sábado, 25 de mayo de 2013

JACQUES VALLÉE & AUBECK: MARAVILLAS EN EL CIELO (Prólogo e Introducción)

MARAVILLAS EN EL CIELO
 Objetos aéreos inexplicados desde la Antigüedad hasta los Tiempos Modernos
(y su impacto en la Cultura Humana, Historia y Creencias)

Por Jacques Vallee y Chris Aubeck
  


Yo mostraré maravillas arriba, en el cielo, y señales abajo, en la Tierra; sangre, y fuego, y nubes de humo
(Hechos 2:19)

Habrá Señales en el Sol, y en la Luna, y en las Estrellas. 
(Lucas 21:25)

Lo más maravilloso que podemos experimentar es lo misterioso. Esa es la fuente de todo arte y ciencia verdadera.
(Albert Einstein, “What I Believe”, Forum, october 1930.)


PRÓLOGO
Por David J. Hufford, Ph.D.
Profesor Emérito de Humanidades y Psiquiatría en Penn State College of Medicine
Profesor Adjunto de Estudios Religiosos de la Universidad de Pennsylvania.
Autor de The Terror That Comes in the Night.

En 1969 yo era un estudiante graduado en la Universidad de Pennsylvania, continuando un doctorado en el campo del folklore. Mi interés primordial fue lo que era denominado ‘creencias folclóricas’. Este término estaba, y todavía lo está, generalmente reservado para aquellas creencias que son extrañas, de alguna manera, para la oficial y moderna visión del mundo.
Se me había enseñado que semejantes creencias eran no empíricas e irracionales, que eran ficciones culturales que reflejaban las preocupaciones locales, sirviendo de apoyo a los valores de sus comunidades y sus necesidades psicológicas. Las experiencias sobre las cuales pretendían estar basadas eran, usando un término popularizado por Thomas Kuhn en su notable trabajo ‘The Structure of Scientific’ (1962), ‘anomalías’.
Desde observar un fantasma a las pretendidas sanaciones de la medicina popular, los eventos descritos en el folclore parecían contradecir el paradigma de la ciencia, el patrón oro del moderno racionalismo. Por ello, esos eventos eran, como había dicho Charles Fort, ‘malditos’ (1919), sin acceso permitido al corpus del conocimiento válido. En cualquier caso, yo continuaba la herética idea de que las creencias populares tradicionales podían estar incorporando observaciones precisas, y como tal, podían señalar a un importante nuevo conocimiento.
Yo estaba frustrado por la manera en que abiertamente se consideraban las creencias, las creencias comunes a muchas culturas distintas, siendo descartadas sin investigaciones ni argumentos. De hecho, ya había visto que la investigación de la posible validez de las creencias folclóricas era objeto de un intimidante surtido de sanciones. Por tanto, estaba excitado al encontrar el libro de Jacques Vallee ‘Pasaporte a Magonia: del folclore a los platillos volantes’ (1969).
Yo consideraba a los ovnis como una parte de las creencias populares modernas y, dadas mis cuestiones sobre observaciones anómalas válidas, había estado leyendo literatura sobre ovnis. Había leído ‘Anatomy of a Phenomenon’ (1965), de Vallee, y sabía que él era, como yo, científico y de mente abierta. Más que la mayoría de la literatura al respecto, el libro de Vallee daba un convincente ejemplo en la objetiva realidad de fenómenos aéreos anómalos. En ‘Pasaporte de Magonia’ continuó reforzando la idea de que existía un fenómeno real detrás de los informes sobre ovnis, pero enlazando esos informes a viejas informaciones sobre hadas, fantasmas, demonios, ángeles, etc, de una forma convincente y fascinante.
Vallee reconoce la diferencia entre el núcleo de la fenomenología que aparece en los informes, y el lenguaje local y las interpretaciones que revisten ese núcleo en los relatos tradicionales. Esta es una sofisticada distinción que raras veces he encontrado entre los investigadores de las creencias populares, y en el Magonia de Vallee se establecen las bases conceptuales para usar esa distinción en el análisis multicultural de los informes del fenómeno de anomalías aéreas y los sucesos a menudo asociados con ellos.
Al respecto de la crítica que se hace a los investigadores convencionales del fenómeno ovni, de que ‘confunden la apariencia y la realidad’, Vallee afirma que ‘el fenómeno tiene características fijas, invariables, algunas de las cuales han sido tratadas de identificar y etiquetar con claridad. Pero también hemos tenido que apuntar cuidadosamente el carácter camaleónico que subyace en los avistamientos: la forma de los objetos, la apariencia de sus ocupantes y las declaraciones que éstos hacen, todo ello varía en función de las circunstancias culturales que lo envuelven’ (1969:149).
En 1971 viajé hasta Newfoundland, Canadá, donde pasé cuatro años impartiendo clases y haciendo trabajo de campo para mi disertación doctoral sobre creencias populares. Las ideas de Vallee me acompañaron y se vieron constantemente confirmadas por el folclore local que allí estudié. Barcos fantasmas, fuego fatuo (Jackie The Lanterns), luces; todo ello componía el viejo escenario de las tradiciones populares y eran constantemente reportadas en la isla, a menudo en términos muy relacionados con los ovnis. En un pequeño pueblo, una serie de extraños avistamientos aéreos fueron descritos e interpretados por los más viejos del lugar en términos tradicionales, mientras que los más jóvenes de la comunidad simplemente los llamaban ovnis. En Newfoundland también hallé una tradición que ellos llaman ‘la vieja bruja’, una terrorífica parálisis nocturna que acompaña a una aterradora entidad que los habitantes del lugar asocian con brujas o fantasmas.
Haciendo uso del conocimiento aportado por Vallee, fui capaz de reconocer inmediatamente en ‘la vieja bruja’ a los ‘invasores de dormitorio’ que he encontrado en la literatura popular de los ovnis (Keel 1970). Este fenómeno, conocido por los investigadores como ‘parálisis del sueño’, tiene ‘características fijas e invariables’ que en los informes están envueltas por el lenguaje y la interpretación según cada cultura. Entre el núcleo estable que presenta la parálisis del sueño nos encontramos con la anómala presencia de una entidad aterradora.
