún’, liderada por Menahem Beguin (quien luego sería Primer Ministro de Israel), causa una masacre en el Hotel ‘Rey David’ de Jerusalén. Casi cien personas han fallecido como consecuencia de una gran explosión en el hotel, donde tenía su sede el cuartel general británico en Palestina.
Ya entonces el gobierno de Londres se muestra incapaz de ofrecer soluciones, mientras los inmigrantes judíos prosiguen apoderándose de las tierras pertenecientes a los árabes. A comienzos de 1948 otro hotel en Jerusalén, el ‘Semíramis’, salta por los aires causando más de veinte muertos, entre ellos el cónsul de España. Entre 1945 y 1948 en la zona han sido asesinados más de trescientos ingleses a manos judías. Eso sí que es limpieza y lo demás son tonterías.
Definitivamente, el 14 de mayo de 1948, en el Rothschild Boulevard, Museo Bíblico de Tel Aviv, nace el ansiado Estado de Israel.
David Ben Gurión, jefe del movimiento sionista, asume el cargo de jefe del gobierno mientras que la organización terrorista ‘Haganá’ se transforma en el ejército oficial del nuevo país. Unas cien mil familias árabes abandonan Palestina y no precisamente de vacaciones.
La consecuencia más inmediata del nacimiento de Israel fue la guerra entre el nuevo país y sus vecinos árabes, sólo unas horas más tarde de la declaración fundacional. El nuevo estado es invadido por Siria, Líbano, Egipto, Irak y Transjordania; Israel los vence y amplía sus territorios. Ariel Sharon, Primer Ministro de Israel entre 2001 y 2006, participó en aquella contienda, y la ganó.
Cierto es que la ONU decidió(4) dividir la tierra en dos estados, uno palestino y otro judío, aunque este último fue mayor de lo acordado debido a la masiva partida de palestinos de sus casas. Este éxodo brutal ha sido interpretado ambiguamente; para unos fue una partida voluntaria, mientras que los propios implicados dicen haber sido intimidados y obligados a abandonar sus tierras. Esta segunda versión parece ser la más coherente. Deja de proporcionarles seguridad a tus vecinos, córtales todo suministro de elementos básicos para su supervivencia y verás como hacen sus maletas y se van. ¿Éxodo voluntario? Difícilmente. Lo cierto es que en 1948 huyeron de la región –según la ONU- 750.000 palestinos.
Posteriormente, ya en 1967, a petición del presidente egipcio, Nasser, se retiran los ‘cascos azules’ de la ONU de la frontera egipcio israelí. Unos días después estalla el conflicto; se produce un hecho crucial para Israel: La Guerra de los Seis Días entre el estado sionista y sus vecinos árabes, conflicto que abrió el camino al absoluto control judío de Jerusalén. Este acontecimiento fue tomado por muchos judíos extremistas como el comienzo de la grandeza del nuevo y eterno Israel, desencadenándose los preparativos para el futuro levantamiento del Tercer Templo, que ya puso –simbólicamente- su primera piedra el 29 de julio de 2001.
Según el filósofo Mark Heirman, el mesianismo que nace tras la victoria militar de 1967 es en parte responsable de la política expansionista de Israel, que ha llevado a la constante y persistente construcción de asentamientos judíos en los territorios ocupados de Gaza, Cisjordania y Golán. El motivo está en las pretensiones de los sionistas de reclamar como parte de Eretz Israel dichas tierras.
Heirman dice respecto al sionismo actual(5): ‘El moderno Israel ha creado un mesianismo político que se puede servir de un estado secular para realizar reivindicaciones político-religiosas y que apela también a los judíos que apenas son creyentes o a los que no lo son en absoluto’.
Dicho en otros términos: El Estado de Israel hace uso de la espera religiosa de un supuesto mesías que devuelva la grandeza a un humillado Israel, para lo cual, sus gobernantes deben hacer los preparativos adecuados, de la misma manera que los rabinos preparan a sus feligreses. Violentos preparativos sionistas, se entiende…
Tal es así, que la misma ONU que dio carta blanca a la fundación de Israel, condenó(6) el sionismo como una forma de racismo.
