lunes, 2 de diciembre de 2019

Reflexiones II: Está usted en Magonia


Está usted en Magonia

   ¿Cuántas veces habremos escuchado que la realidad supera a la ficción? Seguro que cuando el Dr. Jacques Vallée publicó Pasaporte a Magonia (1969), donde cita 923 casos de ovnis durante un período de cien años (1868-1968), nunca imaginó que el fenómeno alienígena diera tantas vueltas y mostrase tantas y tan complejas aristas.

1879. Caso Vulture. Avistamiento en el Golfo Pérsico, desde el buque Vulture, de dos gigantescas ruedas (cada una de unos 40 metros de diámetro) que giran en el aire y se acercan lentamente a la superficie del mar. Duración aproximada: 35 minutos.


1954. Caso Senesi. En Livorno, Italia, Bruno Senesi ve aterrizar en un campo dos objetos brillantes que desprenden humo. De ellos salieron unos pequeños seres rojos y monstruosos, que lo persiguieron. El testigo, presa de un fuerte ataque de nervios, fue llevado a un hospital, donde se escondió bajo una cama.

   La verdad siempre estuvo ahí fuera. No había sino que buscarla y escarbar, como hizo Vallée; y ponerle un nombre mágico –Magonia- que desafiara a todas las mentes, las abiertas, las cerradas; y también las embusteras.

1897 Caso Williamston. Williamston, Michigan, EEUU. Al menos una docena de agricultores observa durante una hora, las maniobras de un ovni que aterriza. Del objeto sale un ser de casi tres metros de altura, semidesnudo y agobiado por el calor. Los testigos dicen que su lenguaje era musical, como una serie de mugidos. Uno de los campesinos se le acercó y recibió un golpe que le fracturó la cadera.

1898. Caso Hamilton. Kansas, EEUU. Alexander Hamilton y su hijo se despiertan al escuchar alboroto entre el ganado, y salen al exterior de la casa. Allí observan un ovni con forma de cigarro de unos 100 metros de longitud, flotando a 10 metros del suelo. Observaron que en el interior del ovni había seis seres que hablaban una lengua extraña. Los Hamilton afirman que eran repugnantes. Del ovni sale un cable rojo que arrastra consigo a una ternera, que aparecerá muerta a la mañana siguiente.

La verdad, en bruto, estaba en los testimonios de los testigos, pero la ciencia oficialista la ignoró, porque los detalles de esos relatos, de ridículos que eran, sonrojaban.

1947. Caso Johannis. R.L. Johannis, de Raveo, Italia, observa un platillo junto a dos seres de menos de un metro de alto, con enorme cabeza, rostro verde, ojos oscuros, grandes y saltones, sin cejas ni pestañas. Visten un cinturón, del que surgió un extraño vapor que provocó asfixia y sacudida eléctrica al testigo. Las manos de los entes eran verdosas, con ocho dedos parecidos a garras.

1949. Caso Pucusuna. Un joven empleado de una compañía petrolífera en Pucusuna, Perú, viaja en coche hacia Lima, cuando observa un disco brillante en el suelo. Del ovni salieron tres seres parecidos a momias, con piernas unidas y un único y enorme pie. Los entes preguntan al joven dónde estaban, y charlan extensamente con él.

1952. Caso Snitowski. En Frametown, Virginia, EEUU, George Snitowski, su esposa y su hija, viajan en su coche, hasta que la máquina se paró sin causa aparente alguna. Advirtieron un olor desagradable en el ambiente, y una luz potente brillando en el bosque, hacia la cual se dirigió George. Al llegar a ella notó un hormigueo en todo el cuerpo, así como pérdida de equilibrio. Regresa junto a su familia y encuentra a su mujer aterrorizada, señalando a un ser de tres metros que inspeccionaba el exterior del coche, cuyas puertas tenían el seguro puesto. Al poco, el ente se dirigió hacia la luz, y los Snitowski observaron el ascenso a los cielos de la esfera luminosa.

