MARAVILLAS
EN EL CIELO
Objetos aéreos
inexplicados desde la Antigüedad hasta los Tiempos Modernos
(y su impacto en
la Cultura Humana, Historia y Creencias)
Por Jacques
Vallee y Chris Aubeck
Yo mostraré maravillas arriba, en el cielo, y señales abajo, en la
Tierra; sangre, y fuego, y nubes de humo.
(Hechos 2:19)
Habrá Señales en el Sol, y en la Luna, y en las Estrellas.
(Lucas 21:25)
Lo más maravilloso que podemos experimentar es lo misterioso. Esa es
la fuente de todo arte y ciencia verdadera.
(Albert Einstein,
“What I Believe”, Forum, october 1930.)
PRÓLOGO
Por David J. Hufford, Ph.D.
Profesor Emérito de Humanidades y Psiquiatría
en Penn State College of Medicine
Profesor Adjunto de Estudios Religiosos de
la Universidad de Pennsylvania.
Autor de The Terror That Comes in the Night.
En
1969 yo era un estudiante graduado en la Universidad de Pennsylvania,
continuando un doctorado en el campo del folklore. Mi interés primordial fue lo
que era denominado ‘creencias folclóricas’. Este término estaba, y todavía lo
está, generalmente reservado para aquellas creencias que son extrañas, de
alguna manera, para la oficial y moderna visión del mundo.
Se
me había enseñado que semejantes creencias eran no empíricas e irracionales,
que eran ficciones culturales que reflejaban las preocupaciones locales,
sirviendo de apoyo a los valores de sus comunidades y sus necesidades
psicológicas. Las experiencias sobre las cuales pretendían estar basadas eran,
usando un término popularizado por Thomas Kuhn en su notable trabajo ‘The
Structure of Scientific’ (1962), ‘anomalías’.
Desde
observar un fantasma a las pretendidas sanaciones de la medicina popular, los
eventos descritos en el folclore parecían contradecir el paradigma de la
ciencia, el patrón oro del moderno racionalismo. Por ello, esos eventos eran,
como había dicho Charles Fort, ‘malditos’ (1919), sin acceso permitido al
corpus del conocimiento válido. En cualquier caso, yo continuaba la herética
idea de que las creencias populares tradicionales podían estar incorporando observaciones
precisas, y como tal, podían señalar a un importante nuevo conocimiento.
Yo
estaba frustrado por la manera en que abiertamente se consideraban las
creencias, las creencias comunes a muchas culturas distintas, siendo descartadas
sin investigaciones ni argumentos. De hecho, ya había visto que la
investigación de la posible validez de las creencias folclóricas era objeto de
un intimidante surtido de sanciones. Por tanto, estaba excitado al encontrar el
libro de Jacques Vallee ‘Pasaporte a Magonia: del folclore a los platillos
volantes’ (1969).
Yo
consideraba a los ovnis como una parte de las creencias populares modernas y,
dadas mis cuestiones sobre observaciones anómalas válidas, había estado leyendo
literatura sobre ovnis. Había leído ‘Anatomy of a Phenomenon’ (1965), de
Vallee, y sabía que él era, como yo, científico y de mente abierta. Más que la
mayoría de la literatura al respecto, el libro de Vallee daba un convincente
ejemplo en la objetiva realidad de fenómenos aéreos anómalos. En ‘Pasaporte de
Magonia’ continuó reforzando la idea de que existía un fenómeno real detrás de
los informes sobre ovnis, pero enlazando esos informes a viejas informaciones
sobre hadas, fantasmas, demonios, ángeles, etc, de una forma convincente y
fascinante.
Vallee
reconoce la diferencia entre el núcleo de la fenomenología que aparece en los
informes, y el lenguaje local y las interpretaciones que revisten ese núcleo en
los relatos tradicionales. Esta es una sofisticada distinción que raras veces
he encontrado entre los investigadores de las creencias populares, y en el
Magonia de Vallee se establecen las
bases conceptuales para usar esa distinción en el análisis multicultural de los
informes del fenómeno de anomalías aéreas y los sucesos a menudo asociados con
ellos.
Al
respecto de la crítica que se hace a los investigadores convencionales del
fenómeno ovni, de que ‘confunden la apariencia y la realidad’, Vallee afirma
que ‘el fenómeno tiene características fijas, invariables, algunas de las cuales
han sido tratadas de identificar y etiquetar con claridad. Pero también hemos tenido
que apuntar cuidadosamente el carácter
camaleónico que subyace en los avistamientos: la forma de los objetos, la
apariencia de sus ocupantes y las declaraciones que éstos hacen, todo ello varía en función de las
circunstancias culturales que lo envuelven’ (1969:149).
En
1971 viajé hasta Newfoundland, Canadá, donde pasé cuatro años impartiendo
clases y haciendo trabajo de campo para mi disertación doctoral sobre creencias
populares. Las ideas de Vallee me acompañaron y se vieron constantemente
confirmadas por el folclore local que allí estudié. Barcos fantasmas, fuego
fatuo (Jackie The Lanterns), luces; todo ello componía el viejo escenario de
las tradiciones populares y eran constantemente reportadas en la isla, a menudo
en términos muy relacionados con los ovnis. En un pequeño pueblo, una serie de
extraños avistamientos aéreos fueron descritos e interpretados por los más
viejos del lugar en términos tradicionales, mientras que los más jóvenes de la
comunidad simplemente los llamaban ovnis. En Newfoundland también hallé una
tradición que ellos llaman ‘la vieja bruja’, una terrorífica parálisis nocturna
que acompaña a una aterradora entidad que los habitantes del lugar asocian con
brujas o fantasmas.