El especialista en el conflicto de Oriente Medio y profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Nueva York, Norman G. Finkelstein, hijo de supervivientes de los campos de concentración de Auschwitz y Majdanek (el resto de su familia falleció en el Holocausto), afirma que hoy en día se ha hecho ‘una burda explotación del martirio judío’(7).
Especialmente recomendable es la lectura de la entrevista a este autor que le realiza el diario El Mundo(8), de la que he destacado un breve fragmento:

El Mundo: ‘Algunos defienden la política de Israel con el argumento de que es la única democracia en Oriente Próximo y que se encuentra rodeada de dictaduras ¿Qué opina de esta posición?’
Finkelstein: ‘Depende de lo que entendamos por democracia. También Sudáfrica era nominalmente una democracia, con partidos políticos y con elecciones cada cierto tiempo, pero una gran parte de la población no tenía ningún tipo de derecho. Desde 1967, Israel mantiene una parte de Palestina ocupada. No se trata de una conquista temporal, sino que la ocupación se ha convertido en un rasgo estructural de Israel. Más de la mitad de la población del país hebreo no tiene ningún derecho ¿Es eso una democracia? Jean Kirkpatrick, embajadora de Israel ante la ONU, declaró que Sudáfrica “era un democracia para los de arriba, pero una dictadura para los de abajo”. Lo mismo podría aplicarse en la actualidad a Israel.’

Explica Finkelstein que la manipulación de que ha sido objeto el Holocausto, ha concluido con la justificación a la política criminal del Estado de Israel y el apoyo americano a la misma. Según él, muchas son las razones que demuestran el uso vergonzoso que de la tragedia se ha hecho, cuya cumbre está en ‘la actual campaña lanzada por la industria del Holocausto para obtener dinero de Europa mediante un chantaje realizado en nombre de las víctimas necesitadas del Holocausto’, que según Finkelstein, ‘han rebajado la categoría moral del martirio de mis padres a la de un casino de Montecarlo’(9).
El interesante trabajo de este americano muestra que la redefinición del Holocausto nace en EEUU en las últimas décadas del siglo XX. Anteriormente, en EEUU se eludía el tema de manera sospechosa por parte de la élite del colectivo judío. El autor atribuye este silencio de las personalidades del ámbito cultural y organizativo judío, a su interés por hacerse con espacios de poder en el estadio político estadounidense del preludio de la Guerra Fría, teniendo en cuenta que por aquellos días de la posguerra mundial, la parte de Alemania que fue administrada por los occidentales (República Federal Alemana), era su aliada. ¿Para qué remover un pasado cuando el futuro se adivinaba tan seductor a las aspiraciones de un papel activo en el reparto de poder?
Después de todo, los pactos(10) por los que se habían puesto de acuerdo en cuanto a las indemnizaciones que Alemania pagaría en compensación por el Holocausto, parecían contentar a las organizaciones judías.
En cierto modo, recuerda Finkelstein, resucitar el Holocausto en aquellos años, era razón para acusar a quien lo hiciera de comunista. Y aquello no convenía ni de coña. Por lo que las élites judías vieron bien el ser aliados de grupos de extrema derecha, así como el que los nazis colaborasen con los americanos en proyectos científico-militares. Como se hizo con Werner von Braun, creador del arma de destrucción masiva ‘V2’ (Venganza 2), modelo que él diseñó y gracias al cual EEUU crearían el cohete ‘Viking’(11).
Para muchos judíos, para el Estado de Israel, como para los que se sienten avergonzados y culpables de pensar algo contra el comportamiento sionista, el muro que en la actualidad recorre Cisjordania, está plenamente justificado por la gracia del dios perseguido en el Holocausto, del que por lo visto, sólo se extrae como conclusión que las víctimas era todas judías, olvidándonos, por ejemplo, del medio millón de gitanos exterminados. ¿Por qué no una patria para ellos? Pues porque carecen de una élite que los represente.
Así, el punto culminante en el que el Holocausto fue colocado como la imagen sagrada a la que venerar, llegó con la victoria de Israel en 1967.
