Está usted en Magonia
¿Cuántas
veces habremos escuchado que la realidad supera a la ficción? Seguro que cuando
el Dr. Jacques Vallée publicó Pasaporte a
Magonia (1969), donde cita 923 casos de ovnis durante un período de cien
años (1868-1968), nunca imaginó que el fenómeno alienígena diera tantas vueltas
y mostrase tantas y tan complejas aristas.
1879. Caso Vulture. Avistamiento en el Golfo Pérsico, desde el buque Vulture, de dos gigantescas ruedas (cada
una de unos 40 metros de diámetro) que giran en el aire y se acercan lentamente
a la superficie del mar. Duración aproximada: 35 minutos.
1954. Caso Senesi. En Livorno, Italia, Bruno Senesi ve aterrizar en
un campo dos objetos brillantes que desprenden humo. De ellos salieron unos
pequeños seres rojos y monstruosos, que lo persiguieron. El testigo, presa de
un fuerte ataque de nervios, fue llevado a un hospital, donde se escondió bajo
una cama.
La verdad
siempre estuvo ahí fuera. No había sino que buscarla y escarbar, como hizo Vallée;
y ponerle un nombre mágico –Magonia- que
desafiara a todas las mentes, las abiertas, las cerradas; y también las
embusteras.
1897 Caso Williamston. Williamston, Michigan, EEUU. Al menos una docena de agricultores observa durante
una hora, las maniobras de un ovni que aterriza. Del objeto sale un ser de casi
tres metros de altura, semidesnudo y agobiado por el calor. Los testigos dicen
que su lenguaje era musical, como una
serie de mugidos. Uno de los campesinos se le acercó y recibió un golpe que
le fracturó la cadera.
1898.
Caso Hamilton. Kansas, EEUU.
Alexander Hamilton y su hijo se despiertan al escuchar alboroto entre el
ganado, y salen al exterior de la casa. Allí observan un ovni con forma de
cigarro de unos 100 metros de longitud, flotando a 10 metros del suelo.
Observaron que en el interior del ovni había seis seres que hablaban una lengua
extraña. Los Hamilton afirman que eran repugnantes. Del ovni sale un cable rojo
que arrastra consigo a una ternera, que aparecerá muerta a la mañana siguiente.
La verdad, en bruto, estaba
en los testimonios de los testigos, pero la ciencia oficialista la ignoró,
porque los detalles de esos relatos, de ridículos que eran, sonrojaban.
1947. Caso Johannis. R.L. Johannis, de Raveo, Italia, observa un
platillo junto a dos seres de menos de un metro de alto, con enorme cabeza,
rostro verde, ojos oscuros, grandes y saltones, sin cejas ni pestañas. Visten
un cinturón, del que surgió un extraño vapor que provocó asfixia y sacudida
eléctrica al testigo. Las manos de los entes eran verdosas, con ocho dedos
parecidos a garras.
1949. Caso Pucusuna. Un joven empleado de una compañía petrolífera en
Pucusuna, Perú, viaja en coche hacia Lima, cuando observa un disco brillante en
el suelo. Del ovni salieron tres seres parecidos a momias, con piernas unidas y
un único y enorme pie. Los entes preguntan al joven dónde estaban, y charlan
extensamente con él.
1952. Caso Snitowski. En Frametown, Virginia, EEUU, George Snitowski, su
esposa y su hija, viajan en su coche, hasta que la máquina se paró sin causa
aparente alguna. Advirtieron un olor desagradable en el ambiente, y una luz
potente brillando en el bosque, hacia la cual se dirigió George. Al llegar a
ella notó un hormigueo en todo el cuerpo, así como pérdida de equilibrio.
Regresa junto a su familia y encuentra a su mujer aterrorizada, señalando a un
ser de tres metros que inspeccionaba el exterior del coche, cuyas puertas
tenían el seguro puesto. Al poco, el ente se dirigió hacia la luz, y los
Snitowski observaron el ascenso a los cielos de la esfera luminosa.