Claro, luego ocurre lo que tiene que ocurrir: que las viejas y puritanas comadres de Harvard se conjuran escandalizadas contra la bruja, preparando la pira donde pulir sus disparatadas ideas, de que un ciudadano de Manhattan, que paga sus impuestos y saca cada mañana su basura y la de la Sra. Dreyfuss, puede ser secuestrado por seres alienígenas…

1954. Caso Les Egots. En Les Egots, Francia, un niño ve salir a un hombre de un extraño aparato. Vestía de rojo, y sus ropas parecían de hierro. Caminaba con las piernas rígidas, tenía largos cabellos y rostro peludo. Sus ojos eran grandes como los de las vacas.

1963. Caso Saskatoon. En Saskatoon, Canadá, cuatro niños observan un ovni ovalado suspendido sobre un campo. Se acercan y encuentran a un ente de tres metros de altura vestido con un hábito blanco, profiriendo sonidos ininteligibles, mientras tendía las manos hacia ellos (¿Eres tú, Gandalf?). Los niños huyeron presa del pánico, siendo hospitalizada una niña a causa del shock.

   La verdad siempre estuvo ahí afuera. El oficialismo, la academia, el prime time, los reputados, no le dieron su espacio. Marginada de las vías del conocimiento, gracias a la brillante actuación del elenco alienígena, magistrales en sus teatrales actuaciones. Ovnis que no pasarían ni la ITV, con cables y tren de aterrizaje; de los que salen seres inteligentes que piden abono y ofrecen insípidas galletas que no haría ni el más torpe de los pasteleros de este miserable mundo, etc. Una brillante maniobra elusiva que mantuvo a raya a las mentes críticas, salvo excepciones ya mencionadas. Estrategia efectiva por parte de unas entidades que conocen muy bien, como las palmas de sus manos, las deficiencias emocionales e intelectuales de los terrestres.

   1887. Caso Siberian. Cabo Race, Océano Atlántico, varios testigos observan, a bordo del Siberian, cómo sale del mar una enorme e ígnea esfera que se eleva a unos 16 metros, volando contra el viento, para acercarse al buque antes de partir a gran velocidad. Duración aproximada: 5 minutos.

1945 Caso Delarof. Islas Aleutianas. A bordo del buque Delarof, de la Marina de los EEUU, 14 marineros ven surgir del mar una esfera oscura que vuela alrededor del barco antes de alejarse.

1954. Caso Swain. En Coldwater, Kansas, EEUU, un niño de 12 años, John J. Swain, regresa del campo, cuando observa la presencia cercana de un ser del tamaño de un niño de cinco años. El ente tiene nariz y orejas muy largas, y parecía volar (sus zapatos parecían tener aletas) hacia un platillo suspendido a un par de metros del suelo, en donde se introdujo de cabeza. La nave ascendió y desapareció. La policía halló huellas extrañas.

1954. Caso Lucas. Loctudy, Francia. Un panader, P. Lucas, observa un ovni circular de unos tres metros de diámetro, del que salió un enano de cara ovalada, velluda, y ojos tan grandes como huevos de cuervo. El ente tocó en el hombro al testigo, y le habló en una lengua desconocida, antes de regresar al ovni y despegar.