La Guerra de los Seis Días marcaría el comienzo de una duradera, simpática y provechosa amistad entre el estado sionista y la élite judeo-americana. Hasta entonces la visión que las organizaciones judías estadounidenses tenían del estado creado en 1948, era la de un país demasiado cercano a la comunista Unión Soviética. El apoyo a Israel por parte de los judíos americanos no podía existir mientras la izquierda pudiera estar dominando la escena política del nuevo estado. Ya se sabe: Capitalismo versus comunismo...
Señala Finkelstein que el Congreso Judío Mundial ‘respaldó la fundación de Israel movido, sobre todo, por el miedo a que sobreviniera un movimiento de reacción en contra de los judíos estadounidenses, si los judíos apátridas que había en Europa no lograban establecerse definitivamente en un plazo breve’(12).
Recordemos que fue el esfuerzo armado de los judíos de la Europa del Este (denominados asquenazíes), el que preparó el camino para la fundación de Israel, ‘limpiando’ de obstáculos -desde los años veinte- la tierra palestina a base de bombas.
Desde entonces, Israel viola sistemáticamente resoluciones(13) del Consejo de Seguridad de la ONU sin que a ningún país occidental se le haya pasado por la cabeza invadirlo. El doble rasero con el que se juzga a Israel en el seno del organismo internacional, ha sido reconocido y criticado, incluso, por el que fuera Secretario General, Kofi Annan.

Sionismo americano

Sólo once minutos, once, después de la creación del Estado de Israel, el presidente estadounidense Harry Truman le da su rápido reconocimiento a través de la radio. Se trata del primer país en hacerlo. Desde entonces, Truman se sentirá como el rey Ciro, permitiendo el regreso de los judíos a casa.
El profesor Gustavo Perednik, filósofo y humanista judío, expone en su artículo ‘Los judíos y los Estados Unidos’, que ‘la prisa de Truman no se debió a su entusiasmo. El reconocimiento inmediato de Israel sirvió para abortar la intención de la Secretaría de Estado de su gobierno, entonces dispuesta a convocar a la ONU para anular la resolución 181 (la que reconocía el derecho judío de establecer un Estado en Palestina). No todo es rosas en la alianza más constante de Israel.’
Truman ya se había opuesto(14) a la orden inglesa que prohibía proseguir con la inmigración judía a Palestina(15). El presidente estadounidense ‘solicitó’ al primer ministro británico que autorizara inmediatamente dicha inmigración. Órdenes son órdenes, y el Imperio Británico, venido a menos, cedió a las presiones...
Perednik ahonda en la naturaleza de la alianza entre los dos países: ‘George Kegan, un ex-jefe naval de los EEUU, solía decir que lo que siempre pareció apoyo americano a Israel, fue en realidad una constante ayuda israelí a los EEUU, y que su país jamás podría retribuir suficientemente al Estado judío. Tenga razón o no, la aproximación entre los dos pueblos descansa en principios y valores compartidos, de los que ambos pueblos deberían ser conscientes’.