Esta experiencia, como las experiencias de las luces extrañas y los objetos aéreos, han vagado a través de una gran variedad de tradiciones alrededor de todo el mundo: brujería, fantasmas, vampiros, y ovnis.
En el libro de bolsillo de 1992 ‘Unusual Personal Experiences’ (Hopkins et al.), los investigadores de abducciones Hopkins, John Mack, y David Jacobs informan de una gran encuesta a nivel nacional que pretendía determinar cuántas personas han sido abducidas por aliens. Dentro de dicha encuesta, la pregunta nº 1 es si el encuestado recuerda ‘despertarse paralizado por la sensación de una extraña presencia en el dormitorio’ (p.26): parálisis del sueño.
Las anomalías son una amenaza al status quo (estado del momento actual) intelectual. Las anomalías son poderosamente resistentes, y esa resistencia a menudo parece apropiarse de los esfuerzos de aquellos que valientemente están investigando lo anómalo, en la misma medida en que lo anómalo recluta los apoyos de los escépticos intransigentes. Como el innovador trabajo de Thomas Kuhn nos mostró, esta dinámica cultural es inseparable de los datos más obvios en el intento de hacer –y entender- el progreso científico. La respuesta inicial de un paradigma a las anomalías es ignorarlas o, cuando los informes son demasiado numerosos, integrarlas. Esas dos estrategias son facilitadas por la difusión de informes de anomalías a lo largo de un gran número de aparentemente diversas categorías conceptuales. Este proceso es facilitado por los investigadores que corren tras teorías, como que los ovnis son naves extraterrestres, dividiendo así grandes escenarios de informes sobre anomalías en pequeñas y más numerosas subdivisiones.
Los ovnis no se parecen a las luces meteorológicas de Newfoundland, los fuegos fatuos o el ‘barco ardiendo’ de la isla de Ocracoke, hasta que despejas el elaborado lenguaje cultural y las interpretaciones secundarias que los envuelven, dejando sólo ‘fenómeno aéreo anómalo’. Lo mismo ocurre con la ‘parálisis del sueño’, ‘la vieja bruja’ y las abducciones alienígenas, que no parecen ser similares hasta que se les han quitado los envoltorios culturales y encuentras ‘despertando paralizado con la sensación de una extraña presencia en el dormitorio’. Esta es la belleza de la pionera aproximación de Vallee en Magonia. Maravillas en el cielo extiende esto con un enorme corpus de antiguos avistamientos reunidos por Chris Aubeck y sus colegas a través del ‘Proyecto Magoniax’.
La disposición de esos autores a arrojar una muy amplia red, y no permitirse las particulares interpretaciones culturales de los eventos, que limitarían su visión, nos ofrece una notable oportunidad de buscar patrones que nos puedan llevar a nuevos entendimientos del fenómeno.
Aquellos con una perspectiva de estos asuntos estrictamente enfocada en una interpretación concreta, especialmente la hipótesis extraterrestre, puede que se sientan irritados por la mezcla de lo aéreo y lo religioso, lo político y lo místico, y demás.
Entusiastas defensores de varios fenómenos anómalos tienden a oponerse, incluso a sentirse ofendidos por la clase de rigurosa metodología que se lleva a cabo en ‘Maravillas en el cielo’. Este método no sólo rechaza aceptar teorías particulares como un punto de arranque; también tiene mucho que ver con el método de los desacreditadores.
Cuando el Dr. Hynek inventó los ‘gases de pantano’ como explicación para los ovnis (de lo cual luego se retractó), él insinuó que lo que había hecho era quitar el envoltorio cultural para hallar el ‘núcleo estable’ del fenómeno, tal y como los escépticos acostumbraban a desacreditar los informes de abducciones alienígenas (y una variedad de otros eventos anómalos) alegando que ‘únicamente es parálisis del sueño’. El trabajo de Jacques Vallee y Chris Aubeck es especialmente firme en dos aspectos. Mientras está en la búsqueda de un núcleo fenomenológico que requiere quitar el elaborado manto cultural, ellos sin embargo, sistemáticamente, atienden a los hechos. Después de que Vallee y Aubeck han descartado ‘nave espacial’ del núcleo presente de una observación, no proceden a quitar todas las anomalías registradas. El problema con ‘nave espacial’ no es que no sea una anomalía, sino una interpretación más que una observación. Esto es lo que verdaderamente significa estar abierto de mente, e implica que estamos en la búsqueda de comprender los aspectos profundamente extraños del mundo.
Su rigurosa insistencia científica permite a Vallee y Aubeck conservar los más desafiantes e interesantes aspectos de esos sucesos sin la distracción de prematuros compromisos con ninguna interpretación particular. Eso, yo creo, es ciencia verdadera: hacer el seguimiento de los datos, adondequiera que éstos te conduzcan, dispuesto a abandonar teorías ya establecidas cuando éstas no están adecuadamente en consonancia con los datos.
Como filósofo de ciencia, Paul Fereyabend apuntó (1975) lo que él llamó el ‘principio de consistencia’ –juzgando una teoría o hipótesis sobre la base de encajar con una teoría verificada anterior- asegura la supervivencia de la teoría más antigua, no la mejor.
La otra hermosa innovación en el trabajo de Vallee y Aubeck es la combinación de ciencia y estudio. Una disposición para combinar investigación documental, el corazón del estudio de humanidades, con conocimiento físico y astrofísico es rara.
Lo más inusual de todo esto es una búsqueda abierta (inconclusa) para una verdad escurridiza, sin la necesidad de ofrecer una teoría propia. Hacer esto de manera que aproveche la energía de las posibilidades de colaboración de estudio internacional a través de Internet, ofrece una visión de verdadera investigación del siglo XXI.
Cuando conocí a Jacques Vallee por primera vez en Esalen, casi cuarenta años después de leer ‘Pasaporte a Magonia’, fue realmente una experiencia culmen. Saber que con Aubeck estaba preparando la continuación de Magonia, más me agradó. Cuando Jacques me pidió que escribiera el prefacio de su nuevo libro, tuve la sensación de que un aspecto de mi vida se cerraba. (p. 1-6)