Claro, luego ocurre lo que
tiene que ocurrir: que las viejas y puritanas comadres de Harvard se conjuran escandalizadas contra la bruja, preparando la pira donde pulir sus disparatadas ideas, de que
un ciudadano de Manhattan, que paga sus impuestos y saca cada mañana su basura y
la de la Sra. Dreyfuss, puede ser secuestrado por seres alienígenas…
1954. Caso Les Egots. En Les Egots, Francia, un niño ve salir a un
hombre de un extraño aparato. Vestía de rojo, y sus ropas parecían de hierro. Caminaba con las piernas rígidas,
tenía largos cabellos y rostro peludo. Sus ojos eran grandes como los de las vacas.
1963. Caso Saskatoon. En Saskatoon, Canadá, cuatro niños observan un
ovni ovalado suspendido sobre un campo. Se acercan y encuentran a un ente de
tres metros de altura vestido con un hábito blanco, profiriendo sonidos
ininteligibles, mientras tendía las manos hacia ellos (¿Eres tú, Gandalf?). Los niños huyeron presa del pánico, siendo
hospitalizada una niña a causa del shock.
La verdad
siempre estuvo ahí afuera. El oficialismo, la academia, el prime time, los reputados, no le dieron su espacio. Marginada de
las vías del conocimiento, gracias a la brillante actuación del elenco
alienígena, magistrales en sus teatrales actuaciones. Ovnis que no pasarían ni
la ITV, con cables y tren de aterrizaje; de los que salen seres inteligentes
que piden abono y ofrecen insípidas galletas que no haría ni el más torpe de
los pasteleros de este miserable mundo, etc. Una brillante maniobra elusiva que
mantuvo a raya a las mentes críticas, salvo excepciones ya mencionadas. Estrategia
efectiva por parte de unas entidades que conocen muy bien, como las palmas de
sus manos, las deficiencias emocionales e intelectuales de los terrestres.
1887. Caso Siberian. Cabo Race, Océano
Atlántico, varios testigos observan, a bordo del Siberian, cómo sale del mar una enorme e ígnea esfera que se eleva
a unos 16 metros, volando contra el viento, para acercarse al buque antes de
partir a gran velocidad. Duración aproximada: 5 minutos.
1945 Caso Delarof. Islas Aleutianas. A bordo del buque Delarof, de la Marina de los EEUU, 14
marineros ven surgir del mar una esfera oscura que vuela alrededor del barco
antes de alejarse.
1954. Caso Swain. En Coldwater, Kansas, EEUU, un niño de 12 años,
John J. Swain, regresa del campo, cuando observa la presencia cercana de un ser
del tamaño de un niño de cinco años. El ente tiene nariz y orejas muy largas, y
parecía volar (sus zapatos parecían tener aletas)
hacia un platillo suspendido a un par de metros del suelo, en donde se
introdujo de cabeza. La nave ascendió y desapareció. La policía halló huellas
extrañas.
1954.
Caso Lucas. Loctudy, Francia. Un
panader, P. Lucas, observa un ovni circular de unos tres metros de diámetro,
del que salió un enano de cara ovalada, velluda, y ojos tan grandes como huevos de cuervo. El ente tocó en el hombro al
testigo, y le habló en una lengua desconocida, antes de regresar al ovni y
despegar.
En la Magonia religiosa hemos conocido el modus operandi de los aliens travestidos de icono arquetípico femenino, la Virgen María. Un arquetipo que, con
astucia, se coló en la imaginería occidental, con el propósito de eclipsar ese
otro icono arquetípico femenino que
es María Magdalena. Hace más de mil años, Magdalena ya era conocida en esos
términos principales, como Esposa de Cristo, icono arquetípico
masculino. La Esposa representaba al Alma
(Ánima), mientras que el Esposo representaba a Nous, la Conciencia. Así,
ambos personifican a los Esposos, las dos, digamos, fuerzas complementarias que
otorgan el equilibrio. Los textos que nos han llegado son la prueba de que la
verdad estaba ahí fuera.