El sostenimiento económico del Estado de Israel por parte de EEUU es, básicamente, una realidad necesaria. Israel carece de condiciones propias para subsistir en las actuales circunstancias, en las que precisa de constantes y multimillonarias inyecciones económicas que permitan sostener los elevados niveles de vida de ese armado vergel en medio del desierto. Los medios son evidentes: Los millones de dólares que deciden enviar los miembros del Congreso se suman a los recaudados por las numerosas organizaciones judías, y las siempre interesadas iglesias cristiano-evangélicas, que además, sirven de caldo de cultivo para la derecha política más rancia. Las iglesias evangélicas no solo han sido muy útiles para combatir la Teología de la Liberación en Latino América, sino que aportan mucho dinero a la causa de Israel, a la que se apoya sin cuestionamiento alguno en su lucha contra los palestinos, a quienes se considera indignos de poseer una tierra que es un regalo de Dios a los judíos. En compensación por tal apoyo, los evangélicos esperan que los judíos algún día, Dios mediante, reconozcan a Jesucristo como el hijo del susodicho…
Pero si las palabras de Gustavo Perednik son llamativas, las del Rabino Shmuley Boteach, una de las más influyentes personalidades judías en EEUU, les sorprenderán. Boteach, escribió en septiembre de 2004 un montón de barbaridades encabezadas por el título ‘¿Nuevo Pueblo Elegido?’(16), de las cuales he extraído las menos extravagantes:
‘A nosotros, los estadounidenses, no nos odian por nuestra fuerza, sino más bien por los buenos propósitos a los que hemos dedicado esa fuerza. Irónico, ¿no es así? Que nos odien porque somos buenos. Pero, sean bienvenidos al club. Los judíos han sido miembros desde hace tiempo. (...) Además, igual como los judíos le enseñaron al mundo acerca de Dios, EEUU. es actualmente el único país occidental que proclama orgullosamente su lealtad a Dios. El fuerte énfasis de EEUU. en Dios y la religión son anatema para la Vieja Europa, que vive en la era postcristiana. Por cierto, los europeos se refieren a menudo a los cristianos estadounidenses evangélicos, de opinión conservadora, como un ejemplo de la torpeza y las payasadas estadounidenses, gente simplona y suficiente estúpida para creer en un mundo descarnado del bien y del mal, en negro y blanco (...) Son sorprendentes los paralelos entre la acusación de que los judíos están tratando de apoderarse del mundo, y de que EEUU. es el hampón global. Ambos grupos son acusados de buscar el dominio global. El grito judío por la moralidad en el mundo antiguo fue rápidamente malinterpretado por los oponentes al judaísmo como cínicos intentos de dirigir el planeta. De la misma manera, los honestos esfuerzos de EEUU. de llevar la democracia a las regiones más aquejadas de problemas del mundo son interpretados como un intento de imponer la hegemonía estadounidense sobre la Tierra.’

Dinero, dinero, dinero…

Regresando a la cuestión propagandística del Holocausto, señala Finkelstein que a partir de la victoria en la Guerra de los Seis Días, los judíos pasaron a ser la vanguardia defensiva de EEUU e incluso Occidente, frente al barbarismo árabe. Sólo cuando Israel había demostrado su poder, se comenzó a desempolvar el Holocausto. Antes, el nuevo país no era un valor seguro en el que apostar e invertir.
Durante aquella guerra Ariel Sharon es comandante y tiene un papel represor en las tierras de Gaza, de donde fueron deportados cientos de hombres, mujeres y niños palestinos.
Tras la euforia de la victoria de 1967 hay movimientos organizados judíos para colonizar Cisjordania (tierra de los palestinos), como el Gush Emunim (literalmente ‘el Bloque de los Fieles’) promovido por el rabino Moshe Levinger. En 1968 había cerca de 46.000 colonos judíos en 113 asentamientos; en 1984 había ya 163.000 colonos en Cisjordania y 6.200 en Gaza.
Desde 1967, en EEUU, se observaba un cierto equilibrio emocional a través de la victoria israelí sobre varios países tercermundistas, cosa que los propios estadounidenses no estaban logrando hacer en el campo de batalla vietnamita. Y los judíos americanos se comenzaron a sentir orgullosos del invencible Israel. Un Israel que era el aliado esencial en la zona y que repentinamente se convirtió en la imagen de la religión de las élites judeo-americanas. Un Israel invocado en nombre de los intereses materiales de ambas patrias. Un Israel indestructible que ahogaba las penas y la humillación de Vietnam.
Destruida diez veces, conquistada más de treinta, asediada cincuenta, Jerusalén fue dividida con la fundación del Estado de Israel en 1948 (parte occidental para los judíos y oriental para palestinos), pero tras la Guerra de los Seis Días (1967) pasó completamente a manos judías (Ley de Propiedad Ausente.), llegándose incluso a pensar en hacer volar por los aires la Cúpula de la Roca, lugar sagrado para los musulmanes que está enclavado donde siglos atrás estuviera el Templo de Salomón.
La Ley de Propiedad Ausente. Enero 2005: Ariel Sharon decide ejecutar la ley, aprobada en 2004, consistente en la confiscación de las propiedades palestinas en Jerusalén Este, abandonadas desde 1967. Afectará a miles de palestinos que viven en Cisjordania, dejándolos sin derecho a compensación alguna. El Fiscal General de Israel advierte que se trata de una ilegalidad. Se le añade la sentencia –no vinculante- de la Corte del Distrito de Tel Aviv, que falló en enero de 2006 contra las aspiraciones del gobierno hebreo. El Tribunal Supremo no se ha pronunciado al respecto de la ley.