INTRODUCCIÓN

Imagine que hemos sido transportados atrás en el tiempo a Hamburgo, Alemania, el 15 de diciembre del año de Nuestro Señor de 1547. El historiador Simon Goulart, en su ‘Trésors Admirables et Mémorables de notre Temps’ (1600) escribe que ese día los marineros que estaban a bordo de los barcos atracados en la bahía de Hamburgo observaron en el aire, a medianoche, una brillante esfera, ardiente como el sol. Rodó hacia el norte, emitiendo tanto calor que la gente no podía quedarse dentro de los barcos, pero estuvieron forzados a refugiarse, pensando que las embarcaciones se quemarían.
¿Un meteorito? El comportamiento de este fenómeno aéreo no es el típico de los meteoros, los cuales están demasiado altos en la atmósfera como para que su calor alcance al suelo. En algún caso, un meteoro habría pasado sobre sus cabezas durante unos segundos, nunca dando tiempo a la gente a bordo de los navíos a huir del calor. ¿Un relámpago globular? Improbable en ausencia de trueno o condiciones tormentosas. Carentes de más información, hemos de clasificar el incidente como un evento de objeto volante no identificado.
Miles sucesos semejantes han sido registrados en los últimos 60 años, dando origen a mucha especulación sobre platillos volantes, visitantes de otros planetas, y abducciones alienígenas. Influenciada por libros y películas la mayoría de la gente ha llegado a apresuradas conclusiones: creen que los objetos volantes no identificados son naves espaciales de otra civilización planetaria que se hizo consciente de nuestra existencia cuando explotamos la primera bomba atómica al final de la Segunda Guerra Mundial. Comprensiblemente preocupados por las irresponsables travesuras de nuestra joven especie, según esta teoría, esos aliens deciden venir a echar un vistazo de cerca. De acuerdo a esta interpretación, incluso algunas de esas naves espaciales se han estrellado en la Tierra, y su tecnología ha sido mantenida oculta y secretamente estudiada por los preocupados gobiernos.
Como nos muestra el incidente de Hamburgo, de algún modo, la teoría extraterrestre no es bastante satisfactoria: el fenómeno no dio comienzo en los años cuarenta del siglo XX, ni siquiera en el siglo XIX. Es mucho más antiguo que eso. Más lejos todavía, tiene algunos evidentes rasgos físicos –como es el calor sentido y reportado por los testigos- que no han variado mucho en el correr de los siglos.
La noche del 3 de Septiembre de 1965 dos agentes del orden público, Sheriff McCoy y Robert Goode patrullaban las autopistas alrededor de Angleton, Texas, cuando observaron un objeto enorme, estimado en 70 metros de largo y 15 de ancho, con una brillante luz violeta en un extremo y una luz azul pálido en el otro. Volaba a 30 metros de ellos, provocando una gran sombra cuando se colocó bajo la luz de la luna. Ellos dos sintieron una ola de calor que los asustó, dándoles pie a largarse a prisa. Simplemente igual a lo que les ocurrió a los marineros de Hamburgo en 1547. (p. 7-8)