Y, desde luego, resulta
llamativo que la imagen femenina predominante en el fenómeno alienígena, la
Virgen María, sea un icono secundario, carente de substancia desde la óptica
arquetípica de la evolución. Frente a una Magdalena que, arquetípicamente
hablando, es la encarnación de una fuerza elemental (Vida-Alma), que combinada
con la fuerza elemental masculina (Conciencia), crea hechos. Así, no parece que
haya dicho mucho. Pero es que esos hechos
(frutos del árbol, en el lenguaje de
los cuentos) son actos, creaciones, cargadas del combustible limpio que mueve
las colosales ruedas de la evolución, allá en las nubes de nuestra mente. Por
ello, era necesario superponer sobre Magdalena, la imagen de un icono de
sumisión y resignación, la Virgen.
Así que el alienígena
especialista en beatos, tomando retales del universo católico, escenifica su
ambicioso programa de condicionamiento sobre las masas. Y le exige al creyente
que doble el espinazo ante el Obispo de
Roma, Padre de los reyes, Primado de Italia, Príncipe de los Obispos, Sucesor
del Príncipe de los Apóstoles, Siervo de los Siervos de Dios, Pastor del Rebaño
de Cristo, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano y, casi lo olvido,
representante de Jesucristo en la Tierra.
El alien mariano busca -y obtiene- conversión en
cantidades industriales. El ejemplo del Caso
Fátima (1917) es paradigmático. Encontrando en él algunos de los logros que
el mito, el fenómeno alien, alcanza.
Primero: conduciendo la mente de los creyentes, desde una posición
desventajosa, hacia la supuesta consecución de la misericordia divina; que es
una forma educada de hablar del trueque
que, probablemente, se establece: Tú me
das tu energía vital y yo te engaño, haciéndote creer que tu entrega culminará
en la obtención de lo que pides.
Segundo: El enlace es una imagen tóxica (la Virgen) de divinidad
femenina, que reconoce y aprecia a sus representantes terrestres (católicos,
clero violador de niños); y actúa, por el mero hecho de ser mujer, como
recadera entre el Reino de los Cielos
y la Tierra.
Tercero: Se convoca y moviliza a grandes multitudes (cada tarde, todos
los domingos, al menos) en lugares concretos (templos religiosos católicos)
cuyo uso real desconocemos. Lo que no ignoramos es que el templo actual es el
resultado de la superposición de cultos, en línea directa, probablemente, con
los comienzos del ser humano. Y que la elección de un lugar de poder, de culto,
esencialmente, se decidía en función de su historial paranormal, algo de lo que
los alienígenas algo saben.
Si el culto platillista
algún día llegase a ser mayoritario en occidente, catedrales como la de
Compostela serían el punto de encuentro de los creyentes. Y la imaginería
católica actual se tornaría en imaginería cristianoespacial,
fundiendo a Cristo con Ashtar Sheran, el hombre del espacio.
Cuarto:
Lograr conducir las mentes (y las decisiones cotidianas) contra los movimientos
sociales y políticos que, representados en la Rusia revolucionaria, amenazaban
el poder católico y, a la postre, el poder del mito sobre la psique. La
influencia de este punto en la historia europea del siglo XX ha sido enorme.
Magonia también está viva en España.
¡Vaya si lo está! Hay obras de investigadores españoles muy recomendables, con
cientos de casos que son tan sorprendentes, o más, que los sucesos que hemos
conocido aquí: Galería de condenados
(Antonio Ribera, 1984); El Síndrome Ovni
(F. Jiménez del Oso, 1984); La Invasión
Ovni (Bruno Cardeñosa, 2003); La
Quinta Columna (J.J. Benítez, 1990) Sólo
para tus ojos (J.J. Benítez, 2016).
Son sólo
unas muestras de que la verdad estaba ahí fuera. Antes de que los
estadounidenses afirmaran que algo estaba pasando en, por ejemplo,
Passamaquoddy, Estado de Maine, ya había ocurrido en Barakaldo, País Vasco.