Al final de aquellos años sesenta se incrementó la presencia de noticias relacionadas con Israel en la prensa, siendo The New York Times su mejor escaparate. Y no lo fue por su desventajosa posición como país acosado o por brotes de antisemitismo interno, sino precisamente por la consistencia de las organizaciones y élites judías en la vida política de los americanos.
Un incontestable ejemplo de esto es la figura de Judith Miller, periodista de ese rotativo y ganadora del premio Pulitzer (por una relación de artículos de prensa sobre Ben Laden), que tiene el privilegio de haber sido una de las primeras voces propagandísticas de los intereses armamentísticos de La Casa Blanca en la cuestión iraquí, o lo que es lo mismo, el uso que Israel hace de EEUU para llevar a cabo su agenda política.
Durante el final de la década de los sesenta y principios de los setenta, la existencia de las otras minorías étnicas norteamericanas, verdaderas víctimas de abandono, no mejoró gracias a la generosidad de Washington: El Doctor Martín Luther King, líder del movimiento negro americano, fue asesinado (1968) para satisfacción de los gobernadores segregacionistas sureños y el FBI; la ciudad de Wounded Knee (Dakota del Sur) es ocupada en 1973 por varios centenares de indios siux en busca de mejoras de vida para las comunidades indígenas. El aproximado medio millón de indios americanos existentes en la época, vivía mayoritariamente en pequeñas reservas, discriminados y sin el completo de los más elementales derechos ciudadanos. Tal es así, que no tuvieron derecho a practicar abiertamente su religión hasta 1977.
Ni en el caso de la comunidad afroamericana ni en el de los indios americanos (ni aún con el apoyo de Marlon Brando), existió una política de restituciones a razón de la esclavitud sufrida por los primeros y el exterminio vivido por los segundos. No ocurrió lo mismo con la minoría judía, que sí estaba bien, muy bien representada, a través de su estatus de poder.
Es la misma política de los bancos hacia quienes solicitan un crédito: ‘Si tienes dinero te presto, pero si no tienes y verdaderamente lo necesitas, no me lo pidas, pues la respuesta es no’. Como dice Finkelstein(17), ‘Lejos de constituir un obstáculo para el éxito, la identidad judía sirve para coronar el éxito. Si muchos judíos mantuvieron un prudente alejamiento con respecto a Israel cuando este país estaba mal visto y luego, cuando Israel pasó a convertirse en un valor en alza, se convirtieron en sionistas renacidos, del mismo modo se mantuvieron a distancia prudente de su identidad étnica mientras ésta constituía una carga y se convirtieron en judíos renacidos cuando les convino’.
La postura asumida por las élites judías de América es resumida por el autor de ‘La Industria del Holocausto’ en estos términos: ‘Era contraponer tácitamente su explícito apoyo a una Israel presuntamente acosada, a la cobardía demostrada por la comunidad judía estadounidense durante el Holocausto (...) Sólo les parecía interesante una Esparta israelí en deuda con sus benefactores estadounidenses, pues sólo esa modalidad permitía a los líderes judíos de EEUU actuar como portavoces de las ambiciones imperialistas estadounidenses’.
Y el rememorar el Holocausto se convirtió en una prioridad. Se hacía preciso justificar el apoyo a Israel para –supuestamente- evitar una repetición del mismo; al mismo tiempo que se usaba ese miedo para crear victimismo y un provechoso sentido de la indefensión.
Ahora que Israel no era una quimera sino una potente arma de guerra en la zona, había que sacar al nuevo estado sionista del aislamiento al que sería sometido por la comunidad internacional tras su negativa a retirarse del arenoso Sinaí, conquistado a Egipto.
A Israel se le ‘infunde aliento’ con miles de millones de dólares –3.000 millones- que recibe oficialmente (directamente asignados por el Congreso) cada año de EEUU, incluyendo gran cantidad de armamento y tecnología.
