Que no se confunda con el
insecto gigante -el hombre alienado- de La Metamorfosis de Kafka; el
hombre-bicho (bugman en inglés, al que llamaremos hombricho) es en efecto una
neurona totalmente integrada y “bien ajustada” en la mente colmena tecno-corporativa
neoliberasta de hoy.
Consecuencia de una sociedad
peligrosamente superpoblada, brutalmente capitalista, desvergonzadamente
hedonista, moralmente en descomposición; el humilde hombricho viene a definir
una edad de distopía tecnológica en la que todo el mundo tiene de todo –sus
cacharritos, su comida rápida, sus complementos de moda– pero de algún modo
tampoco tiene nada, ni comunidad, ni espíritu natural, ni sustancia mental. Es
un consumidor zombi, un esclavo a sueldo castrado, un recipiente vacío de
significado y llenado con plástico, píxeles y silicona.
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