Un fenómeno robusto

La semejanzas entre antiguos avistamientos e informes modernos son más la regla que la excepción. En este libro  examinaremos 500 informes seleccionados de avistamientos recogidos desde la Antigüedad hasta 1879, cuando la Revolución Industrial cambió profundamente la naturaleza de la sociedad humana. Para nuestro estudio hemos elegido el límite de 1880 por tratarse del punto de inflexión de la historia social y técnica de las naciones avanzadas. Quisimos analizar los fenómenos aéreos durante un período que estuviese enteramente libre de esas modernas complicaciones que suponen los aeroplanos, dirigibles, cohetes y los prototipos militares, tan habitualmente mencionados como objetos de malinterpretación.
Quizás hubiera algunos globos en el cielo hacia el final de nuestro período, pero el primer dirigible capaz de regresar al punto de despegue no fue presentado hasta el celebrado viaje de los capitanes franceses Renard y Krebs, el 9 de agosto de 1884. Y el primer aeroplano (equipado con un motor de vapor) no volaría hasta la presentación llevada a cabo por Clément Ader en Satory el 14 de octubre de 1897.
Incluso más importante que los logros técnicos, fueron los cambios sociales los que determinaron el punto final de nuestro estudio. Es en 1879 que se establece el primer intercambio telefónico, en Londres, y el primer tranvía eléctrico, presentado en Berlín por Siemens. El año siguiente, tanto Edison como Swan conciben las primeras y prácticas lámparas eléctricas, Carnegie desarrolla el primer gran horno de acero, y las calles de Nueva York se ilumina por primera vez con luz eléctrica. Cualquier estudio de objetos volantes no identificados llevado a cabo después de esas fechas tienen que adoptar los estándares de un mundo donde las comunicaciones, la interacción social, las rutas de viaje, y las actitudes de la gente en cada uno de los días de su vida se han visto profundamente alterados por el impacto del progreso técnico.
Nosotros mostraremos que los objetos no identificados han tenido un mayor impacto no sólo en la cultura popular, sino en nuestra historia, en nuestra religión, y en los modelos que la humanidad se ha formado desde que desarrolla una cultura que incluye la escritura, la ciencia, y la preservación de archivos históricos en piedra, arcilla, pergamino, papel o medios electrónicos.
Así que, ¿por qué la ciencia no ha prestado atención a esto? Dada la robusta naturaleza del fenómeno, y el enorme interés que éste genera en el público, usted podría pensar que equipos interdisciplinares de historiadores, antropólogos, sociólogos y físicos se apresurarían a estudiarlo.
La respuesta a esta pregunta yace en la arrogancia del conocimiento académico, y en el hecho de que nuestros mejores y más brillantes científicos nunca se han molestado en informarse sobre el alcance y la fiabilidad de los avistamientos. En una reciente entrevista (para www.ted.com, Abril de 2008) el célebre astrofísico Stephen Hawking manifestó rotundamente que no creía en historias de platillos volantes: “Yo subestimo los informes sobre ovnis. ¿Por qué se aparecen únicamente a farsantes y frikis?”, fueron sus palabras exactas.
Posteriormente, Hawking afirmó que nosotros éramos la única expresión de vida que ha desarrollado tecnología en un radio de 200 años luz, quedando fuera del alcance de viajeros interplanetarios.
Desafortunadas y desinformadas como están, esas declaraciones provenientes de uno de los más brillantes científicos de nuestro tiempo, reflejan la visión general de los investigadores académicos.  
Yendo a 1969, la U.S. Academy of Sciences puso su sello de aprobación al informe de una comisión encabezada por el físico Edward Condon, donde se afirma que la ciencia no tiene nada que ganar mediante el estudio de los objetos volantes no identificados, ¡incluso cuando una tercera parte de todos los casos estudiados por la comisión quedaron todavía inexplicados tras la investigación! Claramente, aquí estamos lidiando con un sistema de creencias, y no con ciencia racional.
Hay dos problemas obvios en las declaraciones de Stephen Hawking: Primero, tal como expondremos, la mayoría de los 500 casos provienen de testigos conocidos que representan una muestra diversa de la sociedad humana, incluyendo numerosos astrónomos, físicos, oficiales militares e incluso emperadores que difícilmente son el equipo de farsantes y frikis que Hawking precipitadamente supone.
Segundo: Incluso si los testigos tuviesen antecedentes desconocidos, el hecho que permanecería es que un fenómeno inexplicado ha jugado, y continúa jugando, un importante rol en la configuración de nuestros sistemas de creencias, el modo en que observamos nuestra historia y el rol de la ciencia en ella.
Consideremos el siguiente incidente, que nos transporta al año 438. Un terremoto ha destruido Constantinopla; el hambre y la pestilencia se extienden. El cataclismo ha derribado las murallas y las 57 torres de la ciudad. Ahora viene un nuevo tremor incluso más fuerte que todos los anteriores.
Nicephorus, el historiador, informa que en su terror, los habitantes de Bizancio están abandonando la ciudad, reuniéndose en el campo, “se mantienen rezando y rogando que la ciudad sea perdonada de la destrucción total: ellos seguían estando en peligro, puesto que la tierra continuaba temblando y casi los sepulta, cuando un milagro bastante inesperado y más allá de todo crédito, los llenó de admiración”.
En medio de la multitud un niño fue repentinamente tomado por una fuerza poderosa, elevándolo en el aire hasta tan alto que lo perdieron de vista. Después de esto, el niño regresó tal y como se había ido hacia arriba, y le hizo saber al Patriarca Proclus, al Emperador, y a la multitud congregada, que a donde había sido llevado presenció un concierto de los ángeles que clamaban al Señor con sus sagrados cánticos.
¿Ángeles o aliens? Muchos informes actuales de abducciones relacionan a gente corriente que ha sido poseída por una extraña fuerza que altera su realidad de drásticas maneras, y les hace informar del contacto con otras formas de conciencia, e incluso con un total mundo alien.
Acacius, Obispo de Constantinopla, afirma: “La población de toda la ciudad lo vio con sus propios ojos”. Y Baronius, comentando este informe, añade: “Semejante gran suceso merece ser transmitido a la posteridad, y ser siempre recordado en la memoria humana a través de su mención anual en los anales eclesiásticos. Por esta razón, los griegos después de escribirlo con el mayor de los respetos en su anciano Menologe (libro eclesial ortodoxo), lo leen públicamente cada año en sus iglesias”.
A través de los siglos, han tenido lugar muchos eventos extraordinarios, y los cronistas los han transmitido para “la más remota posteridad”.
Nosotros somos esa posteridad.
Es nuestra responsabilidad el evaluar los datos que nos han transmitido. Sobre su autoridad y precisión descansa nuestro concepto de la historia y nuestra visión del mundo. (p. 8-11)