Haciendo
uso del conocimiento aportado por Vallee, fui capaz de reconocer inmediatamente
en ‘la vieja bruja’ a los ‘invasores de dormitorio’ que he encontrado en la
literatura popular de los ovnis (Keel 1970). Este fenómeno, conocido por los
investigadores como ‘parálisis del sueño’, tiene ‘características fijas e
invariables’ que en los informes están envueltas por el lenguaje y la
interpretación según cada cultura. Entre el núcleo estable que presenta la
parálisis del sueño nos encontramos con la anómala presencia de una entidad
aterradora.
Esta
experiencia, como las experiencias de las luces extrañas y los objetos aéreos,
han vagado a través de una gran variedad de tradiciones alrededor de todo el
mundo: brujería, fantasmas, vampiros, y ovnis.
En
el libro de bolsillo de 1992 ‘Unusual Personal Experiences’ (Hopkins et al.),
los investigadores de abducciones Hopkins, John Mack, y David Jacobs informan
de una gran encuesta a nivel nacional que pretendía determinar cuántas personas
han sido abducidas por aliens. Dentro de dicha encuesta, la pregunta nº 1 es si
el encuestado recuerda ‘despertarse paralizado por la sensación de una extraña
presencia en el dormitorio’ (p.26): parálisis del sueño.
Las
anomalías son una amenaza al status quo (estado
del momento actual) intelectual. Las anomalías son poderosamente
resistentes, y esa resistencia a menudo parece apropiarse de los esfuerzos de
aquellos que valientemente están investigando lo anómalo, en la misma medida en
que lo anómalo recluta los apoyos de los escépticos intransigentes. Como el
innovador trabajo de Thomas Kuhn nos mostró, esta dinámica cultural es
inseparable de los datos más obvios en el intento de hacer –y entender- el
progreso científico. La respuesta inicial de un paradigma a las anomalías es
ignorarlas o, cuando los informes son demasiado numerosos, integrarlas. Esas
dos estrategias son facilitadas por la difusión de informes de anomalías a lo
largo de un gran número de aparentemente diversas categorías conceptuales. Este
proceso es facilitado por los investigadores que corren tras teorías, como que
los ovnis son naves extraterrestres, dividiendo así grandes escenarios de
informes sobre anomalías en pequeñas y más numerosas subdivisiones.
Los
ovnis no se parecen a las luces meteorológicas de Newfoundland, los fuegos
fatuos o el ‘barco ardiendo’ de la isla de Ocracoke, hasta que despejas el
elaborado lenguaje cultural y las interpretaciones secundarias que los
envuelven, dejando sólo ‘fenómeno aéreo anómalo’. Lo mismo ocurre con la
‘parálisis del sueño’, ‘la vieja bruja’ y las abducciones alienígenas, que no
parecen ser similares hasta que se les han quitado los envoltorios culturales y
encuentras ‘despertando paralizado con la sensación de una extraña presencia en
el dormitorio’. Esta es la belleza de la pionera aproximación de Vallee en
Magonia. Maravillas en el cielo extiende esto con un enorme corpus de
antiguos avistamientos reunidos por Chris Aubeck y sus colegas a través del
‘Proyecto Magoniax’.
La
disposición de esos autores a arrojar una muy amplia red, y no permitirse las
particulares interpretaciones culturales de los eventos, que limitarían su
visión, nos ofrece una notable oportunidad de buscar patrones que nos puedan
llevar a nuevos entendimientos del fenómeno.
Aquellos
con una perspectiva de estos asuntos estrictamente enfocada en una
interpretación concreta, especialmente la hipótesis extraterrestre, puede que
se sientan irritados por la mezcla de lo aéreo y lo religioso, lo político y lo
místico, y demás.
Entusiastas
defensores de varios fenómenos anómalos tienden a oponerse, incluso a sentirse
ofendidos por la clase de rigurosa metodología que se lleva a cabo en
‘Maravillas en el cielo’. Este método no sólo rechaza aceptar teorías
particulares como un punto de arranque; también tiene mucho que ver con el
método de los desacreditadores.
Cuando
el Dr. Hynek inventó los ‘gases de pantano’ como explicación para los ovnis (de
lo cual luego se retractó), él insinuó que lo que había hecho era quitar el
envoltorio cultural para hallar el ‘núcleo estable’ del fenómeno, tal y como
los escépticos acostumbraban a desacreditar los informes de abducciones
alienígenas (y una variedad de otros eventos anómalos) alegando que ‘únicamente
es parálisis del sueño’. El trabajo de Jacques Vallee y Chris Aubeck es
especialmente firme en dos aspectos. Mientras está en la búsqueda de un núcleo
fenomenológico que requiere quitar el elaborado manto cultural, ellos sin
embargo, sistemáticamente, atienden a los hechos. Después de que Vallee y Aubeck han descartado ‘nave espacial’ del
núcleo presente de una observación, no proceden a quitar todas las anomalías
registradas. El problema con ‘nave espacial’ no es que no sea una anomalía,
sino una interpretación más que una observación. Esto es lo que verdaderamente significa estar abierto de mente, e implica que estamos en la búsqueda de
comprender los aspectos profundamente extraños del mundo.