Según el periodista Enrique Cymerman, reputado conocedor de Oriente Medio, en sólo una década, Israel se ha convertido en el quinto país del mundo que vende más armamento (10% del mercado mundial), facturando en 2003 unos 3.000 millones de dólares. Mayor vergüenza la de quienes le compran: España (durante el gobierno de Aznar se vendieron armas a Israel), Grecia, EEUU, Francia, Suiza, Bélgica, Finlandia, Corea del Sur, Holanda, Dinamarca, Polonia, Venezuela, Australia, y su máximo comprador, China... Tal es el poderío militar de Israel, que es la única potencia nuclear (más de 200 cabezas) de la zona y la sexta del mundo, según reveló el experto israelí Mordechai Vanunu. Sirva como dato que Israel es el único país de Oriente Medio que no suscribió el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP).
Vanunu dio a conocer al mundo en 1986 que Israel poseía armas de destrucción masiva. Fue a través de amplios documentos y fotos que se publicaron en The Sunday Times (5 de octubre de 1986). Ese mismo año fue secuestrado en Roma por el servicio secreto israelí (Mossad) y una vez drogado, llevado a Israel, donde permanece encarcelado hasta abril de 2004, en que es liberado sin permiso para salir del país, y a la espera de juicio. Pero en noviembre del mismo año vuelve a ser detenido, curiosamente después de que hiciese unas declaraciones a la prensa en las que relacionó el programa nuclear del estado hebreo (al que llama República Bananera de Israel) con el asesinato de John F. Kennedy.
Para la ONG Amnistía Internacional el científico es un preso de conciencia, mientras que el gobierno de Tel Aviv lo acusa de traidor a la patria y actividades de espionaje. Diversos colectivos sociales y ONGs exigen la libertad de Vanunu. Información de las campañas de apoyo a su liberación: 
nonviolence.org/vanunu   peaceheroes.com/MordechaiVanunu/mvanunu.htm.

Estamos en 1973 y cuando la ‘Guerra de Yom-Kippur’ ha concluido(18), hace justamente dos meses que Henry Kissinger ha sido nombrado secretario de Estado de Richard Nixon. Kissinger, miembro destacado de la élite judía de EEUU, era ya desde la época Kennedy ideólogo de la política exterior americana. Y aún lo es…
Entonces, como nunca antes, Israel se convirtió en el becerro de oro para la élite judía de EEUU, y la industria del Holocausto estaba lista para ponerse en marcha.
Finkelstein nos habla del cinismo de las organizaciones judío-americanas que usan el nombre de Israel para recibir contribuciones económicas, que no llegan sino en parte a su destino, quedando el resto en manos de instituciones americanas; nos habla de conferencias sobre el Holocausto a razón de 25.000 dólares... Nos habla de la derechización política de los judíos estadounidenses, calificando de antisemitismo a toda acción que fuese en perjuicio de sus intereses de clase. En todos estos asuntos, el Holocausto era recurrido para deslegitimar toda crítica, y para intimidar a la opinión pública. Boas Evron, escritor israelí, definió así la conciencia del Holocausto: ‘Un adoctrinamiento propagandístico oficial, una producción masiva de consignas y falsas visiones del mundo, cuyo verdadero objetivo no es en absoluto la comprensión del pasado, sino la  manipulación del presente’.
De este modo, a través de la conveniente manipulación de los sionistas en sus posiciones de poder dentro del sistema, convirtieron el holocausto nazi en el Holocausto, dándole una singularidad (netamente judía) única en la Historia, máxima representación del odio de los gentiles hacia el Pueblo Elegido por Dios.
El revestimiento sagrado que se impone sobre el hecho histórico sufrido por los judíos durante el holocausto nazi, lo transforma en un acontecimiento único sobre una única víctima: Los judíos. No hubo tragedias comparables antes ni las habrá después. No es una cuestión de números de víctimas, sino de la naturaleza de éstas. No es cuestión de matemáticas, sino del irracional odio provocado en el místico Holocausto. Éstas son las bases que definen la singularidad de un hecho que se usa como escudo para repeler críticas, ganar dinero -muchísimo dinero- y mantener el rol de víctimas eternamente en peligro.