Cuatro grandes conclusiones

Los autores del presente libro lo han llevado a cabo como un estudio. Mientras, no afirmamos que ninguno de los sucesos que hemos descubierto pruebe nada acerca de objetos volantes procedentes de mundos alienígenas, o influencia de inteligencias no humana, hemos surgido con cuatro grandes observaciones:

1-A través de la historia, un desconocido fenómeno variadamente descrito como prodigios o maravillas celestiales, han tenido un gran impacto en los sentidos y la imaginación de los individuos que fueron testigos de ellos.

2-Cada época ha interpretado el fenómeno en sus propios términos, a menudo en los de una determinada religión o en un contexto político. Las personas han proyectado sus visiones del mundo, miedos, fantasías y esperanzas a través de aquello que vio en el cielo. Y aún sigue ocurriendo así.

3-Aunque muchos detalles de esos eventos han sido olvidados o cubiertos por la colorista alfombra de la historia, su impacto ha cambiado la civilización humana de maneras importantes.

4-Las lecciones recogidas de esos casos históricos pueden ser útilmente aplicadas a todo el espectro del fenómeno aéreo que todavía sigue reportándose y que permanece inexplicado por la ciencia contemporánea.
Nos guste o no, historia y cultura vienen, en ocasiones, determinadas por incidentes excepcionales. Relatos sobre seres extraños y sucesos extraordinarios siempre nos han influido de una manera impredecible. Nuestra visión del mundo es va en función de los viejos mitos, con los cuales hemos crecido de forma familiar, y de los nuevos mitos que recogemos durante el camino.
La importancia y antigüedad de los mitos fue señalada por el antropólogo de religión Mircea Eliade en ‘Miths, Dreams and Mysteries: The Encounter between Contemporary Faiths and Archaic Realities’:

“Lo que primero nos impacta sobre la mitología y el folclore del ‘vuelo mágico’ son su primitivismo y difusión universal. Este tema es uno de los motivos de las culturas más antiguas: se le encuentra en todas partes, y en lo más arcaico de los estratos culturales… Incluso donde la creencia religiosa no está dominada por los dioses ‘uranianos’ (aquellos del cielo), el simbolismo del ascenso a los cielos aún permanece, y siempre expresa trascendencia.”

Las lecciones del pasado a menudo son olvidadas. Un análisis de los cultos contemporáneos centrados en la creencia en visitantes extraterrestres nos muestra que el público moderno todavía está dispuesto a precipitarse con conclusiones cada vez que es reportado un suceso ovni, ansioso como personas que siguen instrucciones que parecen provenir de lo alto. Incluso en estos tempranos años del siglo XXI, observamos un proceso constante por el que los mitos de la humanidad toman forma como realidades sociales y políticas. Somos testigos y víctimas de dicho proceso. (p. 11-13)