Lo cierto es
que, al pasar de las décadas, parece que esa verdad, el incómodo fenómeno
alienígena, tiene una ligazón con el ser humano mucho más profunda y compleja
de lo que podríamos imaginar a simple vista. Hablamos, para ser exactos, de un
vínculo muy íntimo; que toca lo más sagrado y vulnerable de un ser humano. Toca
sin misericordia la sexualidad, la reproducción, los sentimientos de
vulnerabilidad y explotación, los lazos espirituales. Hay deshonestidad y
chantaje, creando un clima psicopático que sólo podremos comprender si el
psicópata integrado que vive tres calles más allá, entra en nuestra vida y la
arrasara a sal y fuego. Al fin y al cabo, parece un mismo concepto (la
psicopatía), expresado a través de dos
imágenes aparentemente muy distintas pero, en el fondo, idénticas: el alienígena y el psicópata
integrado en nuestra sociedad.
No hay sino
que echar un vistazo a las redes de abusos sexuales que, ahora sabemos, se
tejen en televisiones, estudios de cine, universidades, iglesias, ONGs,
instituciones del Estado, ejércitos, etc, para ver que el alien está, a través
del psicópata, integrado en nuestra
sociedad.
El incómodo fenómeno
alienígena, sin embargo, nos obligó a replantearnos la fórmula de la
existencia, dejando atrás lo formal y oficial y apostando por marcos más
amplios; adoptando una mirada Cinemascope,
panorámica, que no dejase elementos importantes fuera de plano. Y al
hacerlo, se rompe con la anodina cotidianidad de un mundo en decadencia. Y,
siendo irrelevante la naturaleza
(placentera o traumática) del suceso en cuestión, lo que importa es que se
trata de la prueba personal que pone en cuestión tus principios sobre la
realidad. Has vivido una grieta en la (que te habían contado era la) realidad.
Una grieta en Magonia o Narnia, poco importa, ese anómalo capítulo, por sí
solo, lo cambia todo.
La lenta recuperación de esa
capacidad, la agudeza en la observación panorámica, como extraída del relato
del héroe o heroína que regresa a su hogar tras recobrar todos y cada uno de
sus atributos originales, puede que sea lo que el estadounidense medio llama
una experiencia iluminadora, en el
sentido religioso. Hemos visto lo sencillo que puede ser para las personas
con su espiritualidad mermada, caer
en una interpretación contaminada de la experiencia, que deriva en aceptar la
maldad con naturalidad.
El fenómeno, en su devenir
de los últimos ochenta años, comenzó dejándose ver y fotografiar. Luego, los
aliens salieron a ver y dejarse ver por el vecindario… Me atrevería a afirmar
que el fenómeno alienígena ha mostrado, durante esos ochenta años, muchísimo
más de lo que en apariencia podría pensarse. Llegó el momento en que los testimonios
de los testigos se tornaron en la pesadilla de un régimen psicopático que, como
ladrón en la noche, entra contra tu voluntad en tu hogar y tu cuerpo. En ese
punto, la charlatanería de que había hecho gala el alien, desaparece.
Y en su lugar tenemos a un
alienígena, generalmente masculino, que manipula tus sentimientos, doblega tu
voluntad, te viola, toma el control de tu aparato genital, y te hace saber que,
si quieres ver el lado positivo de la situación, procures tomarte como un reto a superar el vecimiento del
terror que te provocamos. Así, literal. Yo he escuchado lo mismo, pero de
labios de un psicópata.
¡Quién nos iba a decir que
entrar en el ovni supondría atravesar una puerta, con un espejo en el que se
mira el narcisista monstruo con rostro humano! Más sabemos del comportamiento
alienígena, más los podemos identificar con la figura terrestre que los
personifica. De modo que, el fenómeno, siendo un problema en sí mismo, funciona
como un involuntario estímulo para profundizar en las cuestiones elementales,
que son de naturaleza espiritual.
John Mack: Nosotros
tenemos una idea de lo que es real. Es muy limitada, y cada vez se hace más
limitada a medida que pasan los siglos. El poeta Rilke decía, hablando del
mundo espiritual, que nuestros sentidos, por los que podemos conocer el mundo
del espíritu, están atrofiados. Hemos perdido los sentidos primitivos que nos
permiten ir más allá de nuestro horizonte físico, muy limitado.
