miércoles, 23 de octubre de 2019

Reflexiones II: La Escuela Ariel


La Escuela Ariel

El viernes 16 de septiembre de 1994, alrededor de las 10:00 horas, durante el recreo de un día más en la Escuela Ariel, en la ciudad de Ruwa, a las afueras de Harare, Zimbabwe (África). Más de sesenta niños participan –curiosos- de un sorprendente episodio ovni que incluye la presencia de humanoides. Hay sólo un adulto cerca de los niños.

Dos meses después de que el fenómeno se mostrase a los escolares, el doctor John Mack -especialista en psiquiatría infantil- viajó a Ruwa y entrevistó a los niños (de entre 6 y 12 años, y de diferentes religiones, culturas, y étnias), padres y profesores. El testimonio no arroja dudas: los niños vieron algo real e inexplicable que les provocó gritos, llantos y una agitada carrera en busca de los adultos, que permanecían reunidos dentro del colegio.
Los alumnos de la Escuela Ariel contaron cómo aquella mañana de septiembre habían visto varios artefactos plateados que tomaron tierra, llamando su atención. Allí vieron a una criatura humanoide sobre la nave, y a otra que bajaba y se acercaba a ellos. Los entes (del tipo gris) fueron descritos como de pequeño tamaño, vistiendo ajustadas ropas negras, con ojos semejantes a balones de rugby.
No todos los escolares que estaban en aquel momento allí afuera vieron algo. Hubo quien no se enteró de nada.
Dr. Mack: ¿Qué fue lo que te asustó?
Niña 1: El ruido que se oía en el aire. Como si alguien tocara una flauta.
Niña 2: Yo estaba muy asustada. Vi un objeto flotar sobre nosotros. Era bastante grande, y había otros pequeños alrededor.
Niña 3: Yo vi un aparato plateado y un hombre de pie al lado. Tuve miedo, porque nunca había visto una persona como aquella.
Los niños testigos tuvieron contacto directo y cercano con los ojos negros (de pupila blanca, según uno de los testigos) de la extraña criatura que se les acerca. Incluso afirman haber recibido, de ese contacto visual, comunicación telepática, consistente en la supuesta preocupación sobre el maltrato del ser humano hacia el medio ambiente. Algunos testigos, los más jóvenes, resultaron traumatizados por el encuentro, y salieron gritando en busca de sus profesores. Los adultos no se preocuparon al escuchar los gritos, pues eran habituales en cada recreo. Los niños negros habían identificado a los humanoides con unas malvadas criaturas de pequeña estatura –tikoloshes- protagonistas de las leyendas zulúes.
Dr. Mack: ¿Le viste los ojos?
Niña 1: Sí. Eran grandes, puntiagudos hacia arriba. Lo miré a los ojos y sentí miedo. Sus ojos parecían malignos, porque me miraban fijamente, como si quisiera llevarme con él. Y yo no quería, así que me moví y comencé a llorar. Pensé que era el fin del mundo, y que aquello era un aviso. Sus ojos me decían que les interesamos.
Los profesores –en principio- no les creyeron. No obstante, cuando los escolares volvieron a sus hogares y contaron lo ocurrido a sus padres, estos fueron al colegio buscando respuestas. El director, Colin Mackie, aunque escéptico respecto del fenómeno ovni, también creyó a sus escolares. Finalmente, los pequeños fueron entrevistados individualmente por Mack, y se les pidió que hicieran dibujos de aquello que habían vivido, coincidiendo todos –a grandes rasgos- en su descripción.
Podría pensarse que los pequeños tenían conocimiento cultural previo acerca de los grises, denominación que se hace de los humanoides de menos de metro y medio de altura, cabeza abultada, largos brazos, ojos grandes, oscuros y almendrados, y caminar torpe. No obstante, ninguno de esos niños sabía de tal identificación. Más aun, la mayoría de los niños carecía de acceso a la televisión, dadas las condiciones culturales de esa zona rural limítrofe con Suráfrica.
En 2008, el abducido y paciente del Dr. Mack, Randy Nickerson, viajó a Ruwa (14 años después del suceso) en calidad de realizador cinematográfico. Su intención era retomar el Caso de la Escuela Ariel para un documental (Encounter in Ruwa: The Ariel School Sighting). A pesar del tiempo transcurrido desde el episodio alien, muchos de los testigos respondieron a la solicitud del John Mack Institute (que gestiona el legado del desaparecido psiquiatra), organización que había comisionado la realización del documental de Nickerson junto a la antropóloga y productora Dominique Callimanopulos, colaboradora del Dr. Mack.