Contacto Alienígena: la historia más antigua de la humanidad

La mayoría de los ‘expertos’ en el estudio de los ovnis en el contexto de la cultura popular, afirman que las visitas de los ‘platillos volantes’ se iniciaron después de la Segunda Guerra Mundial. Es tradición, en los libros sobre ovnis y en los documentales televisivos sobre el tema, comenzar con una declaración que dice que la Era del Platillo Volante comenzó el 24 de junio de 1947, cuando un hombre de negocios estadounidense y piloto, Kenneth Arnold informó de una serie de objetos volantes no identificados sobre el Monte Rainier, en el Estado de Washington. Incluso algunos bien informados investigadores han planteado como un axioma (sin citar evidencia alguna) que el fenómeno ovni es un hecho histórico reciente, ‘aparentemente, de no más de siglos de antigüedad’, citando a un autor estadounidense. Esta fecha tardía es consistente con la idea de que los ovnis son naves espaciales encargadas del estudio o inspección de la Tierra, tal vez como resultado de las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
En contraste, si el fenómeno ha existido en forma constante por un largo periodo de tiempo, se hace difícil sostener la explicación del escenario de ‘visita de extraterrestres’.
En realidad, muchos documentos apuntan a una muy antigua naturaleza de las observaciones. En un reciente libro sobre abducciones, un investigador canadiense –Dr. Persinger- ha observado que “por miles de años y dentro de cada cultura humana conocida, individuos normales han informado de forma breve y repetida sobre ‘visitas’ de humanoides, cuya presencia produjo permanentes cambios dentro de la organización psicológica del sujeto. Cuando estos fenómenos eran clasificados como deidades, sus ‘mensajes’ fueron empleados para iniciar movimientos religiosos que cambiaron el tejido social de la sociedad.”
El estudio histórico refuerza la última afirmación. En un libro titulado ‘Our of this World: Otherworldly Journeys from Gilgamesh to Albert Einstein’ (Boston: Shambhala. 1991), el Profesor Couliano, editor jefe del semanario Incognita, y profesor de Historia de las Religiones en la Universidad de Chicago, ha dicho con claridad que las observaciones ovni y las abducciones por parte de seres que están más allá de la Tierra son la historia más vieja de la humanidad. Couliano afirma, sobre las bases de la semiótica étnica (1), que “los seres humanos han tenido creencias sobre otros mundos mucho antes de que pudieran escribir”, y que “los documentos más antiguos de la humanidad, y el estudio de sus más ‘primitivas’ culturas, nos muestran que las visitas a otros mundos eran sus más altas prioridades”. Couliano define la cuestión básica en los mismos términos que aquellos usados por los modernos abduccionistas: “¿A dónde fueron realmente aquellos que afirmaron viajar a otro mundo?”.
Es imposible catalogar la información catalogada por Couliano, quien nos advirtió que él apenas había arañado la superficie del asunto: “Recolectar todos los documentos históricos sobre viajes a otros mundos es una tarea gigantesca; una tarea que nunca antes se ha realizado.” Claros ejemplos de este material cubren todas las culturas, desde la oriental Melanesia (donde la gente local ha accedido, en cuerpo o en espíritu, a un inframundo llamado Panoi) a Mesopotamia, fuente de abundante material sobre viajes a otros mundos. En un ejemplo típico, Etana, Rey de Kish, asciende a los cielos con el fin de encontrar una planta que cura infertilidad, que nos lleva, de nuevo, al tema de la reproducción. “Junto a Etana nos dirigimos por los cielos y vimos la tierra abajo, haciéndose más y más pequeña, y el ancho mar como si fuera una bañera,” una clásica afirmación de los abducidos. (p. 13-15)

Seres de otros mundos, vehículos celestiales

Mientras algunos individuos en la antigüedad han afirmado dejar la Tierra por medios no físicos, muchos dijeron haber sido tomados por seres que realmente usaban vehículos voladores, variadamente descritos en el lenguaje de su tiempo y cultura. Los taoístas a menudo describen tales vehículos implicados con ‘dragones’. Así, K’u Yuan, alrededor del 300 a.C., escribió un poema sobre la experiencia de volar sobre las montañas de Kun-lun, en China, a bordo de un carro tirado por dragones y conducido por Wang-Shu, el auriga de la luna. Los modernos ufólogos puede que caractericen esta descripción como ‘recuerdos pantalla’, donde la mente de quien percibe es asumida y se le cambia la impresionante visión de un ser del espacio por otra más familiar, de humanos o animales. Bajo esa interpretación, tal historia parece la típica abducción, en la cual un humano es capturado por seres del espacio, quienes se llevan a su víctima en una nave interplanetaria. Pero la literatura taoísta va más allá, describiendo un ritual por el cual entidades de otros mundos están, en realidad, invitados a descender a la Tierra a encontrarse con el anfitrión de la celebración.
Al final del ritual, “ellos subieron a sus carros-nube y todo el equipo grullas despegó”. Los carros-nube nos recuerdan a las naves-nube vistas en el sur de Francia en el siglo IX, a las cuales el Arzobispo Agobardo de Lyon dedicó parte de uno de sus libros. Santo Agobardo hubo de predicar a la multitud, para disuadir a los ciudadanos de Lyon que querían matar a cuatro individuos, “tres varones y una mujer”, quienes habían descendido de una de esas naves-nube, afirmando proceder de Magonia, una mágica tierra en el cielo.
Oriente Medio es una de las fuentes más fértiles sobre este tipo de historias. Ezekiel fue transportado, en estado de estupor, por las “ruedas dentro de ruedas” de su visión hacia una lejana montaña.