Y mientras se rememoran los hechos que no debieron ocurrir, y mientras se visitan los campos de concentración y los hornos de cremación, y se recuerda a las nuevas generaciones que siempre hay que estar alerta para no repetir los errores del pasado, algunos enemigos de Israel, aquellos que viven en la miseria y la humillación constantes, perecen y agonizan en pestilentes campos de refugiados tras un vergonzoso muro que recorre cientos de kilómetros.
Ésta y no otra, es la conciencia de la que el escudo del sagrado Holocausto trata de proteger hoy a las mentes críticas del mundo. Una conciencia que no debe ser atendida pues de hacerlo se entendería que no existe Pueblo Elegido en el judío. Una conciencia que no distingue de estirpes sagradas en un mundo que siempre ha sido una maloliente ciénaga total, al servicio de unos pocos que se erigen en intocables a razón de su posición en la pirámide material. Luego, no hay virtud alguna en ser judío, tampoco en ser gentil; simplemente la hay allá donde no hay miseria moral.
Israel ha hecho y seguirá haciendo lo imposible para no cumplimentar la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, que la insta a la total retirada de los territorios ocupados en 1967, y mientras tanto, el liderazgo palestino seguirá hundido en la corrupción.

Mark Heirman dice(19) sobre el científico y filósofo judío Yeshayahu Leibowicz (1903-1994), autor de la Declaración de Independencia de Israel: ‘Acabó siendo uno de los más duros críticos con la política de Israel hacia los palestinos (...) En 1967, siendo profesor de hebreo en la Universidad de Jerusalén, fue uno de los primeros en calificar de desastre histórico la victoria de Israel en la Guerra de los Seis Días y la posterior represión de los palestinos. En 1993 comparó a los soldados israelíes que cazaban a palestinos armados en los territorios ocupados con los terroristas de Hamás (...) Cuando fue condecorado con el Premio Israel, la más alta condecoración del país, como homenaje a su vida y a su obra, se negó a aceptarlo’.
Extraigan ustedes sus propias conclusiones.
Lecciones da la Historia, que no siendo aprendidas se repiten una y otra vez. Ni el éxodo de los puritanos hacia América pareció servir, ni el de quienes siguieron repitiendo a gritos, una y otra vez, lo que un anónimo rabino dice sobre la tierra que hoy es el Estado de Israel y las zonas palestinas:

‘Esta sagrada tierra, a nosotros prometida y entregada por el Creador del universo, es y será exclusiva y eternamente judía, pues nosotros somos el único pueblo que lícitamente puede habitarla. Tras dos mil años regresamos a ella, y no consentiremos que ningún otro pueblo la viva junto a nosotros. Nuestra es, en función del regreso divino de nuestra gente a Sión.’

Basta ya de hacer creer al mundo que las élites sionistas son los representantes del judaísmo. Basta ya de equiparar toda crítica al sionismo con el antisemitismo.
Los judíos no sionistas alegan que no existe derecho alguno a poner fin al exilio impuesto desde lo etéreo. Aquellos seguidores de la Ley Escrita que se avergüenzan del sionismo y su estado impuesto en Palestina, afirman que ha de ser la Divinidad, quien, con la llegada del Fin de los Días (Ketz Haiamim) que trae consigo la ansiada Era Mesiánica, ponga fin a la prohibición.
Porque defienden que la denominada Tierra Prometida hunde sus raíces en lo espiritual, como regalo condicional de Dios a sus hijos corpóreos. No se puede acceder a la Tierra Prometida (como realidad material) si antes no se ha ungido la materia individual. No hay acceso sin redención.
Es por todo ello que a los judíos de hace dos mil años no les sorprendió la destrucción del Templo de Jerusalén y el inicio del milenario exilio, porque eran plenamente conocedores de que aquellos dolorosos hechos no tenían que ver con la potencia militar de Roma, sino con la deslealtad de las élites judías hacia la Ley. La tierra ocupada a la fuerza, por más productiva y cultivable que se logre sea, tierra muerta es, y en eterna disputa estará. Jamás, jamás, habrá paz mientras la religión sionista se apropie de un derecho que no le pertenece. El sionismo lo sabe. Sabe que el engendro israelí ofende a los judíos observantes y respetuosos con la Ley, como afrenta a Dios, por cuanto tiene de atajo inútil a una prohibición de origen espiritual.