Su
rigurosa insistencia científica permite a Vallee y Aubeck conservar los más
desafiantes e interesantes aspectos de esos sucesos sin la distracción de
prematuros compromisos con ninguna interpretación particular. Eso, yo creo, es ciencia verdadera: hacer
el seguimiento de los datos, adondequiera que éstos te conduzcan, dispuesto a
abandonar teorías ya establecidas cuando éstas no están adecuadamente en
consonancia con los datos.
Como
filósofo de ciencia, Paul Fereyabend apuntó (1975) lo que él llamó el
‘principio de consistencia’ –juzgando una teoría o hipótesis sobre la base de
encajar con una teoría verificada anterior- asegura la supervivencia de la
teoría más antigua, no la mejor.
La
otra hermosa innovación en el trabajo de Vallee y Aubeck es la combinación de
ciencia y estudio. Una disposición para combinar investigación documental, el
corazón del estudio de humanidades, con conocimiento físico y astrofísico es
rara.
Lo
más inusual de todo esto es una búsqueda abierta (inconclusa) para una verdad
escurridiza, sin la necesidad de ofrecer una teoría propia. Hacer esto de
manera que aproveche la energía de las posibilidades de colaboración de estudio
internacional a través de Internet, ofrece una visión de verdadera
investigación del siglo XXI.
Cuando
conocí a Jacques Vallee por primera vez en Esalen, casi cuarenta años después
de leer ‘Pasaporte a Magonia’, fue realmente una experiencia culmen. Saber que
con Aubeck estaba preparando la continuación de Magonia, más me agradó. Cuando
Jacques me pidió que escribiera el prefacio de su nuevo libro, tuve la
sensación de que un aspecto de mi vida se cerraba. (p. 1-6)
INTRODUCCIÓN
Imagine
que hemos sido transportados atrás en el tiempo a Hamburgo, Alemania, el 15 de
diciembre del año de Nuestro Señor de 1547. El historiador Simon Goulart, en su
‘Trésors Admirables et Mémorables de notre Temps’ (1600) escribe que ese día
los marineros que estaban a bordo de los barcos atracados en la bahía de
Hamburgo observaron en el aire, a medianoche, una brillante esfera, ardiente
como el sol. Rodó hacia el norte, emitiendo tanto calor que la gente no podía
quedarse dentro de los barcos, pero estuvieron forzados a refugiarse, pensando
que las embarcaciones se quemarían.
¿Un
meteorito? El comportamiento de este fenómeno aéreo no es el típico de los
meteoros, los cuales están demasiado altos en la atmósfera como para que su
calor alcance al suelo. En algún caso, un meteoro habría pasado sobre sus
cabezas durante unos segundos, nunca dando tiempo a la gente a bordo de los
navíos a huir del calor. ¿Un relámpago globular? Improbable en ausencia de
trueno o condiciones tormentosas. Carentes de más información, hemos de
clasificar el incidente como un evento de objeto volante no identificado.
Miles
sucesos semejantes han sido registrados en los últimos 60 años, dando origen a
mucha especulación sobre platillos volantes, visitantes de otros planetas, y
abducciones alienígenas. Influenciada por libros y películas la mayoría de la
gente ha llegado a apresuradas conclusiones: creen que los objetos volantes no
identificados son naves espaciales de otra civilización planetaria que se hizo
consciente de nuestra existencia cuando explotamos la primera bomba atómica al
final de la Segunda Guerra Mundial. Comprensiblemente preocupados por las
irresponsables travesuras de nuestra joven especie, según esta teoría, esos
aliens deciden venir a echar un vistazo de cerca. De acuerdo a esta
interpretación, incluso algunas de esas naves espaciales se han estrellado en
la Tierra, y su tecnología ha sido mantenida oculta y secretamente estudiada
por los preocupados gobiernos.
Como
nos muestra el incidente de Hamburgo, de algún modo, la teoría extraterrestre
no es bastante satisfactoria: el fenómeno no dio comienzo en los años cuarenta
del siglo XX, ni siquiera en el siglo XIX. Es mucho más antiguo que eso. Más
lejos todavía, tiene algunos evidentes rasgos físicos –como es el calor sentido
y reportado por los testigos- que no han variado mucho en el correr de los
siglos.
La
noche del 3 de Septiembre de 1965 dos agentes del orden público, Sheriff McCoy
y Robert Goode patrullaban las autopistas alrededor de Angleton, Texas, cuando
observaron un objeto enorme, estimado en 70 metros de largo y 15
de ancho, con una brillante luz violeta en un extremo y una luz azul pálido en
el otro. Volaba a 30
metros de ellos, provocando una gran sombra cuando se
colocó bajo la luz de la luna. Ellos dos sintieron una ola de calor que los
asustó, dándoles pie a largarse a prisa. Simplemente igual a lo que les ocurrió
a los marineros de Hamburgo en 1547. (p. 7-8)
Un fenómeno robusto
La
semejanzas entre antiguos avistamientos e informes modernos son más la regla
que la excepción. En este libro
examinaremos 500 informes seleccionados de avistamientos recogidos desde
la Antigüedad hasta 1879, cuando la Revolución Industrial cambió profundamente
la naturaleza de la sociedad humana. Para nuestro estudio hemos elegido el
límite de 1880 por tratarse del punto de inflexión de la historia social y
técnica de las naciones avanzadas. Quisimos analizar los fenómenos aéreos
durante un período que estuviese enteramente libre de esas modernas complicaciones
que suponen los aeroplanos, dirigibles, cohetes y los prototipos militares, tan
habitualmente mencionados como objetos de malinterpretación.