VALLEE CUENTA VARIOS EJEMPLOS MÁS EXTRAÍDOS DEL MISTICISMO JUDÍO, LOS NATIVOS AMERICANOS, ETC. (p. 15-17)

Interpretaciones físicas

Couliano dedica más tiempo especulando sobre interpretaciones físicas posibles del material que él estudia, que el dedicado por los ufólogos preocupados con afirmaciones de abducciones modernas. En un capítulo titulado “A Historian’s Kit for the Fourth Dimensions”, Couliano cita a Charles Howard Hinton, Robert Monroe, Charles Tart, Ouspensky y Einstein, y opina que “Los Físicos y Matemáticos son responsables de haber retenido por un gran tiempo el regreso al interés en místicas formas de conocimiento.”
Si el alma es un “transporte espacial”, como la tradición religiosa y el folclore parecen sugerir, ¿sigue leyes especiales de física que aún no han sido descubiertas? ¿Qué conclusiones podemos obtener de las actuales y múltiples representaciones de otros mundos? Simplemente que nosotros vivimos en un estado de avanzado otro-mundo plural, donde las “burdas hipótesis de un alma que se puede separar (del cuerpo)” se convierten en obsoletas. Nuevos modelos de mente, “inspirados por inteligencia cibernética y artificial, están reemplazando a los viejos modelos.”
Posteriormente, en su análisis, Couliano remarca que “la ciencia en sí misma ha abierto sorprendentes perspectivas en la exploración de otros mundos, y algunas veces en otras dimensiones en el espacio. En consecuencia, nuestros viajes a otros mundos pueden conducir a universos paralelos o a toda suerte de posibles o imposibles mundos.” Ese es el viaje al que invitamos al lector. (p. 17-18)
  
Regreso a Magonia

Hace 40 años, un libro titulado Pasaporte a Magonia (subtitulado ‘Desde el folclore a los platillos volantes’), documentó los paralelos existentes entre los avistamientos contemporáneos de ‘aliens’ y el comportamiento de los seres mencionados en los tiempos antiguos, a menudo interpretados como dioses, ángeles o demonios. Eran los ‘daimons’ de la Antigua Grecia, la ‘Gente Pequeña’ de la fe de los pueblos celtas, los elfos y nomos de la tradición de Paracelso, los familiares de la era de los hechizos. Viajaban por los aires en aparatos como esferas de luz. Abducían humanos, tenían intercambio sexual con ellos, les mostraban imágenes de mundos paralelos, y les entregaron mensajes que cambiaron la Historia.
Pasaporte a Magonia impactó a muchos creyentes en los ovnis, porque cuestionó el simplista origen ‘extraterrestre’ del fenómeno, clamando por una más compleja interpretación donde los factores simbólicos y culturales añadían otro estrato a la dimensión mítica de las observaciones.
Aunque el libro estaba basado en datos preliminares y escasa evidencia documental, sus afirmaciones fueron objeto de interpretación y crítica por diversos ángulos.
En los últimos 40 años mucho ha ocurrido en el fortalecimiento de esta investigación. Varios equipos de historiadores, antropólogos, especialistas en el folclore, filólogos, han entrado en el terreno. Sus trabajos han profundizado y expandido la investigación de estos temas antiguos. La llegada de Internet, ha amplificado la habilidad de interesados amateurs y profesionales por igual, haciendo importantes contribuciones al trabajo. El resultado de esta cooperación y esfuerzo masivos es sorprendente.
Cualquiera que dude que descripciones de inusuales fenómenos aéreos y las entidades asociadas a ellos han hecho un gran impacto en la historia humana y su cultura sólo tiene que ir a través de este libro –expresamente restringido a 500 prominentes casos desde la Antigüedad hasta el comienzo de la Era de la Aviación- para darse cuenta qué maravillosos sucesos se han estado perdiendo.
Las referencias históricas sugieren que, en ausencia de relatos de de desconocidos fenómenos aéreos que sorprendieron e inspiraron a sus gentes, el faraón Amenophis IV no habría tomado el nombre de Akenatón, e introducido el culto al Disco Solar en Egipto, y que el emperador Constantino podría no haber establecido el cristianismo en Roma en el 312 d.C. Las crónicas antiguas nos aseguran que seres provenientes de reinos celestiales (ya sea Magonia, Nirvana, Los Cielos, o Walhalla) son los responsables de decirle a la Virgen María que traería al Hijo de Dios, de instruir al emperador japonés Amekuni en el culto al Dios Supremo, inspirar a Mahoma a fundar el Islam en Medina, año 612, salvar la vida de un sacerdote llamado Nicherin junto antes de ser ejecutado en 1271, ayudar al rey Enrique IV de Inglaterra a ganar la decisiva batalla contra los caballeros franceses en Agincourt en 1415, y de convencer a Carlos V a abandonar el asedio de Magdeburg en 1551.
Otros episodios –creamos o no en su realidad física- han adquirido un lugar colorido en la Historia: el emperador Carlomagno fue tirado de su caballo cuando un objeto voló sobre él en el año 810. Juana de Arco fue inspirada a convertirse en líder de los galos y expulsar a los ingleses después de recibir instrucciones de seres de luz en 1425.
Entre los grandes científicos y estudiosos que cuidadosamente archivaron avistamientos de fenómenos aéreos que ellos no pudieron identificar, y no dudaron en publicar sus observaciones, tenemos al matemático Facius Cardan, Sir H. Sloane (presidente de la Royal Society), Charles Messier, Cromwell Mortimer (secretario de la Royal Society), e ilustres figuras literarias como Goethe y Casanova. Muchos de los que Stephen Hawkings define como ‘farsantes y frikis’. (p. 18-20)