Los entonces niños, como Salma Siddick, ahora eran jóvenes; mayormente, estudiantes repartidos por Estados Unidos, Nueva Zelanda, o Canadá. Sus testimonios seguían siendo convincentes.
Salma Siddick, que tenía once años en 1994, lo tiene claro. Sabe que vivió algo excepcional. Han pasado muchos años; y está en contacto con tres compañeros de la época, con quienes comparte sus recuerdos…
Junto a la explanada de tierra donde jugaban, que servía de espacio de recreo escolar, un grupo de niños señalaba a unos extraños flashes de luz, provenientes de más allá de los matorrales y árboles. Después, la nave en tierra. No recuerda su tamaño, pero tenía cierto parecido con un disco, plateado, aparentemente, de metal. No sabría decir cuál (su padre trabaja con metales), pero no se parecía a nada que ella haya visto.
El tiempo en que el episodio se desarrolló parecía correr inmensamente lento. De hecho, no sabría decir cuánto duró todo. Lo que no ha podido olvidar son los zumbidos que se escuchaban. Vieron la nave, que parecía ser una consecuencia material de los flashes de luz previos. ¿Materialización?
Más y más niños se acercan, confusos. Alguno llora, provocando la réplica de otros muchos. Es entonces cuando alguien corre a buscar a los profesores, que esa mañana están, excepcionalmente, ausentes, en una reunión de trabajo.
Salma recuerda que estuvo a algo más de un metro del alienígena, cuya expresión facial, ausente de sonrisa alguna, ella no comprendió. No sintió miedo. Observaba curiosa a aquella criatura (cuya piel parecía muy suave) que no se movía como los humanos. El ser y la niña se miraron a los ojos. Ella sintió que aquello no lo había vivido nunca, como si el ente, con la mirada, estuviera mirando dentro de mi alma, como si me conociera. Me sentía como si esta cosa (el alien) me conociera. Como si supiera algunas cosas de mí y sobre muchas cosas. Le dije a mi madre que estas cosas vinieron, porque sabiendo muchas cosas sobre la Tierra, desean decirnos algo.
Salma, que tiene formación en derechos humanos, añade, en relación a la expectación que aquel episodio provocó luego en los adultos, que primero le resultó divertido, pero después le parecía agotador tener que estar convenciendo a los adultos de qué era lo que realmente habían visto. Además, insiste sobre las circunstancias culturales en las que habían crecido los testigos infantiles: sin internet, sólo algunas personas con cable, y con acceso muy limitado a influencias externas sobre qué son los ovnis.
¿En qué modo cree Salma que lo vivido en aquella jornada escolar de 1994 ha afectado a su vida?
Me abrió la mente a aceptar que no somos los únicos. Que hay vida ahí afuera. Creo que me he convertido en una persona con mente muy abierta. Con voluntad de entender qué hay ahí, creo que es bueno que la gente sepa de este caso.
¿Qué crédito le damos a sesenta y dos niños que relatan cómo un objeto volante toma tierra junto a su escuela, y de él salen dos humanoides del tipo gris?
Según Vusumazulu Credo Mutwa (1921), chamán africano que se ha hecho popular en la Red, los grises (por él llamados mantindanes) son sirvientes, operarios, de otros entes más sofisticados, con ciertos rasgos reptiloides, a los que denomina chitauris.
Es 2018, y el realizador cinematográfico Randy Nickerson prosigue con el trabajo documental. Afirma que hubo muchos otros testigos fuera de la Escuela Ariel. Tres pilotos de líneas aéreas fueron testigos de ese objeto, bola de luz, la noche antes, a una altura de 25.000 pies, en un vuelo de Barcelona a Johannesburgo. El radar del aeropuerto de esta última ciudad lo detectó por segundos. Para los pilotos y los pasajeros, la experiencia -las maniobras del ovni alrededor del avión- resultó perturbadora.
Nickerson concluye esperanzado: Hemos de hablar de ello; en casa, en los medios. Tengo la impresión de que algo como esto (la existencia de vida extraterrestre) nos uniría como no lo hemos estado nunca antes. Creo que revelar estas informaciones está en la vía para la mejora de nuestra humanidad.
Tras escucharlo, me queda la impresión de que Nickerson es una de las personas que, siguiendo la estela marcada por Mack, aplica sobre el fenómeno una lente diferente a la mía.

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