Quizás
hubiera algunos globos en el cielo hacia el final de nuestro período, pero el
primer dirigible capaz de regresar al punto de despegue no fue presentado hasta
el celebrado viaje de los capitanes franceses Renard y Krebs, el 9 de agosto de
1884. Y el primer aeroplano (equipado con un motor de vapor) no volaría hasta
la presentación llevada a cabo por Clément Ader en Satory el 14 de octubre de
1897.
Incluso
más importante que los logros técnicos, fueron los cambios sociales los que
determinaron el punto final de nuestro estudio. Es en 1879 que se establece el
primer intercambio telefónico, en Londres, y el primer tranvía eléctrico,
presentado en Berlín por Siemens. El año siguiente, tanto Edison como Swan
conciben las primeras y prácticas lámparas eléctricas, Carnegie desarrolla el
primer gran horno de acero, y las calles de Nueva York se ilumina por primera
vez con luz eléctrica. Cualquier estudio de objetos volantes no identificados
llevado a cabo después de esas fechas tienen que adoptar los estándares de un
mundo donde las comunicaciones, la interacción social, las rutas de viaje, y
las actitudes de la gente en cada uno de los días de su vida se han visto
profundamente alterados por el impacto del progreso técnico.
Nosotros mostraremos que los
objetos no identificados han tenido un mayor impacto no sólo en la cultura
popular, sino en nuestra historia, en nuestra religión, y en los modelos que la
humanidad se ha formado desde que desarrolla una cultura que incluye la
escritura, la ciencia, y la preservación de archivos históricos en piedra,
arcilla, pergamino, papel o medios electrónicos.
Así
que, ¿por qué la ciencia no ha prestado
atención a esto? Dada la robusta naturaleza del fenómeno, y el enorme interés
que éste genera en el público, usted podría pensar que equipos
interdisciplinares de historiadores, antropólogos, sociólogos y físicos se
apresurarían a estudiarlo.
La
respuesta a esta pregunta yace en la arrogancia del conocimiento académico, y
en el hecho de que nuestros mejores y más brillantes científicos nunca se han
molestado en informarse sobre el alcance y la fiabilidad de los avistamientos.
En una reciente entrevista (para www.ted.com,
Abril de 2008) el célebre astrofísico Stephen Hawking manifestó rotundamente
que no creía en historias de platillos volantes: “Yo subestimo los informes sobre ovnis. ¿Por qué se aparecen únicamente
a farsantes y frikis?”, fueron sus palabras exactas.
Posteriormente,
Hawking afirmó que nosotros éramos la única expresión de vida que ha
desarrollado tecnología en un radio de 200 años luz, quedando fuera del alcance
de viajeros interplanetarios.
Desafortunadas y desinformadas
como están, esas declaraciones provenientes de uno de los más brillantes
científicos de nuestro tiempo, reflejan la visión general de los investigadores
académicos.
Yendo
a 1969, la U.S. Academy of Sciences
puso su sello de aprobación al informe de una comisión encabezada por el físico
Edward Condon, donde se afirma que la ciencia no tiene nada que ganar mediante
el estudio de los objetos volantes no identificados, ¡incluso cuando una
tercera parte de todos los casos estudiados por la comisión quedaron todavía
inexplicados tras la investigación! Claramente, aquí estamos lidiando con un sistema de creencias, y no con ciencia
racional.
Hay
dos problemas obvios en las declaraciones de Stephen Hawking: Primero, tal como
expondremos, la mayoría de los 500 casos provienen de testigos conocidos que
representan una muestra diversa de la sociedad humana, incluyendo numerosos
astrónomos, físicos, oficiales militares e incluso emperadores que difícilmente
son el equipo de farsantes y frikis que Hawking precipitadamente supone.
Segundo:
Incluso si los testigos tuviesen antecedentes desconocidos, el hecho que
permanecería es que un fenómeno inexplicado ha jugado, y continúa jugando, un
importante rol en la configuración de nuestros sistemas de creencias, el modo
en que observamos nuestra historia y el rol de la ciencia en ella.
Consideremos
el siguiente incidente, que nos transporta al año 438. Un terremoto ha
destruido Constantinopla; el hambre y la pestilencia se extienden. El cataclismo
ha derribado las murallas y las 57 torres de la ciudad. Ahora viene un nuevo
tremor incluso más fuerte que todos los anteriores.
Nicephorus,
el historiador, informa que en su terror, los habitantes de Bizancio están
abandonando la ciudad, reuniéndose en el campo, “se mantienen rezando y rogando
que la ciudad sea perdonada de la destrucción total: ellos seguían estando en
peligro, puesto que la tierra continuaba temblando y casi los sepulta, cuando
un milagro bastante inesperado y más allá de todo crédito, los llenó de
admiración”.