En la Magonia religiosa hemos conocido el modus operandi de los aliens travestidos de icono arquetípico femenino, la Virgen María. Un arquetipo que, con astucia, se coló en la imaginería occidental, con el propósito de eclipsar ese otro icono arquetípico femenino que es María Magdalena. Hace más de mil años, Magdalena ya era conocida en esos términos principales, como Esposa de Cristo, icono arquetípico masculino. La Esposa representaba al Alma (Ánima), mientras que el Esposo representaba a Nous, la Conciencia. Así, ambos personifican a los Esposos, las dos, digamos, fuerzas complementarias que otorgan el equilibrio. Los textos que nos han llegado son la prueba de que la verdad estaba ahí fuera.
Y, desde luego, resulta llamativo que la imagen femenina predominante en el fenómeno alienígena, la Virgen María, sea un icono secundario, carente de substancia desde la óptica arquetípica de la evolución. Frente a una Magdalena que, arquetípicamente hablando, es la encarnación de una fuerza elemental (Vida-Alma), que combinada con la fuerza elemental masculina (Conciencia), crea hechos. Así, no parece que haya dicho mucho. Pero es que esos hechos (frutos del árbol, en el lenguaje de los cuentos) son actos, creaciones, cargadas del combustible limpio que mueve las colosales ruedas de la evolución, allá en las nubes de nuestra mente. Por ello, era necesario superponer sobre Magdalena, la imagen de un icono de sumisión y resignación, la Virgen.
Así que el alienígena especialista en beatos, tomando retales del universo católico, escenifica su ambicioso programa de condicionamiento sobre las masas. Y le exige al creyente que doble el espinazo ante el Obispo de Roma, Padre de los reyes, Primado de Italia, Príncipe de los Obispos, Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, Siervo de los Siervos de Dios, Pastor del Rebaño de Cristo, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano y, casi lo olvido, representante de Jesucristo en la Tierra.
El alien mariano busca -y obtiene- conversión en cantidades industriales. El ejemplo del Caso Fátima (1917) es paradigmático. Encontrando en él algunos de los logros que el mito, el fenómeno alien, alcanza.
Primero: conduciendo la mente de los creyentes, desde una posición desventajosa, hacia la supuesta consecución de la misericordia divina; que es una forma educada de hablar del trueque que, probablemente, se establece: Tú me das tu energía vital y yo te engaño, haciéndote creer que tu entrega culminará en la obtención de lo que pides.
Segundo: El enlace es una imagen tóxica (la Virgen) de divinidad femenina, que reconoce y aprecia a sus representantes terrestres (católicos, clero violador de niños); y actúa, por el mero hecho de ser mujer, como recadera entre el Reino de los Cielos y la Tierra.
Tercero: Se convoca y moviliza a grandes multitudes (cada tarde, todos los domingos, al menos) en lugares concretos (templos religiosos católicos) cuyo uso real desconocemos. Lo que no ignoramos es que el templo actual es el resultado de la superposición de cultos, en línea directa, probablemente, con los comienzos del ser humano. Y que la elección de un lugar de poder, de culto, esencialmente, se decidía en función de su historial paranormal, algo de lo que los alienígenas algo saben.
Si el culto platillista algún día llegase a ser mayoritario en occidente, catedrales como la de Compostela serían el punto de encuentro de los creyentes. Y la imaginería católica actual se tornaría en imaginería cristianoespacial, fundiendo a Cristo con Ashtar Sheran, el hombre del espacio.
Cuarto: Lograr conducir las mentes (y las decisiones cotidianas) contra los movimientos sociales y políticos que, representados en la Rusia revolucionaria, amenazaban el poder católico y, a la postre, el poder del mito sobre la psique. La influencia de este punto en la historia europea del siglo XX ha sido enorme.
   Magonia también está viva en España. ¡Vaya si lo está! Hay obras de investigadores españoles muy recomendables, con cientos de casos que son tan sorprendentes, o más, que los sucesos que hemos conocido aquí: Galería de condenados (Antonio Ribera, 1984); El Síndrome Ovni (F. Jiménez del Oso, 1984); La Invasión Ovni (Bruno Cardeñosa, 2003); La Quinta Columna (J.J. Benítez, 1990) Sólo para tus ojos (J.J. Benítez, 2016).