Porque somos judíos

En medio de la constante crisis entre palestinos e israelíes, el Rabí Mordechi Weberman pronunció (26 de julio de 2002) un hermoso discurso frente al consulado israelí en Nueva York. He aquí un interesante fragmento:
‘Hay aquellos que nos preguntan: ¿Por qué apoyamos la causa palestina? ¡Ustedes son judíos!, nos dicen. Y nuestra respuesta es muy simple: ¡Precisamente porque somos judíos es que marchamos con los palestinos e izamos su bandera! ¡Precisamente porque somos judíos es que exigimos que se devuelva a sus casas y propiedades al pueblo palestino! Sí, en nuestra Torah se nos ordena que seamos justos. Se nos llama para seguir la justicia. ¿Y, qué podría ser más injusto que el centenario esfuerzo del movimiento sionista por invadir la tierra de otras personas, expulsarles fuera y robar su propiedad? Los primeros sionistas proclamaron que aquellos eran un pueblo sin tierra yendo a tierras sin pueblo. Palabras que suenan inocentes. Pero absoluta y totalmente falsas. Palestina fue una tierra con un pueblo...’

(1)Comenzó el 23 de agosto de 1903 en Basilea, Suiza. Theodor Herlz diría sobre este congreso: ‘En Basilea fundé el Estado Judío… Quizás dentro de cinco años, seguro dentro de cincuenta, todos lo sabrán.’
(2)Lord Arthur James Balfour (1848-1938). Antes había sido Ministro de Asuntos Irlandeses (1887), siendo un implacable enemigo de la emancipación de ese pueblo, lo que le mereció el apodo de Balfour el Sanguinario, a causa de sus duras medidas represivas.
(3)2 noviembre de 1917.
(4)29 de noviembre de 1947.
(5)Mark Heirman, Los Doce Pilares de Israel. Una historia política y sociocultural de los judíos, editado en España por Acento Editorial, (2003)
(6)11 de noviembre de 1975, con una  votación de 72 contra 35.
(7)Norman G. Finkelstein, La Industria del Holocausto (Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío), editado en España por Siglo veintiuno de España editores, (2002)
(8)23 de octubre de 2003.
(9)Finkelstein, La Industria del Holocausto.
(10)Firmados el 11 de septiembre de 1952.
(11)Werner von Braun propondría (15 de mayo de 1952) ir a Marte cuando era responsable de los programas de los cohetes ‘Saturno’. No deja de ser una curiosidad que la fecha casi roce el 14 de mayo, aniversario de la creación del Estado de Israel.
(12)Finkelstein, La Industria del Holocausto.
(13)Más de quince referente a desarme, además de la determinante 242 de 1967, por la que se considera inadmisible la apropiación de tierras por acciones de guerra. Cuando en 1985 la aviación israelí bombardeó el cuartel de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Túnez, causando más de medio centenar de muertos, Washington (presidía Reagan) calificó el acto con el que se pretendía asesinar a Yassir Arafat, de ‘acción de legítima defensa contra el terrorismo’. El 16 de septiembre de 2003 EEUU veta en el Consejo de Seguridad de la ONU una resolución contra la voluntad de Israel de expulsar o matar a Arafat. Cuatro días más tarde la organización condena la voluntad de Israel de matar o expulsar a Arafat. La votación de la Asamblea General ha concluido con 133 votos a favor de la resolución, 15 abstenciones y 4 votos en contra (EEUU, Israel, Islas Marshall y Micronesia). Israel protesta enérgicamente.
(14)4 de octubre de 1946.
(15)12 de septiembre de 1946.
(16)Estas opiniones del gran rabino norteamericano aparecieron en la página rebelión.org, y fueron traducidas del original por Germán Leyens.
(17)Finkelstein, La Industria del Holocausto.
(18)22 de octubre.
(19)Mark Heirman, Los Doce Pilares de Israel.

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