En
medio de la multitud un niño fue repentinamente tomado por una fuerza poderosa,
elevándolo en el aire hasta tan alto que lo perdieron de vista. Después de
esto, el niño regresó tal y como se había ido hacia arriba, y le hizo saber al
Patriarca Proclus, al Emperador, y a la multitud congregada, que a donde había
sido llevado presenció un concierto de los ángeles que clamaban al Señor con
sus sagrados cánticos.
¿Ángeles
o aliens? Muchos informes actuales de abducciones relacionan a gente corriente
que ha sido poseída por una extraña fuerza que altera su realidad de drásticas
maneras, y les hace informar del contacto con otras formas de conciencia, e
incluso con un total mundo alien.
Acacius,
Obispo de Constantinopla, afirma: “La población de toda la ciudad lo vio con
sus propios ojos”. Y Baronius, comentando este informe, añade: “Semejante gran
suceso merece ser transmitido a la posteridad, y ser siempre recordado en la
memoria humana a través de su mención anual en los anales eclesiásticos. Por
esta razón, los griegos después de escribirlo con el mayor de los respetos en
su anciano Menologe (libro eclesial
ortodoxo), lo leen públicamente cada año en sus iglesias”.
A
través de los siglos, han tenido lugar muchos eventos extraordinarios, y los
cronistas los han transmitido para “la más remota posteridad”.
Nosotros
somos esa posteridad.
Es
nuestra responsabilidad el evaluar los datos que nos han transmitido. Sobre su
autoridad y precisión descansa nuestro concepto de la historia y nuestra visión
del mundo. (p. 8-11)
Cuatro grandes conclusiones
Los
autores del presente libro lo han llevado a cabo como un estudio. Mientras, no
afirmamos que ninguno de los sucesos que hemos descubierto pruebe nada acerca
de objetos volantes procedentes de mundos alienígenas, o influencia de
inteligencias no humana, hemos surgido con cuatro grandes observaciones:
1-A través de la historia, un desconocido
fenómeno variadamente descrito como prodigios o maravillas celestiales, han
tenido un gran impacto en los sentidos y la imaginación de los individuos que
fueron testigos de ellos.
2-Cada época ha interpretado el fenómeno en
sus propios términos, a menudo en los de una determinada religión o en un
contexto político. Las personas han proyectado sus visiones del mundo, miedos,
fantasías y esperanzas a través de aquello que vio en el cielo. Y aún sigue
ocurriendo así.
3-Aunque muchos detalles de esos eventos han
sido olvidados o cubiertos por la colorista alfombra de la historia, su impacto
ha cambiado la civilización humana de maneras importantes.
4-Las lecciones recogidas de esos casos
históricos pueden ser útilmente aplicadas a todo el espectro del fenómeno aéreo
que todavía sigue reportándose y que permanece inexplicado por la ciencia
contemporánea.
Nos
guste o no, historia y cultura vienen, en ocasiones, determinadas por
incidentes excepcionales. Relatos sobre seres extraños y sucesos
extraordinarios siempre nos han influido de una manera impredecible. Nuestra
visión del mundo es va en función de los viejos mitos, con los cuales hemos
crecido de forma familiar, y de los nuevos mitos que recogemos durante el
camino.
La
importancia y antigüedad de los mitos fue señalada por el antropólogo de
religión Mircea Eliade en ‘Miths, Dreams and Mysteries: The Encounter between
Contemporary Faiths and Archaic Realities’:
“Lo
que primero nos impacta sobre la mitología y el folclore del ‘vuelo mágico’ son
su primitivismo y difusión universal. Este tema es uno de los motivos de las
culturas más antiguas: se le encuentra en todas partes, y en lo más arcaico de
los estratos culturales… Incluso donde la creencia religiosa no está dominada
por los dioses ‘uranianos’ (aquellos del cielo), el simbolismo del ascenso a
los cielos aún permanece, y siempre expresa trascendencia.”
Las
lecciones del pasado a menudo son olvidadas. Un análisis de los cultos
contemporáneos centrados en la creencia en visitantes extraterrestres nos
muestra que el público moderno todavía está dispuesto a precipitarse con
conclusiones cada vez que es reportado un suceso ovni, ansioso como personas
que siguen instrucciones que parecen provenir de lo alto. Incluso en estos
tempranos años del siglo XXI, observamos un proceso constante por el que los
mitos de la humanidad toman forma como realidades sociales y políticas. Somos
testigos y víctimas de dicho proceso. (p. 11-13)
Contacto
Alienígena: la historia más antigua de la humanidad
La
mayoría de los ‘expertos’ en el estudio de los ovnis en el contexto de la
cultura popular, afirman que las visitas de los ‘platillos volantes’ se
iniciaron después de la Segunda Guerra Mundial. Es tradición, en los libros
sobre ovnis y en los documentales televisivos sobre el tema, comenzar con una
declaración que dice que la Era del
Platillo Volante comenzó el 24 de junio de 1947, cuando un hombre de
negocios estadounidense y piloto, Kenneth Arnold informó de una serie de
objetos volantes no identificados sobre el Monte Rainier, en el Estado de
Washington. Incluso algunos bien informados investigadores han planteado como
un axioma (sin citar evidencia alguna) que el fenómeno ovni es un hecho
histórico reciente, ‘aparentemente, de no más de siglos de antigüedad’, citando
a un autor estadounidense. Esta fecha tardía es consistente con la idea de que
los ovnis son naves espaciales encargadas del estudio o inspección de la
Tierra, tal vez como resultado de las explosiones atómicas de Hiroshima y
Nagasaki.