Estructura de este trabajo

PARTE I, Una Cronología de las Maravillas, contiene una selección de 500 sucesos que nos dan, con variados detalles, descripciones del fenómeno aéreo que han permanecido sin identificación después de que nosotros agotásemos el análisis con los recursos a nuestra disposición. Para la conveniencia del lector, la cronología está dividida en seis distintos periodos, con comentarios sobre las características sociales e históricas de cada periodo, y como éstos afectan al contexto y al relato de eventos inusuales en el cielo.
Paramos nuestra compilación antes de 1880, en el comienzo de una nueva era, cuando el hombre, gracias a los inventos de globos y artefactos más ligeros que el aire, se decide, por fin, a volar.
Antes de esa fecha, los observadores humanos solían confundirse, con efectos atmosféricos, ilusiones ópticas, meteoros y cometas, y las experiencias visionarias comunes a los profetas y multitudes excitadas, pero no hubo objetos volantes hechos por el hombre hasta el año 1783 -cuando el rey Luis XVI de Francia otorgó el permiso para que volase el primer globo humano- y, por supuesto, ninguna máquina que fuese más pesada que el aire en todo el periodo que vamos a cubrir.
Hemos tratado de reconocer errores comunes, únicamente manteniendo en nuestro catálogo verdaderas e intrigantes descripciones que nos sugieren anomalías físicas reales. Durante el periodo que estudiamos no hay aeroplanos, ni proyectores sobre bancos de nubes, ni cohetes enviados al espacio, ni ninguno de las travesuras de prototipos secretos u operaciones clandestinas de guerra psicológica que a menudo son mencionados por los escépticos para ‘explicar’ los modernos ovnis. Después de 1879, mientras el cielo todavía se mantiene, de algún modo, impoluto, la investigación dentro del fenómeno de los aéreos no identificados se hace más compleja, con la frecuente descripción de globos, naves, y los fraudes típicos de los nuevos medios de comunicación occidentales, incluyendo a periodistas rivales con confusos métodos de precisión.

PARTE II, Mitos, Legendas, y Carros de los Dioses, extrae las lecciones del gran banco de datos de física que ha venido a dar al hombre su visión del universo. Por medio de restringirnos a nosotros mismos a un periodo que abarca desde la Antigüedad a la Edad de la Aviación, somos capaces de aplicar patrones estándar a los informes de cosas desconocidas en los cielos. En el proceso, hemos tenido que abrirnos paso a través de mucho material que no encajaba en nuestro criterio para ser considerado una entrada válida como fenómeno aéreo, aunque nos proveía de considerable conocimiento dentro de las actitudes culturales, religiosas o sociales del periodo.
Parte del material rechazado está reunido en este sección del libro, pero nuestras estimaciones al respecto no es concluyente. Reconocemos que hay mucho aún por descubrir sobre la literatura de este fenómeno. Un estudio más profundo de este material por parte de otros investigadores podría, en su momento, dar el paso a que fuera revisado y debiera ser incluido en futuros catálogos de fenómenos aéreos.

PARTE III, Fuentes y Métodos, divulga nuestro criterio de selección y el proceso a través del cual hemos ensamblado la cronología. También ahonda en los difíciles asuntos de erudición, cuando el problema está en decidir qué versión de un evento histórico particular es digno de ser mencionado, y cual es incorrecto, engañoso o frívolo.
En esta sección además explicamos cómo la llegada de Internet ha cambiado la metodología de la investigación dentro del material de la Antigüedad, mediante hacer investigables documentos antes inaccesibles, y lo que es igualmente importante, permitiendo la construcción de cadenas de comunicación entre estudiosos e investigadores en muchos países.

En nuestra Conclusión, revisaremos los patrones más significativos que somos capaces de extraer del despliegue histórico de las observaciones, y preguntaremos cómo éstas se relacionan con el fenómeno tal y como continúa siendo observado a día de hoy. (p. 20-22)

(1) La Semiología o Semiótica es la disciplina que aborda la interpretación y producción del sentido. Esto significa que estudia fenómenos significantes, objetos de sentidos, sistemas de significación, lenguajes, discursos y los procesos a ellos asociados: la producción e interpretación. Toda producción e interpretación del sentido constituye una práctica significante, un proceso de semiosis que se vehiculiza mediante signos y se materializa en textos.
La semiótica también puede definirse como la ciencia que estudia los sistemas de comunicación dentro de las sociedades humanas. La peculiaridad del enfoque semiótico responde al siguiente interrogante: "¿Por qué y cómo en una determinada sociedad algo —una imagen, un conjunto de palabras, un gesto, un objeto, un comportamiento, etc.— significa?". 

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