   Son sólo unas muestras de que la verdad estaba ahí fuera. Antes de que los estadounidenses afirmaran que algo estaba pasando en, por ejemplo, Passamaquoddy, Estado de Maine, ya había ocurrido en Barakaldo, País Vasco.
   Lo cierto es que, al pasar de las décadas, parece que esa verdad, el incómodo fenómeno alienígena, tiene una ligazón con el ser humano mucho más profunda y compleja de lo que podríamos imaginar a simple vista. Hablamos, para ser exactos, de un vínculo muy íntimo; que toca lo más sagrado y vulnerable de un ser humano. Toca sin misericordia la sexualidad, la reproducción, los sentimientos de vulnerabilidad y explotación, los lazos espirituales. Hay deshonestidad y chantaje, creando un clima psicopático que sólo podremos comprender si el psicópata integrado que vive tres calles más allá, entra en nuestra vida y la arrasara a sal y fuego. Al fin y al cabo, parece un mismo concepto (la psicopatía), expresado a través de dos imágenes aparentemente muy distintas pero, en el fondo, idénticas: el alienígena y el psicópata integrado en nuestra sociedad.
   No hay sino que echar un vistazo a las redes de abusos sexuales que, ahora sabemos, se tejen en televisiones, estudios de cine, universidades, iglesias, ONGs, instituciones del Estado, ejércitos, etc, para ver que el alien está, a través del psicópata, integrado en nuestra sociedad.
El incómodo fenómeno alienígena, sin embargo, nos obligó a replantearnos la fórmula de la existencia, dejando atrás lo formal y oficial y apostando por marcos más amplios; adoptando una mirada Cinemascope, panorámica, que no dejase elementos importantes fuera de plano. Y al hacerlo, se rompe con la anodina cotidianidad de un mundo en decadencia. Y, siendo irrelevante la naturaleza (placentera o traumática) del suceso en cuestión, lo que importa es que se trata de la prueba personal que pone en cuestión tus principios sobre la realidad. Has vivido una grieta en la (que te habían contado era la) realidad. Una grieta en Magonia o Narnia, poco importa, ese anómalo capítulo, por sí solo, lo cambia todo.
La lenta recuperación de esa capacidad, la agudeza en la observación panorámica, como extraída del relato del héroe o heroína que regresa a su hogar tras recobrar todos y cada uno de sus atributos originales, puede que sea lo que el estadounidense medio llama una experiencia iluminadora, en el sentido religioso. Hemos visto lo sencillo que puede ser para las personas con su espiritualidad mermada, caer en una interpretación contaminada de la experiencia, que deriva en aceptar la maldad con naturalidad.
El fenómeno, en su devenir de los últimos ochenta años, comenzó dejándose ver y fotografiar. Luego, los aliens salieron a ver y dejarse ver por el vecindario… Me atrevería a afirmar que el fenómeno alienígena ha mostrado, durante esos ochenta años, muchísimo más de lo que en apariencia podría pensarse. Llegó el momento en que los testimonios de los testigos se tornaron en la pesadilla de un régimen psicopático que, como ladrón en la noche, entra contra tu voluntad en tu hogar y tu cuerpo. En ese punto, la charlatanería de que había hecho gala el alien, desaparece.
Y en su lugar tenemos a un alienígena, generalmente masculino, que manipula tus sentimientos, doblega tu voluntad, te viola, toma el control de tu aparato genital, y te hace saber que, si quieres ver el lado positivo de la situación, procures tomarte como un reto a superar el vecimiento del terror que te provocamos. Así, literal. Yo he escuchado lo mismo, pero de labios de un psicópata.
¡Quién nos iba a decir que entrar en el ovni supondría atravesar una puerta, con un espejo en el que se mira el narcisista monstruo con rostro humano! Más sabemos del comportamiento alienígena, más los podemos identificar con la figura terrestre que los personifica. De modo que, el fenómeno, siendo un problema en sí mismo, funciona como un involuntario estímulo para profundizar en las cuestiones elementales, que son de naturaleza espiritual.
John Mack: Nosotros tenemos una idea de lo que es real. Es muy limitada, y cada vez se hace más limitada a medida que pasan los siglos. El poeta Rilke decía, hablando del mundo espiritual, que nuestros sentidos, por los que podemos conocer el mundo del espíritu, están atrofiados. Hemos perdido los sentidos primitivos que nos permiten ir más allá de nuestro horizonte físico, muy limitado.