En
contraste, si el fenómeno ha existido en forma constante por un largo periodo
de tiempo, se hace difícil sostener la explicación del escenario de ‘visita de
extraterrestres’.
En
realidad, muchos documentos apuntan a una muy antigua naturaleza de las
observaciones. En un reciente libro sobre abducciones, un investigador
canadiense –Dr. Persinger- ha observado que “por miles de años y dentro de cada
cultura humana conocida, individuos normales han informado de forma breve y
repetida sobre ‘visitas’ de humanoides, cuya presencia produjo permanentes
cambios dentro de la organización psicológica del sujeto. Cuando estos fenómenos eran clasificados como deidades, sus ‘mensajes’
fueron empleados para iniciar movimientos religiosos que cambiaron el tejido
social de la sociedad.”
El
estudio histórico refuerza la última afirmación. En un libro
titulado ‘Our of this World: Otherworldly Journeys from Gilgamesh to Albert
Einstein’ (Boston: Shambhala. 1991),
el Profesor Couliano, editor jefe del semanario Incognita, y profesor de Historia de las Religiones en la
Universidad de Chicago, ha dicho con claridad que las observaciones ovni y las
abducciones por parte de seres que están más allá de la Tierra son la historia
más vieja de la humanidad. Couliano afirma, sobre las bases de la semiótica
étnica (1), que “los seres humanos han tenido
creencias sobre otros mundos mucho antes de que pudieran escribir”, y que “los
documentos más antiguos de la humanidad, y el estudio de sus más ‘primitivas’
culturas, nos muestran que las visitas a otros mundos eran sus más altas
prioridades”. Couliano define la cuestión básica en los mismos términos que
aquellos usados por los modernos abduccionistas: “¿A dónde fueron realmente
aquellos que afirmaron viajar a otro mundo?”.
Es
imposible catalogar la información catalogada por Couliano, quien nos advirtió
que él apenas había arañado la superficie del asunto: “Recolectar todos los
documentos históricos sobre viajes a otros mundos es una tarea gigantesca; una
tarea que nunca antes se ha realizado.” Claros ejemplos de este material cubren
todas las culturas, desde la oriental Melanesia (donde la gente local ha
accedido, en cuerpo o en espíritu, a un inframundo llamado Panoi) a
Mesopotamia, fuente de abundante material sobre viajes a otros mundos. En un
ejemplo típico, Etana, Rey de Kish, asciende a los cielos con el fin de
encontrar una planta que cura infertilidad, que nos lleva, de nuevo, al tema de
la reproducción. “Junto a Etana nos dirigimos por los cielos y vimos la tierra
abajo, haciéndose más y más pequeña, y el ancho mar como si fuera una bañera,”
una clásica afirmación de los abducidos. (p. 13-15)
Seres de otros mundos, vehículos
celestiales
Mientras
algunos individuos en la antigüedad han afirmado dejar la Tierra por medios no
físicos, muchos dijeron haber sido tomados por seres que realmente usaban
vehículos voladores, variadamente descritos en el lenguaje de su tiempo y
cultura. Los taoístas a menudo describen tales vehículos implicados con
‘dragones’. Así, K’u Yuan, alrededor del 300 a .C., escribió un poema sobre la
experiencia de volar sobre las montañas de Kun-lun, en China, a bordo de un
carro tirado por dragones y conducido por Wang-Shu, el auriga de la luna. Los
modernos ufólogos puede que caractericen esta descripción como ‘recuerdos
pantalla’, donde la mente de quien percibe es asumida y se le cambia la
impresionante visión de un ser del espacio por otra más familiar, de humanos o
animales. Bajo esa interpretación, tal historia parece la típica abducción, en
la cual un humano es capturado por seres del espacio, quienes se llevan a su
víctima en una nave interplanetaria. Pero la literatura taoísta va más allá,
describiendo un ritual por el cual entidades de otros mundos están, en
realidad, invitados a descender a la Tierra a encontrarse con el anfitrión de
la celebración.
Al
final del ritual, “ellos subieron a sus carros-nube y todo el equipo grullas despegó”. Los carros-nube nos
recuerdan a las naves-nube vistas en el sur de Francia en el siglo IX, a las
cuales el Arzobispo Agobardo de Lyon dedicó parte de uno de sus libros. Santo
Agobardo hubo de predicar a la multitud, para disuadir a los ciudadanos de Lyon
que querían matar a cuatro individuos, “tres varones y una mujer”, quienes
habían descendido de una de esas naves-nube, afirmando proceder de Magonia, una
mágica tierra en el cielo.
Oriente
Medio es una de las fuentes más fértiles sobre este tipo de historias. Ezekiel
fue transportado, en estado de estupor, por las “ruedas dentro de ruedas” de su
visión hacia una lejana montaña.