Lo comparto. Y creo que
hemos de recuperar esos sentidos, integrándolos en el día a día. Recuperando el
valor de la intuición al tiempo que el espíritu crítico. Volviendo a mirar las
imágenes como algo más. Y a leer los cuentos con un tercer ojo, de mirada
infantil. Tanto que esa mirada juega buscando pares, y ramas y racimos de
imágenes con extraños significados. Y esas imágenes hablan de tesoros,
cristales, monstruos, anillos mágicos, princesas llamadas Moana, griales, y
todo el animalario que sea menester para expresar las vicisitudes de un alma
inmortal durante una experiencia temporal. Porque, resulta que hace ya tiempo
que olvidamos que todas esas cosas existen en nuestro mundo. Ahora, a la luz de
lo que sabemos gracias a los abducidos, podemos intuir que hay en todo ello
algo muy lógico y coherente. Un tesoro, que portamos sin saber, y la
estrategia del monstruo para hacerse con él. Parece de cuento de Grimm.
Hasta hace muy poco, a ese
monstruo amenazante sólo lo habíamos visto en los tebeos, cuentos y películas;
como un vampiro, hombre lobo, Mr. Hyde, robot asesino, demonio bíblico, zombi,
etc. Una esencia (la psicopatía), muchos vestidos diferentes. Ahora comenzamos,
lentamente, a saber que habitamos en un mundo en el que todas esas criaturas,
viven a través de la experiencia del psicópata.
Decididamente, tomaré el
sendero del cuento y su lenguaje, que me deje entender qué lugar ocupamos en
él. Y cómo se venció al dragón, y se fue astuto como serpiente e inocente como
paloma.
Es el sendero más coherente
si queremos entender las imágenes que afectan a la sociedad humana en todas sus
facetas.
Lo más oportuno, para
comprender la magnitud de lo que está en juego (si es que lo está y no es una
simulación), es que volvamos a leer cuentos. Los de toda la vida. Los que
tienen cientos, miles de años. Escritos con un lenguaje especial, para niños;
para quienes, todavía, su entendimiento no les permite entender conceptos
complejos; de forma que se desarrolla una comunicación oral a base de imágenes.
Así nacen los grillos parlantes, centinelas de la conciencia, los muñecos
hechos de pino, los faunos, los magos blancos (decanos de sus órdenes) etc, etc.
El característico lenguaje
de los cuentos no resulta una amenaza para el poder; porque los cuentos hablan
de cosas extraordinarias y mágicas. Desde luego, no han corrido el mismo
destino que los libros que ardieron en las plazas de todo el mundo. No, el
cuento es una bomba de relojería contra las cadenas de la ignorancia, con el
mejor camuflaje que se pueda desear. Dicen que el cuento porta el célebre Casco de la Invisibilidad de Plutón, que
le permite luchar airoso contra los titanes. Yo así lo creo. Porque su espada,
la verdad que nos hace resistir frente a los vientos de la oscuridad, es su
lengua afilada como hoja de cuchilla. Y, con nombre de leyenda o cuento, la
palabra pasea –pisando fuerte- de un extremo al otro del papel.
Cuentos, para comprender qué quiere decir, lo más exactamente
posible, que los alienígenas ansían
hacerse con Ánima, el alma humana. Y, en la comprensión de eso que nos
es un misterio, poner las medidas adecuadas para protegernos.
El Dr. Malanga acierta de
pleno cuando afirma que no se puede
estudiar a los alienígenas sin saber primero cómo estamos hechos nosotros, sus
víctimas. Porque, si, en efecto, los alienígenas están interesados en
nosotros, exclusivamente por causa de nuestra Ánima, nuestra, digamos, eterna
dimensión espiritual o sensible, y nosotros no somos capaces de vencer el
escepticismo y los reparos para conocer de ella, ¿cómo podremos resolver el
conflicto que se nos plantea?
Me parece que lo más
oportuno será revisar los textos que habíamos leído de forma literal,
provocándonos una sonrisa incrédula. Ahí hay miga, chicha, cuento. Ahí hay
secretos enterrados que, dicen, conciernen a Ánima. Y si atañe a Ánima, nos
atañe a nosotros. ¿No?
Puede ser que nos
sorprendamos escarbando en relatos encriptados, que sólo adquieren sentido si
colocamos las claves oportunas. Relatos que siempre han estado ahí,
indescifrados; cargados de fuerza, sencillez y vitamina C.
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