Lo comparto. Y creo que hemos de recuperar esos sentidos, integrándolos en el día a día. Recuperando el valor de la intuición al tiempo que el espíritu crítico. Volviendo a mirar las imágenes como algo más. Y a leer los cuentos con un tercer ojo, de mirada infantil. Tanto que esa mirada juega buscando pares, y ramas y racimos de imágenes con extraños significados. Y esas imágenes hablan de tesoros, cristales, monstruos, anillos mágicos, princesas llamadas Moana, griales, y todo el animalario que sea menester para expresar las vicisitudes de un alma inmortal durante una experiencia temporal. Porque, resulta que hace ya tiempo que olvidamos que todas esas cosas existen en nuestro mundo. Ahora, a la luz de lo que sabemos gracias a los abducidos, podemos intuir que hay en todo ello algo muy lógico y coherente. Un tesoro, que portamos sin saber, y la estrategia del monstruo para hacerse con él. Parece de cuento de Grimm.
Hasta hace muy poco, a ese monstruo amenazante sólo lo habíamos visto en los tebeos, cuentos y películas; como un vampiro, hombre lobo, Mr. Hyde, robot asesino, demonio bíblico, zombi, etc. Una esencia (la psicopatía), muchos vestidos diferentes. Ahora comenzamos, lentamente, a saber que habitamos en un mundo en el que todas esas criaturas, viven a través de la experiencia del psicópata.
Decididamente, tomaré el sendero del cuento y su lenguaje, que me deje entender qué lugar ocupamos en él. Y cómo se venció al dragón, y se fue astuto como serpiente e inocente como paloma.
Es el sendero más coherente si queremos entender las imágenes que afectan a la sociedad humana en todas sus facetas.
Lo más oportuno, para comprender la magnitud de lo que está en juego (si es que lo está y no es una simulación), es que volvamos a leer cuentos. Los de toda la vida. Los que tienen cientos, miles de años. Escritos con un lenguaje especial, para niños; para quienes, todavía, su entendimiento no les permite entender conceptos complejos; de forma que se desarrolla una comunicación oral a base de imágenes. Así nacen los grillos parlantes, centinelas de la conciencia, los muñecos hechos de pino, los faunos, los magos blancos (decanos de sus órdenes) etc, etc.
El característico lenguaje de los cuentos no resulta una amenaza para el poder; porque los cuentos hablan de cosas extraordinarias y mágicas. Desde luego, no han corrido el mismo destino que los libros que ardieron en las plazas de todo el mundo. No, el cuento es una bomba de relojería contra las cadenas de la ignorancia, con el mejor camuflaje que se pueda desear. Dicen que el cuento porta el célebre Casco de la Invisibilidad de Plutón, que le permite luchar airoso contra los titanes. Yo así lo creo. Porque su espada, la verdad que nos hace resistir frente a los vientos de la oscuridad, es su lengua afilada como hoja de cuchilla. Y, con nombre de leyenda o cuento, la palabra pasea –pisando fuerte- de un extremo al otro del papel.
Cuentos, para comprender qué quiere decir, lo más exactamente posible, que los alienígenas ansían hacerse con Ánima, el alma humana. Y, en la comprensión de eso que nos es un misterio, poner las medidas adecuadas para protegernos.
El Dr. Malanga acierta de pleno cuando afirma que no se puede estudiar a los alienígenas sin saber primero cómo estamos hechos nosotros, sus víctimas. Porque, si, en efecto, los alienígenas están interesados en nosotros, exclusivamente por causa de nuestra Ánima, nuestra, digamos, eterna dimensión espiritual o sensible, y nosotros no somos capaces de vencer el escepticismo y los reparos para conocer de ella, ¿cómo podremos resolver el conflicto que se nos plantea?
Me parece que lo más oportuno será revisar los textos que habíamos leído de forma literal, provocándonos una sonrisa incrédula. Ahí hay miga, chicha, cuento. Ahí hay secretos enterrados que, dicen, conciernen a Ánima. Y si atañe a Ánima, nos atañe a nosotros. ¿No?
Puede ser que nos sorprendamos escarbando en relatos encriptados, que sólo adquieren sentido si colocamos las claves oportunas. Relatos que siempre han estado ahí, indescifrados; cargados de fuerza, sencillez y vitamina C.


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