VALLEE
CUENTA VARIOS EJEMPLOS MÁS EXTRAÍDOS DEL MISTICISMO JUDÍO, LOS NATIVOS
AMERICANOS, ETC. (p. 15-17)
Interpretaciones físicas
Couliano
dedica más tiempo especulando sobre interpretaciones físicas posibles del
material que él estudia, que el dedicado por los ufólogos preocupados con
afirmaciones de abducciones modernas. En un capítulo titulado “A Historian’s
Kit for the Fourth Dimensions”, Couliano cita a Charles Howard Hinton, Robert
Monroe, Charles Tart, Ouspensky y Einstein, y opina que “Los Físicos y
Matemáticos son responsables de haber retenido por un gran tiempo el regreso al
interés en místicas formas de conocimiento.”
Si el alma es un “transporte
espacial”, como la tradición religiosa y el folclore
parecen sugerir, ¿sigue leyes especiales de física que aún no han sido
descubiertas? ¿Qué conclusiones podemos obtener de las actuales y múltiples
representaciones de otros mundos? Simplemente
que nosotros vivimos en un estado de avanzado otro-mundo plural, donde las
“burdas hipótesis de un alma que se puede separar (del cuerpo)” se convierten
en obsoletas. Nuevos modelos de mente, “inspirados por inteligencia cibernética y artificial, están
reemplazando a los viejos modelos.”
Posteriormente,
en su análisis, Couliano remarca que “la ciencia en sí misma ha abierto
sorprendentes perspectivas en la exploración de otros mundos, y algunas veces
en otras dimensiones en el espacio. En consecuencia, nuestros viajes a otros
mundos pueden conducir a universos paralelos o a toda suerte de posibles o
imposibles mundos.” Ese es el viaje al que invitamos al lector. (p. 17-18)
Regreso a Magonia
Hace 40 años, un libro
titulado Pasaporte a Magonia
(subtitulado ‘Desde el folclore a los platillos volantes’), documentó los
paralelos existentes entre los avistamientos contemporáneos de ‘aliens’ y el
comportamiento de los seres mencionados en los tiempos antiguos, a menudo
interpretados como dioses, ángeles o demonios. Eran los ‘daimons’ de la Antigua
Grecia, la ‘Gente Pequeña’ de la fe de los pueblos celtas, los elfos y nomos de
la tradición de Paracelso, los familiares de la era de los hechizos. Viajaban
por los aires en aparatos como esferas de luz. Abducían humanos, tenían
intercambio sexual con ellos, les mostraban imágenes de mundos paralelos, y les
entregaron mensajes que cambiaron la Historia.
Pasaporte a Magonia impactó a
muchos creyentes en los ovnis, porque cuestionó el simplista origen
‘extraterrestre’ del fenómeno, clamando por una más compleja interpretación
donde los factores simbólicos y culturales añadían otro estrato a la dimensión
mítica de las observaciones.
Aunque
el libro estaba basado en datos preliminares y escasa evidencia documental, sus
afirmaciones fueron objeto de interpretación y crítica por diversos ángulos.
En
los últimos 40 años mucho ha ocurrido en el fortalecimiento de esta
investigación. Varios equipos de historiadores, antropólogos, especialistas en
el folclore, filólogos, han entrado en el terreno. Sus trabajos han
profundizado y expandido la investigación de estos temas antiguos. La llegada
de Internet, ha amplificado la habilidad de interesados amateurs y
profesionales por igual, haciendo importantes contribuciones al trabajo. El
resultado de esta cooperación y esfuerzo masivos es sorprendente.
Cualquiera que dude que
descripciones de inusuales fenómenos aéreos y las entidades asociadas a ellos
han hecho un gran impacto en la historia humana y su cultura sólo tiene que ir
a través de este libro –expresamente restringido a 500 prominentes casos desde
la Antigüedad hasta el comienzo de la Era de la Aviación- para darse cuenta qué
maravillosos sucesos se han estado perdiendo.
Las
referencias históricas sugieren que, en ausencia de relatos de de desconocidos
fenómenos aéreos que sorprendieron e inspiraron a sus gentes, el faraón
Amenophis IV no habría tomado el nombre de Akenatón, e introducido el culto al
Disco Solar en Egipto, y que el emperador Constantino podría no haber
establecido el cristianismo en Roma en el 312 d.C. Las crónicas antiguas nos
aseguran que seres provenientes de reinos celestiales (ya sea Magonia, Nirvana,
Los Cielos, o Walhalla) son los responsables de decirle a la Virgen María que
traería al Hijo de Dios, de instruir al emperador japonés Amekuni en el culto
al Dios Supremo, inspirar a Mahoma a fundar el Islam en Medina, año 612, salvar
la vida de un sacerdote llamado Nicherin junto antes de ser ejecutado en 1271,
ayudar al rey Enrique IV de Inglaterra a ganar la decisiva batalla contra los
caballeros franceses en Agincourt en 1415, y de convencer a Carlos V a
abandonar el asedio de Magdeburg en 1551.
Otros
episodios –creamos o no en su realidad física- han adquirido un lugar colorido
en la Historia: el emperador Carlomagno fue tirado de su caballo cuando un
objeto voló sobre él en el año 810. Juana de Arco fue inspirada a convertirse
en líder de los galos y expulsar a los ingleses después de recibir
instrucciones de seres de luz en 1425.
