domingo, 12 de agosto de 2018

SIMBOLISMO: El Árbol de la Vida (2011)



Film de Terence Malick estrenado en 2011.

Los O’Brien

Los O’Brien, una familia de clase media americana en los años 50. Miremos al señor O’Brien:
Brad Pitt interpreta a un hombre codicioso y autoritario que descarga sus frustraciones (quiso ser músico) con su esposa y los tres hijos que tienen en común.
La señora O’Brien (Jessica Chastain) es dulce y creativa. Ha elegido vivir como una criatura inocente que se regocija en la Vida. Por su educación religiosa, creció pensando que la experiencia humana puede vivirse según dos sendas, entre las que hay que elegir sólo una. A saber: La vía de la naturaleza; la vía de lo divino.


Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro; no podéis servir a Dios y al dios del Inframundo.
(Mateo 6:24)

De la primera senda, que representa a la materia, la experiencia mundana, nos dice: Sólo busca agradarse a sí misma. Y conseguir que otros la agraden. Le gusta dárselas de gran señora. Salirse con la suya. Encuentra razones para ser infeliz cuando todo el mundo que le rodea resplandece; y el amor sonríe a través de todas las cosas. 
De la segunda, que implica vivir según la conciencia, nos dice: Lo divino no trata de complacerse a sí mismo. Acepta ser desairado, que lo olviden y le tengan aversión. Acepta insultos y las heridas. Nos enseñaron que nadie que amara el camino de lo divino, acabaría mal.
Y la escuchamos pronunciar un íntimo juramento de compromiso con la Vida:
-Yo te seré fiel. No importa lo que me suceda.
En efecto, esta mujer representa al Árbol de la Vida.
Inmediatamente después, vemos a la señora O’Brien recibiendo la noticia de la muerte de R.L., uno de sus hijos, de 19 años. Probablemente, en ese trágico momento se preguntó si aquella muerte era algo que ella mereciera. Es obvio que la señora había hecho un juramento por el que se comprometía a aceptar todo cuanto la Vida le mandase. Pero, igualmente, creía en la promesa de que nadie que amara el camino de lo divino, acabaría mal. ¿Qué falló entonces? ¿Cuál sería la razón por la que Dios habría permitido aquella tragedia? Siempre estuvo en sus manos… ¿no es cierto? Mi esperanza, mi Dios. Nunca temeré ningún mal, porque tú estás conmigo. ¿Qué has ganado con la muerte de mi hijo?, llora la señora.
No se resigna. No obtiene consuelo de quienes tratan de darle paz. Es un árbol desnudo, deshojado y desolado. ¿Crees que no te fui fiel?
El señor O’Brien se lamenta de no haber tenido oportunidad de pedirle perdón a su hijo. Recuerda cuando lo regañó por el modo en que hizo algo sin importancia, y la respuesta del chico, agrediéndose a sí mismo en la cara.
-Se sintió avergonzado por mi culpa. Pobre hijo.
El impedimento no es una cuestión de tiempo, sino de interés por romper con los demonios internos que no nos permiten bajar la cabeza cuando hay motivos para ello.
En realidad, el personaje de Pitt representa a la mundanidad de la que se nos habló al comienzo: Sólo busca agradarse a sí misma. Y conseguir que otros la agraden. Le gusta dárselas de gran señora. Salirse con la suya. Encuentra razones para ser infeliz cuando todo el mundo que le rodea resplandece; y el amor sonríe a través de todas las cosas.
 
De modo que tenemos a los O’Brien, un matrimonio en el que Pitt personifica al mundo (y su servicio a él), mientras ella personifica a la Vida –el árbol- y todos sus dones. Tienen tres hijos, que sufrirán las consecuencias de la desprotección a la que sus enfrentados progenitores les han de arrastrar. Porque la Vida (la señora O’Brien y sus pequeños hijos) sin la complementaria Conciencia a su lado, queda a merced de las miserias mundanas. La dejación de responsabilidades de ambos adultos consiste en lo siguiente:
El señor O’Brien renuncia a ser un ejemplo edificante para sus cachorros. Por el contrario, cada vez que se da la oportunidad, los tiraniza.
La señora O’Brien, ignorando que el compromiso que hizo con la Vida implicaba también a sus creaciones (los tres niños), y que éstas, además, tienen otro creador (su esposo), en vez de romper el contrato matrimonial con su socio, tolera sin resistencia los abusos paternos. La tragedia estaba servida, y no me refiero a la prematura muerte del hijo de los O’Brien, que aparece en la narración como la guinda de una tarta que se ha elaborado laboriosamente, durante los años de vejaciones a los que fueron sometidos los niños por parte del señor O’Brien. La muerte del chaval es sólo la consecuencia final. El origen está en la casa dividida, las responsabilidades no asumidas y la normalización de un clima insano. ¿Qué otra cosa se podría esperar de Saturno devorando a sus hijos? Quien no está (protegiéndose de los males del mundo) con la conciencia, queda a merced de la mundanidad, contra la conciencia:

El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
(Mateo 12:30)

Veo al niño que fui

Jack (Sean Penn) vive en una gran ciudad. Casa enorme, una mujer, árboles que decoran aquí y allá.   No parece feliz (siento que ve voy dando golpes contra un muro). La gente a su alrededor habla trivial y frívolamente.
-El mundo está al borde del abismo –nos dice-, la gente es codiciosa y cada vez peor.
Jack no ha olvidado a R.L., su hermano. Tras tantas décadas desde su muerte, lo recuerda como leal, confiado y generoso. En realidad, R.L. es quien más retuvo la filosofía materna.
Jack cree haber perdido la conexión espiritual con su hermano. En el fondo, la pérdida de esa conexión es su propia desvinculación de la Vida y su acomodación en la mundanidad. Su hermano lo conmina a reencontrarlo, a reencontrarse con la Vida, manifestada en silencio, calma, ascensión, libertad, agua, cielos y el Árbol…
    La conexión espiritual de Jack tiene sus raíces en su madre:
    -Me hablabas (Dios) a través de ella. Hablabas conmigo desde el cielo, los árboles. Antes de saber que te amaba, creía en ti.
    Así, Malick nos muestra, con un estilo poético insuperable, cómo nace Jack y cómo se nutre, día a día, del Árbol de la Vida…
Diosa Isis metamorfoseada en sicomoro, amamanta a un faraón. Tumba de Tutmosis III, Valle de los Reyes.

Es un niño feliz que descubre la belleza del mundo, primero de la mano de su madre, luego de su padre. Y llegan sus dos hermanos. Los tres chavales son la Vida en movimiento.
Sin embargo, pareciera que tanta felicidad causara envidia en el señor O’Brien, exigente y déspota, que exige se le llame señor. Muestra rasgos de afecto, pero parecen artificiales, fingidos.
Jack advierte que su padre exige de él cierta agresividad a la que no está acostumbrado. Los tres hermanos observan la muerte, las miserias del mundo, sus numerosos peligros. Y Jack pide a Dios que su camino no se tuerza con mentiras y malos actos. No desea seguir los pasos de su padre.
-Tu madre es una ingenua –le dice el señor O’Brien-. Hay que tener una gran fuerza de voluntad para salir adelante en este mundo. Si eres una buena persona, la gente se aprovecha de ti… Todos esos altos ejecutivos. ¿Sabes cómo llegaron a dónde están? Dejándose llevar por la corriente sin esforzarse…
Palabras del señor O’Brien. El mismo que acude a la iglesia con Jack. El mismo que educa a sus hijos en la búsqueda, sin escrúpulos, de fugaces éxitos terrenales. Si queréis triunfar –les dice- no podéis ser demasiado buenos.
Jack no es ciego y ve que su padre es un hipócrita integral que envidia la fortuna ajena. ¿Cómo no perder el equilibrio siendo un niño que recibe mensajes tan contradictorios? ¿Tiene algún sentido engendrar hijos a los que, para garantizar su ascenso social, debes educar en la ley de la selva?
Así que, cuando no se protege con la Conciencia, la Vida queda indefensa. R.L. sale en –justa- defensa de su hermano Jack:
La señora O’Brien, fuente de la que han nacido los niños, personifica al individuo que ha de proteger a sus energías emocionales (el alma de los niños a su cargo, extensión de la suya). En este caso, ella no se opone contundentemente a las directrices marcadas por su esposo. Tolera el mal. Y se refugia en su idílica visión de la vida. Acaso porque representa al Árbol de la Vida, no puede cambiar su naturaleza. Pero ese hecho deja desprotegidos a sus hijos.
La vemos revolotear alrededor del árbol. Dos imágenes (ella y el árbol) que son continentes de una misma esencia.
    Ya habíamos visto una escena igual en 1960, en The Misfits (Vidas Rebeldes), donde una Marilyn Monroe interpreta a una inocente joven llena de Vida, que danza alrededor de un árbol.
La escena escandalizó a la Iglesia Católica, que afirmó que aquello era una masturbación…
    Véase el siguiente vídeo:
Volviendo a El Árbol de la Vida, decir que la frustración que vive Jack ante la indefensión a la que están expuestos él y su hermano, la canaliza hacia su madre, a la cual hace responsable. En este caso, el niño devuelve a su madre el mismo desprecio por la Vida (que es ella, y el árbol) que siente el intelecto (padre, Sr. O’Brien) condicionado por la mundanidad:
El niño arremete contra ella (por extensión, el Árbol de la Vida), golpeándolo con un palo después de haber robado una prenda de ropa de su madre.
-Tú te dejas pisotear por él –le dice a su madre.
El círculo del analfabetismo espiritual que crea sufrimiento sigue su curso…

El Árbol de la Vida (The Tree of Life)

Trailer

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