Entre
los grandes científicos y estudiosos que cuidadosamente archivaron
avistamientos de fenómenos aéreos que ellos no pudieron identificar, y no
dudaron en publicar sus observaciones, tenemos al matemático Facius Cardan, Sir
H. Sloane (presidente de la Royal Society), Charles Messier, Cromwell Mortimer
(secretario de la Royal Society), e ilustres figuras literarias como Goethe y
Casanova. Muchos de los que Stephen Hawkings define como ‘farsantes y frikis’.
(p. 18-20)
Estructura de este trabajo
PARTE I, Una
Cronología de las Maravillas, contiene una selección de 500 sucesos que nos
dan, con variados detalles, descripciones del fenómeno aéreo que han
permanecido sin identificación después de que nosotros agotásemos el análisis
con los recursos a nuestra disposición. Para la conveniencia del lector, la
cronología está dividida en seis distintos periodos, con comentarios sobre las
características sociales e históricas de cada periodo, y como éstos afectan al
contexto y al relato de eventos inusuales en el cielo.
Paramos
nuestra compilación antes de 1880, en el comienzo de una nueva era, cuando el
hombre, gracias a los inventos de globos y artefactos más ligeros que el aire,
se decide, por fin, a volar.
Antes
de esa fecha, los observadores humanos solían confundirse, con efectos
atmosféricos, ilusiones ópticas, meteoros y cometas, y las experiencias
visionarias comunes a los profetas y multitudes excitadas, pero no hubo objetos
volantes hechos por el hombre hasta el año 1783 -cuando el rey Luis XVI de
Francia otorgó el permiso para que volase el primer globo humano- y, por
supuesto, ninguna máquina que fuese más pesada que el aire en todo el periodo
que vamos a cubrir.
Hemos
tratado de reconocer errores comunes, únicamente manteniendo en nuestro
catálogo verdaderas e intrigantes descripciones que nos sugieren anomalías
físicas reales. Durante el periodo que estudiamos no hay aeroplanos, ni
proyectores sobre bancos de nubes, ni cohetes enviados al espacio, ni ninguno
de las travesuras de prototipos secretos u operaciones clandestinas de guerra
psicológica que a menudo son mencionados por los escépticos para ‘explicar’ los
modernos ovnis. Después de 1879, mientras el cielo todavía se mantiene, de algún
modo, impoluto, la investigación dentro del fenómeno de los aéreos no
identificados se hace más compleja, con la frecuente descripción de globos,
naves, y los fraudes típicos de los nuevos medios de comunicación occidentales,
incluyendo a periodistas rivales con confusos métodos de precisión.
PARTE II, Mitos,
Legendas, y Carros de los Dioses, extrae las lecciones del gran banco de
datos de física que ha venido a dar al hombre su visión del universo. Por medio
de restringirnos a nosotros mismos a un periodo que abarca desde la Antigüedad
a la Edad de la Aviación, somos capaces de aplicar patrones estándar a los
informes de cosas desconocidas en los cielos. En el proceso, hemos tenido que abrirnos
paso a través de mucho material que no encajaba en nuestro criterio para ser
considerado una entrada válida como fenómeno aéreo, aunque nos proveía de
considerable conocimiento dentro de las actitudes culturales, religiosas o
sociales del periodo.
Parte
del material rechazado está reunido en este sección del libro, pero nuestras
estimaciones al respecto no es concluyente. Reconocemos que hay mucho aún por
descubrir sobre la literatura de este fenómeno. Un estudio más profundo de este
material por parte de otros investigadores podría, en su momento, dar el paso a
que fuera revisado y debiera ser incluido en futuros catálogos de fenómenos
aéreos.
PARTE III, Fuentes
y Métodos, divulga nuestro criterio de selección y el proceso a través del
cual hemos ensamblado la cronología. También ahonda en los difíciles asuntos de
erudición, cuando el problema está en decidir qué versión de un evento
histórico particular es digno de ser mencionado, y cual es incorrecto, engañoso
o frívolo.
En
esta sección además explicamos cómo la llegada de Internet ha cambiado la
metodología de la investigación dentro del material de la Antigüedad, mediante
hacer investigables documentos antes inaccesibles, y lo que es igualmente
importante, permitiendo la construcción de cadenas de comunicación entre
estudiosos e investigadores en muchos países.
En
nuestra Conclusión, revisaremos los patrones más significativos que
somos capaces de extraer del despliegue histórico de las observaciones, y
preguntaremos cómo éstas se relacionan con el fenómeno tal y como continúa
siendo observado a día de hoy. (p. 20-22)
(1) La Semiología o Semiótica es la disciplina que aborda la
interpretación y producción del sentido. Esto significa que estudia fenómenos
significantes, objetos de sentidos, sistemas de significación, lenguajes,
discursos y los procesos a ellos asociados: la producción e interpretación.
Toda producción e interpretación del sentido constituye una práctica
significante, un proceso de semiosis que se vehiculiza mediante signos y se
materializa en textos.
La semiótica también puede definirse
como la ciencia que estudia los sistemas de comunicación dentro de las
sociedades humanas. La
peculiaridad del enfoque semiótico responde al siguiente interrogante:
"¿Por qué y cómo en una determinada sociedad algo —una imagen, un conjunto
de palabras, un gesto, un objeto, un comportamiento, etc.— significa?".
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